Chiloé y los chilotes (1914) de Francisco J. Cavada: un estudio glotopolítico

Francisco J. Cavada’s Chiloé y los chilotes (1914): a glottopolitical study

Valentina Cáceres

0000-0003-1779-6239

Universidad de Chile

valentina.caceres@ug.uchile.cl

Darío Rojas

0000-0002-6137-8491

Universidad de Chile

darioroj@uchile.cl

Citación: Cáceres, V. & Rojas, D. (2021). Chiloé y los chilotes (1914) de Francisco J. Cavada: un estudio glotopolítico. Logos: Revista de Lingüística, Filosofía y Literatura, 31(2), 408-423. doi.org/10.15443/RL3024

Resumen: En el presente trabajo analizamos Chiloé y los chilotes (1914) de Francisco J. Cavada desde un enfoque glotopolítico, destacando el papel que las representaciones sobre el lenguaje chilote contenidas en esta obra desempeñan en el contexto de la consolidación y modernización del Estado-nación chileno de comienzos del siglo XX. Cavada enfatiza que las características que configuran la singularidad lingüística de Chiloé (la influencia indígena y el arcaísmo, principalmente) están en retirada, al momento de escribir su obra, y que esto es síntoma de la modernización de la isla y de su inevitable integración a la República de Chile. De tal modo, el ciclo lingüístico chilote de Cavada forma parte de la legitimación y planificación de imagen del archipiélago. Al mismo tiempo, mostramos que la obra de Cavada cobra también un sentido político al inscribirse en la construcción de conocimientos gestada desde la Sociedad de Folklore Chileno, que pretendía, sobre bases positivistas, generar conocimientos científicos sobre las zonas fronterizas (tanto en términos geográficos como socioculturales) que fueran útiles al proyecto modernizador del Estado-nación chileno.

Palabras clave: glotopolítica - historiografía lingüística - ideología lingüística - castellano chilote - Francisco J. Cavada

Abstract: In the present piece of research we analyze Chiloé y los chilotes (1914) by Francisco J. Cavada from a glottopolitical approach, highlighting the role that the representations on language contained in this work play in the context of the consolidation and modernization of the Chilean nation-state of the early twentieth century. Cavada emphasizes that the characteristics that make up the linguistic singularity of Chiloé (indigenous influence and archaism, mainly) are in retreat, at the time of writing his work, and that this is a symptom of the modernization of the island and its inevitable integration into the Chilean Republic. Thus, Cavada’s linguistic cycle is part of the legitimation and image planning of the archipelago. At the same time, we show that Cavada’s work also gains a political sense by enrolling in the construction of knowledge developed from the Chilean Folklore Society, which sought, on positivist bases, to generate scientific knowledge about border areas (both geographically and sociocultural) that were useful to the modernization project of the Chilean nation-state.

Keywords: glottopolitics - linguistic historiography - language ideology - Chiloé Spanish - Francisco J. Cavada

1. Introducción: objetivo y enfoque

En el presente artículo nos proponemos ofrecer una interpretación de la investigación del sacerdote chileno Francisco J. Cavada (1864-1950) sobre el habla de Chiloé, articulada desde el enfoque teórico-metodológico de la glotopolítica, que supone intentar entender el sentido político de la reflexión metalingüística. Cavada, originario de la ciudad de Ancud, fue autor de una prolífica obra sobre la historia y la cultura de la isla, junto con su hermano Darío, profesor y escritor. Una parte importante de la producción bibliográfica de Francisco Cavada (Cavada 1910, 1914, 1921) tiene como foco el lenguaje de Chiloé, aunque nunca separado de la cultura y la historia del archipiélago. En particular, Cavada (1914) será nuestro objeto de atención preferente no solo por ser una versión, por decir de alguna manera, “definitiva” de la obra de 1910 y al mismo tiempo base de la derivación de 1921, sino también por haberse publicado en el marco del programa de la Sociedad de Folklore Chileno (en adelante, SFCh). Tomaremos Cavada (1914), por tanto, como el texto fundamental1 que representa un solo gran ciclo de producción de conocimiento, al que nos referiremos como el “ciclo lingüístico chilote” de Cavada.

Leer la obra de Cavada desde un enfoque glotopolítico (para cuyas características generales cf. Arnoux, 2000; Del Valle, 2017) supone entender el lenguaje como práctica social dinámica, emergente y situada en contexto, atravesada por la naturaleza política de las relaciones humanas y por tanto inseparable de la constitución de relaciones asimétricas de poder (cf. Harris & Wolf, 1998; Joseph 2017). Asimismo, implica destacar el papel central que la reflexión metalingüística desempeña en la “invención” de las lenguas (dialectos, etc.), es decir, la influencia de los imaginarios políticos en la definición de qué es una lengua, cuáles son su límites, hablantes legítimos y filiaciones histórico-genéticas (Makoni & Pennycook, 2007). En el enfoque glotopolítico, se intenta apuntar a la dimensión metalingüística de lo político del lenguaje mediante el concepto de ideología lingüística: “sistemas de ideas que articulan nociones del lenguaje, las lenguas, el habla y/o la comunicación con formaciones culturales, políticas y/o sociales específicas” (Del Valle & Meirinho-Guede, 2016, p. 629).

Resulta crucial tener en cuenta que la condición política e ideologíca de las representaciones sobre la lengua concierne no solo al discurso metalingüístico de los hablantes legos, sino también al de las ciencias del lenguaje, e incluso especialmente a este por funcionar habitualmente en el marco de institucionalidades estatales o vinculadas de algún otro modo al poder (cf. Joseph & Taylor, 1990; Swiggers, 2018). El método principal para estudiar estas representaciones sobre la lengua es el análisis crítico de los discursos en que se manifiestan, entiendiendo por discurso la “articulación de un texto y un lugar social” (Maingueneau, cit. en Arnoux, 2006, p. 15). Es decir, se adopta un perspectiva metodológica empírica que conlleva un trabajo de indagación en el archivo histórico (los corpus están conformados por textos de clases muy diversas: documentos legislativos lingüísticos, ensayos metalingüísticos, manuales de enseñanza, gramáticas, diccionarios, ortografías, etc.), y que al mismo tiempo supone la constante consideración de las condiciones materiales de producción de estos textos.

Desde este enfoque, entonces, analizaremos el ciclo lingüístico chilote de Cavada poniendo énfasis en su inscripción en un contexto político específico: el de la modernización y consolidación del Estado-nación chileno sobre principios positivistas, lo cual conlleva considerar con especial atención la relación de estas obras con instituciones y sujetos centrales para el aparato estatal de construcción de conocimientos, tales como la SFCh y Rodolfo Lenz, así como implica intentar comprender el rol de las representaciones ideológicas sobre el lenguaje chilote en el marco de la legitimación de los intereses de las clases dominantes del país.

Nuestra hipótesis de que el dispositivo de construcción de un saber erudito lingüístico-cultural del que forman parte las obras de Cavada cumplen una función en el marco del proceso de “descubrimiento” e incorporación de Chiloé (y, metonímicamente, de las demás provincias extremas) a la nación-comunidad imaginada del Chile de comienzos del siglo XX, y que al mismo tiempo, de acuerdo con los intereses de la SFCh, pone foco en la condición subalterna de la comunidad castellanohablante chilota por el interés del Estado por asimilar a estos en la nación mediante su representación como un Otro diferenciado de las élites urbanas metropolitanas, con lo cual las élites naturalizan la asignación de un lugar socialmente subordinado a los sujetos no metropolitanos. En otras palabras, las representaciones ideológicas sobre el lenguaje de Chiloé son ideológicas justamente por estar asociadas a la necesidad estatal de re-conocer la zona “no sólo para asentar la soberanía estatal-republicana en la provincia, sino además para planificar la colonización de la misma” (León, 2015b, p. 53).

El interés específico de varios intelectuales de fines del XIX y comienzos del XX, no solo por el lenguaje de Chiloé, sino en general por la cultura e historia del archipiélago, no es gratuito, pues históricamente el archipiélago ha tenido fama de ser “la provincia más extraña en el contexto chileno” (Catepillán, 2019, p. 66). Específicamente en el siglo XIX, “no son pocas las publicaciones […] que abordan las diferencias culturales de los chilotes y se detienen en ellas para explicar la provincia, de cara a sus audiencias inglesas o chilenas” (Catepillán, 2019, p. 67). En la singularidad atribuida a la identidad chilota del siglo XIX confluyen varios elementos, que van “desde la posición geográfica, que determina un aislamiento cultural y social que pervive por mucho tiempo, […] hasta llegar al progresivo, y a veces aprehensivo, proceso de reconocimiento y aceptación de las instituciones y representantes del Estado republicano y de la economía capitalista” (León, 2015a, p. 14).

El tópico de la singularidad de Chiloé podría explicarse sobre todo por su tardía incorporación al territorio chileno y la pervivencia de tradiciones culturales ajenas al resto de los territorios aledaños (“una sociedad tradicional” marcada por “la pervivencia de un estilo de vida marcado por la tradición más que por el cambio”; León, 2015b, pp. 54-55). El archipiélago fue uno de los tres enclaves de resistencia de la Corona española durante las guerras por la independencia de Chile, y el último en caer ante las tropas patriotas chilenas, en 1826, tras lo cual pasó oficialmente a formar parte del territorio del Estado-nación recién formado (Collier & Sater, 2004, p. 49). Sin embargo, “pasaría más de un siglo para que efectivamente el archipiélago fuese integrado de manera real al resto del territorio nacional” (León, 2015a, p. 17). Hasta entrado el siglo XX, Chiloé fue “un territorio prácticamente desconocido para las autoridades y el resto de los chilenos” y que por tanto “debía ser ‘descubierta’ por los nuevos funcionarios de la República” (León, 2015a, p. 18). Chiloé, entonces, en relación con otras provincias, vendría a representar el prototipo de alteridad radical geográfica y cultural dentro de la nación chilena, por lo cual podía servir muy efectivamente para representar el borde de la lengua y activar un imaginario específico respecto de la relación entre la metrópoli y las provincias de la nación.

2. La Sociedad de Folklore Chileno

En 1889, por iniciativa estatal liderada por Valentín Letelier y en el marco del proyecto modernizador basado en el supuesto de la racionalidad técnico-científica, se funda el Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, con el propósito de modernizar la formación de profesores en el país sobre los principios del positivismo ilustrado. Para este propósito, el gobierno contrató un conjunto de alemanes especialistas en diversas disciplinas, entre los cuales venía el lingüista Rodolfo Lenz (cf. Pavez, 2015). Además de interesarse por el lenguaje, Lenz también tuvo un interés muy marcado por las manifestaciones de la cultura popular y el folklore, pues estos conllevaban el estudio del “alma nacional” y sus productos (por ejemplo, la lira popular). Su interés por esta área de conocimientos lo llevó a fundar en Santiago, en 1909, la Sociedad de Folklore Chileno.

La figura mentora de Rodolfo Lenz jugó un rol importante en el desarrollo del ciclo lingüístico chilote de Cavada, lo cual hace suponer un importante apego a las directrices programáticas de la SFCh. En el Fondo Lenz de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación se conserva un corpus de 62 cartas inéditas que Cavada remitió a Lenz entre 1910 y 1913, periodo en que preparó Chiloé y los chilotes sobre la base de los Apuntes, y que da cuenta de la participación de Cavada en esta red etnográfica lenziana, quizá a consecuencia del interés del alemán por la zona. Lenz había escrito en 1910 un informe sobre los Apuntes, dirigido al ministro de Justicia e Instrucción Pública, en que elogiaba los méritos de la obra. En él, el alemán había declarado estar dispuesto a colaborar con Cavada en caso de hacerse una segunda edición (Lenz, cit. en Cavada, 1914, p. 17). La correspondencia entre ambos personajes parece haber tenido como excusa el cobro de aquel ofrecimiento, y muestra que el interés de Lenz por la obra de Cavada fue más profundo que en el caso de su colaboración con Echeverría y Reyes (cf. Rojas, 2011). Podríamos imaginar una trayectoria de encauzamiento: si bien el interés de Cavada por los estudios lingüísticos chilotes no se debe originalmente a la influencia de Lenz, sí en cambio este último fue gravitante para que, una vez inserta en el entramado de producción de conocimiento asociado a la SFCh, la obra cobrara un sentido específico en su marco e incluso sufriera modificaciones con el fin de responder a ese nuevo sentido

Francisco J. Cavada fue incorporado como miembro de la SFCh en calidad de corresponsal por Ancud en 1910. En los estatutos de la SFCh se establecía que los miembros activos, de no residir en Santiago, tendrían la condición de miembros correspondientes o corresponsales. Esta categoría es importante porque permite entrever la intención de establecer una red de “satélites” regionales que posibilitaran el conocimiento del folklore chileno en su variación geográfica, cuestión sobre todo importante por la todavía reciente expansión territorial del Estado chileno debida a la Guerra del Pacífico (en lo relativo a la zona norte) y a la Ocupación de la Araucanía (en lo que concernía al sur). Por esa fecha (1910), eran correspondientes en Chile, entre otros, Víctor Chiappa (Renaico), Tomás Guevara (Temuco), Manuel Manquilef (Temuco) o Eulogio Robles (Temuco), con quienes Lenz había establecido una relación de auxiliaridad a propósito del estudio de la lengua y cultura mapuche (Pavez, 2015, pp. 85-113).

Cabe destacar, en primer lugar, que la SFCh definía el estudio del folklore chileno como ciencia auxiliar de la etnología, y de esta manera activa el imaginario cientificista que viene a legitimar su labor en un contexto de hegemonía del positivismo, en una matriz evolucionista (pueblos atrasados / pueblos adelantados) que establece su utilidad como posible contribuyente a insumos para asegurar el ideal del progreso. El folklore en particular tiene la misión de salvaguardar los vestigios de etapas antiguas de la humanidad que todavía se conservan en algunas culturas primitivas existentes hoy, y que se ven amenazadas de desaparecer por el avance tecnológico y civilizatorio. Para la SFCh, el estudio del folklore se organizaría de acuerdo con cuatro grandes ámbitos de interés: la literatura, la música y coreografía, las costumbre y creencias y el “lenguaje vulgar”. Este último, primero, para poder interpretar apropiadamente las manifestaciones discursivas del alma del pueblo, y, segundo, como una vía de conocer la mentalidad de un pueblo, lo que a su vez permite conocer el origen y la historia de los colectivos humanos.

Cabe asimismo destacar que, en consonancia con el interés de la etnología por el estudio de un Otro (indígena, considerado primitivo, etc.) hay en estos focos de interés lingüístico una preferencia muy marcada por el estudio de los grupos no dominantes de la sociedad. Puede verse aquí una perspectiva diferencial (foco en las diferencias que una variedad tiene respecto de un punto de referencia, habitualmente el estándar) más que integral (foco en todo lo que existe en uso en una variedad), retomando la distinción que a propósito de los diccionarios americanos propuso Günther Haensch, y que, como destaca Zimmermann, “no pueden contribuir […] a la estandarización de las variedades nacionales del español en América, sino que perpetúan la idea de que estas tienen menor valor” (Zimmermann, 2018, p. 135). Lo mismo, creemos, podría decirse de la descripción lingüística en general cuando adopta una perspectiva diferencial, y esto tiene consecuencias para interpretar la razón de que la SFCh haya puesto foco en lo diferencial en lugar de aspirar a levantar caracterizaciones integrales del uso lingüístico del pueblo chileno.

Es en el marco de esta definición de objetivos prioritarios por parte de la SFCh, entonces, que cobrará sentido político la investigación de Cavada sobre el habla chilota.

3. Chiloé y los chilotes

Los textos preliminares de Chiloé y los chilotes, lejos de ser meros apéndices textuales, aportan información relevante para una interpretación glotopolítica de la obra. En primer lugar, Cavada copia dos informes emitidos respectivamente por Rodolfo Lenz, “catedrático del Instituto Pedagógico de Santiago” y Carlos Silva Cruz, “Director de la Biblioteca Nacional”, sobre los Apuntes que sirvieron de base para la obra, y ambos dirigidos al ministro de Instrucción Pública. Los autores de los informes representan autoridades institucionales de la construcción de conocimientos científicos en el medio nacional, asociados ambos a entidades estatales, de modo que las palabras elogiosas de los informes vienen a cumplir una función de legitimación y “autorización” para la obra de Cavada. El informe de Silva Cruz es más burocrático y se limita a recomendar la compra estatal de la obra “por el interés que reviste y por su importancia filológica” (Silva Cruz, cit. en Cavada, 1914, p. 19). El de Lenz, en cambio, es más extenso y detallado, y destaca los méritos que precisamente instauran la cientificidad de la obra (exhaustividad analítica, base empírica, estilo discursivo científico):

El trabajo del señor F, J. Cavada es la monografía más completa que conozco de algún dialecto vulgar chileno. Está fundado en materiales originales recogidos por el autor, y se distingue muy favorablemente de otras publicaciones de índole parecida, porque el autor evita con cuidado la charla literaria que tanto suele abultar los libros sobre lenguaje (Lenz, cit. en Cavada, 1914, p. 16).

La naturaleza propiamente científica de la obra es también destacada por el autor más adelante, en términos similares, cuando señala que es resultado de una investigación empíricamente respaldada y exhaustiva, conformada por hechos comprobados:

[…] una labor tenaz y perseverante de cinco años; una observación constante del modo de hablar de nuestros labriegos y pescadores, que ha llegado casi a constituir una obsesión en nosotros; una inquisición laboriosa y continuada, practicada entre los maestros y personas competentes en esta materia, nos dan derecho a declarar que no hay en nuestra obra una sola palabra ni giro que no estén suficientemente comprobados, como lo exige un trabajo de la seriedad e importancia del presente (Cavada, 1914, pp. 251-252).

Es interesante también del informe de Lenz su percepción del doble objetivo de Cavada: “dar a conocer el lenguaje vulgar de Chiloé y contribuir así a la mejora de la enseñanza del idioma literario en Chiloé” (Lenz, cit. en Cavada, 1914, p. 15). Mientras considera que lo primero, su “alcance científico” (Lenz, cit. en Cavada, 1914, p. 16) y su aporte al “progreso de la ciencia” (Lenz, cit. en Cavada, 1914, p. 18), es lo que le da su mayor importancia, en cuanto a lo segundo, a pesar de que reconoce el sentido pedagógico de la obra, no le parece que satisfaga un vacío estrictamente imprescindible de llenar, pues “la mayor parte de los preceptores de Chiloé serán de hecho chilotes de nacimiento, y de consiguiente no ignorarán el lenguaje vulgar de la isla” (Lenz, cit. en Cavada, 1914, pp. 15-16).

A los informes anteriores, Cavada añade una serie de reseñas breves pero elogiosas a sus Apuntes, publicadas en La Unión (Santiago), la Revista Católica (Santiago), la Revista Chilena de Historia y Geografía y El Mercurio (Santiago). Asimismo, transcribe los comentarios de Manuel Antonio Román en su Diccionario de chilenismos (publicado en 1908), en que la califica de “obra eminentemente patriótica” (Román, cit. en Cavada, 1914, p. 20). Puede sospecharse que también a Román se debe la reseña de la Revista Católica, la que le otorga alabanzas “así por el servicio que presta al estudio del idioma, como por el buen ejemplo que da a las demás provincias” (ibid.). Finalmente, añade una carta de Gumersindo Bustos, de la Universidad de Santiago de Compostela. En conjunto, estos documentos parecen responder a un deseo de Cavada de mostrar el reconocimiento de la calidad y aporte de su obra inicial (de la cual la presente es una versión mejorada) en la metrópoli santiaguina (e incluso en España), y ya fuera del círculo estrictamente científico. Podría pensarse que así el autor pone de relieve un interés “nacional” por el estudio del habla de Chiloé. Tal importancia dio Cavada a la inclusión de estas reseñas que, en la correspondencia con Lenz, constantemente le hace indicaciones al respecto. En particular, muestra un especial interés por los comentarios de Román (cartas de Cavada a Lenz, 15/05/1911; 07/06/1911; 22/06/1911).

Podría sospecharse acá una doble relevancia de Román a ojos de Cavada: primero como miembro importante de la comunidad discursiva de estudiosos del lenguaje en el Chile del siglo XIX, específicamente de los sectores más inclinados al hispanismo y vinculados a la Academia Chilena correspondiente de la española (Rojas 2019); y, segundo, siendo Cavada sacerdote, Román importa en cuanto sujeto central en la estructura administrativa eclesiástica, debido a su puesto de vicario general del arzobispado. Puede también que esta misma concesión de autoridad a Román haya motivado el que, tras morir en 1920, Cavada lo recordara en la dedicatoria que abre el Diccionario manual isleño de 1921: “A la memoria del ilustre hombre de letras y eximio Académico y chilenista Prebendado Don Manuel A. Román, el último de sus colegas, Francisco J. Cavada” (Cavada, 1921, p. 3).

La filiación intelectual que Cavada establece con Román, por otro lado, resulta algo sorprendente si se tiene en cuenta que, al mismo tiempo, como ya vimos, Cavada recibió el apoyo decidido y cercano de Lenz, quien se vio enfrentado en una ácida polémica con Román (Pavez, 2015, pp. 130-131). Sin embargo, es entendible si se considera que, al final, más que de verdaderas amistades y lealtades sentimentales, estos vínculos se establecían sobre la base de conveniencias y estrategias de política científica y académica. Por lo demás, el que Cavada construya su imagen al menos en parte reflejándose en el espejo de Román es un dato interesante para entender hasta qué punto el paradigma normativista-hispanista que representa Román, todavía dominante en Chile a comienzos del siglo XX (Rojas, 2017), sirve de horizonte de referencia para Cavada. Habrá que poner atención, entonces, sobre en qué medida la obra del sacerdote ancuditano es síntoma del encuentro entre normativismo y descriptivismo provocado por la llegada de Lenz, tal como Rojas (2016) afirma respecto de Voces usadas en Chile de Aníbal Echeverría y Reyes.

Luego de los preliminares, la parte medular de Chiloé y los chilotes consta de tres grandes secciones: I) “Breve reseña histórica del Archipiélago de Chiloé” (págs. 29-78), II) “Estudios folklóricos” (págs. 79-247), y III) “Estudios lingüísticos” (págs. 249-397). Solo comentaremos algunas cuestiones relevantes de las partes I (reseña histórica) y II (folklore), que parecen tener menos importancia que la parte III a ojos del propio autor y cuya inclusión responde, como vimos, a una sugerencia de Lenz. El propio Cavada señala, al excusarse por lo que él percibe como una insuficiente profundidad de la parte folklórica de la obra: “nuestro objeto principal, al componer nuestro libro, fue el estudio de la lingüística del Archipiélago, no de su historia ni de su etnolojía” (Cavada, 1914, p. 79).

La parte I describe la geografía de la isla y reseña su descubrimiento, historia colonial y anexión a la república de Chile. Cavada detecta un estado de relativa desmejora de la isla en la época en que escribe, atribuida a malas decisiones del Gobierno respecto de la atracción reciente de inmigrantes extranjeros. Sin embargo, también expresa esperanza por iniciativas empresariales (ganaderas y madereras2) que prometen un futuro mejor para los habitantes de la isla, con las cuales “un viento de reparación y justicia empieza ya a soplar en las alturas” (Cavada, 1914, p. 56).

En la parte II, caracteriza el “carácter general de los isleños” (Cavada, 1914, p. 80), que para el autor tiene tanto virtudes (naturaleza ajena al crimen, disposición a la instrucción y gran laboriosidad, además de robustez y hermosura física) como defectos (fatalismo, falta de patriotismo, inclinación a la superstición y falta de higiene). Entre estos últimos, destaca que “[el isleño] habla poco y piensa mucho; rara vez se espontanea con los de afuera, y aún con sus propios paisanos es poco comunicativo. Su dicción es también un tanto lenta y pesada” (Cavada, 1914, p. 83).

Tras ello, Cavada hace una extensa explicación y exhibición de mitos, leyendas y supersticiones, de costumbres de la isla, de fiestas religiosas, prácticas arquitectónicas, juegos, bailes y medicinas populares, para finalizar con una extensa sección dedicada a la literatura popular. Es evidente que esta última sección fue incluida en respuesta a los intereses de la SFCh, tal como fueron expresados por Lenz en el Programa de la SFCh y también en su informe a los Apuntes (Lenz, cit. en Cavada, 1914, p. 17). Para nuestro objetivo, revisten el interés de que la exhibición de estos materiales incorpora una práctica reveladora de hasta qué punto Cavada aborda el lenguaje popular libre o no de una mirada normativista: las notas/glosas que añade a pie de página cada vez que en los textos se haya un vocablo o construcción que merece para el autor hacer un comentario para el lector.

Recuérdese que la autofiliación de Cavada con Manuel A. Román, junto con su pertenencia a la Academia Chilena (sería nombrado correspondiente en 1916 y miembro de número en 1932) y el “doble objetivo” que identifica Lenz en el prototexto (los Apuntes de 1910), uno de los cuales es de naturaleza pedagógico-prescriptivista, son todos datos que nos hacen sospechar de la presencia de adscripción al normativismo hispanista por parte del ancuditano. A esto debiéramos añadir el dato, presente en las cartas que envió a Lenz, de su condición de partidario de la ortografía de la RAE. En el contexto chileno de comienzos del siglo XX, la Academia Chilena, baluarte del hispanismo en el país, emprendió una campaña para acabar con la oficialidad de la ortografía reformada chilena y lograr que el Gobierno respaldara la ortografía de la RAE, cuestión que se logró en 1927. Pues bien: Cavada, en sus cartas con Lenz, se muestra preocupado de que ojalá se logre imprimir Chiloé y los chilotes en ortografía de la RAE, a contrapelo del uso todavía oficial en los Anales de la U. de Chile (cartas de Cavada a Lenz, 07/06/1911; 27/09/1911; 15/11/1911).

La inclinación hispanista revelada por el dato anterior es lo que nos hace sospechar de una adscripción al normativismo por parte de Cavada, y es lo que nos hace llamar la atención sobre la forma de glosar los textos literarios populares recogidos al final de la parte II de Chiloé y los chilotes. En algunas ocasiones, las notas a pie de página sirven como glosa aclaratoria de algún término que pudiera resultar opaco para el lector, por ser de uso muy restringido o bien derechamente una invención. Es el caso de condensado, anotado con la explicación “voz anticuada por condado” (Cavada, 1914, p. 193), igual como es anticuado culpante por culpable (Cavada, 1914, p. 203), o el caso de imprentor por impresor (Cavada, 1914, p. 197). Sin embargo, en muchas otras ocasiones la nota hace una especie de “traducción al estándar” que parece innecesaria si se tiene en cuenta que deben haber sido formas lingüísticas muy vigentes en el habla popular de la época, no solo de Chiloé sino de todo el país. La función de estas notas no parece ser simplemente aclarar o facilitar la lectura, sino más bien dejar consignación de que es una forma vulgar, marcada sociolingüísticamente. De hecho, si uno reformula las notas a la modalidad de una “lista de equivalencias” al estilo del normativo Appendix Probi, se aprecia fácilmente este juego discursivo que plantea la relación en términos de la dicotomía “correcto/incorrecto”:

dentra > entra (Cavada, 1914, p. 196)

inores > ignores (Cavada, 1914, p. 197)

juventu > juventud (Cavada, 1914, p. 198)

suedra > suegra (Cavada, 1914, p. 206)

llevarís > llevarás (Cavada, 1914, p. 206)

vido > vio (Cavada, 1914, p. 207)

vos > tú (Cavada, 1914, p. 207)

pa > para (Cavada, 1914, p. 208)

tiene > ten (Cavada, 1914, p. 219)

pillado > sorprendido (Cavada, 1914, p. 227)

olio > óleo (Cavada, 1914, p. 228)

naide > nadie (Cavada, 1914, p. 229)

mesmo > mismo (Cavada, 1914, p. 236)

hubieron > hubo (Cavada, 1914, p. 239)

En otros casos no hay nota al pie, pero sí Cavada recurre a la tipografía cursiva para visibilizar en la escritura la indicialidad (su significado social debido a su asociación estereotípica a ciertos grupos sociales; Silverstein, 2009) de las formas lingüísticas vulgares: habís (Cavada, 1914, p. 204), vos (Cavada, 1914, p. 209), quedrás (Cavada, 1914, p. 218), devisó (Cavada, 1914, p. 228), al tiro (Cavada, 1914, p. 237), acordión (Cavada, 1914, p. 238), etc.

La parte de Chiloé y los chilotes más directamente relevante para nuestro interés es la de los “Estudios lingüísticos”, donde igualmente se aprecia una fuerte impronta normativista. La categoría general que Cavada usa para seleccionar lo que incluye en su obra es la de chilotismo, que responde a un criterio netamente diferencial, según la hemos explicado a propósito de la perspectiva de los estudios lingüísticos de la SFCh. Por chilotismo el autor entiende los “vocablos, locuciones y modismos peculiares del Archipiélago de Chiloé” (Cavada, 1914, p. 249), que en otras partes describe como “la fonética, morfología y sintaxis de nuestro lenguaje vulgar” (Cavada, 1914, p. 254), y ya derechamente más adelante como “vicios peculiares del lenguaje de nuestra provincia” (Cavada, 1914, p. 254), “vicios de lenguaje en que suele incurrir nuestro vulgo” (Cavada, 1914, p. 272), “vicios de dicción que aquí hemos apuntado, […] graves y numerosos” (Cavada, 1914, p. 272). En la parte gramatical, las categorías generales incluyen “vulgarismos provinciales” (Cavada, 1914, p. 258), doblemente pecado en el imaginario bellista (por vulgar y por provincial), “solecismos o vicios de sintaxis” (Cavada, 1914, p. 263) “concordancias indebidas” (Cavada, 1914, p. 263), “faltas de régimen” (Cavada, 1914, p. 264) y “construcciones viciosas” (Cavada, 1914, p. 266).

Debido a que el lector que Cavada construye puede ser tanto nacional como extranjero (como debe ser en una buena obra científica, de por sí destinada al conocimiento internacional), dedica una sección especial a los “Chilenismos sin uso en Chile” es decir, características dialectales que se usan en Chiloé pero no solo en la isla sino en todo el país, en los niveles populares; en otra parte los llama “vulgarismos chilenos” (Cavada, 1914, p. 257). Acá lista “Cambios fonéticos” (rotacismo: calol < calor), “Vicios de conjugación” (voseo verbal: andáis < andas) y “Vicios de sintaxis” (a lo de por a casa de). El propósito de esto es establecer una perspectiva diferencial muy estricta, enfocada en lo que particulariza al habla chilota respecto del resto del país y del resto del mundo castellanohablante.

Sin embargo, en la sección inicial de esta parte advierte, “para evitar críticas y censuras desfavorables de parte de nuestros comprovincianos que no han simpatizado con nuestro trabajo, como también en obsequio de la verdad”, que “una gran parte de los términos y giros anotados en esta parte de nuestra obra, son de poco uso y hasta completamente desconocidos del elemento ilustrado de la provincia” (Cavada, 1914, p. 251), a pesar de lo cual el método empírico empleado y la indagación exhaustiva aplicada (véase más arriba) garantizan la veracidad de toda la descripción levantada. El sacerdote ancuditano, con esto, busca resguardarse de una crítica común a los vocabularios normativos de la época, como era la del abultamiento innecesario del volumen con voces o variantes lingüísticas que en realidad no eran usadas comúnmente (cf. Rojas & Avilés, 2012). Si nuestra suposición es cierta, hay que tener en cuenta que este resguardo cumple una función de cuidar la imagen de los chilotes cultos de la época, pues el volumen acrecentado en una lista de lo que se percibía como “pecados” idiomáticos (como era el caso de los provincialismos) era al mismo tiempo una mancha en la honra de la región.

En este sentido, Cavada procura cuidadosamente aclarar que los que usan estos chilotismos no son la gente ilustrada del archipiélago (a cuyos intereses de clase sin duda el sacerdote representa), sino el “elemento vulgar de la provincia”, quien es definitivamente el Otro construido a través de la lengua en Chiloé y los chilotes:

Mas, no se crea que el dialecto provincial que hemos estudiado y ordenado esté en todo su vigor a lo menos en el elemento vulgar de la provincia, no: las nuevas generaciones formadas en el ambiente de la vida moderna y más ilustradas a causa de la creciente difusión de la enseñanza primaria y de las nuevas vías abiertas al comercio e industria de la provincia, van echando al olvido las viejas palabras veliches de uso secular, y adoptando en su lugar otras, que, aunque no siempre correctas, son, sin embargo, de filiación castellana (Cavada, 1914, p. 252).

La frase “aunque no siempre correctas” apunta en dirección al horizonte normativista que, a pesar de las declaraciones de objetividad y cientificismo, está detrás de la obra de Cavada; la suposición que subyace es que lo ideal es que el elemento ilustrado y las nuevas generaciones empleen palabras “correctas”, y aunque no lo diga, podemos sospechar que con ello se refiere a voces reconocidas por el diccionario de la RAE. En otra parte el autor advierte contra la posibilidad de que se tome su obra como un intento de exhibir las vergüenzas del habla chilota:

Si alguna vez un espíritu estrecho y maligno, calumniando la pureza de nuestras intenciones, pretende ver en nuestra obra el deseo de exponer –para captarnos la estimación de los extraños– al ludibrio e irrisión de las gentes las costumbres y lenguaje vulgar de nuestro pueblo, el autor le ruega que no olvide que en esta tierra –que fue su cuna– duermen también las cenizas de sus padres y sus abuelos (Cavada, 1914, p. 27).

Además, ya que su perspectiva se enfoca en los “vicios” del habla chilota, se preocupa de aclarar que en realidad la “degeneración” del idioma es algo casi connatural a la evolución del lenguaje y que se da en todas partes del país, no solo en Chiloé:

Y para justificar a nuestra provincia, concluiremos diciendo que, si los vicios de dicción que aquí hemos apuntado, son graves y numerosos, no lo son mucho menos los que inficionan el lenguaje en las demás provincias del país. ¿Acaso cada región no tiene los suyos, esto es, sus especialidades de elocución, sus modismos locales, que, si por una parte deforman la lengua, van, por otra, preparando los elementos para nuevos idiomas, que, semejantes a cuerpos organizados, crecen según las leyes del movimiento y del desarrollo? (Cavada, 1914, p. 272).

En la cita de más arriba (de la página 252), Cavada señala que, en caso de no usar palabras “correctas” en el sentido normativo académico, las personas educadas de Chiloé al menos debieran usar palabras de “filiación castellana”. Con esto último Cavada deja ver el meollo del asunto: lo que sería deshonroso para las clases ilustradas chilotas sería acusarlos de usar palabras de origen indígena, es decir, de usar un lenguaje mestizo y no castizo. Por ello es que en la sección “Vocabulario” se esmera en hacer tipográficamente la distinción entre (1) “chilotismos de origen castellano” que “se escribirán con letra versalita”, (2) “los de procedencia indígena, araucana o quechua, con tipo negro”, y (3) “los de origen chileno o dudoso [que] se escribirá con letra cursiva” (Cavada, 1914, p. 273).

En el marco de esta actitud defensiva respecto de la cultura chilota, el autor de Chiloé y los chilotes procura construir una representación en que los elementos indígenas del habla chilota, aunque solo hayan estado vigentes entre el “vulgo”, hoy están en retirada y prácticamente condenados a desaparecer, así como lo está el uso de la lengua indígena:

Por lo general, ningún habitante de Chiloé que haya cursado en las escuelas públicas o que por lo menos pertenezca a la clase media de la población, usa indianismo alguno, a no ser los nombres pertenecientes a la fauna y flora chilotas o a los guisados provinciales, como curanto, polmay, etc., y esto únicamente o porque dichos nombres no tienen una perfecta equivalencia castellana o porque esta no es conocida en la provincia (Cavada, 1914, p. 253).

Aun los mismos viejos indígenas, entre los cuales se refugian los últimos restos del antiguo veliche y de los indianismos de él derivados, tienen a menos valerse de aquella lengua y aun de estos en presencia de personas de más valer o de mayor representación social, y hasta sonríen, entre gozosos y corridos, al oírlos en boca de estos últimos (Cavada, 1914, p. 252).

Chiloé y los chilotes, así como el ciclo lingüístico chilote de Cavada en su totalidad, viene a cumplir entonces la función de museo para resguardar lo que en adelante solo será una memoria de esa parte conflictiva (pues para algunos no es honrosa) de la identidad de los chilotes:

Nuestro «Vocabulario», más que a ofrecer a nuestros compatriotas y extranjeros un estudio de nuestro dialecto, está destinado a salvar sus últimos restos. Doloroso sería para nuestro amor propio de chilotes, no haber sabido conservar para la posteridad el tesoro de estudios y preciosas disquisiciones que encierra la hermosa lengua de nuestros aborígenes, próxima ya a desaparecer (Cavada, 1914, p. 253).

La atribución de la condición de fósil viviente a estos elementos indígenas, por parte del autor, hay que entenderla en el contexto de modernización por el que pasa el archipiélago en el momento en que escribe Cavada. Recuérdese que él mismo dibuja una imagen según la cual a comienzos del nuevo siglo prometen florecer “su comercio, agricultura, industria, pesquera y minería” (Cavada, 1914, p. 57) así como los “adelantos industriales” (Cavada, 1914, p. 60). De este modo, puede entenderse, desde una matriz de pensamiento evolucionista, que la desaparición del elemento lingüístico indígena es un síntoma necesario del progreso que está alcanzando la isla, por fin, al acercarse el centenario de su integración a la república de Chile. Por el contrario, Cavada hace ver que lo que hay de general en la singularidad chilota es de filiación hispánica, lo cual hace que el chilote moderno sea apto para la civilización y modernidad:

Los poquísimos chilotismos de uso general que conocemos, como «atajado» (tabique), «enojar» (retar), «enraje» (piso o suelo), «mariola» (infernáculo o reina mora), etc., son o falsas acepciones de voces castizas, o bien alteraciones de forma o palabras caprichosas derivadas del castellano, gallego o de nuestro dialecto nacional chileno (Cavada, 1914, p. 253).

Nótese además la mención a las “alteraciones” de “nuestro dialecto nacional chileno” (énfasis nuestro), que quiere hacer resaltar también la integración de Chiloé a la república. No es casualidad, en este sentido, que tanto en Chiloé y los chilotes como en el Diccionario manual los títulos llevan la especificación: “Chiloé (República de Chile)”. En relación con este propósito de mostrar un Chiloé integrado a Chile, podríamos interpretar el que Cavada destaque, a propósito de los “diminutivos familiares de nombres propios” (es decir, hipocorísticos, añadidos en suplemento al final del vocabulario), que “varios de los diminutivos aquí apuntados se usan en Chile y aún en España” (Cavada, 1914, p. 380). La misma función podría atribuirse al apéndice que contiene una “Nómina de algunas voces anticuadas usadas en Chiloé”, en el que desmiente la fama de especialmente arcaizante que tenía el habla chilota y en cambio postula una comunidad a nivel nacional en cuanto a este rasgo:

Advertiremos, no obstante, que, contra lo que ordinariamente se dice y aun se escribe, el número de voces anticuadas conservadas en Chiloé no excede –salvo una que otra palabra– del de las que están en uso en otras provincias del país. El escaso tiempo que España dominó en el Archipiélago después de la Independencia, no alcanzó a modificar el lenguaje provincial para poder establecer diferencias apreciables entre él y el que rige en el resto de Chile (Cavada, 1914, p. 390).

Además de los fenómenos léxicos que lista en este apéndice, Cavada extiende la afirmación anterior a “los cambios arcaicos de conjugación, propios no sólo del habla vulgar isleña, sino del lenguaje popular chileno, como hey por he, doldrás por dolerás, salré y saliré por saldré, haiga y vaiga por haya y vaya […]” (Cavada, 1914, p. 390).

Ya circunscrita la singularidad chilota al lenguaje vulgar y a la condición de fósil, lo cual se ilustra con el vocabulario fundamentalmente, Cavada caracteriza los chilotismos fonéticos y gramaticales como “Vulgarismos provinciales”, divididos en “Cambios fonéticos” y “Morfología”, y “Solecismos o vicios de sintaxis”, que incluyen “Concordancias indebidas”, “Faltas de régimen” y “Construcciones viciosas”. Entre todos estos “vicios de lenguaje en que suele incurrir nuestro vulgo” (Cavada, 1914, p. 272), igual como en el vocabulario, también hay fenómenos que atribuye explícitamente a la influencia indígena, y a pesar de representar una porción minoritaria del total de rasgos listados, no dejan de ser relevantes precisamente por ser tematizados por el autor: viesta, envermo, fotella, Guan y janas por fiesta, enfermo, botella, Juan y ganas (Cavada, 1914, p. 258); cambios de acentuación de las palabras, como pórfio o pélio en vez de porfía, pelea (Cavada, 1914, p. 260); cambios de género gramatical, como el fotella por la botella o la frazo por el brazo (Cavada, 1914, p. 262); construcción del sujeto en plural con el verbo en singular, como en “Ya llegó los soldados que se esperaban” (Cavada, 1914, pp. 263-264); gerundio con valor de infinitivo, como en “Vengo buscando mi tarro” por “vengo a buscar” (Cavada, 1914, p. 267); expresión en caso nominativo del nombre del poseedor, reproducido con posesivo en concordancia con la cosa poseída, como en “Este es mi sombrero yo” o “Esta es tu camisa ” (Cavada, 1914, p. 269).

4. Conclusiones

Las representaciones del lenguaje presentes en la obra lingüística sobre Chiloé de Cavada responden a las líneas programáticas de la SFCh en la medida en que existe un enfoque diferencial puesto sobre el lenguaje “vulgar” del archipiélago, el cual se pretende estudiar con el fin de levantar datos de valía para la ciencia del lenguaje y las ciencias antropológicas en general, tarea urgente sobre todo por la condición de fósil y pronta desaparición prevista para estas prácticas lingüísticas. Cavada afirma explícitamente, replicando las ideas del Programa de la SFCh, que “la lengua no es sino el vehículo de las ideas, el eco del pensamiento, el reflejo de la cultura y civilización de los pueblos y el archivo, digámoslo así, de sus hechos, tradiciones y creencias” (Cavada, 1921, p. 7). La red etnográfica en la cual se inserta Cavada, bajo el liderazgo de Lenz y el alero de la SFCh, cumple así con el propósito de extender las redes del dispositivo estatal de construcción de conocimiento hasta las provincias de Chile, lo cual es especialmente importante en relación con una provincia históricamente percibida como particularmente ajena, extraña y singular en diversos aspectos, además de incorporada recientemente, si no todavía en vías de incorporación. Es una zona por entonces todavía fronteriza, y como en toda “zona de contacto” (siguiendo el concepto de M. L. Pratt, cit. en Errington, 2008, pp. 2-3), la diferencia lingüística es un hecho de base, y los instrumentos de descripción lingüística que abordan dicha diferencia “made languages objects of knowledge, so that their speakers could be made subjects of power” (Errington, 2008, p. 3).

El discurso metalingüístico de Cavada, al poner énfasis en la diferencia (la singularidad chilota), por mucho que quiera abrazar el modo científico de conocimiento, no deja de tener consecuencias políticas, pues, como ya hemos visto en otras obras de nuestro corpus, la construcción de una diferencia usualmente implica la legitimación de una desigualdad, donde el sujeto subalterno, sea por su condición social baja o por su condición territorialmente periférica, o ambas, como en el caso del pueblo (“vulgo”) chilote, queda necesariamente en el extremo desfavorecido de la jerarquía. Esto responde al patrón general de la lingüística colonial según el cual “the step from facts of language difference to ideas about human deficiency is very short” (Errington, 2008, p. 10). Debe tenerse en cuenta que las características atribuidas al habla chilota como cuestiones que la particularizan frente al resto del país: la influencia indígena y el arcaísmo, son potenciales factores de disgregación y fragmentación lingüística y política y por lo mismo son objeto de actitudes negativas en el imaginario bellista transformado en ideología dominante durante el siglo XIX en Chile (Rojas, 2020).

No puede soslayarse, a pesar de lo anterior, que en la obra de Cavada se deja ver un intento por recuperar la dignidad de Chiloé, con lo cual su lugar en la comunidad imaginada de la nación chilena se vería asegurado. El destacar que la singularidad chilota, manifestada específicamente en su lenguaje, y entendida como una deficiencia (o al menos un obstáculo), está en vías de desaparecer, y que además esa singularidad se debía a un importante elemento indígena “infiltrado” en el elemento hispánico (o al revés), parece responder a la necesidad de afirmar la modernidad en ciernes del archipiélago y por tanto su aptitud para ser partícipe del proyecto de modernidad en el que estaba embarcado el Estado-nación chileno en las primeras décadas del siglo XX. Si durante el siglo XIX se había asentado un imaginario negativo sobre Chiloé y los chilotes, Cavada y otros autores intentaron contrarrestar dicha tendencia, llevando adelante una “planificación de imagen” de la zona según la cual soplaban aires de cambio que apuntaban hacia una mejora de la situación del archipiélago:

En los años veinte se inició en Ancud un serio esfuerzo por dignificar al chilote. Al menos en la capital de Chiloé estaban los más destacados hombres de letras y las mejores plumas, entre los que sobresalían los hermano Darío y Francisco Cavada. […] El objetivo de ambos era difundir la realidad del Archipiélago, desvirtuar las erradas opiniones que se emitían sobre la Isla y combatir “esa especie de casi instintivo desdén” con que se miraba al chilote (Urbina, 2002, p. 34).

Muy en consonancia con la condición sacerdotal de Francisco Cavada, podríamos atrevernos a sugerir una lectura de su obra lingüística como una confesión de pecados, pero que al tiempo que se confiesan son relegados al pasado y permiten así la creación de un hombre (un Chiloé) nuevo. Tal renovación pasa en buena medida por un “blanqueamiento” lingüístico y racial.

Agradecimientos y financiamiento

El presente trabajo se inscribe en el proyecto H850 “Filología, lingüística y archivo: aportes hacia una historia política de la lengua entre Europa y América Latina (mediados del siglo XIX-comienzos del siglo XX)” (Universidad Nacional de La Plata). En particular, el trabajo de D. Rojas fue realizado parcialmente gracias a la beca postdoctoral “En los bordes de la lengua: actitud e ideología lingüística en Andalucía y Chile (1850-1950)”, financiada por el programa de Becas de Postdoctorado en el Extranjero - Becas Chile, convocatoria 2019, de ANID (ex CONICYT). Una versión preliminar de algunas de las ideas desarrolladas en este artículo fue presentada por D. Rojas en el coloquio “Cavada y el habla de Chiloé” (24 de noviembre de 2016), organizado por el Museo Regional de Ancud y que contó con el apoyo del proyecto Fondecyt Regular 1150127 (CONICYT). Finalmente, agradecemos a René Zúñiga por facilitarnos el acceso a materiales inéditos (correspondencia Lenz-Cavada) depositados en el Fondo Lenz de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación.

Referencias bibliográficas

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Notas

1. Citaremos por la reedición publicada el 2016 bajo el título Chiloé y los chilotes por el Museo Regional de Ancud bajo la dirección de Janette González Pulgar.

2. Desde época colonial, y sobre todo desde el siglo XVIII, Chiloé tuvo como principales rubros productivos la exportación de madera y jamones a Lima. Cf. Mujica et al. (2017).