Mecanismos para la construcción del efecto inquietante en el relato tradicional: discurso reproducido, evidencialidad y modalidad epistémica

Mechanisms for the construction of an “unsettling effect” in traditional narrative: reproduced discourse, evidentiality and epistemic modality

Elizabeth García

Universidad de la República, Uruguay

Consejo de Formación en Educación, Uruguay

eggara@gmail.com

Recibido: Enero 2020 Aceptado: Agosto 2020 Publicado: Diciembre 2020

Citación: García, E. & Alfonzo, L. (2020). Mecanismos para la construcción del efecto inquietante en el relato tradicional: discurso reproducido, evidencialidad y modalidad epistémica. Logos: Revista de Lingüística, Filosofía y Literatura, 30(2), 365-378. doi.org/10.15443/RL3027

Dirección Postal: José Enrique Rodó 1854, Montevideo, Uruguay.

Laura Alfonzo

Consejo de Formación en Educación, Uruguay

profalfonzo@gmail.com

Resumen: En este artículo nos proponemos describir algunos fenómenos lingüísticos que contribuyen a crear la incertidumbre en el texto literario. En particular, analizaremos distintas estrategias narrativas que configuran lo siniestro (Freud, 1919) en un texto que, si bien es un relato de autor, utiliza los modos de decir propios de la leyenda tradicional de transmisión oral: “El Monte de las Ánimas”, de Gustavo Adolfo Bécquer. El efecto inquietante que produce esta leyenda en el lector es resultado de múltiples fenómenos analizados por la teoría literaria (como los estudios del género fantástico). No obstante, queremos proponer un abordaje basado en algunas nociones provenientes del campo de la lingüística y del análisis del discurso como factores determinantes de este efecto. Trataremos tres aspectos: el discurso reproducido (Maldonado, 2001) o la representación del discurso ajeno (Authier-Revuz, 2003), la modalidad epistémica que informa sobre el conocimiento del enunciador frente a los hechos mencionados (Nuyts, 2001; García Negroni & Tordesillas Colado, 2001) y los verbos evidenciales que dan cuenta del modo de obtención de la información por parte del locutor (Aikhenvald, 2004), en especial los casos de evidencia indirecta transmitida, el folklore o saber popular (Willett, 1988). A nuestro entender, la articulación de estos tres elementos constituyen un posible camino de descripción del efecto mencionado.

Palabras clave: discurso reproducido - evidencialidad - modalidad epistémica - lo siniestro - leyenda

Abstract: In this article, we propose to describe linguistic phenomena which contribute to creating uncertainty in a literary text. In particular, we will analyze different narrative strategies that introduce the sinister (Freud, 1919) into a text which, while being an author’s account, utilizes forms of expression typical of the traditional oral legend “El Monte de las Ánimas” by Gustavo Adolfo Bécquer. The unsettling effect that this legend produces on the reader stems from several phenomena analyzed by literary theory (such as in the study of the Fantasy genre). However, we would like to propose an approach based on some notions from the fields of linguistics and discourse analysis as determining factors in this effect. We will discuss three aspects: the reproduced speech (Maldonado, 2001) or the representation of the speech of others (Authier-Revuz, 2003), the epistemic modality that describes the enunciator’s knowledge regarding the mentioned facts (Nuyts, 2001; García Negroni & Tordesillas Colado, 2001) and the evidential verbs that account for the way the speaker obtains information (Aikhenvald, 2004), especially the cases of transmitted indirect evidence, folklore or popular knowledge (Willett, 1988). In our opinion, the articulation of these three elements constitutes a possible path to describing the aforementioned effect.

Keywords: reproduced discourse - evidentiality - epistemic modality - sinister - legend

1. Introducción

En este artículo analizaremos los recursos lingüísticos que contribuyen a producir el efecto inquietante1 que provoca la lectura de “El Monte de las Ánimas” de Bécquer. Nuestro abordaje hace hincapié en tres fenómenos de naturaleza lingüística: las distintas modalidades de reproducción del discurso ajeno (Authier- Revuz, 2003), las categorías evidenciales (Willett, 1988; Aikhenvald, 2004; Speranza, 2014) y la modalidad epistémica (Nuyts, 2001; García Negroni & Tordesillas Colado, 2001).

El análisis de la acumulación de voces y la relación entre ellas nos permitirá mostrar un aspecto clave de la leyenda: en esta los sucesos son contados por testigos o dichos de segunda o tercera mano. Esta acumulación contribuye a la incertidumbre sobre el carácter de los sucesos dado que no se sabe con certeza si estos tuvieron lugar o fueron imaginados por los personajes.

La acumulación a la que hacemos referencia remite al clásico concepto de polifonía (Bajtín, 2004). Según este concepto, en todo texto siempre conviven diversas voces que se traen de otros discursos ya dichos, con distintos grados de fuerza. A partir de esta noción, Authier-Revuz (2011, p. 7 y ss.) elabora el concepto de heterogeneidad discursiva, entendida esta como un elemento para el abordaje del otro en el discurso. Según la autora, la heterogeneidad se manifiesta explícitamente en el discurso reproducido puesto que el locutor da lugar a un otro en su propio discurso. Algunas de sus categorías de análisis (locutor-traductor en el estilo indirecto, locutor-portavoz en el estilo directo) nos permiten comprender la complejidad dialógica. Pensamos que la articulación de estos conceptos con las nociones de evidencialidad y modalidad epistémica, conjuntamente, nos permiten analizar la construcción de lo siniestro.

La función discursiva de los evidenciales y su relación con sus valores pragmáticos constituye un tema de interés en las investigaciones lingüísticas actuales, tal como lo plantean Cornillie, Marín Arrese & Wiemer (2017, p. 32): “(...) es necesario que se profundice más en las correlaciones existentes entre los rasgos semánticos y los valores pragmáticos de las expresiones evidenciales, por un lado, y sus funciones discursivas específicas, por otro”. Por esta razón, nos interesa focalizarnos en ese espacio intersubjetivo que produce la referencia al conocimiento compartido (el folklore descrito por Willett) en relación con la leyenda que nos ocupa, para encuadrar nuestro análisis en el campo referido al valor discursivo de los evidenciales. Para eso recurriremos a la descripción de los verbos evidenciales utilizados en “El Monte de las Ánimas”, su relación con la modalidad epistémica y su manifestación a través de los estilos del discurso reproducido. La modalidad epistémica permite completar el análisis de este texto porque da a conocer el grado de distancia y compromiso del hablante con respecto a lo dicho y esto genera la incertidumbre intelectual propia del género.

En los apartados que siguen comenzaremos por tratar el concepto de lo siniestro y cuáles son los indicios que logran ponerlo de manifiesto; luego, nos concentraremos en los estilos del discurso reproducido que dan cuenta de la polifonía como uno de los aspectos característicos de la leyenda; finalmente, incorporaremos la noción de evidencialidad que, imbricada en el discurso reproducido y junto con la modalidad epistémica, logra poner en relación la imprecisión de los hechos y la incertidumbre intelectual para conducirnos al sentimiento de lo siniestro.

2. El sentimiento de lo siniestro

Bécquer recupera el interés por los tópicos medievales vinculados al relato oral con su bagaje de tradiciones populares y místicas. Este interés se configura en sus relatos fantásticos, las Leyendas, que producen un particular efecto en el lector. Sebold sostiene que la creencia en lo increíble provoca el “asombro u horror” en el relato becqueriano:

Uno de los principales componentes del relato fantástico en la mayoría de sus manifestaciones modernas es el asombro u horror de los personajes y lectores escépticos al sentirse llevados a prestar fe a sucesos cuya maravillosa índole está en contradicción con cualquier concepto convencional de la posibilidad física natural. Tal inclinación a creer en lo increíble, tambaleo al borde del abismo de la aceptación, es el modo más eficaz de simular para el lector sofisticado la profundidad del miedo del ingenuo ante lo sobrenatural. (Sebold, 2006, Cap. 1, “La poética fantástica becqueriana”, s/p.)

Según Sebold, hay acuerdo entre los estudiosos del género en la polivalencia y ambigüedad, o la vacilación ante lo conocido2. Este efecto es definido por Freud a través de la noción de lo siniestro: “(…) lo siniestro sería aquella suerte de espantoso que afecta las cosas conocidas y familiares desde tiempo atrás” (1919, p.2). Freud menciona a Jentsch, quien plantea que la incertidumbre intelectual es la condición básica para que se dé el sentimiento de lo siniestro:

Según él, lo siniestro sería siempre algo en que uno se encuentra, por así decirlo, desconcertado, perdido. Cuanto más orientado esté un hombre en el mundo, tanto menos fácilmente las cosas y sucesos de este le producirán la impresión de lo siniestro. (Freud, 1919, p.2)

Lo siniestro en esta leyenda es producto de diversos elementos que contribuyen, en mayor o menor medida, a crearlo. Para poder dar cuenta de estos elementos, contaremos el argumento de este relato.

La leyenda cuenta la historia de Alonso, quien enamorado de su caprichosa prima Beatriz decide aceptar el reto de ir la noche de los difuntos a buscar un lazo que ella extravió en el Monte de las Ánimas el día anterior. Ese monte había sido escenario de la despiadada guerra entre templarios contra los nobles de Castilla en un monasterio del cual quedan las ruinas. Alonso irá, entonces, la noche de los difuntos en la que, según la leyenda contada en el lugar, las almas de los muertos de ambos bandos, enterrados en ese monasterio, despiertan y salen a correr por los bosques, renovando la batalla. Esa noche, en su habitación, Beatriz tendrá un sueño inquieto plagado de presencias invisibles y sonidos atemorizantes. A la mañana siguiente, Beatriz descubre el lazo ensangrentado sobre el reclinatorio. Este descubrimiento macabro, unido a la experiencia aterradora de la noche anterior, la conduce a la muerte, debido al miedo. En el epílogo se narra el relato de un cazador extraviado en el Monte de las Ánimas que, antes de morir, afirmó haber visto allí a “una mujer hermosa, pálida y desmelenada” dando vueltas alrededor de la tumba de Alonso.

Desde el punto de vista temático3, el ambiente ominoso de la leyenda se relaciona con un conjunto de pistas. Presentamos aquí la noción de indicio de Barthes (1990, p.177): “(…) los indicios remiten a un carácter, un sentimiento, una atmósfera, por ejemplo de sospecha (…)”. Esta leyenda apela a numerosos indicios de linaje romántico. Las coordenadas de espacio y tiempo que aparecen en el inicio del relato, tales como la capilla ruinosa, el Monte de las Ánimas, el palacio gótico, el oratorio constituyen indicios de atmósfera que remiten a una situación que todavía es desconocida, pero que se entrevé amenazante. Así se configuran significados implícitos que requieren desciframiento por parte del lector para avizorar la temática de la leyenda de terror. La evocación del relato tradicional de Soria por parte del narrador al principio del texto4, así como la omnipresencia de la noche también son indicios que envuelven al lector y propician el sentimiento del terror.

Otros indicios son las descripciones del relato que van aumentando la sensación inquietante. Al principio del relato, la descripción de Alonso nos ubica en el tiempo y el espacio de la historia. Mediante el verbo de inminencia (se acerca) ya se tensiona al lector: “– (...) La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas (...)” (Bécquer, 1945, p.254). Esta “primera escena” se cierra con el paisaje amenazante y plenamente nocturno de Soria: “Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, después de incorporársele los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria” (1945, p. 256).

Es interesante destacar cómo estas descripciones, los primeros indicios del relato, van ganando fuerza a lo largo del texto, hasta alcanzar su momento culminante en la descripción de la noche de los difuntos por parte del narrador. En el siguiente pasaje, se percibe lo siniestro freudiano, pues lo familiar (los vidrios del balcón, el agua de la fuente, los ladridos de los perros, las campanas de la ciudad) se torna extraño y ominoso:

El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía con un rumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas del aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, otras distantes, doblaban tristemente por las ánimas de los difuntos. (Bécquer, 1945, p. 261)

Luego de esta exploración por los indicios en relación con lo siniestro, en el apartado siguiente nos focalizamos en las estrategias lingüístico-discursivas que contribuyen a la creación de la incertidumbre.

3. Estrategias de la incertidumbre: los estilos de representación del discurso ajeno, la evidencialidad y la modalidad epistémica

Como hemos dicho en la introducción, una característica fundamental de la leyenda es su carácter polifónico (Bajtín, 2004) manifiesto en la presencia acumulativa de voces que relatan historias a partir de distintas fuentes. Para comenzar, recurrimos a la definición de leyenda, que, según Ayuso de Vicente, García Gallarín y Solano Santos, está asociada a los orígenes de la tradición literaria5:

Originariamente era una composición transmitida de forma oral que relataba hechos generalmente heroicos, que después serían recitados por la epopeya (…). Pero el término leyenda, en el sentido moderno, no solo se refiere a los relatos recogidos de la tradición oral y con cierto aire legendario, sino que sirve también para designar el relato creado a partir de la fantasía y de la imaginación del autor (…). (1997, p. 218)

Se puede observar cómo la leyenda moderna replica la forma de transmisión tradicional de la información, y por eso tiene marcas que evocan el acto oral de transmisión de palabras de generación en generación, de una voz a otra, elemento clave que constituye al género y que lo distingue de otros géneros narrativos (como la novela o el cuento que no construyen necesariamente el relato a partir de los actos de decir provenientes de fuentes orales diversas que oscilan entre lo natural y lo sobrenatural). De esa forma, se produce una incertidumbre sobre la validez de los dichos de distinta procedencia enunciativa.

3.1 Estilos de representación del discurso ajeno en la leyenda “El Monte de las Ánimas”

Siguiendo la lógica del género tal como lo definió Bajtín (determinado por lo temático, lo estilístico y lo estructural), pasaremos a describir un aspecto estructural del texto: los estilos del discurso que configuran un juego de voces de los personajes en convivencia con la voz narrativa.

Cuando hablamos de los estilos del discurso nos referimos al llamado discurso referido, discurso reproducido o representación del discurso ajeno, entre otras denominaciones6. Sobre este punto, Genette establece una sistematización en torno a tres modos de representación del discurso ajeno en el texto literario:

Genette (...) distingue, dentro de lo que él llama “relato de palabras” (por oposición al “relato de acontecimientos”), tres modos de reproducción o producción (...) de discurso o pensamiento de los personajes: a) “discours rapporté”, que es el de la citación directa; b) “discours transposé”, que incluye las transposiciones en estilo indirecto o indirecto libre; y c) “discours narrativisé”, o discurso tratado como un acontecimiento, sin reproducción alguna del texto original. (...) El discours rapporté es el más mimético (…) y el narrativisé el más diegético y más reductor. (Reyes, 1984, p.78)

A continuación, mostraremos algunos ejemplos de estos modos de reproducción para reflexionar sobre el papel de los estilos en la construcción de la atmósfera inquietante de la leyenda.

3.1.1 Estilo directo

Authier-Revuz (2011, p.8) señala: “En el discurso directo, son las propias palabras del otro que ocupan el tiempo –o el espacio– claramente recortado de la citación en la oración; el locutor se presenta como simple ‘porta-voz’”.

En el inicio de esta leyenda no hay narrador que, a través de verbos declarativos, dé la palabra a los personajes, sino que estos hablan, sin identificarse aún, luego de la raya de diálogo, sin previa introducción. Esto produce un efecto teatral, como de un telón que se abre frente a un lector-espectador para introducirlo de lleno en la situación apremiante que viven los personajes. Es el comienzo de la polifonía.

Transcribimos este diálogo inicial entre Alonso y Beatriz:

–Atad los perros; haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores, y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Ánimas.

– ¡Tan pronto!

–A ser otro día no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras; pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte.

–¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?

–No, hermosa prima; tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua; yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré la historia (Bécquer, 1945, p. 254).

La primera intervención corresponde a la voz de Alonso. El tono es perentorio y de mando ya que se dirige a sus subalternos, lo que se observa en los verbos imperativos sin mitigación. Esas órdenes muestran el nerviosismo que produce la cercanía de la noche en ese lugar y en ese día peculiar.

Más adelante, cuando se dirige a su prima (–A ser otro día…), el tono se vuelve temeroso (Dentro de poco sonará la oración…). Estas variaciones, solo posibles a través del estilo directo, contribuyen a la creación del clima enrarecido. Debido al estilo directo “el lector tiene el sentimiento de que todas las palabras pronunciadas surgen de la constitución nerviosa, moral, intelectual del personaje” (Raymond, citado por Tacca, 1989, p.136).

La otra voz es la de Beatriz. En esta instancia, ella es la voz racional que no cree en historias sobrenaturales. Su racionalidad unida a su aristocracia se visualiza casi hasta el final del relato:

– ¡Bah! –exclamó, yendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada, de raso azul, del lecho–. ¿Soy yo tan miedosa como estas pobres gentes, cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura, al oír una conseja de aparecidos? (Bécquer, 1945, p.261)

Este juego de voces en estilo directo coloca al lector entre dos perspectivas sobre los hechos: la creencia de Alonso en la veracidad de la leyenda y el escepticismo burlón de Beatriz.

Esta pugna sobre la veracidad de los hechos enmarca la lógica de los sucesos que vendrán a continuación y que culminarán en la resolución macabra del relato con Beatriz muriendo de miedo al enfrentar lo desconocido.

3.1.2 Estilo indirecto libre

Cuando Beatriz queda sola, esperando a Alonso, el narrador toma el punto de vista de la muchacha para contar los sucesos. Aquí el narrador adopta la perspectiva visual del personaje de manera que ambas voces se solapan. Esto permite la presencia del estilo indirecto libre, como puede verse en el siguiente ejemplo:

Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al fin despuntó la aurora: vuelta de su temor, entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa y clara la luz clara y blanca del día! (Bécquer, 1945, p.261)

Este estilo se describe como un procedimiento a medio camino entre el discurso directo y el indirecto, porque en el hilo del discurso narrativo emerge la voz del personaje, aunque sin marcas explícitas (por lo que no se puede hablar de discurso directo). Este mecanismo discursivo consiste en la descripción de los contenidos de una conciencia de manera que el punto de vista del narrador y el del personaje confluyen (Maldonado, 2001, p. 3552). Supone siempre, por tanto, una ambigüedad comunicativa: el lector no puede saber con seguridad si lo que el narrador dice es responsabilidad suya o si corresponde a un monólogo interior del personaje. Tacca (1989, p. 81) sostiene que en el discurso indirecto libre el narrador cuenta tratando de asumir la conciencia del personaje, e incluso su lenguaje, acercándose a él lo más posible, aunque sin prestarle la palabra7.

Consideramos importante detenernos en el siguiente fragmento: ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Aquí se nota un debilitamiento de la voz narrativa, porque los verbos en Pretérito Perfecto Simple (pasó, pareció, despuntó, entreabrió) propios de la acción, dan paso a la exclamación emotiva, con un verbo en Presente que enfoca la perspectiva de Beatriz y por eso tenemos la impresión de estar oyéndola con su peculiar sensibilidad. La expresión exclamativa, sin verbo introductor ni conjunción subordinante, demuestra que no estamos frente a discurso directo ni indirecto. Sin embargo, el vocabulario (tan hermosa), la exclamación que da el tono emocional de la frase y el verbo en presente (es) producen una ambigüedad comunicativa que nos hace sospechar que la fuente de la enunciación es Beatriz y no el narrador. Aquí se da un pasaje sin transiciones entre la voz del narrador y la voz del personaje.

Este juego de ambigüedades acerca de la fuente de enunciación, favorece el efecto inquietante, ya que las sensaciones terroríficas del personaje envuelven al narrador. La expresión exclamativa produce un descanso ilusorio de la pesadilla e inmediatamente después, el narrador recupera el hilo de la historia, como se puede observar a través de los verbos: “[Beatriz] Separó las cortinas de seda (…) sobre el reclinatorio había visto sangrienta y desgarrada la banda azul que perdiera en el monte (…)” (Bécquer, 1945, p.261)

3.1.3 Estilo indirecto

En el estilo indirecto es el narrador el que refiere las palabras de los personajes. Dice Authier-Revuz (2011, p. 8) que en este estilo el narrador es una suerte de traductor que hace uso de sus propias palabras y al mismo tiempo remite a otro como fuente de lo que relata.

Al final del relato, el narrador introduce la voz de un personaje secundario que cuenta su experiencia tenebrosa en el Monte de las Ánimas en la noche de los difuntos:

Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas, y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, asegura que vio a los esqueletos de los antiguos templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y, caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada, que con los pies desnudos y sangrientos, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso. (Bécquer, 1945, p. 262)

Aquí, la voz del narrador parafrasea el discurso de un cazador extraviado, comportándose como un locutor-traductor. El narrador utiliza su léxico literario preciso y efectivo para generar una imagen vívida de la escena. Esto se ve, en primer lugar, en la elección de los sustantivos (templario, nobles, atrio, caballeros, osamentas, entre otros). La riqueza del vocabulario sería inverosímil si fuera el discurso directo de un cazador. En segundo lugar, la profusión de adjetivos de linaje romántico (la mujer, por ejemplo, es hermosa, pálida, desmelenada) nos demuestra que interviene el acento del narrador.

El relato del cazador, a través del estilo indirecto, refuerza la versión tradicional sobre los hechos. Atravesado por el lenguaje literario romántico, este relato subyuga al lector por su fuerza expresiva y hace aflorar el sentimiento de lo siniestro.

3.1.4 Discours narrativisé

En el discours narrativisé –siguiendo a Genette– el narrador aglutina8 o resume con sus palabras lo dicho en un discurso anterior, como se ve en los ejemplos [cursivas añadidas]:

Las dueñas referían, a propósito de la noche de difuntos, cuentos tenebrosos, en el que los espectros y desaparecidos representaban el principal papel (Bécquer, 1945, p. 256).

Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas desaparecidas (1945, p.259).

(…) un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las Ánimas, y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles” (1945, p.262).

Los subrayados muestran la condensación de la voz ajena por parte del narrador, las palabras de los personajes no se reproducen. Es el lector quien elabora e imagina lo ocurrido, y este efecto amplifica lo macabro de la historia. La reducción que implica este modo de reproducción de la palabra ajena logra, precisamente, gracias a la condensación de sentido, una colaboración activa de la imaginación del lector quien se sume aún más en la atmósfera macabra del relato.

Como pudimos observar, el discurso reproducido colabora con el sentimiento de lo siniestro de este relato a partir de la confrontación y la acumulación de voces. A partir de esta heterogeneidad discursiva, es decir, gracias a las múltiples voces que el locutor único articula en el hilo de su discurso, se teje un entramado tenso entre los personajes que repercute en las emociones del lector.

3.2 El manejo del sistema evidencial y la modalidad epistémica en “El Monte de las Ánimas”

Examinaremos aquí la construcción del espacio intersubjetivo entre los personajes del relato. Llama la atención el uso de ciertos verbos evidenciales típicos –casi formularios– que caracterizan el género. Nos concentraremos en ellos9 para analizar el tema de lo siniestro. Se podría afirmar que la utilización de los verbos funciona aquí como una estrategia lingüística que permite establecer una vaguedad en la narración que confunde a los personajes y los envuelve en la incertidumbre.

El Glosario de términos gramaticales (RAE-ASALE, 2019, p. 126) define así la evidencialidad: “Variedad de la modalidad relativa al compromiso del hablante con la veracidad de lo que afirma en un enunciado, con la fuente de la que proviene el contenido expresado o con el grado de certeza que se atribuye a dicha información”.

Recordemos que la lengua española es considerada lengua “no evidencial” dado que no cuenta con marcas morfológicas para manifestar el rasgo de la evidencialidad, pero sí presenta otros recursos: léxicos (tales como el significado de ciertos verbos de percepción como ver u oír) o sintácticos, tales como el uso de conexiones para indicar la presencia de discurso referido (dijo que, entre otros).

Es así que, a través de los recursos de la lengua, el locutor puede elegir precisar la fuente de su información dado que esta puede tener una procedencia diversa: o bien la ha obtenido por su propia percepción (visual, por ejemplo) o por inferencia (a través de una conjetura), o porque la ha tomado de terceros, o de un rumor, o pudo haberla soñado aunque admitirla como verdadera (Speranza, 2014, p.78). Así, el enunciador inscribe lingüísticamente en su enunciado la fuente de la cual obtuvo la información.

Un verbo evidencial es aquel que nos permite determinar el grado de conocimiento de la información que declara el locutor (por ejemplo, no tiene el mismo grado de fiabilidad decir “vio los esqueletos” que decir “dicen que después de acaecido este suceso…”).

Este fenómeno se vincula estrechamente con el compromiso que tiene el locutor con relación al contenido referencial de la información (véase en el texto: “asegura que vio los esqueletos”), es decir, con su valor epistémico.

El fenómeno lingüístico de la evidencialidad y su relación con la modalidad epistémica ha sido analizado en profundidad desde perspectivas lingüísticas, por lo que no representa una novedad en sí mismo. Sin embargo, consideramos estos conceptos no limitados a la descripción puramente lingüística sino como una categoría básica de la representación humana (Nuyts, 2001). Sobre esta cuestión, y en una perspectiva semántica, Bosque señala (2017, s/p): “Muchas de las clases semánticas que forman los verbos más estudiados revelan capacidades humanas: verbos de lengua, de pensamiento, de entendimiento, de percepción, de actitud proposicional, etc.”.

Queremos ampliar este concepto, desde el punto de vista lingüístico, con lo dicho por Aikhenvald (2004, p. 315): “The narrative conventions (...) reflect the conceptualization of a link between an evidential and traditional knowledge. The ways in which evidentials become conventionalized largely depend on different kinds of cultural experience, both traditional and newly introduced”.

Las marcas de evidencialidad constituyen un recurso llamativo en una leyenda como “El Monte de las Ánimas” que se sitúa de manera imprecisa entre el mito y el suceso verídico. Siguiendo el planteo de Aikhenvald, es posible sostener que el uso de los evidenciales en la leyenda es, en gran medida, convencional, de manera que constituye una huella del género dando la pauta de que se trata de una leyenda.

Dentro de la clase de evidencias indirectas, es decir, aquellas en las que el hablante no ha percibido la situación descrita, podemos reconocer dos tipos: las reportadas y las inferidas (Willett, 1988).

Las evidencias reportadas son las obtenidas por relatos de segunda, tercera mano o por el folklore como en el siguiente ejemplo: “Desde entonces dicen que, cuando llega la Noche de Difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla (...)” (Bécquer, 1945, p.256). Siguiendo a Willett (1988, p. 96), este sería un caso de información obtenida por folklore: “(…) the speaker claims that the situation described is part of established oral history”. Tal como se dice en Alfonzo y García:

[En el ejemplo citado] Se puede observar que se refiere una información que proviene de una fuente desconocida. La impersonalidad del verbo “dicen” muestra que se trata de un rumor, y Alonso, a través de la expresión “dicen que”, manifiesta su distancia con lo dicho, no lo confirma sino que integra a su discurso otra voz que es imprecisa, no fidedigna y que desde esa ambigüedad contribuye a la creación de la atmósfera terrorífica (2018, p. 51).

Por otro lado, las evidencias inferidas son las obtenidas únicamente por deducciones sin que se pueda especificar si se basan en algún dato observable o solamente en algún razonamiento. A partir de inferencias provocadas por los dichos ajenos, Beatriz pasará de la incredulidad al miedo.

En el relato, la presencia de evidencias reportadas y evidencias inferidas nos permiten entender la vaguedad epistémica propia del género. Esta vaguedad se relaciona directamente con el aumento de la subjetividad, incrementada por la multiplicidad de voces que reiteran, sin prueba real, un relato sobrenatural. Por un lado, las viejas portadoras del saber popular juegan un rol sugestivo en la creación de lo siniestro. Por otra parte, Alonso con sus dichos sobre la guerra de los templarios se suma a ese cúmulo de voces. Así, en el mundo ficticio se construye, como ya dijimos, un espacio intersubjetivo entre los personajes, que se va poblando con sus voces. Lo dicho por estas voces envuelve a los personajes en una atmósfera cargada de emociones y de incertidumbre que fluctúan entre lo improbable y lo inminente. De esta forma, el carácter polifónico de la leyenda se cruza con el sistema evidencial para reforzar el sentimiento de lo siniestro en los personajes del mundo relatado.

Pasaremos ahora a describir cómo esta polifonía también alcanza al lector. Debido al pacto de lectura, el lector queda envuelto en el espacio intersubjetivo de la leyenda. Por eso, las emociones del lector están ligadas más a la sugestión que produce lo dicho, que a lo factual. A partir del inicio del relato reflexionaremos sobre este efecto:

La noche de difuntos me despertó a no sé qué hora el sonido de las campanas. Su sonido aburrido y eterno me recordó esta leyenda que oí hace poco en Soria (...).Yo la en el mismo lugar en que ocurrió y la he escrito girando algunas veces la cabeza con miedo, cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire frío de la noche. Sea de ello lo que quiera, allá va, como el caballo de copas (Bécquer, 1945, p. 254) [cursivas añadidas]:

Mediante los verbos evidenciales se muestra que este relato escrito es evocación y escucha ficticias de una tradición oral a la que el narrador se suma estremecido de miedo. Estos verbos de percepción como oír, y de memoria como recordar (Bosque, 2017), hacen referencia a la fuente de información de la cual se obtiene la historia. En estos verbos se ve una gradación que va de lo sensorial a lo cognitivo. Afirma Speranza (2014, p. 82) que esas dos dimensiones conforman un continuum en el dominio evidencial constituido precisamente en este juego entre la evidencia directa con la fuente y el modo de acceso sensorial (en nuestro caso, oír), por un lado, y por otro lado, el modo de acceso cognitivo (en nuestro caso, recordar) que supone la realización de inferencias de carácter subjetivo y personal.

Incorporamos la noción de modalidad epistémica dado que tiene una estrecha relación con el sistema evidencial. Según Nuyts ( 2001, pp. 21-22):

Epistemic modality is defined here as (the linguistic expression of) an evaluation of the chances that a certain hypothetical state of affairs under consideration (or some aspect of it) will occur, is occurring, or has occurred in a possible world which serves as the universe of interpretation for the evaluation process, and which, in the default case, is the real world (or rather, the evaluator’s interpretation of it).

De acuerdo a esto, la modalidad epistémica expresa lingüísticamente el grado de compromiso que el hablante asume (certeza, probabilidad o duda) con respecto a la veracidad de lo que afirma. Según Nuyts (2001, pp. 21-22), este compromiso comprende una “escala epistémica” entre el grado máximo (el hablante manifiesta una seguridad total en lo que dice), y el mínimo (el hablante tiene dudas respecto a la factualidad de su enunciado y evita comprometerse con ella).

Otro aspecto de suma importancia que menciona Nuyts (2001, pp. 21-22) es el hecho de que, si bien el hablante o locutor es el evaluador prototípico de la veracidad de la información, también puede reportar la evaluación de otro. Esta cuestión resulta clave para comprender el papel del narrador en esta leyenda que, al principio del relato, retoma la evaluación de unos supuestos otros como punto de partida de la historia: “me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria” (Bécquer, 1945, p. 254). Este recurso tiene varios efectos: por un lado, vuelve verosímil una historia que, si fuera contada como si proviniera de un suceso tomado como real, sería inaceptable; por otro, pone en marcha el mecanismo de lo siniestro a través de la incertidumbre intelectual sobre los hechos; y finalmente trae al relato el peso de la tradición que, si bien no puede ser tomada como verdadera, su reiteración a lo largo de la historia muestra la pervivencia del mito.

Como vemos, en el texto se pone de manifiesto la incertidumbre sobre lo acontecido debido a la imprecisión de la fuente. La modalidad epistémica permite observar la distancia del narrador con la información que relata. Desde la introducción se empieza a construir la atmósfera de terror, para lo cual la relación entre la evidencialidad y la modalidad epistémica son fenómenos fundamentales. La modalidad epistémica nos pone frente a un dilema: ¿los hechos ocurrieron, son producto de la imaginación del locutor o son únicamente rumores? Esta atmósfera incierta se produce porque la información es ajena a la experiencia directa del hablante. La ambigüedad se condensa a través de la expresión que abre este relato: “Sea de ello lo que quiera, allá va, como el caballo de copas”. Este enunciado inicial del narrador muestra que esta historia se vale de la tensión y la colisión de las voces con sus creencias y fantasías.

Este sentimiento de tensión y de angustia ha sido explicado por Freud basándose en la literatura para mostrar la relación entre la incertidumbre y lo siniestro.

En Lo siniestro dice Freud (1919, p. 1) : “(...) quisiéramos saber cuál es ese núcleo, ese sentido esencial y propio que permite discernir, en lo angustioso, algo que además es ‘siniestro’”. Para explicar el carácter siniestro, Freud señala que lo temático por sí solo (la resurrección de los muertos, la noche, la soledad, la oscuridad, el silencio) no resulta suficiente: “Henos aquí, pues, dispuestos a admitir que para provocar el sentimiento de lo siniestro es preciso que intervengan otras condiciones, además de los factores temáticos (...)” (1919, p.11). El autor plantea que, en la Modernidad, se superan las formas mágicas de explicar el mundo. Sin embargo, estas subsisten en la mente y producen esa angustia que deriva de la incertidumbre intelectual:

Nosotros mismos –o nuestros antepasados primitivos– hemos aceptado otrora estas eventualidades [la catalepsia, el retorno de los muertos al mismo lugar donde vivieron, etc.] como realidades, estábamos convencidos del carácter real de esos procesos. Hoy ya no creemos en ellas, hemos superado esas maneras de pensar; pero no nos sentimos muy seguros de nuestras nuevas concepciones, las antiguas creencias sobreviven en nosotros, al acecho de una confirmación. Por consiguiente, en cuanto sucede algo en esta vida, susceptible de confirmar aquellas viejas convicciones abandonadas, experimentamos la sensación de lo siniestro, y es como si dijéramos: ‘De modo que es posible matar a otro por la simple fuerza del deseo; es posible que los muertos sigan viviendo y que reaparezcan en los lugares donde vivieron’, y así sucesivamente. (Freud, 1919, p.12)

Estas eventualidades que perviven se reconfiguran y se actualizan en los textos literarios, entre otras manifestaciones ficticias de la cultura: “La ficción dispone de muchos medios para provocar efectos siniestros que no existen en la vida real” (Freud, 1919, p.12).

Hemos querido mostrar que en el caso de la leyenda estudiada, algunos de los medios que provocan lo siniestro son los mecanismos lingüístico-discursivos analizados, que refuerzan de manera crucial la temática ominosa.

4. Conclusiones

En este trabajo nos hemos ocupado del valor analítico e interpretativo de tres fenómenos lingüísticos articulados: el discurso reproducido, la evidencialidad y la modalidad epistémica en un caso particular de leyenda moderna, para explorar cómo estos elementos confluyen en la construcción de lo siniestro.

Tomadas conjuntamente, estas unidades de descripción lingüística no se consideran herramientas corrientes en la investigación literaria. Los estudios sobre la representación del discurso ajeno tienen una larga tradición en los análisis literarios, en especial a partir de Bajtín. Sin embargo, otros aspectos de la descripción lingüística como la evidencialidad y la modalidad no han ingresado como herramientas metodológicas para el análisis de la literatura. Creemos que todavía hoy son válidas las palabras de Ciapuscio (2009, p. 70) cuando sostiene que en español los estudios que se enfocan en la modalidad epistémica y la evidencialidad “son escasísimos aún, y lo poco que se ha realizado, se ha concentrado en textos escritos como el artículo de investigación, las reseñas, las notas de divulgación de medicina, los prospectos medicinales, etc”.

Asimismo, es importante destacar que la perspectiva del trabajo es claramente interdisciplinaria, puesto que implica la integración de algunas nociones del psicoanálisis, de la narratología estructuralista y de la lingüística. Este enfoque supone tomar decisiones metodológicas que fluctúan entre las tradiciones de dos campos de estudio y que se reflejan en el cuerpo del artículo: en algunos momentos se hace hincapié en el comentario de texto con sus categorías de análisis e interpretación; en otros, se realiza una descripción de unidades lingüísticas en los niveles léxicos y sintácticos. Pretendemos haber logrado una construcción unitaria que ponga en diálogo ambas perspectivas.

La interpretación de los recursos lingüísticos que hemos realizado se justifica con relación al género leyenda en el que se inscribe “El Monte de las Ánimas” y en la construcción de lo siniestro. La leyenda tradicional supone la transmisión de un relato de generación en generación en el que se mezcla lo natural con lo sobrenatural, es por esto que los recursos lingüísticos analizados son los que permiten al autor inscribir su texto en una tradición genérica con una finalidad estilística. Así, la leyenda literaria becqueriana actualiza los mecanismos propios de la leyenda tradicional de carácter oral (el folklore, el rumor, los dichos de segunda mano), y a eso se debe, en gran medida, su eficacia comunicativa. Esta acumulación de voces con distintos grados de fiabilidad dan cuenta de los sucesos, y esto produce una incertidumbre intelectual que tensiona la relación entre lo real y lo irreal, lo que hace que emerja el sentimiento de lo siniestro.

En relación al sistema evidencial, se ha analizado específicamente el comportamiento verbal. Sin embargo, es importante destacar que la evidencialidad, junto con la modalidad epistémica también se manifiesta en otra clase de expresiones y palabras. Queda abierta esta posibilidad de estudio para ampliar la potencia analítica de dichas nociones.

Pensamos que ahondar sobre estos temas puede proporcionar recursos para el estudio de otros subgéneros literarios en los cuales el dialogismo y la heterogeneidad discursiva tienen presencia clave. Este trabajo ha pretendido mostrar un avance en la observación de las funciones discursivas de las unidades lingüísticas tratadas para interpretar sus valores pragmáticos y de sentido.

Referencias bibliográficas

Aikhenvald, A. (2004). Evidentiality. New York: Oxford University Press.

Alfonzo, L. & García, E. (2018). Curso y manual de literatura. Introducción a la práctica y al pensamiento literario. Montevideo: Fin de Siglo.

Authier-Revuz, J. (2003). La representación del discurso ajeno: un campo múltiplemente heterogéneo. Introducción, traducción y notas Alma Bolón. Montevideo: Sociedad de Profesores de Español del Uruguay.

Authier-Revuz, J. (2011). Heterogeneidad mostrada y heterogeneidad constitutiva: elementos para un abordaje del otro en el discurso. En Detenerse ante las palabras. Estudios sobre la enunciación. Presentación, notas de traducción y anexo: Alma Bolón (pp.7-51). Montevideo: Fundación de Cultura Universitaria.

Bajtín, M. (2004). Problemas de la poética de Dostoievski. Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica.

Barthes, R. (1990). Introducción al análisis estructural de los relatos. En La aventura semiológica. Barcelona: Paidós.

Bécquer, G.A. (1945). Leyendas. Buenos Aires: Ed. Pleamar.

Bosque, I. (2017). Sobre los verbos de memoria y la interpretación semántica de sus argumentos. Lingüística, 33(1). http://dx.doi.org/10.5935/2079-312x.20170002

Ciapuscio, G.E. (ed.). (2009). De la palabra al texto. Estudios lingüísticos del español. Buenos Aires: Eudeba.

Cornillie, B., Marín Arrese, J., & Wiemer, B. (2017). La gramática, la semántica y la pragmática de la evidencialidad. Apuntes teóricos y metodológicos. En B. Cornillie & D.Izquierdo Alegría (Eds.), Gramática, semántica y pragmática de la evidencialidad (pp. 15-36). Pamplona: Ediciones Universidad de Navarra.

Freud, S. (1919). CIX. Lo siniestro. Recuperado de https://www.ucm.es/data/cont/docs/119-2014-02-23-Freud.LoSiniestro.pdf.

García Negroni, M. M. & Tordesillas Colado, M. (2001). La enunciación en la lengua: de la deixis a la polifonía. Gredos: Madrid.

Kristeva, J., & Vericat, I. (1996). Freud: “heimlich/unheimlich”, la inquietante extrañeza. Debate Feminista, 13, 359-368. http://www.jstor.org/stable/42624343.

Maldonado, C. (2001). Discurso directo y discurso indirecto. En V. Demonte & I. Bosque (coords.), Gramática descriptiva de la lengua española (pp.3349-3396). Madrid: Espasa-Calpe.

Nuyts, J. (2001). Epistemic modality, language, and conceptualization: a cognitive-pragmatic perspective. Amsterdam: John Benjamins.

Ong, W. (1996). Oralidad y escritura. Tecnologías de la palabra. México: Fondo de Cultura Económica.

RAE-ASALE (2019). Glosario de términos gramaticales. Madrid: Ediciones Universidad de Salamanca.

Reyes, G. (1984). Polifonía textual. La citación en el relato literario. Madrid: Gredos.

Sebold, R. P. (2006). Bécquer en sus narraciones fantásticas. Alicante: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Recuperado de http://www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmcvx0s4

Speranza, A. (2014). Evidencialidad en el español americano. La expresión lingüística de la perspectiva del hablante. Revista Lingüística Iberoamericana, 58, 197.

Tacca, O. (1989). Las voces de la novela. Gredos: Madrid.

Willett, T. (1988). A cross-linguistic survey of the grammaticization of evidentiality. Studies in Language, 12, pp. 51-97.

Notas

1. Esta noción hace alusión al “fenómeno psicológico de la inquietante extrañeza” del cual habla Julia Kristeva en su artículo Freud: “heimlich/unheimlich”, la inquietante extrañeza (1997). Este fenómeno psicológico es el resultado de la experiencia y el sentimiento de lo siniestro.

2. Sebold repasa los estudios sobre el género: “H. P. Lovecraft (1927, 1945) la llama la «media persuasión»; Castex (1951), en el pasaje citado en la nota 5 de este capítulo, se refiere a la «conciencia enloquecida» del personaje; como fórmula para representar esta tentación de creer en lo imposible; Todorov (1970) toma unas palabras del novelista Jan Potocki, en Un manuscrito encontrado en Zaragoza: «Casi vine a creerlo», e insiste en la importancia, en este aspecto, de la vacilación ante lo desconocido; Irène Bessière (1974) utiliza los términos polivalencia y ambigüedad y habla de «la constante tentación de unirse al orden superior», esto es, al orden fantástico; Louis Vax (1979), al definir lo fantástico, dedica diez páginas a «la ambigüedad fantástica»; y Jacques Firmé (1980) ve en el género fantástico una ininterrumpida «lucha entre la tentación de lo sobrenatural y la voluntad de lo cotidiano»” (Sebold, 2016, Cap. 1, La poética fantástica becqueriana, s/p.).

3. Para pensar en los distintos elementos que crean este efecto siniestro, partimos del concepto de género de Bajtín, como producto de una amplia gama de aspectos que involucran lo temático, lo estilístico y lo estructural (Bajtín, 2004).

4. “La noche de difuntos me despertó, a no sé qué hora, el doble de las campanas; su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria” (Bécquer, 1945, p. 254).

5. Utilizamos la expresión “tradición literaria” en un sentido amplio, dado que existe polémica en torno a la tradición oral y su relación con la literatura como expresión escrita. Como plantea Ong (1996, p. 20), “tenemos el término ‘literatura’, que básicamente significa ‘escritos’ en latín literatura, de litera, letra del alfabeto) para cubrir un cuerpo dado de material escrito-literatura inglesa, literatura infantil- pero no contamos con ninguna palabra o concepto similarmente satisfactorio para referirnos a una herencia meramente oral, como las historias, proverbios, plegarias, y expresiones de fórmulas orales”.

6. Plantea Bolón (cit. en Authier-Revuz, 2003, pp. 2-3) que, a diferencia de lo que ocurre en la tradición francesa, que utiliza principalmente la denominación discours rapporté (discurso referido), “la tradición filológico-lingüística hispánica permaneció ajena a estos asuntos”, y a eso se debe la inestabilidad de la denominación del fenómeno en español.

7. El ejemplo que utiliza Tacca de estilo indirecto libre es extraído de la novela Tifón de Joseph Conrad: “Pero el otro no quería entender razones. En su cara tiznada fulguraban coléricamente los dientes. Él no escatimaría el trabajo de aporrear sus cabezas huecas allí abajo, pero se han creído los condenados marineros que se puede mantener la fuerza del vapor en las malditas calderas, con solo apalear a los inútiles foguistas. ¡No! ¡Por San Jorge! (...) ¡Era el colmo!” (Conrad, cit. en Tacca, 1989, p. 94).

8. En Lo siniestro Freud analiza la etimología del término siniestro, en alemán heimlich: “Heimlich, en relación con el conocimiento, significa místico, alegórico, figurado, oculto, impenetrable, cerrado a la investigación (...) Eso oculto evoluciona a la ambivalencia (1919, pp. 4-5).

9. Si bien el sistema evidencial está constituido por diferentes clases de palabras y construcciones, tales como el adverbio o las locuciones adverbiales, en esta oportunidad nos concentraremos específicamente en el verbo como palabra que designa el concepto de la evidencialidad a través de su predicación, en especial en los verbos de lengua, dado que nos interesa concretamente el decir como marco en el que se manifiesta la incertidumbre en el género leyenda. Sin embargo, es importante señalar que la evidencialidad junto con la modalidad epistémica también encuentra manifestaciones en otras clases de palabras y expresiones. Por ejemplo, se podría pensar en la construcción del carácter de los personajes a partir de estas nociones como en el juego del saber y no saber, en los siguientes ejemplos: “tal vez por la pompa francesa, donde hasta aquí has vivido de un modo u otro, no tardaré en perderte” (Bécquer, 1945, p. 257); “lo sé, prima, pero hoy se celebran todos los santos (...) (1945, p. 257).

Un ejemplo que revela la potencialidad de estos conceptos está en el diálogo entre los primos:” –Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que por no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma.

- Sí.

-Pues… ¡Se ha perdido! Se ha perdido y pensaba dejártela como un recuerdo.

-¡Se ha perdido!, ¿y dónde? (...)” (1945, p. 258).

Sobre los verbos de memoria del español y su posible interpretación semántica, véase Bosque, 2017, Lingüística vol.33 no.1 Montevideo. Disponible en: http://www.scielo.edu.uy/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2079-312X2017000100009

10. “Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas desaparecidas” (1945, p.259). Otro ejemplo de folklore en el siguiente: Las dueñas referían, a propósito de la noche de difuntos, cuentos tenebrosos en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel (...)” (Bécquer, 1945, p. 256)