El Liberalismo de Popper: Más necesario que nunca

Popper’s Liberaslim: more necessary tan never

Citación: Estay Sepúlveda, J. G., Lagomarsino Montoya, M., Mansilla Sepúlveda, J., Parada Ulloa, M. & Reyes Lobos, J. L. (2018). El Liberalismo de Popper: Más necesario que nunca. Logos: Revista de Lingüística, Filosofía y Literatura, 28(1), 54-64.

Dirección Postal: Edificio CT+ Oficina 417. Rudecindo Ortega 02950. Campus San Juan Pablo II. Temuco- Región de la Araucanía

DOI: dx.doi.org/10.15443/RL2805

Juan Guillermo Estay Sepúlveda

Universidad Católica de Temuco

Chile

juanguillermoestay@yahoo.es

Mario Lagomarsino Montoya

Universidad Andrés Bello

Chile

marioazurro@gmail.com

Juan Mansilla Sepúlveda

Universidad Católica de Temuco

Chile

jmansilla@uct.cl

Marcos Parada Ulloa

Universidad Adventista de Chile

Universidad de los Andes

Chile

marcosparada@unach.cl

José Luis Reyes Lobos

Ministerio de Educación Provincial San Antonio

Chile

joseluis.reyeslobos@yahoo.com

 

Resumen: Sin lugar a dudas, la democracia se encuentra en constante peligro. La creación ateniense -tomada posteriormente por los países latinoamericanos en la figura política-administrativa de la República-, ha demostrado no ser el mejor modelo de gobierno, pero (sí, un gran pero), el menos malo, como lo expreso un político inglés cuando veía que la era su imperio llegaba a su fin. Y uno de esos defensores fue el ácido crítico del Círculo de Viena y filósofo contemporáneo Karl Popper, quien vivió en carne propia los errores de la democracia y los horrores de los totalitarismos. Popper, defensor de la democracia al límite, que incluso dentro de sus escritos podemos apreciar las paradojas que ve él en ésta, no vacilará cuando el sistema del gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, caiga en la tentación de elegir la dictadura. Para ello, nos dice el filósofo, la democracia debe crear los mecanismos para que esto no suceda y no volvamos a tener una elección popular que lleva a un demagogo y criminal al poder, como lo fue la Alemania de Hitler. El pensamiento del filósofo crítico del historicismo, es liberal. Un liberalismo inglés y no como lo entendemos y vivimos en varios Estados de América, donde se es liberal económico y conservador en las ideas. No, Popper es liberal. Un verdadero liberal.

Palabras Clave: Democracia - Liberalism - Popper - Sociedad Abierta - Estado

Abstract: Undoubtedly, democracy is in constant danger. The Athenian creation -later taken by the Latin American countries in the political-administrative figure of the Republic- has demonstrated not to be the best government model, but (yes, a great but), the less evil, as expressed by an English politician when he saw that his empire era was coming to an end. And one of those defenders was the critical acid of the Vienna Circle and contemporary philosopher Karl Popper, who lived on his own flesh the mistakes of democracy and the horrors of totalitarianism. Popper, defender of democracy to the limit, who even within his writings we can appreciate the paradoxes he sees in this, will not hesitate when the system of government of the people, for the people and the people, fall into the temptation to choose the dictatorship. For this, the philosopher tells us, democracy must create mechanisms so that this does not happen and we do not have a popular election that takes a demagogue and criminal to power, as was Hitler’s Germany. The thinking of the critical philosopher of historicism is liberal. An English liberalism and not as we understand it and we live in several States of America, where people is economic liberal and conservative in the ideas. No, Popper is liberal. A true liberal.

Keywords: Democracy - Liberalism - Popper - Open Society - State

1. Introducción

Popper al defender la sociedad abierta y el régimen democrático de gobierno se declarará como un liberal y como un viejo seguidor de la ilustración. Un pre-hegeliano. Ahora bien, aunque el propio Karl Popper se define como un liberal, nada menos que el político inglés Bryan Magee ha planteado la tesis de que Popper por los temas que ha desarrollado y las luchas que ha sostenido es un pensador que se podría inscribir dentro de la tradición social demócrata como en un destacado teórico del reformismo y el cambio gradual.

Karl Popper es un teórico que se ha declarado liberal. Un liberal muy particular que estimó como fundamental la intervención del Estado, incluso en temas económicos, particularmente en materias vinculadas al funcionamiento de la economía de mercado. Igualmente Popper es un teórico del reformismo. Un reformismo sin pausas. Un reformismo que se va haciendo cargo de los vaivenes de la sociedad. En ningún caso Popper puede ser tildado como un filósofo conservador, defensor del statu quo. En este sentido, Magee ha planteado claramente lo siguiente:

And here I must declare an interest. I am a democratic socialist and I believe that the young Popper worked out, as no else has ever done, what the philosophical foundations of democratic socialism should be. And like him I would like to see these ideas replaces the garbled mixture of Marxism and liberal minded opportunism which passes for political theory on the democratic left. In short, while making it clear that Popper is no longer a socialist, I want to claim his ideas for the democratic socialism in which he was so deeply enmeshed when he began to produce them, and in response to whose needs they were produced. This is where I believe their real significance is, and where their future lies (Magee, 1973, pp. 80-81).

Así tendríamos un Popper cercano a las posiciones de la socialdemocracia. Lo anterior dice relación con la tradición liberal defendida por Popper, que es un “liberalismo” muy distinto del defendido por su coetáneo F. von Hayek. El liberalismo de Popper se vincula con la libertad individual y su gran capacidad de creación. Pero esa libertad debe convivir con un Estado que tiene que entregar justamente las garantías para que esa libertad se pueda expresar en toda su amplitud. Esto mismo queda de manifiesto en La Sociedad Abierta y sus Enemigos (Popper, 1985). Posteriormente, esta posición que se conjuga queda de manifiesto en las obras póstumas de Popper como la recopilación denominada: Karl. R. Popper. Después de la Sociedad Abierta. Escritos Sociales y Políticos (Shearmur & Turner, 2010), la obra de Perona, Entre el Liberalismo y la Socialdemocracia. Popper y la Sociedad Abierta (1993), o en el libro de Shearmur y Stokes, Popper. Philosophy, Politics and Scientific Method (1998). La filosofía política de Popper, si bien se enraíza en el individualismo metodológico, plantea de forma nítida el reformismo social y político, propios de la mejor tradición socialdemócrata. Para Popper el modelo siempre es el mismo: democracia-liberal como ideal de la sociedad abierta (que permite un abanico en las políticas desarrolladas), cuyo foco albergan las ideas socialdemócratas. No es casualidad que se elija este paradigma, máxime si añadimos la introducción de la ética kantiana para la fundamentación del socialismo moderno.

Lo anterior implica que, desde la política práctica, se da un fuerte rechazo a esos posicionamientos que han intentado instalar a Popper en aquellas posturas que defienden el statu quo e incluso las posturas neoliberales. Ralf Darendorf comentando las afirmaciones de Magee ha sostenido:

[…] el concepto de Sociedad Abierta y el libro sobre este tema muy bien podrían evidenciarse como el aporte más perdurable de Popper. Bryan Magee no lo dice tan así en su brillante y breve tratado sobre Popper. Magee cree -y en eso sin duda tiene razón- que la obra de Popper es de una sola pieza, aunque dedica dos de los siete capítulos a la sociedad abierta. También llega a la conclusión de que la sociedad abierta contiene una visión socialdemócrata que es la misma que él, Magee, defiende (Dahrendorf, 2006, p. 169).

Magee profundiza su postura sobre el pensamiento socialdemócrata que hay en Popper y también el hecho de la existencia de una filosofía práctica, que indica directrices concretas para la actuación política, y no sólo un formalismo ético propios del Kant de la Crítica de la Razón Pura. En Popper no hay solamente academia, sino que también existe la posibilidad de la recomendación para la acción tanto en las ciencias, como en el quehacer social y político.

Por su parte Popper, más allá de los respetables planteamientos de Magee y Dahrendorf, para aclarar su postura liberal, sostiene que usa el término ‘liberal’ en el sentido en que comúnmente se usa en Inglaterra y la tradición anglosajona. Por liberal no se entiende una persona que simpatiza con algún partido político, más bien una persona que otorga la mayor importancia a la libertad individual y es consciente de los peligros inherentes a todas las formas de poder y de autoridad. Además de la forma en que Popper concibe el concepto de liberalismo, este término en la historia de la filosofía y teoría política presenta una compleja historia. En este contexto, el liberalismo es una doctrina política de una larga historia y de una extensa evolución y formas de ser presentado. No obstante lo anterior, el liberalismo ha tenido básicamente dos vertientes. Una económica y otra política.

No obstante lo anterior, en la concepción de Popper se asigna una importancia fundamental a una medida que suena como contrafáctica con lo anterior. Esto es el rol del Estado y el necesario control de la libertad para salvaguardar la libertad misma. En esta forma, Popper declara:

Necesitamos la libertad para impedir que el Estado abuse de su poder, y necesitamos al Estado para impedir el abuso de la libertad. Este es un problema concreto que quizás nunca se resuelva en lo abstracto por medio de leyes; es necesario un corte constitucional, y buena voluntad más que nada en el mundo (Popper, 1998, p. 111).

Mientras que en otra obra política, Popper profundiza sobre esta situación y dice:

El deseo de libertad es algo completamente primitivo que ya encontramos en los animales […] y en los niños pequeños, y ciertamente en grados muy diferentes. Pero en el terreno político la libertad se convierte en problema. Pues la libertad ilimitada de cada individuo se vuelve naturalmente imposible por la convivencia de los seres humanos. Si soy libre de hacer todo lo que quiero, entonces también soy dueño de despojar a los otros de su libertad (Popper, 1995: 143).

Esta es una de las particularidades del pensamiento de Popper. La libertad se controla para no perder la libertad. El Estado debe hacer ese control. Y al mismo tiempo la libertad debe controlar al Estado para que este no abuse de su poder. En este punto encontramos una relación entre Libertad y Estado absolutamente simétrica y complementaria, para motivos de avanzar hacia la sociedad abierta y evitar los peligros del tribalismo en sus formas de totalitarismo y/o de fundamentalismo.

2. Principios del Liberalismo y Teoría Política: Historia y Propuesta

Karl Popper es, como hemos sostenido a lo largo de este trabajo y de otros un pensador de amplísimas dimensiones (Estay Sepúlveda & Lagomarsino, 2016a, b, c; Estay Sepúlveda, Lagomarsino & Cabezas, 2016; Estay Sepúlveda, Lagomarsino & Moraga, 2016; Estay Sepúlveda, Lagomarsino, Rojas, Cabezas & Moraga, 2016; Estay Sepúlveda, Gavilanes, Medeiros & Lagomarsino, 2017). No tan solo es un empirista y un racionalista de tipo particular, sino también un liberal y como ya se ha señalado, es un liberal en el sentido del término inglés. El liberal es para Popper un falibilista, un racionalista crítico, un individuo que no cree que la verdad sea manifiesta o que solamente pocos tengan ojos para verla. Para Popper, la teoría que la verdad es manifiesta, está a la base de toda forma de fanatismo. En relación a este punto, intentaremos mostrar cómo Popper se hubiera opuesto de manera decidida al fundamentalismo que ha campeado en estos presentes años, sobre todo en los pocos años que van del Siglo XXI. En contraposición a Popper para el fundamentalismo si hay una verdad manifiesta y por lo tanto un tipo de sociedad perfecta en la cual los individuos y su libertad no tienen nada que aportar.

Este pensamiento crítico lo hará patente con críticas a su propio pensamiento liberal. Si el liberalismo no es capaz de cambiar y profundizar en sus propios errores (Blank, 2009) estaría siendo un símil del otro liberalismo, del cual Popper es un abierto contestatario como lo es el liberalismo utópico. Para Popper, el liberalismo utópico es imposible de ejecutar ya que la sociedad perfecta no existe, al ser seres humanos los que la van construyendo. Ahí versa, para nosotros, uno de los puntos esenciales de esta diferencia: un liberalismo que es capaz de ver sus errores y repararlos, como lo es el crítico y otro, que no verá absolutamente nada ya que se encuentra en una nube de idealismos a ultranza. El pensador austriaco, hablará antes de la Sociedad Abierta y sus enemigos de un racionalismo erróneo, “esto es, viciado, que comprende la acción racional como aquella que dispone de una forma eficaz para alcanzar fines futuros remotos” (Misseri, 2015, p. 201). Para esta crítica, Misseri (2015) cita el artículo Utopía y violencia, escrito a dos años de concluida la Segunda Guerra Mundial y cuando el mundo comenzaba su bipolaridad. Hoy Popper, no estaría de acuerdo y conforme con las atrocidades que se han visto y donde el liberalismo crítico ha quedado mudo. En ello, no compartimos la opinión de que gracias al racionalismo crítico, el capitalismo y la ideología política liberal siguen en pie y que Popper “sin lugar dudas”, estaría “orgulloso de ello” (Vázquez, 2017, p. 86). Popper vería esto -nos atrevimos a decirlo- , como un germen del pensamiento utópico más que del pensamiento crítico, al no reparar en los errores que está provocando.

El liberal, que dibuja nuestro autor, tiene, entre otras características, la de ser antihistoricista y antiperfectista. Para el liberalismo, en la acepción de Popper, no se considera tener el itinerario de la historia, ni de tener acceso a las cartas de la providencia. Más bien para el liberalismo es un punto cardinal el hecho de que no existen leyes de la historia. Para el liberalismo, el futuro está abierto. El futuro no está predeterminado. En este punto se entiende, porque el frontal ataque de Popper a las doctrinas que han sostenido la existencia de leyes del desarrollo histórico. La sociedad se deberá construir en un constante juego donde participa la libertad individual, el dinamismo social y la aplicación de la racionalidad, a través del método de la ciencia.

Para Popper tanto el perfectismo, como el utopismo y el dogmatismo son peligrosas trampas del pensamiento. El utopismo implicará siempre la violencia y la propuesta de una forma de sociedad cerrada. Las propuestas del utopista en cuanto presuponen que sea posible conseguir, de una vez por todas, instituciones sociales perfectas no admitirá ni crítica y en consecuencia logrará que no se produzcan los cambios de manera parcial y natural. En ese escenario, el cambio solamente tendrá que ser violento. Las posturas críticas, en la posición del utopista, aparecerán como peligrosas e inútiles en el sentido que no estarán trabajando en el camino hacia el diseño de la sociedad ideal que persigue.

Mientras que el perfectismo, al querer generar una sociedad perfecta, puede llevar a cometer las más grandes atrocidades. Y el dogmatismo es una postura que se vuelve contra la realidad. En su creencia firme y a toda prueba en su dogma desconoce el movimiento social, el cual evidentemente nunca se ajustará a su postura cualquiera que ella sea. Tanto el perfectismo, el utopismo y el dogmatismo han estado a la base tanto del totalitarismo del siglo XX como del fundamentalismo del Siglo XXI.

Vinculado con lo recién expuesto, para el liberalismo que sustenta Popper no será importante la pregunta, que se repite constantemente en la historia de la filosofía y teoría política y también en la política práctica, relativa a ¿quién debe gobernar? Esta interrogante ha sido utilizada por todos los partidarios de sociedades con soluciones totales. Popper por su parte planteará, que la interrogante que es fundamental para el liberalismo es otra y que tiende a cambiar el centro de gravedad del proceso político. Esta pregunta es, en consecuencia, radicalmente distinta de la anterior. Esta interrogación dice relación, de alguna manera, con el control del poder y su repartición en varias manos e instituciones al interior de una sociedad. Esta pregunta es la siguiente: ¿cómo controlar a quién gobierna?

Para Popper la postura preconcebida apunta en una senda de objetivización del proceso político y, como sosteníamos recientemente, el objetivo es pasar de la importancia central radicada en el quién hacia el cómo, es decir, hacia la solución de corte institucional. Con esto el liberalismo tiene en vista la preservación del régimen democrático y liberal de gobierno con sus valores estrechamente asociados como son la libertad y la tolerancia. Por lo tanto, en esta concepción liberal todos los problemas políticos serán problemas de estructuras legales antes que de personas.

Y es dentro de este contexto, que las instituciones más importantes estarán vinculadas al control de los gobernantes que administran el Estado. Este punto para Popper, tiene directa relación con la preservación de la libertad y la democracia. En este punto el combate hacia toda forma de opresión que quiera eliminar la libertad y la democracia, se hace desde el Estado. Toda postura fundamentalista que amenace la libertad social y política debe ser combatida con la mayor fuerza sea ésta de carácter religioso, político o económico.

El liberalismo, en la visión de Popper, será una postura, tal vez, no preocupada en demasía por la historia y su influjo sobre el presente y el futuro, pero se empeña potentemente en mejorar las instituciones existentes. En este mismo sentido, el liberalismo popperiano no es una postura que crea en la infinita y divina superioridad del Estado, pero tampoco se trata de un liberalismo que proponga una suerte de anarquía. Para Popper la anarquía es una exageración peligrosa de la libertad. En esta línea Popper, entregará una de sus primeras declaraciones en torno al rol y la defensa del Estado. Así nuestro filósofo sostiene: “El Estado es un mal necesario: sus poderes no deben multiplicarse más allá de lo necesario. Podría llamarse a este principio la ‘navaja liberal’ […]” (Popper, 1983, p. 419).

Para este liberalismo es primordial la alianza con dos valores, que se puede sostener, se encuentran en un encumbrado lugar de la escala axiológica. Así para el liberalismo es fundamental la libertad y la tolerancia. Ahora bien, el liberalismo (y en este caso se debe extender al liberal, esto es al partidario del liberalismo) es una ideología tolerante con los tolerantes, pero es fuertemente intolerantes con aquellos que se presentan y actúan de forma intolerante. Para Popper existe un punto muy importante en su concepción de liberalismo. Al igual que la libertad, la tolerancia no puede ser ilimitada, de otro modo, se autodestruiría. En realidad, para Popper la tolerancia ilimitada conlleva a la desaparición de la tolerancia, como sosteníamos inicialmente.

De igual manera, para el liberalismo en la óptica de Popper, la libertad es el valor más importante que se puede dar al interior de una sociedad. En este sentido, Popper afirma:

La discusión crítica es el fundamento del pensamiento libre del individuo. Pero esto significa que la verdadera libertad de pensamiento no es posible sin libertad política. La libertad política se convierte así en condición del pleno uso de razón de cada individuo (Popper, 1994: 246).

Además para el liberalismo diseñado por Popper, la libertad no es acariciada solamente como una libertad económica, que es capaz de producir riqueza, sino que se toma a la libertad por razones supraeconómicas, esto es, por razones éticas y no materiales. La libertad es la única forma digna de convivencia del hombre. Y la libertad, que es el más importante de los valores políticos, necesita de una constante defensa, pues la libertad es un valor que se puede perder. Y una vez que una sociedad pierde la libertad es cuanto más la valora. Por tanto, la virtud para este liberalismo es valorarla cuando se la tiene y hacer todo lo posible para que no se extravíe. Para no ir tan lejos por el planeta en Sudamérica y en Chile ya tenemos experiencia con respecto a lo que significa perder la libertad y ser asolados por dictaduras criminales, que suspendieron el Estado de Derecho y las más mínimas garantías de los individuos, e incluso, para el caso chileno, establecer en la Constitución Política creada por Pinochet, la prohibición de pensar.

También, este liberalismo, que se asemeja a la social democracia, mantendrá un gran respeto por la tradición y por el aporte permanente de ésta al desarrollo de la sociedad. No obstante lo anterior, el liberalismo no es una postura tradicionalista, que tenga como sustento mantener el orden social que se ha heredado de la tradición. Por el contrario, el liberalismo popperiano intentará auspiciar y proponer los cambios, los continuos cambios, que la sociedad vaya requiriendo producto de su propia dinámica. Por lo tanto, si este liberalismo no es un tradicionalismo, mucho menos será una postura de tipo conservadora. Como hemos visto siguiendo a Magee, más bien la obra de Popper se inscribe en la tradición del socialismo democrático. El liberalismo, defendido por Popper, no deseará embalsamar el presente en el pasado. El liberalismo mantendrá una relación crítica con la tradición. La tradición, como hemos ya sostenido, es muy importante sin embargo no se puede aceptar pasivamente, debe estar sometida a crítica y no ser un impedimento a la hora de impulsar cambios que la sociedad reclame. En un sentido algo similar ha sostenido F. Hayek la importancia de la tradición (una tradición evolutiva) para la sociedad libre y la libertad. Así Hayek en su obra, Los Fundamentos de la Libertad sostiene:

[…] para la tradición evolucionista empírica el valor de la libertad consiste principalmente en la oportunidad que proporciona para el desarrollo de lo no ideado. A su vez, el beneficioso funcionamiento de la sociedad libre descansa, sobre todo, en la existencia de instituciones que han crecido libremente […] Aunque parezca paradójico, es probable que una prospera sociedad libre sea en gran medida una sociedad de ligaduras tradicionales (Hayek, 1975, p. 78).

Tenemos claro en cualquier caso, el sesgo más bien hacia la libertad económica que propicia Hayek versus una libertad política y social que propicia Popper. No son desconocidas las discusiones y debates que mantuvieron ambos sobre estas temáticas.

El modelo popperiano de sociedad abierta, que como hemos deja un lugar para la tradición siendo a su vez muy proclive al cambio continuo, en la cual las intervenciones políticas son simples intentos de solución de problemas particulares, se tiende a excluir toda acción de tipo holístico o revolucionaria que tenga la pretensión de resolver en un breve lapso, todos los problemas de la sociedad. En la sociedad abierta, es consentido que los ciudadanos puedan examinar críticamente todas las iniciativas de los gobernantes. En este sentido, como se puede percibir la sociedad abierta se opone frontalmente a los regímenes totalitarios. En este instante se puede comprender de mejor manera, la particular fuerza con la que Popper ha combatido las doctrinas teóricas de lo que él sostiene son el origen del totalitarismo y de lo que será en nuestra visión el fundamentalismo en el siglo XXI.

Según Popper, ya en su clásica postura en La Sociedad Abierta y sus Enemigos, las raíces teóricas de las ideologías totalitarias son rastreables en los sistemas filosóficos de tres grandes pensadores del pasado: Platón, Hegel y Marx. De esta forma, Platón en la interpretación de Popper, es el principal teórico de la sociedad cerrada y del tutelaje de la libertad en el mundo antiguo. En esta forma, el cientista político, Robert Dahl sostiene: “La idea de tutelaje, que fue expuesta en forma muy hermosa y perdurable por Platón en La República, ha ejercido un atractivo a lo largo de la historia” (Dahl, 1991, p. 67). En este sentido, Dahl precisa la concepción platónica sobre el tatuaje:

Una alternativa permanente frente a la democracia es que el gobierno esté a cargo de `tutores`, `custodios` o `guardianes` de la sociedad. Para quienes defienden esta concepción, la idea de que el pueblo comprenderá y defenderá sus propios intereses es ridícula, y más ridículo aún pensar que comprenderá y defenderá los intereses de la sociedad global. Estos críticos insisten en que la gente común no está calificada, evidentemente, para autogobernarse, y afirman que la premisa contraria de los demócratas debería reemplazarse por la propuesta que el gobierno le sea confiado a una minoría de personas especialmente capacitadas para asumirlo en virtud de sus conocimientos o virtudes superiores (Dahl, 1991: 67).

Después del esplendor de la democracia en Atenas, por obra de Pericles, Platón (1986) habría opuesto un modelo de Estado arcaico y aristocrático. Este tipo de Estado es diseñado por Platón en La República y se caracteriza por algunos signos típicos de la sociedad cerrada. Estos signos son los siguientes:

a) El primado de la comunidad sobre el individuo.

b) La división de clases.

c) El Gobierno entregado a las manos de algunos pocos sabios.

d) La comunidad de mujeres y de bienes.

e) Los límites a la libertad de expresión

Básicamente sobre el punto relativo a la libertad de expresión, Popper insiste que en la obra de Platón este tipo de expresión no existe. Así Popper señala:

[…] elabora fría y cuidadosamente la teoría de la inquisición. El pensamiento libre, la crítica de las instituciones políticas, que enseña nuevas ideas a la juventud, y las tentativas de introducir nuevas prácticas religiosas e incluso nuevas opiniones son todos delitos capitales (Popper, 1985, pp. 189-190).

En este mismo párrafo de manera seguida Popper afirma:

En el Estado de Platón, Sócrates jamás hubiera tenido la oportunidad de defenderse públicamente; lejos de ello, hubiera sido transferido al Consejo Nocturno secreto para el ‘tratamiento’ y, finalmente, para el castigo de su alma conturbada (Popper, 1985: 190).

En el mundo moderno la herencia de Platón fue tomada, según Popper, sobre todo por parte de Hegel. La filosofía hegeliana de la historia, basada sobre la identidad del real y racional y sobre el inexorable movimiento dialéctico de tesis, antítesis y síntesis, ha jugado y tenido gran influencia sobre el pensamiento político del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX. En el pensamiento político de Hegel emergerán algunos elementos propios del totalitarismo, a la manera en que se conoció, en el siglo XX. De esta manera, Popper identifica características tales como:

a) La mentalidad colectiva, mediante la cual el individuo es nada y por el contrario el Estado es todo.

b) El éxito de un Estado se mide en las guerras en que ha triunfado en los confrontes con otros Estados.

En cualquier caso, no es Popper el único autor que toma una postura tan categórica frente a la obra de Hegel, particularmente a lo que podríamos denominar su filosofía política. La obra de Hegel como todo gran trabajo de la historia de la filosofía ha tenido furibundo partidarios y continuadores, pero también grandes críticos. Entre estos últimos sería oportuno considerar la opinión que de Hegel tuvo una de sus contemporáneos. Arthur Schopenhauer, quien tuvo la posibilidad de conocer personalmente a Hegel, entrego la siguiente apreciación sobre su filosofía:

Hegel, impuesto desde arriba por el poder circunstancial con carácter de gran filósofo oficial, era un charlatán de estrechas miras, insípido, nauseabundo e ignorante, que alcanzó el pináculo de la audacia garabateando e inventando las mistificaciones más absurdas (Hidalgo, 2007, p. 22).

Igualmente en la misma obra Schopenhauer sentencia:

Fichte es el padre de la seudofilosofía, del método fraudulento que intenta engañar con la ambigüedad en el uso de las palabras, el discurso incomprensible y los sofismas, imponerse con un tono distinguido y así embaucar a los que están deseosos de aprender; tras haber sido aplicado por Schelling, el método alcanzó su cima con Hegel en quien maduró hasta la auténtica charlatanería (Schopenhauer, 2003, p. 41).

El tercer pensador que Popper acusa de haber promocionado sociedades de tipo cerrado es Karl Marx. La obra de Marx es amplísima y de fundamental importancia para las ciencias sociales hasta hoy. No obstante lo anterior, tiene entre otras múltiples características la de identificar el rol fundamental que la organización económica desarrolla al interior de una sociedad. Marx sostiene la tesis, según la cual, todos los pensamientos, ideas y acciones de los hombres son explicables en referencia a la matriz económica. La tesis anterior obliga a Marx a subordinar la política y la posibilidad del cambio al aspecto económico. Se establece de esta forma la dialéctica entre capital y proletariado. La única forma de liberación del proletariado, afirmará el marxismo, será la revolución que el proletariado deberá llevar adelante en busca de la sociedad sin clases al final del camino. En consecuencia, la libertad del Estado liberal, como tal se vuelve formal, esto es, incapaz de poder generar la igualdad económica. Popper en este aspecto afirmará:

Esta ‘mera libertad formal’, es decir, la democracia, el derecho del pueblo de juzgar y expulsar del poder a sus gobernantes, es el único medio conocido para tratar de protegernos del empleo incorrecto del poder […] (Popper, 1985, pp. 307-308).

Karl Popper se muestra abiertamente crítico de Marx acusándolo de haber profetizado sobre el destino de la sociedad y ser un exponente del historicismo, sin embargo Popper reconoce fuertemente las razones que Marx tuvo al frente al desarrollar su teoría. Así Popper sostiene:

[…] no puede dudarse del impulso humanitario que mueve al marxismo, […] Marx realizó una honesta tentativa de aplicar los métodos racionales a los problemas más urgentes de la vida social. El valor de esta tentativa no es menoscabado por el hecho de que en gran medida no haya tenido éxito […] La ciencia progresa mediante el método de la prueba y el error. Marx probó, y si bien erró en sus principales conceptos, no probó en vano. Su labor sirvió para abrir los ojos y aguzar la vista de muchas maneras. Ya resulta inconcebible, por ejemplo, un regreso a la ciencia social anterior a Marx, y es mucho lo que los autores modernos le deben a éste, aun cuando no lo sepan. Esto vale especialmente para aquellos que no están de acuerdo con sus teorías, como en mi caso, no obstante lo cual admito abiertamente que mi tratamiento de Platón y Hegel, por ejemplo, lleva el sello inconfundible de su influencia […] No se puede hacer justicia a Marx sin reconocer su sinceridad. Su amplitud de criterio, su sentido de los hechos, su desconfianza de las meras palabras y, en particular, de la verbosidad moralizante, le convirtieron en uno de los luchadores universales de mayor influencia contra la hipocresía y el fariseísmo (Popper, 1985, pp. 268-269).

En el mismo sentido de Popper, el sociólogo Tom Campbell sostiene:

Al considerar la teoría del hombre de Marx, debe quedar claro que existe un fuerte elemento humanista en su pensamiento: aspira a que se desarrollen totalmente las capacidades creativas del hombre como objetivo a conseguir por el progreso histórico (Campbell, 2002, p. 141).

Por último, podemos observar los principios liberales que Popper ha señalado como lo más importantes. Estos principios más que entenderlos como liberales los podríamos comprender como los principios que deben guiar la convivencia en una sociedad abierta, libre y democrática en donde la crítica permanente es uno de los baluartes, en el sendero de buscar los mejores caminos para el normal desarrollo que impone el dinamismo de una sociedad libre. Así Popper señala estos principios de la manera siguiente:

El Estado es un mal necesario […] la diferencia entre una democracia y una tiranía es que en la primera es posible sacarse de encima el gobierno sin derramamiento de sangre; en una tiranía no es posible […] la democracia como tal no puede conferir beneficios a los ciudadanos […] la democracia no proporciona más que la armazón en la cual los ciudadanos pueden actuar […] somos demócratas no porque la mayoría siempre tenga la razón, sino porque las tradiciones democráticas son las menos malas que conocemos […] una utopía liberal – esto es, un Estado racionalmente diseñado a partir de una tabula rasa sin tradiciones – es algo imposible. Pues el principio liberal exige que las limitaciones a la libertad de cada uno que hace necesaria la vida social deben ser reducidas a un mínimo e igualadas en lo posible […] (Popper, 1994, pp. 203-204).

De esta forma, hemos pasado revista a la postura clásica de Popper en Filosofía social y política, en donde hemos presentado la batería conceptual de nuestro autor, como algunas opiniones de destacados comentaristas de la obra social y política de uno de los principales filósofos del siglo XX.

En un mundo convulsionado por las libertades de opinión, donde comienzan a avizorarse nuevas formas de expresarlas a través de los medios de comunicación tradicionales y mass medias, la necesidad de una regulación consciente es necesaria. No es la censura por la censura, entiéndase bien, ya que un demócrata y un liberal no lo tolerarían, es más bien, no caer en el fundamentalismo de la postverdad que a través de los medios de comunicación (Estay Sepúlveda, Cabezas, Lagomarsino, Reyes, Rojas & Medeiros, 2018) y la publicidad (Lagomarsino, Rojas, Estay Sepúlveda, Ganga & Gavilanes, 2018) están haciendo un flaco favor a la llegada de populismos que horadarán lo que tanto cuesta conseguir y cuidar como es la democracia, más aun cuando nuestras fronteras se van abriendo a nuevas formas de pensar, vivir u obrar (Estay Sepúlveda, Ganga, Lagomarsino, Parada & Cabezas, en prensa).

3. Conclusiones

El Estado, ese mal necesario de que hablaba Popper, debe erigirse como el gran garante de la democracia, la libertad, la tolerancia y el respeto mutuo entre los seres humanos. No restringir la libertad, sino limitar los excesos de ella, cuando las personas, las organizaciones o las instituciones que utilizan su nombre, tropezando con los más indefensos. El Estado Ideal no existe. Sin embargo, podemos crearlo mientras continuamos perfeccionando nuestras instituciones. Más transparente, más dinámico, más accesible. El liberalismo de Popper no busca una revolución -a menos que la democracia esté en peligro- sino cambios progresivos, en lo que insinúa como reformismo en el Estado. Muchos han criticado la posición política del filósofo, tratándolo como un romántico del siglo XIX. Y este hombre está en el presente, frente a los peligros que aparecen en el horizonte de los fundamentalismos, más actuales que nadie. Ningún otro pensador del siglo XX, como nos dijo Bobbio, dio una defensa más convincente de la democracia, incluso, en sus momentos de mayor debilidad.

Bibliografía

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