La concepción del yo en Daniel Dennett:

un análisis de la relación entre la perspectiva heterofenomenológica y el enfoque memético

Daniel Dennet’s Conception of the Human Self: An Analysis of the Relationship Between the Heterophenomenologycal Perspective and the Memetic Approach

Ayelen Sánchez

Universidad Nacional del Sur

Argentina

ayelen_sanchez@hotmail.com

Resumen: El presente trabajo se propone analizar la posición de Daniel Dennett con respecto a la realidad y naturaleza del yo. El autor considera que la concepción del yo humano propia del sentido común, en tanto que un elemento único, simple, idéntico y continuo, es fundamentalmente una ficción. A partir de este diagnóstico, Dennett se propone ofrecer una explicación de este fenómeno ilusorio desde una doble perspectiva: la heterofenomenología y la memética. La primera y segunda parte de este trabajo estarán destinadas a desarrollar respectivamente estos dos enfoques. En la tercera parte serán analizadas las afirmaciones hechas por el autor dentro de los mencionados marcos teóricos, con el objetivo de mostrar que ambos desarrollos no se complementan entre sí, sino que, por el contrario, presentan ciertas contradicciones a la hora de reconstruir la postura dennettiana global con respecto al yo humano.

Palabras clave: Daniel Dennett – yo – memética – heterofenomenología – ficción.

Abstract: This paper analyzes Daniel Dennett’s position regarding the reality and nature of the self. The author argues against the common sense’s conception of the human self. According to this position, this is a single element, simple, identical and continuous. On this regard Dennett offer an explanation of this illusory phenomenon from a dual perspective: the heterophenomenology and memetics. The first and second part of this work develops these two approaches respectively. The third part analyzes the claims made by the author within the frameworks mentioned, in order to show that both developments do not complement each other but, on the contrary, have certain contradictions when the position Global dennettian position regarding the human self is reconstructed.

Keywords: Daniel Dennett – Self – Memetics – Heterophenomenology – Fiction.

1. Introducción

Todo individuo humano carente de ciertas patologías psiquiátricas se experimenta a sí mismo como un sujeto único y auto-consciente: como un “yo” autor y propietario de sus estados mentales. No obstante, en el campo de la reflexión filosófica desde la modernidad hasta nuestros días, esta noción ha sido reexaminada y puesta en tela de juicio. Como resultado de estas reflexiones fueron surgiendo a lo largo de la tradición diversos autores que han defendido una postura escéptica respecto a la existencia del yo, inclusive, respecto de la unidad de la conciencia misma. Derek Parfit (1987) ha propuesto clasificar los diversos desarrollos en torno a esta temática en dos categorías contrapuestas: las teorías del ego (ego theories) y las teorías del haz (bundle theories). Las primeras, en plena consonancia con el sentido común, afirman que la convicción subjetiva que posee cada individuo de ser un yo simple, idéntico y continuo en el tiempo, tiene una correspondencia absoluta con la realidad: el yo es un elemento más de la ontología propia de este mundo natural en el que vivimos. En cambio, las teorías del haz juzgan que esta convicción es una ilusión, un error profundamente arraigado en base a siglos de tradición metafísica de carácter dualista.

En la filosofía de la mente actual Daniel Dennett es uno de los defensores más radicales de aquélla afirmación acerca de que la concepción del yo humano es producto de un error, de manera tal que gran parte de sus esfuerzos teóricos están destinados a intentar desterrar los prejuicios que avalan esta imagen. Partiendo de Consciousness Explained (1991), una de sus principales obras sinópticas en relación con el problema de la conciencia, en directa articulación con Darwin´s dangerous idea (1995), para finalizar en Sweet Dreams: Philosophical Obstacles to a Science of Consciousness (2005), intentaremos mostrar las bases conceptuales sobre las cuales se alza su propuesta. En la primera parte del presente trabajo desarrollaremos su caracterización del yo como ficción heterofenomenológica. En la segunda parte nos ocuparemos del abordaje del mismo en el marco de la teoría memética. En la tercera parte, partiendo de un análisis de los argumentos presentados por Dennett en cada uno de los enfoques mencionados, intentaremos responder la interrogante acerca de sí ambas perspectivas, la heterofenomenológica y la memética, se complementan para delinear una imagen coherente de la naturaleza del yo humano o si, por el contrario, ambas se contradicen entre sí. Finalmente, nuestro objetivo aquí no consistirá en juzgar la pertinencia de las posturas ontológicas desde las cuales Dennett aborda el problema de la existencia y naturaleza del yo, sino más bien nos proponemos realizar un examen de las afirmaciones centrales sostenidas por este autor desde su doble enfoque, para luego decidir sobre la consistencia de su innovadora propuesta.

2. El yo como ficción heterofenomenológica

La concepción de la fenomenología en la obra de Dennett es uno de los temas más complejos. En el presente trabajo no pretendemos abordar esta temática en toda su extensión, sino que vamos a centrarnos en aquellos aspectos relevantes para comprender la idea del yo como ficción.

Daniel Dennett se presenta como un autor crítico del concepto mismo de fenomenología. Esta crítica posee una doble vertiente. Se dirige, en principio, al comienzo de la tradición filosófica fenomenológica, (más específicamente, a la concepción de la conciencia de Husserl), con respecto a la cual Dennett pretende diferenciarse. No nos ocuparemos aquí de esta primera crítica, sino que nos detendremos en la segunda dirección de su cuestionamiento, a saber, la que conduce a la fenomenología tal como es entendida en la filosofía de la mente contemporánea (Chalmers, 1999).

Aquellos filósofos que en la actualidad reconocen los aspectos subjetivos y vivenciales de la mente consciente adhieren a ciertos supuestos comunes que van a ser firmemente rechazados por Dennett. Uno de los más importantes afirma que cuando pretendemos hablar de nuestra vida mental, subjetiva e “interior”, todo lo que debemos hacer es “mirar y ver” y, luego reportar los resultados. Cuando Dennett afirma su rechazo a esta concepción fenomenológica, lo que está queriendo desterrar es la idea de que es posible acceder a los objetos puros de la propia experiencia consciente, sin la influencia de los prejuicios teóricos. En definitiva, la crítica dennettiana va dirigida hacia la introspección considerada como método infalible: es un error creer que el método introspectivo se reduce a contemplar lo que ocurre en nuestro interior sin prejuicio alguno, cuando lo que hacemos en verdad es un acto de teorización. En tanto que teórico, ningún individuo goza de una observación directa.

En el marco de esta crítica puede comprenderse la tesis inicial de Dennett, a saber, que gran parte de las afirmaciones sobre la nuestra propia experiencia consciente que consideramos evidentes por sí mismas, no son más que equívocos, producto de falsos prejuicios (Dennett, 1991). De estas consideraciones se desprende su segunda tesis, la cual afirma que debe ser abandonada la idea de construir una ciencia de la conciencia a partir de la perspectiva de la primera persona, ya que, el individuo ya no tiene un acceso privilegiado a su propia fenomenología. El desafío consistirá, entonces, en desarrollar una teoría de los eventos mentales, utilizando los principios del método científico. Deberá ser construida a partir de la tercera persona, como toda ciencia, para lo cual va a necesitar un método neutral desde el cual describir los datos (Dennett, 1991).

Así, frente a la concepción fenomenológica ingenua, según la cual cada sujeto puede reportar de manera directa y con exactitud aquello que ocurre en su interior, Dennett opone su método heterofenomenológico. Éste constituye una vía neutral y objetiva, que nos permite registrar los testimonios verbales de los sujetos, dando lugar a un texto que debe ser interpretado. Para proceder a la interpretación de estos textos es necesario construir una ficción teórica basada en dos elementos: el mundo heterofenomenológico del sujeto, y la existencia del sujeto mismo, quien supuestamente lo experimenta. La neutralidad del método heterofenomenológico reside, según Dennett, en su falta de compromiso ontológico. Desde aquí no se afirma la existencia de un yo autoconsciente que refiere sus estados mentales, sino que este yo es una centro de gravedad narrativa, una ficción teórica producto de la interpretación del discurso registrado, no su condición de posibilidad. Esta interpretación nos obliga a adoptar la actitud intencional, la cual nos permite tratar al emisor de estos sonidos como un agente racional, que posee creencias y deseos, y otros estados mentales característicos por manifestar intencionalidad, y cuyas acciones pueden ser explicadas o predichas a partir del contenido de estos estados (Dennett, 1991). El mundo heterofenomenológico del sujeto será un postulado teórico que compartirá el mismo estatuto metafísico que, por ejemplo, el Londres de Sherlock Holmes.

Son estos mismos principios heterofenomenológicos los que operan a la base de la certeza de ser un yo, presente en cada individuo. Así cómo suponemos la existencia de un sujeto que profiere los discursos, y necesitamos suponer que tales discursos están motivados por sus estados intencionales, creamos iguales ficciones teóricas para auto-interpretarnos. Nuestros juicios introspectivos no son el producto de observaciones directas, sino juicios sobre lo que parece estar ocurriendo en nuestra mente, parecer que está irremediablemente mediado por la teorización. De esta manera, uno de los resultados de la auto-aplicación del método heterofenomenológico es la creencia en que cada uno de nosotros constituye un yo. No obstante, nuevamente, esta afirmación no tiene ningún sustento en ningún tipo de observación interna, no es más que una ficción por medio de la cual nos concebimos a nosotros mismos.

3. El yo como complejo de memes

Una de los supuestos fundamentales que están a la base de todos los desarrollos dennettianos es aquel que sostiene que los seres humanos, considerados íntegramente, somos el producto de procesos evolutivos que fueron desarrollándose paulatinamente en el transcurso de la historia natural de nuestro mundo. Todas nuestras facultades son también el resultado del mismo proceso, incluso aquéllas que se han considerados definitorias de la naturaleza humana, tales como la conciencia, el lenguaje, y el yo:

If this is right, then all the achievements of human culture—language, art, religion, ethics, science itself—are themselves artifacts ( of artifacts of arti-facts ...) of the same fundamental process that developed the bacteria, the mammals, and Homo sapiens. There is no Special Creation of language, and neither art nor religion has a literally divine inspiration. If there are no skyhooks needed to make a skylark, there are also no skyhooks needed to make an ode to a nightingale (Dennett, 1995:144).

No obstante, tales facultades no pueden ser explicadas por la evolución biológica, es decir, aquél proceso en el cual están involucrados únicamente los genes, sino que tanto el yo, cómo la conciencia y el lenguaje, son el resultado de procesos evolutivos en la esfera de la cultura llevados a cabo por unidades denominadas memes.

El concepto de meme fue propuesto por Richard Dawkins (1976) para referirse a la unidad mínima de transmisión cultural en analogía con la mínima unidad biológica: el gen. Según la teoría memética el devenir de las creencias, las teorías, las modas, el arte, y las ideas en general, estarían sujetos a un proceso evolutivo que se llevaría a cabo a través de los memes. Acerca de la controversia sobre si se puede hablar de mecanismos de evolución en la esfera de lo cultural, Dennett afirma que esto es perfectamente viable por el carácter algorítmico de la propuesta darwiniana. De manera que un proceso puede denominarse “evolutivo por selección natural” si responde a las siguientes condiciones:

1. Variación: abundancia de elementos diferentes.

2. Herencia o replicación: los elementos tienen la capacidad de crear copias de sí mismos.

3. Diferencias de aptitud: el número de copias de un elemento varía en función de las interacciones entre las características de este elemento y las condiciones del medio ambiente en el cual se encuentra (Cfr. Dennett, 1995:50).

Este proceso, como puede observarse, constituye un algoritmo abstracto, ya que hace abstracción de los aspectos materiales, limitándose a afirmar las condiciones formales de todo mecanismo de selección natural. La estrategia argumentativa de Dennett consiste en mostrar como la transmisión cultural de ideas puede explicarse en base a tales principios.

El neologismo meme fue construido por Dawkins a partir de la raíz griega de “mémesis”, ya que el mecanismo por el cual se propagan estas unidades de transmisión cultural se basa en la imitación. A su vez el término presenta una semejanza morfológica con “gen”, quedando establecida una analogía entre lo natural y lo cultural desde la denominación misma:

Just as genes propagate themselves in the gene pool by leaping from body to body via sperm or eggs, so memes propagate themselves in the meme pool by leaping from brain to brain via a process which, in the broad sense, can be called imitation (Dawkins, 1976:206).

Previo al desarrollo de la memética hubo muchas teorías construidas a partir de la aplicación de los conceptos evolutivos a la explicación del desarrollo de la cultura. El contemporáneo de Darwin Herbert Spencer estudió la evolución de la civilización, Lewis Morgan (1877) postuló una teoría evolucionista de la sociedad, así como también el historiador Arnold Toynbee (1961). Cincuenta años después de Darwin, el psicólogo americano James Baldwin (1909) sostuvo que la selección natural no era una ley exclusiva del campo de la biología sino que también era aplicable a todas las ciencias de la vida y de la mente. Pero la memética constituyó una instancia superadora frente a todos estos desarrollos, y el cambio de perspectiva crucial para ello fue la postulación de que la cultura evolucionaba a partir de la replicación de los memes, la cual era independiente del beneficio que tales cambios podrían traerle a los genes, o al individuo considerado en su totalidad. El carácter “egoísta” del meme fue el aspecto innovador. De manera que la réplica de los memes no es necesaria por ningún motivo que se encuentre más allá de ellos mismos. Éstos se traban en una constante lucha por sobrevivir e instalarse en la mayor cantidad de cerebros posibles, y aquéllos que lo logran es simplemente porque son habilidosos en el mismo acto de replicarse.

Como puede apreciarse, en todo este proceso está implicado el lenguaje. Frente a la pregunta por la naturaleza de las palabras, Dennett sostiene lo siguiente: “Words are that subset of memes that can be pronounced” (2009:3). El enfoque memético presenta a las palabras como memes fundacionales que permiten la acumulación y transmisión de artefactos y prácticas más elaboradas. Este planteo está en estrecha relación con la crítica realizada al significador central (Dennett, 1991), es decir, el rechazo a la idea de que hay un centro en el sujeto que genera los significados, iniciándose un proceso de elección de las palabras adecuadas para transmitir los mismos. No existe semejante centro, sino que, los distintos memes lingüísticos que habitan en nuestros cerebros compiten entre sí para ser materializados en palabras, y convertirse en discursos. En definitiva, nuestro cerebro no es más que un campo de batalla en el cual los memes, (es decir, los contenidos), se debaten el control sobre los actos y las representaciones de “nuestro” organismo.

De modo que el lenguaje y la vida mental tuvieron lugar cuando los memes invadieron los cerebros de ciertos primates. Tanto la inteligencia, la tradición, el lenguaje y la cultura nacieron gracias a estas unidades que comenzaron a propagarse de un cerebro a otro. Por lo tanto, tenemos por un lado el cerebro humano, diseñado genéticamente, y los hábitos transmitidos culturalmente por lo memes, que lo transforman en una mente. Las palabras son “herramientas del pensamiento” que nos permiten hacer proyectos a largo plazo, tener una valoración de nuestro entorno, un punto de vista sobre él, y clasificar y reordenar la información en cualquier orden. En resumidas cuentas, gracias al lenguaje tenemos un mundo y, más importante aún, tenemos un yo.

Previo a la aparición del lenguaje no existían seres en el mundo que se constituyeran como un “yo”, aunque sí existían seres que respondían a la necesidad de diferenciarse de su medio ambiente, como organismos, para protegerse. Daniel Dennett considera a tales individuos cómo aquéllos “portadores” de un “yo biológico”. Pero sólo tras el transcurso de miles de años se dieron las condiciones para el surgimiento, en el cerebro del Homo Sapiens, la construcción más extraña y compleja de todo el mundo natural: el yo humano.

La mente humana es, entonces, el objetivo de todos los memes, pero, a su vez, una mente humana es el artefacto creado cuando los memes reestructuran un cerebro humano para convertirlo en un buen hábitat para ellos mismos. El proceso llevado a cabo por la invasión y la manipulación de memes en el cerebro es el responsable de crear en cada individuo humano un yo. Ningún meme controla por separado a nadie, sino que lo que hace que una persona sea lo que es son coaliciones de memes que gobiernan y toman las decisiones que marcarán el rumbo en la vida de ese organismo. Nuestra existencia como nosotros, no en cuanto organismos, sino en cuanto seres pensantes, depende exclusivamente de los memes.

A partir de esta asimilación de la identidad humana a la identidad animal, las diferencias que restan por señalar parecen ser solo de grado. Nuestro entorno no involucra solamente alimento y cobijo, individuos con los cuales aparearnos y enemigos de los cuales escapar, sino que, fundamentalmente, vivimos en un mundo simbólico hecho de lenguaje. No obstante, no hay un yo que construya nuestras narraciones de manera planificada, sino que, por el contrario, son estas narraciones las que construyen un yo. En resumidas cuentas, una vez que nuestros cerebros han abierto las vías de entrada y salida a los vehículos del lenguaje, enseguida se ven infectados por aquellos parásitos llamados memes, que se anidan para conformar nuestro yo, con sus deseos, creencias, y posesiones.

4. Críticas en la recepción de la teoría dennettiana

En los últimos años, tanto el enfoque heterofenomenológico como la teoría memética, han constituido los principales blancos de las diferentes críticas dirigidas contra Daniel Dennett. Con respecto a la heterofenomenología, lo primero que puede señalarse es que, contrariamente a lo que pretende el autor, esta no constituye un enfoque original, un quiebre en el planteo de la tradición precedente, sino que, tal como señala David Carr (1998), ésta pretensión se basa en una comprensión equivocada e insuficiente del método husserliano. Otras críticas se han centrado en el yo como producto de una narración. Filósofos como Chalmers (1999), Strawson (2004), Searle (2000) y Slors (1996), han señalado que esta idea incurre en una circularidad insalvable. Dennett propone que para explicar la naturaleza del yo, debemos explicar las historias que contamos sobre nosotros mismos, pero el problema es que no hay historias al menos que hayan receptores que interpreten las mismas como tales, de otra manera es imposible pasar a la dimensión semántica. Aquí se da la circularidad: recurrir a los relatos para explicar la existencia del yo, pero necesitando de un yo que interprete dichos relatos para que se vuelvan tales. Por otro lado, y de un modo más general, también ha sido puesta en cuestión esta idea dennettiana acerca de que no hay fenomenología ni existe tampoco algo semejante a un “yo”, por más que a cada individuo le parezca que estos son los elementos constitutivos de su vida mental subjetiva. El problema aquí, señalado de manera muy clara por McGinn (1995), surge porque en la noción de “parecer” ya está implicada nuevamente la fenomenología. Para este autor, sostener que hay fenomenología solo en apariencia, está al mismo nivel que afirmar que creemos que creemos, pero que en verdad no tenemos creencias. La fenomenología, en efecto, queda auto-fundada en el parecer.

No menos controversias ha generado su recurrencia al enfoque memético para explicar los ejes fundamentales de la vida humana tales como la conciencia y el yo. El problema está que aún en la actualidad el status científico de la memética está siendo fuertemente cuestionado. Mucho de sus críticos coinciden en que la noción de meme no es más que una analogía vacía con respecto al gen. Mary Midgley (1994) hace casi dos décadas atrás ya se refería a los memes como “entidades míticas”, concibiéndolos como nociones sin utilidad y de carácter supersticioso. En la misma línea, Stephen Gould (1996) los calificó como “metáforas carentes de significado”, mientras que otros teóricos han señalado que mediante la adopción de esta teoría, Dennett reingresaba en el ámbito del dualismo cartesiano del cual pretendía escapar.

Más allá de las críticas puntuales que han recibido estos lineamientos teóricos, debemos reconocer que ambos se presentan como puntos de vista contrarios a la intuición cotidiana de nuestra propia experiencia subjetiva. El mismo Dennett comienza por advertir que gran parte de su propuesta resultará a primera vista “contraintuitiva”, lo cual requerirá un gran esfuerzo por parte del lector por superar sus propios prejuicios y “malos hábitos del pensamiento”. No obstante, hay que proceder de manera cautelosa frente a este señalamiento, ya que tal como muestra Derksen (2005), este reconocimiento por parte de Dennett constituye una estrategia retórica por la cual toda posible crítica a su posición queda automáticamente explicada como el producto de una resistencia teórica a renunciar a prejuicios tan popularmente enraizados. De todas formas en el presente trabajo no nos posicionaremos en esta discusión. Dejando a un lado el carácter contraintuitivo tanto de la heterofenomenología cómo de la memética, vamos a centrarnos en la relación que ambas perspectivas guardan entre sí en la explicación completa que realiza Dennett acerca de la naturaleza del yo humano, para intentar responder a la pregunta acerca de si esta explicación global es consistente.

5. Evaluación de la doble perspectiva

Como hemos visto, el abordaje dennettiano de la cuestión relativa a la naturaleza y existencia del yo humano es llevado a cabo por el autor por una doble vía: a través de su enfoque heterofenomenológico y en el marco de la teoría memética. Cabe destacar que, mientras el planteo heterofenomenológico se repite a través de la mayoría de sus obras, el enfoque memético solo aparece en Consciousness Explained y en Darwin’s Dangerous Idea. No obstante, es en La conciencia explicada donde encontramos ambas aproximaciones teóricas integradas en una explicación global de la conciencia y el yo. Consideramos que esta última obra nos habilita para plantear el problema de la articulación del enfoque heterofenomenológico y el enfoque memético y formular la pregunta acerca de si a través de ambos logra consolidarse una explicación consistente acerca del yo.

Una respuesta a estas interrogantes solo puede tener como punto de partida la consideración acerca de las pautas metodológicas que Dennett mismo establece para guiar su investigación. Según el autor, una explicación de la conciencia que pretenda ser válida debe ajustarse a los siguientes principios (1991:40):

- No permitir elementos milagrosos. Explicar cualquier rasgo de la conciencia humana dentro del marco de la física contemporánea, sin recurrir a fuerzas o sustancias inexplicables o desconocidas.

- Nada de anestesias fingidas. No fingir ser ajenos a las experiencias compartidas por todos los seres humanos. Si se va a negar algún rasgo controvertido de la conciencia humana, será tarea del que niega demostrar que es una ilusión.

- No escatimar en detalles empíricos, intentar dar detalles de todos los hechos científicos.

El primer principio es particularmente interesante a los fines de este trabajo. Aquí es donde el autor explicita los criterios que fundamentan su ontología. Quizá el pasaje más ilustrativo en este sentido sea aquél en el que refiriéndose al yo afirma: “There is no single point in the brain where all information funnels in, and this fact has some far from obvious, indeed, quite counterintuitive, consequences” (1991: 102-103). Más adelante refuerza esta perspectiva:

When you discard Cartesian dualism, you really must discard the show that would have gone on in the Cartesian Theater, and the audience as well, for neither the show nor the audience is to be found in the brain, and the brain is the only real place there is to look for them (Dennett, 1991: 134).

En efecto, si el yo humano ha de tener un fundamento, éste ha de buscarse en la esfera de lo físico, más específicamente, de lo material. Todos los datos recogidos por medio de los informes introspectivos deben poder encontrar una explicación en el marco de una propuesta materialista:

Finding a materialistic account that does justice to all these phenomena will not be easy. We have made some progress, though. Our brief inventory has included some instances in which a little knowledge of the underlying mechanisms challenges — and maybe even usurps — the authority we usually grant to what is obvious to introspection (Dennett, 1991: 65).

De esta manera queda establecido el desafío a ser afrontado en La conciencia explicada: dar cuenta de los fenómenos relativos a la conciencia partiendo de una ontología de marcado tinte materialista.

Nuestro propósito aquí no es pronunciarnos sobre las ventajas y deficiencias de su enfoque materialista. Por el contrario, pretendemos mostrar que los principios de este enfoque están supuestos desde el comienzo de su teoría, instancia que promete ser meramente descriptiva. En efecto, el proyecto dennettiano comienza con una fase pretendidamente neutral: la recolección de los datos que el sujeto reporta sobre la experiencia subjetiva de su propia mente. No obstante, nuestra tesis será que el requisito de neutralidad que supuestamente caracteriza a su heterofenomenología enseguida es violado por el autor cuando define al yo como “ficción” (fiction). El fundamento de nuestra afirmación no lo encontraremos en el mero análisis del término “ficción”, sino en la manera en que Dennett emplea y entiende este concepto. En el comienzo del parágrafo de su obra titulado “The Neutrality of Heterophenomenology”, encontramos la siguiente afirmación:

If someone asks: “What are those objects, and what are they made of?” the answer might be “Nothing!” What is Mr. Pickwick made of? Nothing. Mr. Pickwick is a fictional object, and so are the objects described, named, mentioned by the heterophenomenologist (Dennett, 1991:95).

Aquí vemos claramente la identificación de los objetos ficcionales con la inexistencia de los mismos en el mundo real, aunque su postura frente al problema que genera el status ontológico de la ficción es más contundente en el siguiente pasaje:

Perhaps some people are deeply perplexed about the metaphysical status of fictional people and objects, but not I. In my cheerful optimism I don’t suppose there is any deep philosophical problem about the way we should respond, ontologically, to the results of fiction; fiction is fiction; there is no Sherlock Holmes (Dennett, 1991:79).

Por todo lo expuesto, consideramos que una heterofenomenología fiel al principio de neutralidad debería acotarse al análisis de los discursos proferidos por los sujetos, posponiendo la cuestión acerca de si tales discursos tienen su origen en episodios subjetivos efectivamente existentes o no. Pero el heterofenomenólogo en el que piensa Dennett ya parte de una postura asumida al respecto: esos episodios subjetivos no son nada en realidad, no tienen una existencia real en el mundo al igual que los personajes literarios. Todas las ambigüedades que podrían poner en duda la asunción de este compromiso ontológico prematuro quedan despejadas cuando el autor se pregunta de manera retórica “But isn’t it embarrassing to admit, as a theorist, that you are talking about fictional entities — things that don’t exist?. Not at all” (Dennett, 1991:95).

Un detallado análisis sobre este aspecto es realizado por David Carr (1998) quien, en pleno acuerdo con nuestra postura, señala que el término “ficción” no es neutral, sino que a través de él se deslizan los prejuicios metafísicos de Dennett: “The problem with this is that ‘fiction’ is obviously not an ontologically neutral term. To call something a fiction is to say that it is not part of the real world, that it doesn’t exist, as Dennett readily admits” (Carr, 1998: 336).

Hasta aquí hemos intentado mostrar por que el carácter ficcional del yo está en directa contradicción con la neutralidad proclamada desde la heterofenomenología. Ahora nos resta demostrar en qué sentido esté yo caracterizado como ficción entra en tensión con el abordaje del mismo que Dennett nos presenta desde el enfoque memético. El punto central de nuestra argumentación será el de la independencia ontológica del mismo.

Daniel Dennett se declara a sí mismo cómo un defensor del realismo metafísico. De hecho, La conciencia explicada comienza desarrollando un poderoso argumento contra el solipsismo: el argumento de la explosión combinatoria. Dejando a un lado los detalles, el propósito central de esa exposición es el de demostrar la imposibilidad de que los objetos que percibimos a nuestro alrededor sean una fantasía generada por nuestros cerebros. El mundo que contemplamos efectivamente existe, y existe independientemente de que lo percibamos o no. Pero frente a estos objetos reales y “ontológicamente independientes”, Dennett postula otro tipo de elementos, aquéllos que dependen de nuestra interpretación y apreciación, tales como la fama o el dinero (1993:23, 2005:202). El yo humano se ubica dentro de esta última categoría de elementos. Sin un intérprete que cumpla la función del heterofenomenólogo que le atribuya el centro de gravedad narrativa al discurso, no tendría lugar el yo. De manera que el yo no posee un status ontológico independiente al igual que los objetos físicos, sino que es el resultado de una actividad interpretativa, producto de una estrategia teórica de gran valor pragmático.

Esta concepción del yo como ficción heterofenomenológica entra en tensión con lo afirmado sobre el final de la obra, cuando la perspectiva memética adquiere su máximo desarrollo. En el anteúltimo capítulo, titulado “The reality of selves” Dennett explica:

Our human environment contains not just food and shelter, enemies to fight or flee, and conspecifics with whom to mate, but words, words, words. These words are potent elements of our environment that we readily incorporate, ingesting and extruding them, weaving them like spiderwebs into self-protective strings of narrative. Indeed, when we let in these words, these meme vehicles, they tend to take over, creating us out of the raw materials they find in our brains (Deennett, 1991:417).

En este capítulo el autor se ocupa de mostrar como el yo humano es un producto biológico al igual que lo es la tela de la araña o la presa del castor. Todo individuo normal humano construye un yo, tomando como base su cerebro teje un entramado de palabras y actos, y, al igual que las demás criaturas del mundo natural, no tiene porqué saber qué está haciendo; simplemente lo hace. La materia prima de esta construcción está dada por las palabras, es decir, por la existencia de memes, la cual es tanto un producto biológico como son las demás construcciones que encontramos en el mundo animal (Dennett, 1991:416).

¿En qué sentido, entonces, podemos decir que se produce un desplazamiento en su caracterización ontológica del yo? Aquí vemos como el yo humano, al ser presentado como un producto biológico, se desprende del status ontológico de la mera ficción. En este desplazamiento va a adquirir un mayor grado de independencia: ya no es el producto de una interpretación o auto-interpretación, no es el postulado teórico de un intérprete, sino que es una construcción natural surgida en el seno mismo del desarrollo de la especie humana. Este nuevo posicionamiento ontológico se ve confirmado en su obra Darwin´s dangerous idea (1995) . En el capítulo once, titulado “The Cranes of Culture”, Dennett sostiene explícitamente: “ (…) our selves have been created out of the interplay of memes exploiting and redirecting the machinery Mother Nature has given us” (1995: 367). Cada individuo se construye y se concibe a sí mismo como un sujeto, por el hecho de ser el resultado de un complejo entramado de memes que dirigen la acción de su organismo. Los memes nos configuran como sujetos, y estas unidades tienen, como ya señalamos, una existencia completamente autónoma.

6. Consideraciones finales

La pregunta por la manera en la que Daniel Dennett concibe y problematiza el status ontológico del yo humano es la que ha marcado el desarrollo de este trabajo. En función de esta interrogante, hemos indagado en las dos perspectivas desde las cuales el autor intenta hallar una respuesta: el método heterofenomenológico y la teoría memética. Por esta doble vía intentamos determinar las características de su propuesta ontológica, en la cual encontramos algunas tensiones de difícil disolución. A modo de conclusión, ofreceremos una valoración de tales inconsistencias, reflexionando sobre sus implicancias en la nueva concepción del yo que el autor intenta fundamentar.

En primer lugar, será oportuno preguntarnos cuál es la relevancia de una propuesta ontológica libre de ambigüedades en el marco de su proyecto teórico general que versa sobre la conciencia. En el apéndice destinado a los filósofos, el autor se ocupa de restarle importancia a la concepción ontológica del yo y de los estados mentales que subyace en su obra. No obstante, en uno de los primeros capítulos, su propósito parece ser bien diferente. Aquí presenta una analogía con un zoólogo quien concurre a un jardín zoológico y pretende demostrar que los animales no son lo que creíamos ser, sino complejísimas maquinarias envueltas en piel, pelaje y plumas. Su tarea, según lo expresa aquí, es similar a la del zoólogo de la analogía: mostrar qué son en verdad todos aquellos elementos de nuestra vida interior, subjetiva, cuya naturaleza está muy lejos de ser la que nos presenta el sentido común (1991). De esta manera podemos apreciar un marcado interés por el aspecto ontológico de fenómenos tales como la conciencia o el yo. Esto se ve reafirmado por el propio autor en su obra Sweet Dreams: Philosophical Obstacles to a Science of Consciousness (2005), cuyo objetivo es aclarar las malas interpretaciones a las que ha dado lugar Conciencia explicada. En efecto, Dennett dedica la primera parte de Dulces sueños a delimitar su postura ontológica en relación al yo y a la conciencia. Desde nuestra perspectiva, entonces, el establecimiento del status ontológico del yo es un aspecto central en su teoría. El hecho de que comience una obra tan esclarecedora como es Dulces sueños dedicándose a esta cuestión apoya nuestra afirmación acerca de que ofrecer una nueva ontología es parte de su proyecto.

En definitiva, hemos encontrado que la posición de Dennett con respecto al yo es ambigua, y que pueden señalarse en ella algunas tensiones, tanto si comparamos sus distintas obras entre sí, como si concentramos nuestro análisis en aquélla que pretende ser la más global y abarcadora de todas, (Conciencia explicada). Esto no constituye una cuestión menor, ya que justamente el proyecto dennettiano viene a constituirse con el objetivo de reemplazar los viejos prejuicios a partir de los cuales venía reflexionando la tradición filosófica acerca de lo que es propio y distintivo del ser humano: el yo, el lenguaje y la conciencia. De todas formas, nuestro objetivo aquí no ha sido pronunciarnos a favor o en contra de determinada concepción ontológica, sino más bien hemos pretendido indagar en las cuestiones relativas a la fundamentación de la teoría de Dennett, en lo que respecta fundamentalmente a su consistencia interna. Por esta razón, no evaluamos en este trabajo si el funcionalismo sostenido por el autor es suficiente para explicar la naturaleza del yo, o si acaso su heterofenomenología alcanza a dar cuenta de este fenómeno en todas sus dimensiones. Más bien nos preguntamos por la compatibilidad entre ambas perspectivas. Cómo ya hemos anticipado, nuestra respuesta va a ser negativa. El recorrido argumentativo que nos condujo a esta conclusión comenzó por poner de relieve la falta de independencia ontológica que posee el yo caracterizado como ficción heterofenomenológica. En otras palabras, postulamos la existencia del yo al interpretar los discursos del agente que los profiere, pero sin esta actividad hermenéutica no surgiría la idea de un yo. Luego vimos en detalle la perspectiva memética, en el marco de la cual el yo deja de ser intérprete-dependiente, constituyendo un elemento más del entorno que nos rodea. El yo aquí pasa a ser un producto de los memes, lo cuales poseen una existencia independiente. Debido a esta ambigüedad señalada, resultado de la tensión existente entre estas dos perspectivas, proponemos que el abordaje heterofenomenológico del yo no es completamente compatible con el enfoque memético.

Más allá de las dificultades señaladas, hay grandes aspectos de su concepción del yo que representan un valioso aporte a las discusiones contemporáneas dentro de la filosofía de la mente. Consideramos que el extenso desarrollo que Dennett dedica a tratar la cuestión de la unidad del yo propicia en gran medida una comprensión profunda del problema en cuestión. Haciendo caso omiso del grado de acuerdo o disidencia que pueda experimentarse con respecto a la postura del autor, su análisis pone de manifiesto uno de los interrogantes claves de este problema, a saber, ¿cómo podemos conciliar el hecho de que experimentemos el espacio de nuestra conciencia como único, mientras que las neurociencias han mostrado que no existe un lugar en el cerebro donde se reúna toda la información que ha de ser experimentada? El camino escogido por el autor, como hemos visto, apuntará a sostener que la unidad del yo no es algo primitivo ni dado, sino que se presenta como el resultado de una ficción, de procesos que son anteriores y que nos inducen a afirmarla.

En segundo lugar, tanto desde el enfoque memético como desde la perspectiva heterofenomenológica, se pone de relieve la íntima relación que se da entre el yo y el lenguaje, lo cual da lugar a pensar la naturaleza de ambos fenómenos de manera interrelacionada. Esto último, a nuestro entender, es una propuesta que promete dar buenos frutos, y merece continuar siendo indagada de manera programática.

Finalmente, consideramos que las contradicciones en las que incurre Dennett al intentar caracterizar ontológicamente al yo humano, denotan una vez más la complejidad del pretendido objeto de estudio, y más destacable aún, el curso paradojal que suelen tomar irremediablemente las reflexiones en torno a nuestra identidad como sujetos autoconscientes.

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