El cyborg como dispositivo de resistencia al biopoder en Impuesto a la carne (2010) y Fuerzas especiales (2013) de Diamela Eltit

The cyborg as a resistance device to biopower in Tax Meat (2010) and Special Forces (2013) of Diamela Eltit

Citación: Burich Oyarzún, Y. E.(2017).El cyborg como dispositivo de resistencia al biopoder en Impuesto a la carne (2010) y Fuerzas especiales (2013) de Dimela Eltit. Logos: Revista de Lingüística, Filosofía y Literatura 27(1), 90-104. DOI: 10.15443/RL2707

Dirección Postal: Los Carrera 558, Castro Chiloé, X región de los Lagos

DOI: dx.doi.org/10.15443/RL2707

Yasna Elizabeth Burich Oyarzún

Universidad de Concepción

Chile

yasnaburich@hotmail.com

Resumen: En este artículo se analiza la construcción de los cuerpos de los personajes protagónicos femeninos de las novelas Impuesto a la carne (2010) y Fuerzas especiales (2013) de Diamela Eltit. Se sostiene que estos cuerpos son cyborgs que se generan gracias a articulaciones inmanentes con las tecnologías biomédicas, informáticas, escriturales, lo humano y el biopoder. El artículo se centra en la descripción de las estrategias de resistencia germinales desarrolladas por estos cuerpos cyborgs, las que se sustentan en las promesas de creación y regeneración de espacios virtuales alternativos a los predispuestos por los poderes hegemónicos. En Impuesto a la carne (2010) este espacio virtual se materializa a través de la escritura de una Crónica alternativa a la Historia oficial chilena y, en Fuerzas especiales (2013), con la creación del primer videojuego de la escena nacional. Desde esta perspectiva, estos cuerpos disruptivos y en constante reformación, son agentes biopolíticos que ensayan formas distintas de existencia dentro de un sistema dominado por poderes normalizadores.

Palabras claves: Cyborgs – Cuerpos – Biopoder – Resistencia – Tecnologías

Abstract: This article analyse the construction of the bodies of the main female characters of Damiela Eltit novels Impuesto a la carne (2010) and Fuerzas especiales (2013). It is argued that these bodies are cyborgs that are generated thanks to immanent joints with biomedical, informatics and scriptural technologies, the human and the biopower. The article focuses on the description of germ resistance strategies developed by these cyborg bodies, which are sustained on the promises of creation and regeneration of alternative virtual spaces to those predisposed by hegemonic powers. In Impuesto a la carne (2010) this virtual space is materialized through a deed of an alternative chronicle to the official Chilean History, and, in Fuerzas especiales (2013), with the creation of the first videogame of the national scene. From this perspective, these disruptive and constantly reforming bodies, are bio political agents that try different forms of existence within a system dominated by normalizing powers.

Keywords: Cyborgs – Bodies – Biopower – Resistance – Technologies

1. Introducción

A lo largo de la obra literaria y ensayística de la escritora Diamela Eltit observo un cuestionamiento al sistema neoliberal, en específico a las estrategias diseñadas para dominar las conciencias y cuerpos de amplios sectores de la población y, de este modo, excluir del medio social y político a subjetividades que escapan a parámetros preestablecidos por este régimen de poder. Desde un conocimiento situado1, la escritora materializa esta crítica en sus novelas a través de la construcción ficticia de cuerpos abyectos que buscan alternativas de sobrevivencia.

Eltit sugiere en Signos vitales (2008) que Michel Foucault “advirtió con una precisión deslumbrante cómo el capitalismo iba a convertir al cuerpo en su preocupación más descarnada, cuando formuló el ascenso de un comportamiento social que construía sujetos inmersos en una realidad biopolítica” (Eltit, 2008: 228).

Como advierte Eltit, Foucault es uno de los filósofos contemporáneos que ha estudiado exhaustivamente la relación entre subjetividades y biopoder. Este autor señala que entre la transición del siglo XVII al XVIII el poder asumió como función administrar la vida y argumenta que “ahora es la vida y a lo largo de su desarrollo donde el poder establece su fuerza; la muerte es su límite, el momento que no puede apresar; se torna el punto más secreto de la existencia, el más “privado” (2002a: 167). De este modo, el poder se desarrolló básicamente a través de dos formas o estrategias, el cuerpo como máquina, teniendo como objetivo su disciplinamiento y, por otra parte, el cuerpo – especie, soporte de los procesos biológicos y de las regulaciones de la población. Es necesario explicar que Foucault designa el cuerpo del hombre – máquina carente de discurso, vacío de subjetividad por lo que puede ser manipulado, modelado e inserto en dispositivos sin ofrecer mayor resistencia. En el siglo XVIII este “cuerpo dócil” era el lugar donde el poder inscribía su anatomía política, resultado de las sucesivas modelaciones bajo la máquina disciplinaria, en consecuencia la disciplina se vuelca sobre el cuerpo en el momento de su adiestramiento y, de esta manera, fabrica al individuo que a su vez es asimilado como una máquina productiva de la que se debía extraer toda su fuerza útil. Sin embargo, en la actualidad donde las orientaciones culturales, las actividades económicas, políticas y sociales están estrechamente vinculadas e inscritas en relaciones de poder existen prácticas provenientes de los movimientos sociales y organismos no gubernamentales en los que encontramos oposición y disidencia. Es en esta dirección que se puede superar la idea foucaultiana de que la práctica disciplinaria del poder produce al sujeto, pues desde la tesis propuesta por Haraway, el cyborg es un agente político y un cuerpo resistente en constante reformación, por lo tanto, “indócil” e inaprehensible a la manipulación e intervención de los dispositivos de un poder normalizador. La resistencia del cyborg se ensaya a través de los intersticios y las líneas de fuga que ofrecen las nuevas tecnologías de la informática, las redes sociales y los medios de comunicación. En consecuencia, de este modo, se puede interpretar al cuerpo como una tecnología o dispositivo que deconstruye la idea del cuerpo dócil que construyó la máquina disciplinaria.

Es importante señalar que las técnicas de poder anatomo y biopolíticas operaron también como factores de segregación y jerarquización sociales; sin embargo, ocurrió un fenómeno inusual, “la entrada de los fenómenos propios de la vida de la especie humana en el orden del saber y el poder; en el campo de las técnicas políticas”. Como indica el filósofo francés “por primera vez en la historia, sin duda lo biológico se refleja en lo político” (2002a: 172).

Del mismo modo que Eltit, Hardt y Negri (2002) reconocen que la obra de Foucault preparó el terreno para investigar en la actualidad el funcionamiento material del dominio imperial2 y, además, permitió reconocer la naturaleza biopolítica3 del nuevo paradigma de poder. De acuerdo con los filósofos mencionados, basándose en los aportes e investigaciones de Foucault, existiría una evidente transición desde una sociedad disciplinaria a una de control.

En sus obras literarias, entre las que cabe mencionar: Lumpérica (1983), Por la Patria (1986), El Cuarto mundo (1988), Los Vigilantes (1994), Mano de obra (2001) y Jamás el fuego nunca (2007), como las artísticas (el libro de carácter documental sobre el amor y la locura producido junto a la fotógrafa Paz Errázuriz titulado El infarto del alma (1994) y El padre mío (1989), libro testimonial en el que se transcriben los relatos de un vagabundo que habla de la corrupción, la violencia y la nación degradada) y en sus libros de ensayos Emergencias (2000) y Signos Vitales (2008), existe una preocupación permanente de Eltit con respecto a la relación entre la construcción de nuevas subjetividades, cuerpos y poder. De este modo, en lo extenso de su trayectoria literaria la problemática construcción de subjetividades, en particular las marginales, han sido y son un motivo recurrente en sus obras y sus dos últimas producciones literarias no son la excepción.

2. Subjetividades marginales y biopoder en Impuesto a la carne (2010) y Fuerzas especiales (2013)

Dentro del itinerario de la novelística eltitiana observo un quiebre con respecto a la apelación y alusión a los poderes dominantes de la sociedad chilena y a su ficcionalización en las obras. De este modo, se puede observar que las primeras tres producciones literarias de Eltit: Lumpérica (1983), Por la Patria (1986) y El cuarto mundo (1988) fueron escritas en el periodo de dictadura militar en Chile y, por este motivo en menor o mayor grado, las novelas aluden a este tipo de poder normalizador y opresivo. Las obras posteriores continúan con esta misma tendencia, es decir, materializar una historia ficticia en la que exista un cuestionamiento y, a la vez, confrontación, entre un sistema normalizador y sujetos marginales, escenificados en una casa como ocurre en Los vigilantes (1994), un supermercado (Mano de obra), un hospital (Impuesto a la carne) o una población marginal (Fuerzas especiales); sin embargo, se ficcionaliza y sugiere a la vez un contexto distinto, ahora a un sistema neoliberal, en que el poder tiene otras formas de actuar y relacionarse con los cuerpos y las subjetividades.

En ambas novelas en estudio se representa en la ficción una forma de poder que se sustenta en la vida y, su opuesto, la muerte. Por lo tanto, se hace una mención directa a la era neoliberal en la que, como fundamentan Giorgi y Rodríguez (2007),“la calidad de vida” se convierte en la clave para observar a los cuerpos y es así que este constructo cultural ha opuesto los imaginarios de una vida digna ante una vida sin valor.

Los cuerpos y la vida de las mujeres protagonistas de las últimas dos novelas de Eltit, que constituyen el objeto de estudio de esta investigación, no tienen valor para el poder dominante y el contexto social ficcionalizado. Desde esta perspectiva son “cuerpos que no importan”, por tanto, utilizados, intervenidos y manipulados por el poder dominante para diversos fines. En Impuesto a la carne (2010) los organismos de las protagonistas funcionan como un experimento y laboratorio viviente para el desarrollo de la medicina y en Fuerzas especiales (2013) el cuerpo de la muchacha interesa sólo para el placer sexual de algunos hombres, policías y detectives que asedian constantemente a la población donde trascurre la historia de la novela.

Es importante enfatizar que existe una relación constante y ambivalente entre los cuerpos de las protagonistas de ambas novelas con las tecnologías. Por una parte, en Impuesto a la carne (2010) la preservación de los cuerpos bicentenarios de madre e hija se debe a la capacidad y desarrollo de la ciencia y la medicina y en Fuerzas especiales (2013) las tecnologías de la informática constituyen un mecanismo de evasión para los sujetos marginales ante el acoso cotidiano de los policías. Sin embargo, como ya sabemos dónde se ejerce poder existe la posibilidad de resistencia y es desde esta perspectiva que estos cuerpos sometidos e intervenidos por estas tecnologías funcionan como un sitio político, al tratarse de subjetividades que consiguen hacerse un espacio marginal dentro de un sistema neoliberal que las violenta física y psicológicamente.

Es entonces que a través de pequeños gestos de resistencia materializados en la escritura, en el caso de Impuesto a la carne, y los videojuegos en Fuerzas especiales, que los personajes de las novelas logran ensayar nuevas formas de existencia y, así, desafiar, en cierto modo, a un sistema que los marginaliza cada vez más. En estos guiños está la potencia de estos personajes cyborg. En definitiva, los personajes femeninos de ambas novelas están dotados de “cuerpos resistentes” a la anulación y marginación del sistema opresor.

Impuesto a la carne (2010), a criterio de Rojas (2012) tiene como motivo central los padecimientos del cuerpo y la arbitraria violencia de la historia chilena. Sufrimientos protagonizados por dos mujeres, madre e hija, quienes padecen enfermedades incurables que las han aquejado durante toda su vida, por esta razón habitan en un hospital por más de doscientos años, coincidentemente los mismos años que tiene la Patria.

La innominada hija es la encargada de relatar los acontecimientos que ocurren en el espacio cerrado y asfixiante de un hospital y de dar a conocer sus impresiones con respecto a cómo ha sido su vida y la de su madre en el interior de ese lugar. Esta mujer insiste en que ambas están solas en el mundo, que han sido abandonadas y obligadas a silenciar lo presenciado en sus más de doscientos años, por lo mismo considera que “la historia”, que metafóricamente es la Historia de Chile, ha sido injusta con ellas. Por este motivo la escritura de una crónica marginal en la que se relaten todos los pormenores de la Historia chilena es la forma diseñada por ambas mujeres para resistir la marginación y anulación a la que están sometidas.

En este contexto emerge otra figuración relevante, la del médico, que de acuerdo al estudio de Rojas (2012: 214) sería “una figura literaria que encarna el saber técnico, la clase dominante, el derecho absoluto de disponer de los cuerpos de quienes han buscado cura a sus males”. En la novela los médicos son los personajes que detentan el poder dominante, pues precisamente son quienes tienen las facultades de disponer de la vida y la muerte de sus pacientes.

En este contexto la narradora protagonista plantea ciertas dudas con respecto a los motivos reales de su nacimiento y el de su madre, por consiguiente se pregunta: “¿Por qué lo hizo? ¿Por qué auspiciar el nacimiento de dos mujeres bajas que él consideró feas y aterradoramente comunes?” (Eltit, 2010: 25).

Nuestro nacimiento fue difícil y, aún más, engorroso. No nos quedaba sino nacer porque así lo había dictaminado el médico. Todavía nos resulta curioso que el médico haya decidido salvar vidas traumatizadas por la hemorragia (Eltit, 2010: 25).

Debido a la conflictiva relación entre médicos y pacientes la narradora homodiegética se refiere a los primeros en los siguientes términos:

Comprenden que nos hemos convertido en órganos obedientes a las medicinas, por eso tenemos que aceptar sus ironías, el reconocible menoscabo y, hasta cierto punto, las abiertas burlas. Pero todos los medicamentos los asimilamos perfectamente bien y cada pastilla, como la que el médico dio vueltas entre los dedos de manera cínica y amenazante, va a funcionar porque somos cuerpos hechos para la medicina, especies únicas (…) (Eltit, 2010: 51).

Otro aspecto fundamental en el análisis propuesto de Impuesto a la carne (2010) es la problematización de la dimensión epistemológica, en cuanto las protagonistas cuestionan el modo de construir el conocimiento científico, el objeto de estudio y la relación supuestamente “objetiva” o neutral que mantiene el sujeto que investiga (médico) con el objeto a investigar o intervenir, es decir, los cuerpos.

Desde esta perspectiva crítica al biopoder, su influencia en la sociedad y en las subjetividades, el cuerpo constituye un objeto de estudio y producción de la medicina, necesario para la construcción del conocimiento. Precisamente una de las características más evidentes de este tipo de poder es la apropiación y el control exhaustivo de los cuerpos femeninos, particularmente de la vida. De este modo, en la novela el cuerpo es un laboratorio viviente tal como lo describe la narradora protagonista:

En esas horas tétricas para nosotras, mi madre me dijo que el médico cuando supo que iba a sobrevivir me miró (por primera vez) como si yo fuera una producción de la medicina, una simple y prescindible insumo o basura médica. Después me midió, me pesó e hizo una incursión antropométrica (Eltit, 2010: 13).

A partir de la cita se evidencia un cuestionamiento a la racionalidad positivista con que las ciencias médicas han construido y construyen conocimiento. En este sentido, Donna Haraway (1999) insiste en la parcialidad de la ciencia y sostiene que los organismos son construidos por actores determinados y siempre colectivos en tiempos y espacios particulares mediante prácticas continuamente cambiantes del discurso científico. Desde una perspectiva crítica a la supuesta “objetividad” en la construcción del conocimiento Haraway (1999: 138) cuestiona “¿quién, dentro del mito de la modernidad, está menos sesgado por intereses en contienda, o menos contaminado por la cercanía excesiva, que el experto, especialmente el científico?”

En la novela Impuesto a la carne la hija, en particular, está consciente de la importancia de su cuerpo para la producción del conocimiento científico. Este razonamiento y nivel de conciencia es una característica fundamental para idear estrategias de resistencia al biopoder; en este sentido, la representación del cuerpo en el relato adquiere una connotación disidente con respecto a los discursos oficiales del régimen neoliberal y, a pesar de que estos cuerpos constituyen evidentemente espacios de colonización manipulación e intervención del biopoder, desde la perspectiva de Eltit constituyen un contradiscurso y un formidable sitio político.

En esta cita seleccionada de la obra se puede evidenciar el grado de conciencia que tiene la hija con respecto al proceder de los médicos y a la intervención que hacen de su cuerpo: “Una semana de nuestra vida convertida en un espectral teatro médico, un laboratorio teatral reforzado por un desatado ímpetu farmacológico” (Eltit, 2000: 17). No obstante, desde su condición de anarquistas - madre e hija - se resisten a la medicalización de sus cuerpos.

Nos intoxicaron la cabeza, nos intoxicaron los hombros y nos intoxicaron los dedos de los pies. Pero nosotras incitamos a nuestros órganos hacia una posición anarquista y así conseguimos imprimirle una dirección más radical a nuestros cuerpos (Eltit, 2010: 15).

En su última producción literaria titulada Fuerzas especiales4 (2013) Eltit reafirma su interés por los sectores olvidados y marginados de la sociedad chilena actual, es así que la ciudad y una población sitiada por las Fuerzas especiales de la policía son los espacios ficcionalizados por la autora. En este escenario la policía, al igual que los médicos en Impuesto a la carne, cumple un rol emblemático y determinante al interior de la diégesis, en cuanto representa la fuerza represiva del poder hegemónico. Como se puede observar desde su título esta novela nos insinúa la persistencia que deben desarrollar los individuos de sectores periféricos para poder sobrevivir, por lo que nos invita a reflexionar sobre los estilos y calidad vida de los personajes que se encuentran al margen de la reluciente sociedad del consumismo. Esta obra es protagonizada por una joven que se prostituye por un mísero dinero en un hermético cubículo de un cíber instalado en las periferias de una ciudad sitiada por las Fuerzas especiales de la policía y los motivos que llevan a la muchacha a prostituirse son netamente económicos, pues necesita el dinero para mantener a su familia.

Desde su publicación en junio de 2013 hasta la fecha son escasos los estudios especializados en torno a esta producción; sin embargo, se han difundido entrevistas realizadas a la escritora en las que se le consulta acerca de la obra, comentarios y reseñas publicadas en medios electrónicos y un par de reseñas críticas realizadas por Patricia Espinosa (2013) y Loreto Montero (2014).

En la reseña crítica de Espinosa (2013) se reafirma que el proyecto novelístico de Eltit se orienta en razón de ciertas directrices, pues en esta su última novela, se continúa trabajando con el cuerpo como motivo literario, a través de una estética neobarroca, la orfandad de los personajes y su relación con el sistema imperante actual: el neoliberal. Por otro lado, esta reseña puntualiza precisamente en el objeto de estudio de este artículo, es decir, en la ambigua relación que mantiene el cuerpo de la protagonista con las nuevas tecnologías, en cuanto, por una parte, se sostiene que son un modo de evasión fallida a la violencia, y por otro, se observa que es a través de la creación de nuevos espacios virtuales como un videojuego que logra evadir y resistir al poder5.

Los sujetos confrontados con las “fuerzas especiales” de la policía manifiestan la importancia que ejercen las nuevas tecnologías en sus vidas, por consiguiente, como relata la narradora protagonista: “necesitamos las antenas para los celulares, no puedo dormir sin mi celu, cómo no puedo pensar y no sé cómo hemos resistido la marginación” (Eltit, 2013: 162).

Otra de las reseñas críticas realizadas a Fuerzas especiales fue publicada en el año 2014, escrita por Loreto Montero en la que, del mismo modo que Espinosa, se desarrolla el argumento de las distintas significaciones del uso de las tecnologías, pues en un sentido permiten el acecho y el control policial y, por otro, operan como escape y enajenación de los habitantes de los bloques.

Uno de los aspectos más interesantes de la reseña crítica mencionada es la observación de la toma de conciencia de la narradora protagonista. De acuerdo con Montero “el nivel de convicción y consciencia que esta voz tiene sobre sí misma y las condiciones que la atraviesan desafía completamente su propio carácter de marginalidad” (2014: 220). De acuerdo con la autora, este ejercicio de autoconsciencia desarrollado por el personaje protagónico va más allá de lo estrictamente verosímil, pues su construcción contraviene la representación estereotípica de los sujetos periféricos.

En la página que inaugura la novela la narradora protagonista describe la difícil situación en la que se encuentra su disfuncional familia: sus hermanos “hombres” están en la cárcel y en su hogar sólo quedan ella, su hermana y su madre que son humilladas constantemente por el padre y esposo. Esta denigrante situación empeora aún más cuando su hermana pierde la custodia de sus hijos, motivo por el que se deprime profundamente. Lo descrito ocurre al interior de menos de treinta metros cuadrados, los que conforman el espacio del departamento habitado por esta familia que evidentemente denota agobio y hacinamiento; esta situación no es la única que los satura, sino que lo más violento y aterrador proviene de la extrema vigilancia de las fuerzas especiales de la policía a la que están sometidos diariamente.

En esta cita se alude a algunos de los recuerdos de infancia de la narradora protagonista y de su hermana; como podemos observar esta añoranza está colmada de angustia y resignación:

Las escenas que llegaban eran insuficientes o abiertamente previsibles. Situaciones básicas en las que ella o yo evadíamos la angustia que nos provocaba el hacinamiento de los muros, la vergüenza ante la torpeza que nos caracterizaba, los hábitos que no conseguíamos ocultar y el número de deseos incumplidos (Eltit, 2013: 19-20).

En este contexto en el que las “fuerzas especiales” de la policía y los cuerpos abyectos se confrontan y en el que parece no existir un lugar donde escapar, la protagonista encuentra refugio en sus amistades y, particularmente, en el espacio virtual de las redes sociales, los videojuegos e internet. Desde esta perspectiva, se puede leer a estas nuevas tecnologías, de acuerdo con Eltit en una entrevista realizada por Carolina Rojas (2013) sobre su última novela, como “un espacio transversal6” y un mecanismo de defensa ante la marginación, la violencia y la pobreza.

3. El cyborg: agente político de una promesa monstruosa

Dada la problemática y ambivalente relación entre los cuerpos de las protagonistas de las novelas con las tecnologías es relevante desentrañar desde los aportes teóricos ¿cuál es la relación entre cuerpos y tecnología? Por su parte, Torras (2004) indica que siempre hemos sido cyborgs, es decir, seres híbridos de humanidad y tecnologías. Del mismo modo, argumenta Gómez (2012) que nuestra naturaleza es técnica y, por lo mismo, no es posible pretender que exista una separación entre cuerpo y máquina.

Específicamente acerca de la relación que los cuerpos mantienen con las nuevas tecnologías de la información, por ejemplo internet, Torras (2004) señala que estas no suponen la desaparición de los cuerpos, sino pensarlos insoslayablemente de otros modos, a menudo como siempre han sido artificiales, tecnológicos y textuales.

De acuerdo con ambos autores la tecnología se hace parte inseparable de nuestros cuerpos, en cuanto es un ente con el que se cohabita y con el que se interactúa en forma permanente; sin embargo, es necesario aclarar que los cuerpos actuales se mantienen intactos en cuanto a su composición orgánica original, pues la conexión con las máquinas se hace a través de pequeños circuitos, por ejemplo: el mouse, audífonos, control remoto, etc.

Es dentro de este contexto que emerge la imagen del cyborg la que se puede considerar una figuración biopolítica, pues en Manifiesto para cyborg Haraway (1991) propone a este constructo como un agente político, en cuanto se trata de un cuerpo en constante reformación, por lo tanto, escurridizo al biopoder.

Respecto al cyborg como una figuración alternativa de resistencia, Haraway (1991) argumenta que no es utópico ni imaginario, sino que es virtual y surge de la fusión de lo técnico, lo orgánico, lo mítico, lo textual y lo político. Haraway (1991: 253) define a este nuevo imaginario como “un organismo cibernético, un híbrido de máquina y organismo, una criatura de realidad social y también de ficción” y la propone, además, como una figuración con características monstruosas e inapropiables7, otorgándole, de este modo, una significación política. El cyborg es una metáfora que le permite mostrar un mundo híbrido, posbinario y posgenérico, en el cual los límites entre objeto y sujeto, naturaleza y cultura, entre hombres y mujeres se han vuelto difusos.

La noción de cyborg rompe con el concepto de seres humanos como actores exclusivos en la naturaleza admitiendo también que otros seres- tanto orgánicos como inorgánicos- cumplen esta función. Desde esta perspectiva, Haraway (1999) insiste en que las máquinas se convierten en una promesa, “la promesa de los monstruos” para la posibilidad de liberación del sujeto postmoderno a través de la mezcla de lo orgánico con lo inorgánico. Esto significa asumir una cierta determinación tecnológica, pero sin negar que a partir de ahí existe un campo de acción y resistencia.

Con respecto a la relación entre poder(es) y la capacidad de resistencia de estos cuerpos cyborgs, es importante recordar que Foucault (2002b) no describe al poder en términos negativos: lo que excluye, reprime, inhibe, censura, enmascara y esconde, sino como aquello que produce y se reproduce a cada instante, a través de una serie de aparatos y dispositivos; por lo mismo, está en todas partes, viene de todas partes y es el nombre que se presta a una situación estratégica compleja en una sociedad dada.

En los relatos de Eltit la resistencia es coextensiva a la fuerza del poder, pues en el momento mismo en el que se da una relación de poder existe la posibilidad de resistencia, la que nunca está en posición de exterioridad respecto a este, sino que sus puntos resistentes están en todas partes. Para Foucault estas fuerzas son indisolubles. Es entonces, dada su capacidad resistente y huidiza al biopoder, que los personajes protagónicos construidos por Eltit en sus dos últimas producciones literarias emergen como figuraciones monstruosas al decir de Haraway y Negri8.

Desde esta perspectiva y a partir de los análisis propuestos con respecto a la ambigua relación de los cuerpos, el biopoder y las tecnologías, concluyo que los personajes protagónicos de ambas obras en estudio son cuerpos cyborgs, si comprendemos el concepto como una figuración política consciente de su precaria condición social que busca estrategias para su sobrevivencia.

Una de las formas adoptadas por los personajes protagónicos de ambas novelas para desafiar al sistema opresor es a través de la creación de una crónica (en Impuesto a la carne) y un videojuego (Fuerzas especiales), de este modo, la creatividad de estos personajes “cyborg” es uno de sus gestos de resistencia al biopoder. Es entonces que la trasgresión se materializa a través de la incorporación de las tecnologías de la escritura y de la informática.

En Impuesto a la carne (2010) un hospital es el escenario principal en el que figuran médicos, enfermeras, pacientes y un grupo de fervorosos fans. Este espacio clausurado es el seleccionado por Eltit para representar el concepto de nación que tiene en mente. En los pasillos de la “nación hospitalaria” deambulan las protagonistas de la novela, dos mujeres bajas, feas, negras “curiches”, aterradoramente comunes. No obstante, en estos cuerpos “monstruosos” existe una potencialidad: la de huir, desafiar, resistir y subvertir al sistema imperante.

Madre e hija, autoproclamadas anarcobarrocas, representan una monstruosidad que se fortalece en su deslumbrante nivel de conciencia ante su marginal situación social, política e histórica. Lo expuesto se puede corroborar a través de esta cita seleccionada de la novela: “Mi madre es cuidadosa. Dotada de su lucidez anarquista puede ser considerada una verdadera estratega de la sobrevivencia” (Eltit, 2010: 45).

El (auto) investido calificativo “anarcobarrocas” se refiere a una palabra compuesta por dos términos que en su conjunto insinúan una disidencia política y estética de las protagonistas ante un régimen normalizador, represivo, establecido y regulado por los médicos. De este modo, estos cuerpos monstruosos cumplen con la función de cuestionar y desestabilizar al sistema “hospitalario” (nación) que busca seriarlas y convertirlas en fans. En otras palabras, estos cuerpos “anormales” incomodan y buscan desestabilizar lo establecido y lo normal. Continuando con el análisis del componente anarquista en Impuesto a la carne (2010) Pino (2014) advierte que el título de esta novela es un homenaje a la historia del anarquismo en Chile, pues madre e hija, desde su condición anarcobarroca, rememoran las primeras luchas y organizaciones del proletariado que, de acuerdo con Fuster y Moscoso - Flores (2014), tuvieron lugar durante los primeros años del siglo XX, periodo en que el discurso obrero en Chile se radicalizó, fomentado por las matanzas ejecutadas por el gobierno contra obreros anarquistas y socialistas y por la corrupción política y financiera; esta situación posibilitó el desarrollo de nuevas formas de organizaciones populares como las mutuales, las sociedades de la resistencia (con importante presencia anarquista) y las mancomunales (con tendencia mayoritariamente socialista y demócrata). En consecuencia, el fenómeno mutualista se situó al interior del proceso de proletarización del mundo popular chileno, desplazando a la asistencia de la beneficencia oligárquica. Es así, como observa Fallas (2013) que madre e hija están empeñadas en organizar una mutual del cuerpo como una de las alternativas posibles para rescatar de la mercantilización al arruinado sistema de salud chileno. Desde otra perspectiva, a criterio de Iván Rodrigo – Mendizábal (2015), Eltit va trazando el ideario anarquista y feminista del cuerpo libre, situación que le permite a la mujer reapropiarse de su cuerpo y reclamar su reconocimiento como ser social.

Otra característica que acentúa la monstruosidad de estos personajes es su anómala condición física, pues la hija porta dentro de su cuerpo a su madre por lo que conforman un solo organismo; por este motivo, la narradora en primera persona insinúa la incomodidad que le provoca esta condición. “Necesito moverme con un cuidado ceremonial pues transporto a mi madre dentro de mí. Ella está incrustada en el interior de mi pecho y ahora respira penosamente debido a la condición tosca que presentan mis pulmones” (Eltit, 2010: 32).

Otro de los grandes triunfos de estos cuerpos anarcobarrocos es la derrota de la muerte y el poder de la vida, la que les permite su prolongación en la historia a través de una crónica o contramemoria de la Historia de Chile; sin embargo, vale recalcar que esta condición de “inmortales” se debe a la influencia de las tecnologías de la medicina y la escritura que les ayuda a materializar sus pensamientos y memoria más allá de los límites que les permiten sus cuerpos, por lo tanto, subsiste la idea que la naturaleza del ser humano está conectada inmanentemente con las tecnologías.

Como he mencionado, el mayor gesto de resistencia de estos cuerpos cyborgs se está precisamente en la escritura de esta Crónica de la Historia nacional. De este modo, esta pareja conformada por madre e hija, a través de una mirada desacralizadora de la historia y de los discursos oficiales, intentan re- construir y re- contar una historia propia. En este sentido, la innominada protagonista es una portavoz de la memoria no oficial de Chile y afirma que su veracidad / legitimidad se fundamenta porque tiene la misma edad que la Patria, por lo que ha sido testigo de los grandes acontecimientos ocurridos desde su nacimiento y el nacimiento de la nación. Esta hija insiste en lo injusta que ha sido la historia oficial con ella y con su madre, porque las ha invisibilizado y dejado fuera de su discurso. Es así, como relata la narradora protagonista que su madre y ella se encuentran: “Llorando juntas porque mi mamá tuvo que lidiar con una pétrea, desafortunada historia que se puso de antemano en contra de nosotras” (Eltit, 2010: 12). A pesar de sus sufrimientos la hija expresa con cierto entusiasmo que ambas tienen una importante misión que cumplir:

Tenemos la misión que acompaña a los sobrevivientes de unos ¿cuántos?, no sé, ¿doscientos años? Nosotras debemos dar cuenta de la historia y detenernos en cada uno de los episodios turbios o en aquellos que portan una metafísica falsificada. Porque nos proponemos enfrentar un tiempo colmado de datos inciertos o definitivamente silenciados. Queremos resumir, repensar, repeler ciertas versiones impropias. Somos testigos de una cantidad significativa de años que podríamos oficiar como las más confiables historiadoras inorgánicas de nuestro extenso tiempo (Eltit, 2010: 33).

Es así que Eltit logra hacer del cuerpo y el habla de estos sujetos femeninos núcleos centrales de significación, historizándolos y proponiéndolos como un contradiscurso ante el dominio de la razón lógica (poder biomédico) que la sociedad valora como la única fuente válida de verdad y autoridad. En estas citas se alude la necesidad de madre e hija de formar parte de una historia que las ha excluido, por lo que la narradora señala que: “Entraré en mi cuerpo como un libro para transformarlo en memoria. Quiero preparar mi cuerpo para convertirlo en una crónica urgente y desesperada” (Eltit, 2010: 129). De acuerdo con la hija esta crónica contrahegemónica será:

Una gesta encabezada por nosotras, unas mujeres solas en el mundo. Dos ancianas que ya hemos cumplido ¿cuánto?, no sé, ¿doscientos años? Y que luchamos para que el terrible y hostil transcurso del tiempo nos garantice que en los próximos doscientos años que se avecina va a empezar a circular nuestro legado (Eltit, 2010: 31).

Por su parte, la protagonista de Fuerzas especiales (2013) es un cuerpo cyborg debido a la dependiente relación que sostiene con las tecnologías de la informática principalmente, es en este sentido que se podría pensar en un cuerpo colonizado; sin embargo, esta joven desarrolla la capacidad de utilizar dichas tecnologías como estrategias de resistencia y mecanismo de evasión. De este modo, este cuerpo “disruptivo” es un agente político que ensaya formas alternativas de resistencia. En otras palabras, la forma en que Eltit dota a sus personajes de conciencia crítica y resistente y el modo en que representa al cuerpo en estas novelas, hace pensar en este como un contradiscurso estratégico y resistente ante los designios y dispositivos del biopoder. Una de estas maneras poco convencionales dentro de este sistema normalizador es el ejercicio de la prostitución del personaje protagónico; es desde esta posición que esta muchacha escapa a la regulación que intenta este poder con los cuerpos de las mujeres, las que paradigmáticamente hemos sido criadas para ser madres, hijas y esposas. Desde esta perspectiva, el cuerpo no tendría otro fin que el de la reproducción.

En relación con la dependencia entre los cuerpos y las tecnologías, la innominada protagonista, junto con sus amigos Lucho, el Omar y la guatona Pepa, conforman un grupo de sujetos que se caracterizan por el contacto cotidiano y permanente con las nuevas tecnologías de la información: uso diario del computador, acceso a internet, a celulares y videojuegos.

En estas citas seleccionadas se puede observar que los personajes, en la voz de la narradora, expresan esta dependiente relación con las tecnologías y declaran que sin ellas experimentarían sentimientos más intensos de aislamiento y marginación de la sociedad: “Qué vamos a hacer todos ahora que las computadoras están lentas, difíciles, incómodas y que todo indica que estamos llegando a la desconexión” (Eltit, 2013:128). En consecuencia, como relata la protagonista en primera persona:

Todos los habitantes de los bloques hemos caído en un estado de estupor ante la crisis de los celulares; la ausencia de las llamadas que nos alegraban la vida con su diversidad de estilos, ahora nos empujan a un silencio anormal (Eltit, 2013:124).

Como he mencionado, en razón del tipo de filiación que desarrollan los personajes de esta novela con las tecnologías estos son considerados cyborgs; aunque cabe destacar que principalmente la utilización de las tecnologías se presenta como un mecanismo de evasión ante el asedio, control y violencia permanente en la población por parte de las Fuerzas especiales de la policía.

La tecnología es un adormecimiento para el dolor y la violencia ante diversas situaciones, por ejemplo cuando la joven prostituta utiliza la imagen de una mariposa amarilla en el computador como una técnica anestésica para olvidar el dolor lacerante y la violencia del acto sexual y de género al que tenía que acceder por solo mil pesos la media hora como afirma la narradora en primera persona: “A mí me pagan mil porque soy mujer” (Eltit, 2013: 13). A diferencia del Lucho que le pagaban $5.000 por el mismo servicio, en este sentido existe además, una discriminación de género de la que la muchacha está totalmente consciente.

No debemos olvidar - como señala Negri (2007) - que en la consciencia está la potencia del monstruo, por lo que la joven prostituta está consciente del asedio, control y manipulación de su cuerpo y el de sus familiares y amigos por parte de la policía, fuerzas especiales y a policía de investigación, en tanto descubre sus estrategias, tácticas y represalias y es capaz de interpretar hasta sus más íntimos pensamientos tal como lo enuncia esta joven: “Ellos los policías, nos siguen a todas partes, nos estudian porque formamos parte de su trabajo, lo sé” (Eltit, 2013: 26). “Sé que los cuerpos que van quedando después de cada uno de los operativos policiales nos espían entre los plásticos” (Eltit, 2013: 38). “Soy multitudinaria, estoy en todas partes, me proyecto como Dios y me amplifico dotada de una esquirla de divinidad” (Eltit, 2013: 78).

De acuerdo con la última cita, la protagonista se declara como una especie de “Dios” por su capacidad de ubicuidad y siente la necesidad de ser, de algún modo, una portavoz de sus amigos, familiares y habitantes del mundo bloque, por lo anterior, expresa en primera persona que: “Comprendo, con una sabiduría que me alarma que tengo la misión de representar a la parte más común de la humanidad y a la zona más repetida del bloque” (Eltit, 2013: 79).

En el transcurso de la novela progresivamente los blocks son asediados por la policía con el objetivo de hacer desaparecer a los sujetos de estos espacios para que sean habitados por otros; además las computadoras, los celulares e internet colapsan, pues la protagonista asegura que “el técnico forma parte de una conspiración con los pacos o con los tiras para cerrar el cíber” (Eltit, 2013: 123).

Dentro de la historia imaginada, que evidentemente puede ser trasladada a la realidad actual, ¿dónde se encuentran las “fuerzas especiales” que deben tener estos personajes, seres marginales y asediados por múltiples poderes, para resistir a la violencia, el abandono, el control y acoso permanente sobre sus cuerpos y mentes? En el contexto de la diégesis las estrategias de resistencia comienzan a desaparecer y no tienen mayores alternativas de sobrevivencia; sin embargo, cuando al parecer todo está perdido y el biopoder parece ganar la batalla emerge en el último capítulo de la novela “Juego de futuro” la descripción del primer video juego chileno creado por la joven, Lucho y el Omar nominado “pakos kuliaos” que, como ha advertido Patricia Espinosa (2013), marca un pequeño gesto de disidencia, por lo tanto, de una estrategia de resistencia germinal o menor.

Si hacemos una analogía entre la escritura de una contramemoria de la Historia de Chile y la creación de un videojuego, el primero realizado en el país de acuerdo con la narradora en primera persona, existen ciertas similitudes en cuanto ambos son creaciones originales que surgen como mecanismos de resistencia ante los poderes hegemónicos y ambos trabajan con registros y códigos culturales diversos. Desde esta perspectiva aquí funciona la idea del texto como grafiti, pues estas novelas recopilan aspectos, fragmentos de historias, lenguajes, códigos, jergas e imágenes provenientes de distintos espacios y, sobre todo, ambas creaciones desbordan ímpetu y deseos de subvertir la precaria situación social en la que se encuentran las protagonistas de las historias.

Si bien en la novela Fuerzas especiales la protagonista no utiliza la tecnología de la escritura como mecanismo subversivo, sí recurre a las nuevas tecnologías de la información, en particular al videojuego como estrategia de resistencia. Es así que el lenguaje audiovisual y la virtualidad, que actualmente cobran gran importancia en la cotidianidad de los individuos, son los registros y códigos seleccionados por la protagonista de la novela para crear un medio de expresión ante el asedio y la marginación de la sociedad. De este modo, con la creación del videojuego finaliza la novela.

Juego de futuro

Había doscientas mil armas de sensores fusionadas CBU- 97.

Estamos parapetados en el cíber. Ya no digitalizamos.

Navegamos el cubículo para probar el primer video juego chileno. Un veloz juego de defensa diseñado por el Lucho, musicalizado por el Omar y perfeccionado por mí. Movemos el cursor con maestría. Empieza el juego. Y entonces aparecemos en la pantalla con el título que diseñamos:

“Pakos Kuliaos” (p. 165).

4. Conclusiones

En ambas novelas analicé las distintas estrategias de resistencia al biopoder desarrolladas por los cuerpos cyborgs de las protagonistas, éstas se basan principalmente en tácticas germinales diseñadas a partir de su relación con las tecnologías de la escritura y los videojuegos.

Entre los rasgos más elocuentes de los personajes protagónicos de las novelas en estudio se encuentra su condición de cuerpos cyborg y monstruosos. En este sentido es fundamental destacar que esta condición se debe, en parte, al ejercicio de autoconciencia desarrollado por las protagonistas de ambas obras; sin embargo, esta capacidad contraviene con la representación estereotípica de las subjetividades periféricas, no obstante, como se puede observar en estas novelas de Eltit, esta marginalidad no los descalifica para desarrollar un pensamiento crítico, sino más bien se observa lo contrario, es decir, que desde los márgenes puede emerger la disidencia y la conciencia política. De este modo, Eltit a través de una estética poco convencional logra resignificar al margen.

Al tener consciencia de su situación estos personajes son capaces de diseñar estrategias de resistencia como la utilización de diversas tecnologías para su beneficio; sin embargo, quisiera enfatizar que en este contexto el uso de las tecnologías no es celebratorio, sino que éstas conllevan a lecturas diversas e incluso divergentes, pues en una de sus posibilidades asedian y controlan los cuerpos y mentes de los individuos; aunque, por otra, son líneas de fuga y mecanismos de evasión que permiten espacios menores para la subsistencia de este tipo de personajes presentados en estas novelas de Eltit. En consecuencia, estos cuerpos anómalos y marginales cuestionan el discurso sobre lo normal logrando, de este modo, desestabilizar al sistema hegemónico.

En las novelas Impuesto a la carne (2010) y Fuerzas especiales (2013), la escritora Diamela Eltit plantea la necesidad apremiante de ensayar y de pensar otras formas de organización social y políticas para resistir y/o hacer frente a las actuales condiciones del mundo, en particular en América Latina y Chile. Desde esta perspectiva, ambas obras estimulan a sus lectores a reflexionar sobre las repercusiones ética y políticas del control normalizador de los cuerpos y, por otra parte, nos invita a imaginar maneras de implementar una sociedad pluralista y democrática.

Enmarcadas en un contexto que se caracteriza por la economía de libre mercado que rige los destinos sociales y políticos de la aldea global, las novelas en estudio incitan a reflexionar sobre qué tipos de cuerpos y subjetividades se están construyendo actualmente y cuáles son las bases epistemológicas y ontológicas que influyen en la producción de éstas, sin embargo, desde un posicionamiento situado, desde un territorialidad latinoamericana y particularmente chilena. Por lo tanto, estas novelas plantean nuevas formas de relaciones entre subjetividades, cuerpos, poderes y nuevas tecnologías.

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NOTAS

1. Este concepto es desarrollado por Donna Haraway, se trata del cuestionamiento y redefinición de la supuesta “objetividad” científica con que se construye y se ha construido el conocimiento. Esta autora insiste que “la historia de la filosofía de la ciencia se ha caracterizado por actitudes de poder y no actitudes que buscan la verdad” (1991: 315). Por su parte, Eltit (2008) señala que mientras la crítica estadounidense Judith Butler apuesta por la proliferación de identidades para desestabilizar el trazado institucional, habría que pensar en cómo proliferan los cuerpos latinoamericanos. Es precisamente la proyección y el desarrollo de este pensamiento, es decir la reflexión sobre la proliferación de identidades sexuales y de género; sin embargo, desde una perspectiva más situada lo que propone Diamela Eltit, en mayor o menor grado, en cada una de sus novelas.

2. Antonio Negri y Michael Hardt (2004: 14) denominan Imperio a la nueva organización del orden global, se refieren a “una nueva forma de soberanía que incluye como elementos principales o nodos a los estados – nación, junto con las instituciones supranacionales, las principales corporaciones capitalistas y otros poderes”.

3. Además de los autores mencionados, el filósofo italiano Giorgio Agamben (2007) reconoce el aporte teórico de Foucault en cuanto a la descripción del biopoder y la biopolítica. Agamben argumenta al respecto (…) “como Foucault ha demostrado, el Estado, a partir del siglo XVIII, comienza a incluir entre sus tareas esenciales el cuidado de la vida de la población, transformándose así la política en biopolítica, es ante todo una progresiva generalización y redefinición del concepto de vida vegetativa u orgánica (que coindice con el patrimonio biológico de la nación) que este realizará su nueva vocación” (2007: 79).

4. Desde el título de su novela Eltit nos plantea un mundo lleno de ambigüedades y pocas certezas. En una entrevista concedida a Carolina Rojas (2013) la escritora nos plantea que jugó con la ambigüedad del título que, por un lado muy elocuente para la historia del país hoy se llama fuerzas especiales a lo que antes se llamaba Grupos móviles, pero por otro, pensó en las fuerzas especiales que se requieren para resistir ciertas condiciones de vida.

5. De acuerdo con Espinosa (2013: 227) “la novela se inserta en el realismo social y la alegoría postépica, la microhistoria de una derrota y de los vencidos, aquellos seres que el sistema neoliberal intenta destruir sin conmiseración alguna”. En este contexto, los personajes se encuentran despojados prácticamente de todo, sólo les quedan sus cuerpos. En cuanto a la protagonista sin nombre de la novela, Espinosa (2013) señala que ésta ve en su cuerpo la única posibilidad de sobrevivencia; sin embargo, la prostitución, único modo de ganarse la vida, avería su cuerpo y en el intento de evadirse de esta violencia observa imágenes de internet. “La chica mira con una apagada esperanza la luminosa pantalla del computador, intentando fallidamente evadir el dolor que lacera su vagina” (2013: 229).

6. Entrevista “Fuerzas especiales”, nueva novela de Diamela Eltit por Carolina Rojas N. ante la pregunta -En Fuerzas especiales se presenta el cíber como espacio de consumo de intercambio sexual. ¿Por qué lo eligió como escenario? La escritora responde:- Es una vía, un flujo que ingresa y que hace posible accesos para un grupo que tradicionalmente no cuenta con tecnologías y en ese sentido me parece interesante que exista. No hay una persona que no haya pasado por un cíber por el motivo que sea, es un espacio transversal.

7. Haraway extrae el término “Otras inapropiables” de la teórica feminista y cineasta americano- vietnamita Trinh Minh –ha. Para Haraway ser inapropiable no significa estar en relación con el estatus de lo auténtico, lo intocable, significa estar en relación crítica y deconstructiva, en una racionalidad difractaría más que refractaria, como formas de establecer conexiones que excedan la dominación.

8. En el contexto actual, de acuerdo con Negri el monstruo ha devenido biopolítico y ha ocupado la escena postmoderna. Como señala el autor: “pero ahora, lo que la vida de los hombres parece haber afirmado más allá de toda duda es que el monstruo, ya siempre común, ahora se ha hecho sujeto. Ya no es un margen, un residuo, un resto: es un movimiento interno, totalizante, un sujeto, un sujeto que expresa potencia” (Negri, 2007: 118- 119).

9. Es importante destacar que el concepto de “historiadoras inorgánicas” al que se alude en esta cita es fundamental para comprender la propuesta ética y literaria de Eltit, en particular, su ideología o posición como intelectual con respecto a los hechos ocurridos en la Historia de Chile. Eduardo Labarca (1999) hace un breve recorrido respecto al rol del intelectual en Chile después de acontecimientos históricos de orden mundial como la invasión a Polonia por los alemanes en 1937, señala que en este contexto se fundó la Multitudinaria Alianza de Intelectuales de Chile. El autor indica que durante décadas, en particular durante los 60, los artistas e intelectuales de la época estaban comprometidos con la causa social y en líneas generales los pronunciamientos de éstos se ceñían a programas, orientaciones y objetivos trazados por los dirigentes de partidos políticos en los que militaban. Es en este sentido que a este tipo de intelectuales, desde la teoría gramsciana, se le denominó orgánicos. En la actualidad, sostiene Labarca, ha muerto el intelectual orgánico y da paso a uno nuevo, el inorgánico o desorganizado que, desde su plena autonomía, sin programa y desorganizadamente se ve en la necesidad de asumir un papel relevante, aunque difuso, frente a los más variados desafíos de este siglo. Sin embargo, Teresa Fallas (2013) hace un análisis distinto con respecto al término “inorgánico” utilizado por Eltit en Impuesto a la carne; señala al respecto que: “la autodenominación paródico- sarcástica de historiadoras inorgánicas no remite al intelectual orgánico, término acuñado y desarrollado por Antonio Gramsci, sino al cuerpo del cual emerge la escritura; un cuerpo mutilado por los médicos generales quienes comercian los órganos a altos precios (…) (Fallas, 2013: 184).