La palabra marico como nueva forma de tratamiento nominal anticortés en el habla de jóvenes universitarios de Caracas: un estudio desde la perspectiva de los hablantes

The Word Marico as a New Antipolite Nominal Form of Address Among Young College Students from Caracas: A Study from the Speakers’ Perspective

Carolina Gutiérrez-Rivas

Central Michigan University

Estados Unidos

gutie1c@cmich.edu

Resumen: El principal objetivo de este estudio consiste en dar cuenta de cómo se enmarca la forma de tratamiento nominal marico(a) en el habla de jóvenes universitarios de Caracas, Venezuela, dentro de la Teoría de la cortesía, según la perspectiva ofrecida por los hablantes. Igualmente, se busca documentar qué cambios está presentando en los contextos de uso así como en sus funciones pragmáticas. Los participantes fueron 60 estudiantes universitarios, 30 mujeres y 30 hombres, de 17 a 21 años. Tradicionalmente, la palabra marico(a) se ha usado como agresión verbal vulgar y ha sido, generalmente, considerada un insulto. Luego del análisis cualitativo de los datos, se plantea que esta FTN se halla en una fase de transición de insulto a marcador pragmático anticortés que indica solidaridad dentro de un grupo etario específico y está perdiendo su carácter agraviador. En la actualidad, la juventud caraqueña emplea esta FTN no solo para implicar lazos de amistad, sino para expresar emociones como sorpresa y enojo, crear efectos de intriga, hacer bromas, abrir y cerrar oraciones e, incluso, sustituir otras FTN que nunca han sido consideradas insultos en el español de Venezuela. La metodología empleada fue el cuestionario y el análisis cualitativo de reportes en primera persona. Las variables de edad y sexo son factores determinantes, puesto que parece haber tendencia entre los jóvenes entrevistados a no emplear esta forma nominal con hablantes que están fuera de su grupo etario y las mujeres siguen siendo conservadoras al restringir, más que los hombres, el uso de este vocablo.

Palabras clave: formas de tratamiento nominal - marcador pragmático - anticortesía - insulto

Abstract: The aim of our study is to describe how the nominal form of address marico(a) is used among college students from Caracas, Venezuela. This research, framed within the Politeness Theory and based on the opinion of speakers, tries to document how the word marico(a) changes depending on different contexts and pragmatic functions. Sixty speakers, 30 women and 30 men, whose age ranged from 17 to 21, were individually surveyed. Traditionally, the word marico(a) has been generally used as a vulgar verbal aggression and considered as insult. However, our qualitative analysis showed that this nominal form of address is in a transitional phase, shifting from an insult to an antipolite pragmatic marker. Marico(a) is used not only to imply friendship but to express surprise and anger, to create suspense, to joke, to open and close sentences, and even to replace other nominal forms of address that have never been considered as insults in Venezuelan Spanish. Results also showed that age and gender variables were crucial. On the one hand, young people tended to avoid using this word in front of speakers other than those belonging to their age group, and, on the other, women tended to be more conservative as they restricted their use of the word more than men.

Keywords: nominal forms of address - pragmatic marker - antipoliteness - insult

1. Introducción

El tratamiento es un mecanismo impulsado por un complejo engranaje que se manifiesta a través de construcciones lingüísticas específicas de cada comunidad de habla1. Para Sánchez Lobato y Alba de Diego (1980: 95) “el tratamiento es un sistema de significación que contempla diferentes modalidades de dirigirse una persona a otra”. Entre las estrategias más comunes para indicar el tipo de tratamiento que el hablante quiere dar al oyente se encuentran las llamadas Fórmulas de Tratamiento Pronominales (FTP) y las Fórmulas de Tratamiento Nominales (FTN). Explica Castellano Ascencio (2008) que reciben el nombre de fórmulas de tratamiento todas las palabras y las expresiones que sirven para apelar a las personas con las que los hablantes establecen diferentes tipos de relaciones. Según Molina (2002), existen, como parte de lo que genéricamente se han llamado fórmulas de tratamiento hacia la segunda persona, expresiones marcadoras de intimidad y condescendencia en alternancia con las formas de distancia social y deferencia. De acuerdo con la autora, es posible hallarlas tanto a nivel gramatical, como a nivel léxico y discursivo. En las lenguas naturales, dichas fórmulas de tratamiento han sido objeto de múltiples estudios desde el punto de vista léxico, pragmático y semántico, ya que constituyen una valiosa fuente de información sobre el sistema de cortesía.

El español cuenta tanto con FTP como con FTN. Entre las primeras, tú, Ud.(s.), vos y vosotros componen el sistema pronominal de segunda persona. Por su amplia variación regional, las FTP constituyen uno de los aspectos más complejos de la morfosintaxis española y conforman un inventario cerrado (Fontanella de Weinberg, 1999)2. Es en torno a las FTP que ha girado la mayoría de las investigaciones realizadas en español y otras lenguas, como italiano, francés, y alemán, y es mucho lo que se ha aportado con respeto a ellas, ya que el análisis de su uso en contexto puede dar cuenta de la multidimensionalidad de las variables de poder y solidaridad en el esquema social de ciertas comunidades (Brown & Gilman, 1960).

Por su parte, las formas de tratamiento nominales, a pesar de que reflejan el tipo de relación que se tiene con el interlocutor y “vehicula[n] un sinnúmero de valores semántico-pragmáticos” (Castellano Ascencio, 2012: 44), tienen muy poca presencia de investigación en el área con respecto a las pronominales. Las FTN, muy al contrario de las FTP, no constituyen un inventario cerrado, sino que presentan uno muy amplio, conformado por diferentes subtipos y elementos (Fontanella de Weinberg, 1999). El repertorio de FTN es tan extenso que a veces logra incluir ejemplos de términos y expresiones que cambian de valor semántico para asimilarse al vasto inventario que concentra las FTN. El caso que aquí se discute proviene del habla de jóvenes universitarios de Caracas, ciudad donde el término marico ha sido usado tradicionalmente para designar despectivamente a los hombres homosexuales3. En el diccionario de venezolanismos, Tejera (1983: 174) define marico de la siguiente forma: “Masculino. Vulgar. Región central, los llanos y Andes. Hombre afeminado u homosexual. Se emplea también solo como insulto”. De la palabra marica expone: “Femenino. Insulto. Vulgar. Región central, los llanos y Andes. Se le dice a las mujeres” (1983: 174). Sin embargo, ya empieza a encontrarse en internet una serie de sitios web que reseñan el uso de la palabra como un coloquialismo que es empleado entre amigos hombres (y, ocasionalmente, entre mujeres con la variante femenina marica) (Wikipedia.org).

La variedad de funciones que cumplen ciertas actividades verbales son susceptibles de sufrir modificación y cambio a lo largo del tiempo. Por tanto, los hablantes de las lenguas naturales no solo tienen la capacidad de crear nuevos términos y expresiones, sino de apoderarse de los ya existentes y adjudicarles otros valores semántico-pragmáticos. Tales son los valores que tienen que ver “con las distintas asociaciones de tipo afectivo, despectivo, etc. que evoca en el hablante y el oyente una palabra determinada” (Castellano Ascencio, 2012: 44). Con el propósito de documentar, desde una perspectiva analítica, cómo la palabra marico o marica funge de estrategia pragmática de cohesión grupal, y no de insulto como la han catalogado otros autores (Martínez Lara, 2009), pretendo examinar el estado de la cuestión en cuanto a los nuevos contextos de uso y actitudes4 ante este vocablo como forma de tratamiento nominal anticortés en una muestra de habla recogida entre hablantes universitarios jóvenes caraqueños, tomando en consideración la perspectiva de los mismos hablantes. Para ello, me baso en la Teoría de la cortesía, de Brown y Levinson (1987) y en la noción de anticortesía de Zimmermann (2005).

1.2 Clasificación de las formas de tratamiento nominal

Antes de continuar, es importante ahondar un poco más en la clasificación que existe de las FTN. La taxonomía más coherente realizada sobre las FTN es la de Sánchez Lobato y Alba de Diego (1980). En ella, los autores describen con detalle la naturaleza de los recursos de apelación (menos identificables que el nombre propio) que guardan “la misma validez comunicativa en virtud de la situación en contexto” (Sánchez Lobato & Alba de Diego, 1980: 102).

Según los investigadores, uno de los modos más frecuentes de dirigirse al interlocutor es el vocativo, ya que es mediante esta forma que “se permite establecer el contacto interpersonal en virtud de su función apelativa y deíctica” (Sánchez Lobato & Alba de Diego, 1980: 101). Para los autores, la forma más apropiada de designar a un individuo es el nombre propio, pero aducen que este, a su vez, “presenta serias dificultades para que se le atribuya en exclusiva dicha función apelativa y señaladora” (Sánchez Lobato & Alba de Diego, 1980: 102), debido a que la sociedad es muy amplia y puede no conocerse el nombre de todos los interactuantes. Es por ello que la lengua dispone de mecanismos para compensar esa dificultad, con recursos de apelación menos identificables que el nombre propio, pero con el mismo valor comunicativo en referencia al contexto, a saber: el título genérico (señor, señora, señorita, caballero, etc.); términos de parentesco: (padre, tío, cuñado, yerno, etc.); términos de diversa relación (amigo, compañero, camarada, etc.); términos metafóricos: (mi vida, mi cielo, etc.); pronombres personales de segunda persona (tú, usted); interjecciones y apelativos (¡eh!, ¡ptssss!, mira, etc.). Para complementar, Sánchez Lobato y Alba de Diego (1980:104) plantean que el grado de distancia determina el uso o no uso del nombre propio:

1) Relaciones en las que domina la solidaridad: tratamiento simétrico a través del nombre propio, hipocorístico o apodo.

2) Relaciones donde domina el poder y la no solidaridad: tratamiento asimétrico. El superior usa o puede usar el nombre propio y los términos más específicos: apellido, hijo, joven, etc. Por el contrario, el inferior tiene dos posibilidades: título genérico (señor, caballero, profesor, etc.), términos de parentesco (padre, tío, etc.) o, dependiendo de la clase social, nombre propio con la distancia del “don”, nombre propio o apellido con la distancia de “señor”.

Al respecto, Pedroviejo Esteruelas (2003) afirma que tanto las FTP como las FTN maniobran alrededor de los conceptos de distancia, poder y solidaridad. Se puede conocer a una persona y su nombre, pero se impone la barrera de la distancia sicológica y social (no es de mi grupo), y por lo tanto, no hay solidaridad; o la barrera sociocultural (diferencia de estatus), y por consiguiente predomina el poder, la jerarquía y la autoridad. En cuanto a la forma de tratamiento nominal que atañe a esta investigación, entiéndase la palabra marico(a), se hará evidente, luego del análisis, de que se trata de un término de los catalogados de “diversa relación” al romper con la barrera sicológica y social porque, entre otras, tiene la función de marcar inclusión en el grupo más cercano o íntimo.

1.2.1 Investigaciones previas

Sorprendentemente, son pocos los aportes que se han hecho en el área de las formas de tratamiento nominal. En algunos casos, los trabajos sobre el tema se reducen a presentar inventarios de las formas más comunes (como las usadas para designar a miembros de la familia, por ej.: papá, mamá, etc.) y, en otros, a hablar de títulos honoríficos en obras literarias, aspecto que no se reseñará en esta ocasión (Medina Morales, 2008; Pedroviejo, Esteruelas 2003). A continuación se resumen algunos de los trabajos más sobresalientes respecto las FTN en la lengua española. Asimismo se dará cuenta de las principales investigaciones llevadas a cabo en torno al término marico(a) en varias regiones del mundo hispano.

Una investigación fundamental sobre el tema fue la realizada por Fontanella de Weinberg (1999) sobre los sistemas pronominales de tratamiento usados en el mundo hispánico. Si bien la autora se centra en las FTP, también toca tangencialmente el tema de las FTN. Para la investigadora, dentro del estudio de las fórmulas de tratamiento pronominales, resulta imposible obtener una visión de conjunto de los usos si no se les vincula con las fórmulas de tratamiento nominales, con las que se encuentran relacionadas muy estrechamente (Fontanella de Weinberg, 1999). A continuación, la autora ejemplifica los usos nominales de tres tipos de relaciones (hijos/padres, nietos/abuelos y entre conocidos jóvenes) en una comunidad peninsular, una canaria y una americana. Es el último tipo, el de la relación entre conocidos jóvenes, el que más atañe a esta investigación, puesto que Fontanella de Weinberg (1999) halla que, aparte de los usos comunes de nombre, apellido y diminutivo, las demás denominaciones son peculiares de cada comunidad. Sin embargo, la autora recalca que pueden observarse mecanismos comunes en el surgimiento de términos, como por ejemplo formas descriptivas (pelao, gordo, flaco), designaciones peyorativas (subnormal, mogui, boludo, tarado) y designaciones metafóricas, en muchos casos con valor también peyorativo (capullo, pollo, pichón, gallo y nabo). Al mirar en conjunto los tres grupos que presenta, la autora concluye que son los jóvenes quienes muestran una variación muy amplia, lo que “pone de manifiesto que la existencia de relaciones en las que la variación en las fórmulas nominales de tratamiento es enorme” (Fontanella de Weinberg, 1999: 1423).

Otro autor dedicado al estudio del sistema de tratamiento en español, tanto pronominal como nominal, es Pedroviejo Esteruelas (2006), quien lleva a cabo un exhaustivo análisis del sistema de tratamiento de la juventud de Valladolid, España. Entre sus hallazgos más notables resalta el hecho de que, sin atender al sexo del emisor ni del receptor, el nombre propio es la forma más empleada, pero también hay muchas otras formas con gran frecuencia de uso, como por ejemplo el apelativo gay. Es pertinente señalar que el investigador acota que el apartado de las fórmulas de tratamiento nominales entre jóvenes es “el más prolijo” (Pedroviejo Esteruelas, 2006: 15), dada la variedad de formas provocadas por ser un sistema nominal de tratamientos fluctuante que evoluciona según las generaciones y las modas.

En el español colombiano han sido valiosos los aportes de Castellano Ascencio (2008, 2011, 2012), quien se enfoca particularmente en la zona de Medellín. En uno de sus artículos, Castellano Ascencio (2008), realiza una exhaustiva caracterización léxica y pragmática de los apelativos como formas de tratamiento nominal para la pareja en el habla juvenil medellinense y concluye que estas se producen a partir de la consideración de rasgos físicos, así como de la construcción de metáforas que toman palabras de otros campos diferentes a las relaciones de pareja. Todas estas formas tienen características e intenciones similares: “apelar al interlocutor o manifestar afecto ya sea a través de recursos morfológicos, como la sufijación apreciativa, los acortamientos, o connotando, ya a través de las FTN que emplean matices de protección, valoración o exaltación del referente (de la pareja)” (Castellano Ascencio, 2008: 179).

Posteriormente, el mismo autor lleva a cabo un minucioso análisis de la formación léxica de las fórmulas de tratamiento nominal en Medellín, desde el nivel morfológico. Esta vez, Castellano Ascencio (2011) toma en cuenta los siguientes elementos morfológicos: clase de nombre común empleado en la FTN (concretos, abstractos, de parentesco, etc.); mecanismo de formación de palabra en la FTN (procesos de derivación, composición, etc.); y el procedimiento específico presente en la FTN (sufijación apreciativa, interfijación, o parasíntesis). A su vez, se basa en dos variables sociales para el muestreo, a saber estrato socioeconómico y sexo. Una de las conclusiones más destacadas de este trabajo es que entre las FTN empleadas por los hablantes de Medellín “es muy común encontrar tratamientos en los que el sufijo no desarrolla únicamente la función de diminutivo o aumentativo, sino que deja entrever una manifestación de afecto o desprecio y la intención de exaltar o insultar al oyente (negrita, papazote, cosota, malpariditos, hijueputicas, güevón)” (Castellano Ascencio, 2011: 24).

En su estudio sobre la cortesía verbal y las FTN en el habla de Medellín, Castellano Ascencio (2012) revisa el tipo de cortesía (positiva o negativa) presente en las FTN tomando en cuenta la información morfológica, el contexto lingüístico de la FTN, la información sociolingüística (si estaba disponible) y la información del tipo de relación entre los participantes. En sus conclusiones, el autor afirma que no es posible encasillar las FTN en cortesía negativa o positiva, ya que una misma forma puede surgir en enunciados de cortesía negativa como descorteses.

Sobre el español de Colombia también, y de un modo más estrechamente ligado al estudio que presento, se encuentra el trabajo de Méndez Vallejo (2014), quien analiza la palabra marica en el habla de la ciudad andina de Bucaramanga. La autora es clara al señalar que en español, tal como lo reseña el Diccionario de la Real Academia (DRAE), el significado de marica se usa en lenguaje coloquial para describir a un hombre homosexual o afeminado. Sin embargo, después del análisis basado en los conceptos de autonomía y afiliación (Bravo 1999, 2004), Méndez Vallejo (2013: 90) reporta que en el español colombiano de Bucaramanga, esta palabra puede utilizarse para mantener varias funciones lingüísticas, sociales y culturales. Entre las funciones lingüísticas que más sobresalen se encuentran las de forma de tratamiento, marcador discursivo e interjección. Ya en otro estudio previo y más amplio, Méndez Vallejo (2011) había examinado la producción de peticiones, igualmente en la variedad colombiana bumanguesa, teniendo en cuenta no solo aspectos lingüísticos (estrategias de mitigación, uso de formas de tratamiento), sino también extra-lingüísticos (prosodia). En esa ocasión, la autora también emplea las nociones de autonomía y afiliación definidas por Bravo (1999, 2004) para analizar el uso de la palabra marica, y concluye que el empleo de este vocablo en situaciones conversacionales informales (con amigos o compañeros cercanos) provoca un sentimiento de afiliación entre hablantes mujeres (solidaridad, cercanía, etc.). Sin embargo, el uso de marica en situaciones conversacionales formales (con familiares, conocidos o gente mayor) hizo que las participantes de su estudio sintieran la necesidad de proteger su autonomía o de ser respetadas y percibidas como alguien diferente e independiente (Méndez Vallejo, 2011: 10).

Para concluir este apartado, es preciso resaltar el hecho de que es muy poco lo que se ha investigado en Venezuela sobre las formas de tratamiento nominal y, en especial, sobre la palabra que concierne a esta investigación, entiéndase marico(a). El único trabajo del que se tiene conocimiento es el de Martínez Lara (2009), quien lleva a cabo una investigación cuyo foco principal son los insultos (entre los que incluye la palabra marico), los cuales clasificó según sus rasgos formales y funcionales. Entre los rasgos formales que presentaban los insultos de su corpus, el autor tomó en cuenta sus características fonético-fonológicas, morfológicas, léxicas y sintácticas. De igual manera, describió la clase de enunciado que representaban de acuerdo a los siguientes tipos: vocativo, referenciales, expresiones afirmativas o asertivas, expresiones exclamativas, expresiones imperativas. El autor concluye que en las interacciones comunicativas cotidianas, los insultos usados por los jóvenes caraqueños pierden su función primordial, que es la agresión y, en cambio, estos elementos de la lengua se usan “con la función de mostrar cercanía y familiaridad, consolidar al grupo y la identificación de sus miembros” Martínez Lara (2009: 62). Como se observará en lo sucesivo, estos resultados guardan cercana relación con lo encontrado en esta investigación, con la diferencia fundamental de que en este trabajo se replantea la función del vocablo marico como forma de tratamiento nominal anticortés y no como insulto. En este sentido, la utilidad de una exploración de esta naturaleza redunda en un mejor entendimiento del código lingüístico particular de la comunidad estudiada.

3. Cortesía y descortesía

La base teórica de este trabajo gira en torno a la Teoría de la cortesía verbal de Brown y Levinson (1987), quienes plantean que existen ciertos tipos de actos de habla5 que intrínsecamente implican una amenaza a la imagen (face) del hablante y del oyente, ya que por naturaleza van en contra de lo que es deseable para resguardar tal imagen. De acuerdo con los autores, existen los llamados Actos amenazadores de la imagen pública (AAIP), que atentan contra lo que denominaron la “imagen negativa” y/o la “imagen positiva” de ambos interlocutores. La imagen negativa es la que resguarda el territorio, busca la preservación personal, el derecho a la no-distracción (por ejemplo: a la libertad de acción y a la libertad de imposición); la imagen positiva se basa en la autoimagen positiva uniforme, o personalidad (existe el deseo de que esa autoimagen sea apreciada y aprobada), y los interlocutores buscan mantenerla. Por ello, los autores separan la cortesía positiva de la negativa, aduciendo que la primera apunta más bien a la autoimagen positiva del oyente. Este tipo de cortesía implica que el oyente es del agrado del hablante, y por tanto un AAIP no implica en general una evaluación negativa de la imagen del oyente. La segunda forma, o cortesía negativa, apunta a satisfacer la imagen negativa del oyente y su deseo básico de preservar su territorio y autodeterminación6.

Brown y Levinson (1987) advierten que, dentro de la cortesía, el grado potencial de amenaza a la imagen se minimiza en cuanto se garantiza que, en general, el hablante tiene los mismos deseos y objetivos que el oyente; por ejemplo, el hablante considera que el oyente es igual a él/ella, que comparte los derechos, obligaciones y expectativas de reciprocidad dentro del grupo, o por la implicación de que el oyente es del agrado del hablante y por tanto el AAIP no involucra una valoración negativa de la imagen del oyente. Holmes (1995) afirma que las estrategias de cortesía negativa se observan con más frecuencia en escenarios e interacciones formales, mientras que las de cortesía positiva tienden a caracterizarse por aparecer en situaciones más íntimas y menos formales. En algunos estudios previos (García, 1999, 2002) se sostiene que los venezolanos favorecen la camaradería y la solidaridad, lo que hace que su cultura se caracterice como de cortesía positiva.

Por tanto, tomando en cuenta que la tendencia de los venezolanos es hacia la cortesía positiva, y a la luz de lo que afirma la Teoría de la cortesía, intentaré mostrar que el término marico(a) está perdiendo su carácter amenazante y ha comenzado la transición hacia una forma de tratamiento nominal que, a pesar de ubicarse también dentro de los actos de cortesía positiva, se está desligando de la categoría de insulto. En otras palabras, no presupone una amenaza a la imagen pública del oyente. Brown y Levinson (1987) incluyen el insulto en la categoría de los actos de habla que amenazan la imagen positiva al indicar, de modo potencial, que al hablante no le importan los sentimientos ni deseos del oyente y que, en gran medida, los deseos del hablante son distintos a los del oyente. Según Zimmermann (2005) los insultos son actos amenazadores y deteriorantes de la identidad y se les considera tradicionalmente descorteses. Por su función y estructura, se pueden caracterizar como contrarios a los descritos en la Teoría de la cortesía ya que no buscan evitar la amenaza potencial ni decir algo positivo sobre el interlocutor, sino más bien negativo. El insulto busca que el interlocutor se sienta denigrado, desvalorizado, disminuido y ofendido. Se usa en situaciones conflictivas cuando los interactuantes ya no necesitan mantener la imagen sino que persiguen denigrar. Añade Hernández (2014: 27) que “los insultos serían, en primera instancia, actos descorteses, ya que no buscan decir o afirmar algo positivo sobre el interlocutor; sino más bien, buscan afirmar algo despectivo y/o negativo”.

En referencia a las estrategias de cortesía positiva establecidas por Brown y Levinson (1987), señala Zimmermann (2005: 246) que estas “constituyen un sistema de actos de habla que sirven para denominar de formas diferentes la identidad del otro o aspectos de su persona que están vinculados con su percepción positiva (las formas de tratamiento pronominal y nominal […])”. En el presente trabajo se muestra que los parámetros para medir la cortesía se relativizan frente a casos como el que presento ya que, como se verá por el análisis, las formas lingüísticas tienen funciones pragmáticas movibles o intercambiables y pueden actuar como mecanismos de rechazo así como de aproximación entre los interlocutores.

4. Metodología

Los datos que analizo provienen de un trabajo de investigación más amplio que realicé a finales de 2011 y principios de 2012, con un total de 60 hablantes: 30 mujeres y 30 hombres, estudiantes de una universidad caraqueña. Se tuvo especial cuidado en seleccionar únicamente participantes nacidos y residenciados en la ciudad de Caracas, Venezuela. Las edades de los hablantes se encuentran entre los 17 y los 21 años, el período típico en que se realizan los estudios universitarios en Venezuela. De ahí que se le diera a este grupo la clasificación de “jóvenes”. De los hablantes seleccionados, el 63.4% pertenece a las clases media/ media alta y 36.6% se ubica en las clases media baja/baja. Para fines de este trabajo me concentraré en analizar las diferencias y similitudes en los usos según la variable de sexo dentro de un mismo grupo etario, ya que la variable de estatus socioeconómico no arrojó diferencias significativas.

El instrumento elegido para la recolección de los datos fue la encuesta o cuestionario, ya que este presenta varias ventajas metodológicas y teóricas prácticas, tales como la obtención de registros lingüísticos de forma rápida y eficaz. La composición del cuestionario constó de dos partes: la primera se destinó a recabar los datos sociolingüísticos (edad, sexo, lugar de nacimiento, residencia, nivel socioeconómico, etc.). La segunda incluía preguntas basadas en el cuestionario PRESSEA7 para las formas de tratamiento pronominal y nominal; así como preguntas abiertas para el libre desarrollo de los encuestados8. Para la recogida de datos, la investigadora fue a los salones de clase y distribuyó personalmente los cuestionarios. Era importante que estuviera presente para aclarar las dudas que los participantes pudieran tener; sin embargo, por tratarse de un cuestionario basado en el del grupo PRESSEA, los encuestados no tuvieron mayores dificultades. El tiempo de administración de la encuesta varió entre la media hora y los 45 minutos, de manera de asegurar que todos los encuestados tuvieran tiempo suficiente de responder todas las preguntas. El cuestionario constó de 52 preguntas en total.

La forma de tratamiento nominal que se analiza en este trabajo, o sea, la palabra marico, proviene de una de dichas preguntas abiertas. En vista de que la observación natural no genera suficientes datos en lapsos de tiempo razonables o cortos, se pensó que una pregunta abierta, que provocara la autorreflexión sobre el/los uso(s) de una forma concreta, era la más adecuada. En este sentido, se imita el procedimiento empleado por Bolívar (2005) quien, a través de una encuesta con una pregunta única, recopila la serie de insultos que los encuestados habían escuchado o recordaban entre la oposición y el gobierno venezolanos.

Este trabajo, por tanto, es una primera aproximación de carácter cualitativo que busca compendiar a modo de reporte en primera persona, o desde el punto de vista de los hablantes de una comunidad de habla específica, la nueva serie de contextos de uso (¿cuándo, con quién y para qué?) y ciertas actitudes acerca de una palabra del español caraqueño que pareciera estar presentando un cambio en marcha. Paralelamente, se intenta dar cuenta de cómo se enmarca el vocablo dentro de la Teoría de la cortesía. La metodología y el enfoque de esta investigación se alinean con los de las actitudes lingüísticas, los cuales, según Silva-Corvalán (2001: 63), son de gran importancia “pues dan información acerca de los hablantes mismos, su posición dentro de un grupo social, sus valores y prejuicios lingüísticos y la clase de personas que son o les gustaría ser”.

La pregunta sobre la cual gira el presente análisis fue enunciada de la siguiente manera:

1. Cuándo usa la forma “marico(a)”? Sea tan explícita(o) como pueda.

Vale resaltar que en la pregunta diseñada para recoger los datos no se mencionó la palabra “insulto” para no influenciar a los participantes.

5. Resultados y análisis de los datos

Como recién se ha dicho, los datos de la investigación provienen de una pregunta abierta, por lo que el número de usos que cada hablante podía reportar era, prácticamente, ilimitado. En otras palabras, un(a) solo(a) hablante podía comunicar el empleo de uno o más usos. A razón de esto, se decidió tomar el número de respuestas global como el referente final. Así, si dos mujeres informaron que usaban la palabra como saludo, se verá en la tabla el número 2 y el porcentaje correspondiente en el gráfico de barras. Estos porcentajes están basados en un 100% que corresponde al número total de respuestas dadas por un grupo en particular.

Al hacer el conteo de las respuestas hallé que los 60 jóvenes universitarios entrevistados dan al vocablo un total de 24 usos distintos entre mujeres y hombres. Para las mujeres, quienes dieron un total de 42 respuestas, el vocablo tiene 15 usos distintos y, para los hombres, de quienes se obtuvo un total de 50 respuestas, tiene 19 usos. Entre mujeres y hombres hallé un total de 10 usos en común. A continuación se presentan, consecutivamente, las tablas distribuidas por número de respuestas y sus respectivos gráficos de barra con los distintos porcentajes de usos dados a la palabra marico según el sexo, así como también aquellos usos que ambos grupos tienen en común.9 En la Tabla 1 y, posteriormente, en el Gráfico 1, se detallan los usos dados por las mujeres a la FTN marico(a):

Usos

n

1. Saludo/Despedida

1

2. Al bromear

1

3. Al estar enojada

1

4. Para expresar sorpresa

1

5. Al final de cualquier oración

1

6. Para llamar a alguien o llamar su atención

1

7. Expresar molestia hacia un hombre homosexual

1

8. Para referirse a homosexuales

2

9. Para sustituir chama(o)

2

10. Se usa solo con una sola amiga específica

2

11. Se usa solo con amigos

4

12. Expresar emoción al contar un chisme o anécdota

4

13. Casi nunca

4

14. Se usa solo con amigos de confianza

7

15. Nunca

10

Total de respuestas

42

Tabla 1. Usos dados por las mujeres a la FTN marico(a) distribuidos por número de respuestas

Gráfico 1. Usos dados por las mujeres a la FTN marico(a) distribuidos por porcentajes

Al analizar los datos, se tuvo en cuenta el hecho de que la valoración de los hablantes sobre su propio uso de la lengua puede verse empañada por su deseo de mantener cierta imagen frente al investigador, bien sea la de persona comedida que no emplea vocablos soeces, o la de individuo innovador, que se atreve a emplear todas las formas disponibles en el repertorio lingüístico de su entorno o región. Como se observa en la Tabla 1, varias mujeres aseguraron no sentirse cómodas empleando el vocablo, por lo que un alto porcentaje de las respuestas arrojó que no lo usan nunca (23,80%) o casi nunca (9,52%), reflejados en el Gráfico 1. Es importante acotar que algunas de las mujeres que contestaron no usarla nunca, hicieron ciertas aclaratorias de por qué no la emplean10, con las que quedan demostradas sus actitudes hacia la palabra:

(1) En realidad yo no uso esa palabra para referirme a una persona o cualquier cosa. Me parece una palabra despectiva y falta de respeto.

(2) No la utilizo, no me gusta.

(3) No la uso, me parece la cosa más ORDINARIA!!! del mundo.

Las que aseguran no usarla casi nunca, explican que solo recurren a ella en casos especiales. Sin embargo, por sus explicaciones, pareciera que las hablantes no están conscientes de que, a pesar de que afirman lo contrario, dan a la palabra más funciones de las que creen:

(4) Muy pocas veces la empleo y usualmente significa “amigo”.

(5) Casi nunca, pero a veces con amigos o mi prima.

(6) Usualmente la uso como una palabra de impresión, si me cuentan algo que me sorprende o voy a contar algo la uso, sin embargo, casi nunca la uso.

Algunas hablantes aseguraron servirse de esta FTN para expresar molestia hacia un hombre homosexual (2,3%) o para referirse a homosexuales (4,76%), por lo que estarían conservando el uso de la palabra con su función original, o sea, la de insulto. Nótese que son porcentajes muy pequeños dentro de la muestra y que, sumados (7,06%), no sobrepasan un tercio del porcentaje de mujeres que aseguraron no usar nunca la palabra (23,80%). Esto sugiere que las mujeres prefieren no usar la palabra a usarla como insulto. Explican dos de ellas que la usan:

(7) Para referirme a algo [sic] que es afeminado, o alguna actitud que no es acorde al sexo de la persona. No suelo llamar a mis amigos marico(a) ven para acá.

(8) Cuando estoy molesta con algún hombre que me parezca homosexual.

Asimismo, se observa que pequeños porcentajes de uso de esta FTN se dividen entre los saludos, las bromas, las expresiones de enojo y sorpresa, cierre de oración y llamar a alguien o llamar su atención (2,3% cada categoría). Entendemos que varios de estos usos pueden tratarse tanto de vocativos como de marcadores de discurso (como en el caso de cierre de oración), que tendrían la función de crear ciertos efectos, como suspenso o misterio:

(9) [La uso] cuando voy a contarle [sic] algo emocionante, al final de cualquier oración.

(10) Cuando me emociono al contar un chisme o algún suceso, lo utilizo tanto en hombres como mujeres.

En el resto de las categorías vemos que la FTN marico (o marica en el caso de algunas mujeres) sustituye a otra FTN típica del habla venezolana, como lo es la palabra chamo(a) (4,76%), que significa “niño(a) o adolescente” (DRAE), así como para tratar con una amiga específica (4,76%), o solo con amigos (4,76%). La categoría con el porcentaje más alto (después de nunca), la obtuvo el uso de solo con amigos de confianza (16,66%). Muchas de ellas aclararon que nunca utilizan la palabra si están tratando con personas que no pertenecen a su grupo etario o su entorno cercano. En este caso, se emplea para propiciar acercamiento con el/la interlocutor(a) y para mostrar que quieren incluirlo(a) en la conversación porque lo(a) sienten como alguien (muy) cercano(a). Las hablantes ponen énfasis en el elemento de la confianza:

(11) Cuando se saluda a un(a) amigo(a) (de cierta confianza) es sustituido por chamo(a), solo que para usarlo, en mi caso, debe haber más confianza para que el otro no se sienta ofendido.

(12) Cuando hablo con mis amigos más cercanos, con los que tengo más confianza, por lo general en este momento todo el mundo lo hace y es algo casi espontáneo.

(13) Generalmente para llamar a una persona y contarle alguna cosa en vez de llamarlo por su nombre o decirle chamo, chama, etc., es muy común cuando ya hay una relación de confianza con la persona.

(14) En una conversación casual, solo con amigos nunca con personas mayores.

Como se mencionó en líneas anteriores, Sánchez Lobato y Alba de Diego (1980: 104), al observar la red de relaciones interpersonales, según el poder, la jerarquía y la autoridad, plantearon la hipótesis de que el grado de distancia determinará el uso o no uso del nombre propio, el hipocorístico o apodo. Por la información obtenida de las hablantes jóvenes de la región de Caracas, es posible interpretar que a mayor grado de confianza (menos distancia) hay más tendencia a emplear la forma de tratamiento nominal marico(a) como alternativa al uso del nombre propio y, quizás, para establecer nexos de proximidad con el(la) interlocutor(a). También vemos cómo se va haciendo cada vez más remota la alternativa de usar dicha FTN como término despectivo hacia homosexuales, ya que las hablantes de este grupo etario prefieren no emplearla de ser el caso.

A continuación, en la Tabla 2, se expone el número de respuestas obtenidas en cada uno de los 19 usos reportados por los hombres jóvenes sobre marico como forma de tratamiento nominal. Asimismo, el Gráfico 2, más abajo, muestra los porcentajes de dichos usos:

Usos

n

1. Comienzo de una explicación

1

2. Como insulto

1

3. Al bromear

1

4. Para referirse a homosexuales

1

5. Solo si me tratan de “marico”

1

6. Al negar un enunciado

1

7. Para introducir temas poco comunes

1

6. Al hablar con alguien de sexualidad dudosa o personas homosexuales

2

8. Para corregir a alguien, indicarle que ha hecho algo mal

2

9. No como insulto/ Burla sana

2

11. Solo con personas de la misma edad

2

12. Saludo /Despedida

3

13. Expresar enojo/ocasiones extremas

3

14. Casi nunca

3

15. Para expresar sorpresa

4

16. Nunca

4

17. Se usa solo con amigos

6

18. Se usa solo con amigos de confianza

6

19. Para llamar a alguien o llamar su atención

6

Total de respuestas

50

Tabla 2. Usos dados por los hombres a la FTN marico(a) distribuidos por números de respuestas

De nuevo, entre el grupo de los hombres jóvenes, también se observa que pequeños porcentajes de uso de marico como FTN recaen en la función de insulto tanto hacia hombres que no son homosexuales como para hacer referencia a hombres que sí son homosexuales (1,96%). En las explicaciones dadas por algunos hablantes, se aprecia que, para ellos mismos, el vocablo tiene intrínseca cierta dualidad de significado, puesto que, a pesar de seguir conservando su funcionalidad de insulto, también es equivalente a una forma de tratamiento nominal grupal:

(15) [La uso] para referirme a un hombre que no tiene respeto por las mujeres, malintencionadamente. Aunque también es una forma de generalizar a otros hombres sin mala intención.

Un porcentaje considerable de los hombres (aunque en menor grado que las mujeres) afirmaron que no utilizan nunca (7,8%) o casi nunca (5,8%) el vocablo. Los hablantes de sexo masculino que aseguraron no usar la palabra, también tuvieron opiniones contundentes al respecto:

(16) No la uso, no me parece adecuada. No es apta para referirse a una persona.

(17) Nunca la uso, no me gusta.

(18) Nunca uso esa palabra para llamar a alguien. ¡La odio!

Gráfico 2. Usos dados por los hombres a la FTN marico(a) distribuidos por porcentajes

Los que dicen no emplear mucho la palabra también podrían tener una percepción minimizadora sobre su propio uso:

(19) Algunas veces uso la forma “marico” para referirme a algunos amigos pero no por insulto (solo los de confianza). Por lo general no utilizo esa palabra.

(20) Pocas veces con contadas amistades.

Ya que las preguntas sobre orientación sexual son de alta sensibilidad y los hablantes de las regiones más conservadoras tenderían a mentir, indagar al respecto no formó parte del cuestionario sociolingüístico. Por lo tanto, algo que no queda claro por las explicaciones de los hablantes es si emplean la palabra al hablar con alguien de sexualidad dudosa (según lo expresado por ellos mismos) o personas homosexuales (3,9%) porque ellos mismos pertenecen a esa comunidad. Según McEnery (2009: 566), existen palabras asociadas con actitudes negativas hacia los discapacitados y los homosexuales11, pero que en ciertos contextos resultan aceptables, con la condición de que se usen dentro del mismo grupo al que hacen alusión; así, los homosexuales pueden llamarse entre sí o referirse unos a otros con términos como queer sin causar ofensa. Por su parte, Croom (2014:148) insiste en que informes en primera persona de hablantes que conforman ciertos grupos sociales han dejado claro que, entre ellos, las palabras despectivas (slurs) se emplean frecuentemente con flexibilidad, de tal forma que también pueden, al menos en contextos restringidos, ser usadas no derogatoriamente para expresar afiliación entre los miembros del grupo. Sin embargo, la frase nominal “sexualidad dudosa”, la cual lleva implícita una carga de menosprecio, podría dar por descontado que este sea el caso con los hablantes universitarios jóvenes de Caracas que participaron en este estudio. De igual modo, el hablante que afirmó emplearlo solo si lo tratan de “marico” (1,96%) refleja cierta ambigüedad, puesto que podría estar indicando que recurre a la palabra como insulto o como una FTN de solidaridad.

Otros porcentajes pequeños recaen en usos como vocativo al comienzo de una explicación, al bromear o al introducir temas poco comunes (1,96% en cada caso), y al saludar o despedirse (5,8%), en cuyo caso exhibe las funciones de vocativo y adjetivo intensificador, como se ve en el ejemplo (22). Asimismo, se vuelve a repetir el empleo del recurso como elemento creador de suspenso en el discurso. Cabe destacar que estos dos usos no fueron transmitidos por las mujeres. Las situaciones fueron detalladas por los hablantes masculinos de la siguiente forma:

(21) [La uso] al comienzo de una explicación. Nota: solo con amigos.

(22) A veces cuando me sorprendo (“maaaricooo”) o de broma a un amigo (“que [sic] marico”).

(23) Cuando viene la necesidad de expresar un suceso poco común, poco usual, para darle un tono más interesante.

(24) Cuando los saludo (…) cuando me despido.

Los hombres, además, dieron al vocablo usos como el de negar un enunciado (1,96%), corregir a alguien o indicarle que ha hecho algo mal, la burla sana (con 3,9% cada categoría), y en ocasiones extremas (5,8%). En Venezuela se catalogan de “burlas sanas” todas aquellas bromas que buscan provocar la risa fácil sin tener necesariamente la intención ofender o herir. Los hablantes que declaran usar esta FTN en ocasiones extremas, parecerían estar indicando que también recurren a ella en momentos de tensión o ansiedad (en palabras de ellos mismos: “andar acelerado”). Si bien, al observar detenidamente estos casos, podría alegarse que los hablantes estarían empleando la forma marico para agredir cuando surge en situaciones negativas, la falta de contextos más precisos y espontáneos impide saber realmente si este es el caso. Se presume que los hablantes la utilizan cuando expresan emociones fuertes dentro de su círculo íntimo. De esta forma manifestaron los hombres el uso de marico como FTN en cada caso:

(25) La utilizo cuando me frustro o cuando le indico a alguien que ha hecho algo mal.

(26) Cuando quiero corregirle [a alguien].

(27) Para referirme a alguien o dar una burla sana.

(28) No suelo usarla y cuando lo hago es en ocasiones que ando acelerado.

Asimismo, se obtuvieron dos respuestas (3,9%) en las que los hombres enfatizaron que solo usan marico con personas de su misma edad y sexo. Como se recordará, algunas mujeres especificaron que no diferencian el sexo del interlocutor cuando usan esta FTN, es decir, que se sienten más libres empleando marico o marica con amigos de ambos sexos; sin embargo, los hombres ven esta forma de tratamiento como no apropiada (quizás poco galante) para dirigirse a las mujeres. Igualmente, algunos enfatizaron que nunca la emplean con personas no contemporáneas si no son amigos, o con individuos no allegados. Otros sienten la necesidad de aclarar que el vocablo solo es utilizable si la situación es informal, idea que empieza a sugerir la tesis de que es un marcador pragmático de solidaridad que surge en las relaciones donde hay poca distancia. Con esto, los hablantes dan a entender que, fuera de su entorno, la palabra sigue conservando una fuerte carga de estigma y el estatus de insulto. Una vez más, surge el adjetivo confianza para recalcar que el término indica intimidad y cercanía:

(29) Normalmente [la uso] con amigos o compañeros, quizás personas con edades contemporáneas que lo ven como trato de confianza y no como insulto.

(30) La gran mayoría de las veces con los amigos más cercanos, con menos frecuencia a los compañeros [de clase], pero nunca dirigido a mujeres, personas mayores a mí (a menos que sean amigos), autoridades y empleados.

(31) Cuando me encuentro con personas conocidas de edad similar a la mía y siempre bajo un contexto bastante informal.

(32) Cuando estoy con mis amigos masculinos más cercanos, o en un grupo grande donde todos somos de la misma edad. Trato de no usarlo cuando hay mayores o niñas o damas a mi alrededor.

(33) Con amigos y conocidos contemporáneos en situaciones informales.

(34) Normalmente [la uso] en situaciones informales y con gente joven.

Los porcentajes más altos (11,76%) recayeron en las categorías de uso solo con amigos, solo con amigos de confianza y para llamar a alguien o llamar su atención. Por las explicaciones de los hablantes, marico como FTN haría las veces tanto de vocativo como de marcador discursivo:

(35) Casi siempre, [la uso] como muletilla, forma de captar la atención de alguien, para llamar y dirigirse a alguien, normalmente en situaciones informales y con gente joven.

(36) Cuando quiero compartir una idea o comentario, muchas veces cambio la palabra por su nombre.

(37) Cuando llamo a algún amigo de confianza que está cerca de mí.

(38) Para contar algo o muy pocas veces para llamar a un amigo.

(39) Cuando quiero llamar a esa persona.

(40) En ciertas ocasiones, cuando voy a contar un anécdota a mis amigos más cercanos.

Por último, se presentan, en la Tabla 3, los usos que mujeres y hombres jóvenes universitarios de la ciudad de Caracas dan en común a la FTN marico(a):

Usos

Mujeres

Hombres

n (%)

n (%)

1. Saludos/Despedida

1 3,12

3 3,22

2. Llamar a alguien o llamar su atención

1 3,12

6 6,45

3. Bromear

1 3,12

1 1,07

4. Expresar enojo

1 3,12

3 3,22

5. Sorpresa

1 3,12

4 4,30

6. Para referirse a homosexuales

2 6,25

1 1,07

7. Solo con amigos

4 12,5

6 6,45

10. Casi nunca

4 12,5

3 3,22

8. Con amigos de confianza

7 21,87

6 6,45

9. Nunca

10 31,25

4 4,30

Total

32 100

91 100

Tabla 3. Usos que las mujeres y los hombres dan en común a la FTN marico(a) distribuidos por número de respuestas y porcentajes y

Al hacer la comparación entre los porcentajes de uso de la FTN marico entre mujeres y hombres, resalta, quizás, el hecho de que más mujeres (31,25%) que hombres (4,30%) aseguraron no usar nunca la FTN marico(a). Otra diferencia considerable se observa en el número de respuestas obtenidas de las mujeres que dijeron no usar la forma casi nunca (12,5%), y el número de respuestas de los hombres (3,22%). En cuanto al uso de la forma como insulto hacia homosexuales, según lo informado por las mujeres, parece que son ellas quienes la utilizan más en este sentido (6,25%) que los hombres (1,07%). La cuarta categoría en la que las mujeres (21,87%) lideran en el uso de marico(a) como FTN frente a los hombres (6,45%) es con amigos de confianza. Esto indica que las mujeres necesitan un grado mayor de cercanía y seguridad frente a su interlocutor(a) para emplear este vocablo.

Por otro lado, los usos en los contextos de expresión de enojo, sorpresa, y llamar alguien o llamar su atención fueron considerablemente más bajos entre las mujeres (3,12% en cada caso) que entre los hombres (4,30%; 3,22% y 6,45% respectivamente). Asimismo, menos mujeres manifestaron preferencia en el uso de esta FTN al saludar y despedirse (3,12%) y para tratar solo con amigos (12,5%), mientras que los hombres parecen sentirse más confiados en el empleo de la palabra en estos ámbitos (con 3,22% y 6,45% en cada categoría).

En contraste, los contextos de uso en los que los hablantes difirieron, o no coincidieron, son, para las mujeres: final de oración; para sustituir chamo(a); con una sola amiga específica; molestia hacia un hombre homosexual; emoción al contar chisme o anécdota; y para los hombres: corregir a alguien; comienzo de una explicación; insulto; no insulto/burla sana; si me tratan de “marico”; solo a los de su misma edad; para negar un enunciado; al hablar con homosexuales.

Luego del análisis, es posible aseverar que ciertos usos de esta FTN son exclusivos de este grupo etario y les sirve de estrategia pragmática con funciones muy específicas. Por tanto, propongo que, en la actualidad, la palabra marico(a), que tradicionalmente se había venido usando como agresión verbal vulgar, ahora representa un tipo de marcador pragmático anticortés que vale para delimitar la identidad de cierto grupo etario y que, enunciada fuera de este contexto, sigue conservando su carácter de insulto. Los hallazgos de este trabajo se pliegan a la noción de Zimmermann (2005: 245) de que hay ciertos tipos de actos de habla descorteses, entre ellos los insultos, que en ciertos contextos y entre ciertas personas no tienen la función de ofender. Tales son catalogados por el autor como “anticorteses”. Sin embargo, y a diferencia de investigadores como Martínez Lara (2009), no considero que la palabra marico pertenezca a la categoría de insulto dentro de la clasificación de los actos de habla y alego que, más bien, está dejando de pertenecer a esta. Desde luego que toda interacción está sujeta al contexto en el que se realiza y a los interlocutores que la producen y, como era de esperarse, en la muestra de este estudio, un mínimo porcentaje de los usos la ubica en la categoría de insulto.

6. Conclusión

Los hallazgos de este estudio sobre la forma de tratamiento nominal marico(a) en el habla de los jóvenes universitarios de Caracas que fueron encuestados podrían sugerir que se está en presencia de un cambio en marcha tanto en los contextos de uso, como en sus funciones pragmáticas. Las opiniones e impresiones recogidas entre los hablantes de edades jóvenes (17-21 años) parecen apuntar a que esta FTN se halla en una fase de transición de insulto a marcador pragmático de solidaridad del grupo etario mencionado que no solo implica lazos de amistad, sino que sirve para expresar emociones como sorpresa y enojo, crear efectos de intriga, hacer bromas, abrir y cerrar oraciones e, incluso, sustituir otras FTN que nunca han sido consideradas insultos en el español de Venezuela, como es el caso de chamo(a). El análisis aquí propuesto señala que la variable edad es un factor importante, puesto que parece haber tendencia entre los jóvenes de edades 17 a 21 años, a no emplear esta forma nominal con hablantes que están fuera de su grupo etario. Se infiere, por tanto, que estos hablantes siguen estando conscientes del estigma que encierra el vocablo para otros grupos etarios y sociales (autoridades, empleados, etc.), mas lo emplean con libertad dentro de sus círculos amistosos o más íntimos, es decir, con personas de su misma edad. Por ello, es factible afirmar que es allí donde ha empezado a adquirir nuevas dimensiones semántico-pragmáticas.

En cuanto a la variable de género, la explicación para los nuevos usos de esta FTN podría hallarse en que, en general, las mujeres experimentan dimensiones psicosociales distintas a las de los hombres. En este caso, se observó que fueron ellas quienes, con más frecuencia, reportaron no usar el vocablo nunca, casi nunca, o dicen darle usos que tienden hacia la expresión de sorpresa, enojo o como insulto. Autores como Silva Corvalán (2001) explican que el habla femenina es más conservadora que la masculina y que la diferenciación lingüística según el sexo refleja una tendencia general a considerar aceptable o apropiado que los hombres rompan las reglas y que se comporten de manera ruda, agresiva e incluso “más vulgar”. Otros autores, como Zimmermann (2003), aseguran que entre las relaciones interpersonales entre jóvenes masculinos que mantienen relaciones amistosas o de identidad grupal, la constitución de la identidad generacional se gestiona al contrario mediante estrategias de anticortesía. Este tipo de constitución de identidad particular de los jóvenes, recientemente a veces copiado por mujeres jóvenes, se explica por un tipo de identidad parcialmente diferente de la de los adultos y la de los niños. López Morales (citado en Castellano Ascencio, 2008: 167), argumenta, en este sentido, que la discriminación de los hablantes a partir del sexo permite describir los procesos de creación léxica y de variación en las FTN entre hombres y mujeres, pues en varios tratados sociolingüísticos se ha propuesto la hipótesis de que el lenguaje de los jóvenes hombres presenta mayor composición neológica que el de las jóvenes, quienes tienden a ser un poco más conservadoras, lingüísticamente hablando.

Al evaluar la FTN marico a la luz de los postulados de la Teoría de la cortesía, vale recordar que Brown y Levinson (1987) dan por universales las nociones de imagen y, aseveran que, intuitivamente, ciertos tipos de actos de habla implican una amenaza intrínseca a la imagen; entre ellos, los actos que por su naturaleza van en contra de los deseos de salvaguardar la imagen del oyente y el hablante. Es por ello que luego de un análisis como el expuesto en este trabajo se hace indispensable reconsiderar que la FTN marico(a) sea realmente un acto amenazador a la imagen pública, debido a que los matices que presenta lo alejan automáticamente de la clasificación de insulto.

Como se recordará, la Teoría de la cortesía afirma que hay insulto cuando el hablante indica que no desea lo mismo que el oyente, o que no le gusta su manera de actuar, sus características personales, sus bienes, sus creencias o sus valores (Brown & Levinson, 1987). En tal sentido, este trabajo corrobora parcialmente lo hallado por Martínez Lara (2009: 79) quien asegura que: “los insultos que fueron utilizados por los jóvenes universitarios en sus interacciones comunicativas informales no tenían siempre una carga semántica ofensiva, es decir, sus funciones discursivas no eran siempre atacar la imagen positiva de los destinatarios”. Sin embargo, esta FTN se presenta en contextos y con funciones pragmáticas nuevas suficientes como para dejar de considerarla un insulto. Esta afirmación encuentra apoyo en lo dicho por Culpeper (1996), quien asegura que resulta fácil pensar en ejemplos en los que un supuesto acto descortés pueda ser juzgado como cortés en un contexto particular (o que caiga entre los dos extremos de un continuo que vaya desde la cortesía hasta la descortesía). Al caer entre los dos extremos, entonces, el acto de habla es susceptible de hallar ubicación dentro de lo anticortés. Ahondando un poco más, se debe reiterar el hecho de que, los hablantes están conscientes, de acuerdo a lo reportado por ellos mismos, que la palabra marico ha sido tradicionalmente utilizada como insulto, e insistieron, a través de sus explicaciones, que cuando la usan entre sus amistades y conocidos más cercanos no está cumpliendo esa función.

Se infiere por lo tanto que la FTN en cuestión no se trata de un acto de habla descortés que busca atacar la imagen positiva del interlocutor, sino que por el contrario se trata de un acto de habla anticortés, que está abandonando la modalidad de insulto. Cabe acotar que la noción de anticortesía, ofrecida por Zimmermann (2005) solo explica parcialmente el fenómeno que aquí se discute, ya que, ciertamente, se trata de una actividad antinormativa. No obstante, a pesar de que la palabra marico(a) se ha empleado tradicionalmente para ofender a personas homosexuales, mi hipótesis, derivada del análisis de los datos de esta investigación, es que este vocablo, a pesar de ser anticortés (pues no veja) ahora cumple funciones versátiles, y está dejando de lado, al menos entre la población joven, aquella del insulto. Por el momento, parece actuar principalmente como marcador pragmático de solidaridad grupal que indica amistad, intimidad, pertenencia e identificación con el grupo etario de los adultos jóvenes.

Briz (2012: 34) explica que la efectividad y la eficacia del discurso, así como el éxito de la comunicación dependen de una actividad lingüística y social conjunta: la cortesía como actividad social de acercamiento al otro. Por tanto, si entre los hablantes universitarios jóvenes de Caracas existe un conocimiento previo del cambio de significado de la forma lingüística en cuestión y, a la vez, hay un acuerdo tácito sobre las nuevas formas de uso, eso podrá significar que estamos en presencia de un desplazamiento desde la descortesía hacia la anticortesía dentro del mismo polo de estrategias positivas, sin que la eficacia del discurso se haya perturbado. Tal como lo indica Zimmermann (2005: 249), la importancia teórica de este tipo de fenómenos es que “nos demuestran que la cortesía no es una constante social sino siempre una opción teórica entre varias posibilidades”.

Investigaciones futuras deben tomar en cuenta la comparación con otros grupos etarios e incluir otras formas de tratamiento nominal anticorteses.

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Notas

1. Según Gumperz y Hymes (1972:54) una comunidad de habla es aquella que “comparte reglas de la conducta e interpretación del discurso y reglas para la interpretación de, al menos, una variedad lingüística” (1972:54, mi traducción).

2. La bibliografía sobre las formas de tratamiento pronominales es sumamente vasta en español y, si bien estas no son el objetivo central del presente estudio, vale la pena mencionar algunos trabajos que profundizan en el tema. Téngase en cuenta que esta selección es completamente arbitraria y representa una parte mínima de los estudios sobre el tema: Eguiluz (1962) se centra en las fórmulas de tratamiento de la clase media y clase popular en el español de Santiago de Chile; Fonatenella de Weinberg (1985) profundiza en la evolución del voseo bonaerense; Uber (1985) se dedica a explorar los distintos usos de Ud. en el habla colombiana; Hasbún y Solís (1997) hacen un estudio sobre el uso de Ud. en el español de Costa Rica; Rey (1996) analiza el voseo en Nicaragua y, por último, en Venezuela, uno de los trabajos más destacados es el de Páez Urdaneta (1992), quien hace un estudio sociolingüístico exhaustivo de las formas de tratamiento y Ud. en Caracas. Desafortunadamente, este último autor no se concentra en las formas de tratamiento nominal.

3. A diferencia de otros países, en Venezuela la palabra marica no designa homosexuales masculinos, sino que se usa para hablar de las mujeres lesbianas. A pesar de que esta es menos común que su par masculino, las jóvenes caraqueñas la usan para referirse a sus amistades femeninas, como se explica más adelante.

4.Silva-Corvalán (2001), basándose en lo afirmado por Labov (1972), argumenta que la investigación de las actitudes lingüísticas de un grupo de individuos es crucial para la definición de una comunidad de habla, ya que tal comunidad no puede concebirse como un grupo de hablantes que usan las mismas formas lingüísticas, sino como un grupo que comparte las mismas normas evaluativas con respecto a una lengua. En cuanto a las técnicas para identificar estas normas lingüísticas evaluativas de los hablantes, Silva-Corvalán (2001) incluye los juicios de aceptabilidad obtenidos a través de preguntas directas e indirectas, procedimiento que ha sido empleado para la recolección de datos de este trabajo.

5. Searle (1969: 16) define actos de habla como “las unidades básicas o mínimas de la comunicación lingüística”.

6. Según los términos de Brown y Levinson (1987), las tres estrategias principales de la cortesía son: “‘positive politeness’ (roughly, the expression of solidarity), ‘negative politeness’ (roughly the expression of restraint) and ‘off-record (politeness)’ (roughly, the expression of unequivocal impositions)” (p.2). Además, arguyen que los usos de cada una están ligados a factores sociales y, en especial, a la relación entre hablante y oyente y al contenido potencialmente ofensivo del mensaje.

7. La investigadora no está afiliada a ningún grupo PRESSEA pero considera que el cuestionario elaborado por la organización es de gran valor metodológico. Por ello, dicho cuestionario se modificó de manera mínima, para adaptarlo a la población a la que iba a ser administrado.

8. Ejemplos de otras preguntas abiertas en el cuestionario son: ¿Qué forma usa para llamar a los amigos más cercanos? ¿Por el nombre, por algún apodo, o por diminutivos? ¿O les dice ´hermano(a)´, ´compañero(a)´?; ¿Qué forma(s) usa para llamar a su pareja sentimental?; Por las mañanas, ¿cómo saluda a sus padres?

9. Se han escogido las tablas para evidenciar el número de hablantes que reportaron un mismo uso y los gráficos de barra para ofrecer una comparación visual entre los porcentajes de cada uso.

10. Se mantiene la puntuación y gramática empleada por los participantes. De aquí en adelante, todos los énfasis en cursivas son añadidos.

11. En concreto, el autor hace referencia a la palabra queer del inglés, cuya traducción puede ser raro, maricón, marica.

 

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