Logos: Revista de Lingüística, Filosofía y Literatura
2012, 22 (2) 113-121
Literaturizar la vida
Entrevista al escritor D. Gabriel Jiménez Emán. Salamanca, 4 de junio de 2011
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Literatureze life
Interview with the writer D. Gabriel Jiménez Emán. Salamanca, 4 de junio de 2011
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Lidia Morales Benito 1
1 Licenciada en Filología Hispánica y Filología Francesa Doctoranda en Literatura Comparada,Universidad de Salamanca. lidiamobe@gmail.com
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Una tarde de junio, en el café Bécquer de la vieja Salamanca, tengo el placer de brindar con el gran escritor venezolano Gabriel Jiménez Emán, autor de libros de relatos
-Los dientes de Raquel (1973), Saltos sobre la soga (1975), Los 1001 cuentos de 1 línea (1980), Relatos de otro mundo (1988), Tramas imaginarias (1990), Biografías grotescas (1997), La gran jaqueca y otros cuentos crueles (2002), El hombre de los pies perdidos (2005), La taberna de Vermeer y otras ficciones (2005) Había una vez…101 fábulas posmodernas (2009) y Divertimentos mínimos. 100 textos escogidos con pinza (2011)-, novela -La isla del otro (1979), Una fiesta memorable (1991), Mercurial (1994), Sueños y guerras del Mariscal (2001), Paisaje con ángel caído (2004) y Averno (2007)-, ensayo- Diálogos con la página (1984), Provincias de la palabra (1995), Espectros del cine (1998), El espejo de tinta (2007) y Una luz en el camino. Fundamentos de ética para adolescentes (2004) y El contraescritor (2008), Impreso en la retina. Crónicas de un adicto fílmico (2010)- y poesía - Materias de sombra (1983), Narración del doble (1978), Baladas profanas (1993), Proso estos versos (1998), Historias de Nairamá (2007), Balada del bohemio místico. Obra poética 1973-2006 (2010). Con una mirada siempre irónica, consigue proyectar su voz más allá del repicar de las campanas, un regalo de voz para la tarde salmantina.
An Afternoon in june, at the cafe of the old Salamanca, I have the pleasure of having a toast with the great Venezuelan writer Gabriel Jiménez Emán, author of storybooks -Los dientes de Raquel (1973), Saltos sobre la soga (1975), Los 1001 cuentos de 1 línea (1980), Relatos de otro mundo (1988), Tramas imaginarias (1990), Biografías grotescas (1997), La gran jaqueca y otros cuentos crueles (2002), El hombre de los pies perdidos (2005), La taberna de Vermeer y otras ficciones (2005) Había una vez…101 fábulas posmodernas (2009) and Divertimentos mínimos. 100 textos escogidos con pinza (2011)-, novel -La isla del otro (1979), Una fiesta memorable (1991), Mercurial (1994), Sueños y guerras del Mariscal (2001), Paisaje con ángel caído (2004) y Averno (2007)-, essay- Diálogos con la página (1984), Provincias de la palabra (1995), Espectros del cine (1998), El espejo de tinta (2007) y Una luz en el camino. Fundamentos de ética para adolescentes (2004) and El contraescritor (2008), Impreso en la retina. Crónicas de un adicto fílmico (2010)- and poetry - Materias de sombra (1983), Narración del doble (1978), Baladas profanas (1993), Proso estos versos (1998), Historias de Nairamá (2007), Balada del bohemio místico. Obra poética 1973- 2006 (2010). With an always ironic view, he manages to project his voice beyond the ringing of the bells, a gift of voice to the Salmantian afternoon
Bueno, yo creo que la ficción sería aquello que no puede ser constatado a través de cámaras, referencias directas… o cualquier tipo de documentos. El texto que no es constatable, inmediatamente pasa a ser del dominio de la ficción, es decir, de la imaginación humana cuando se enfrenta al mundo o a los mundos, en plural -no hay una única realidad, sino realidades diversas-. Una vez que los mundos circundantes se ponen en contacto con las realidades del mundo imaginario de la mente humana surge la capacidad de ficción, la posibilidad de inventar algo, de crear algo con un mínimo de datos presentes en la realidad, datos que se recrean a través de la capacidad imaginante o imaginática del ser humano, esa capacidad de construir historias y agregarles algo más del mundo que no está creado en la realidad –o en las realidades- sino que lo crea el ser humano a través de su imaginación, imaginación literaria, en este caso narrativa, que uno llama ficción narrativa. Esto es un poco lo que yo percibo en la palabra ficción.
Mis ficciones son extrañas, realmente son ficciones que se mueven en mundos extraños; absurdos unos, otros terribles, muchos trágicos, los hay terroríficos, otros poéticos… los personajes míos se mueven en realidades fragmentarias, contradictorias, controvertibles, que chocan entre sí para otorgar a sus acciones un tono dramático, y a veces un poco hasta trágico, metafísico. De todos modos soy muy mal teórico de mi propia ficción, prefiero dejar ese trabajo a los críticos literarios.
3 En la obra La Taberna de Vermeer y otras ficciones hace una división entre ficciones reales y ficciones inventadas, ¿a qué se debe esta categorización? ¿Cree que su obra de ficción podría ser clasificada en categorías?
Puede ser clasificada en categorías, puede ser, pero no por mí. Se lo dejo a los lectores, haría un papel muy pobre si me pongo yo mismo a teorizar mi propia ficción. Sin embargo, en ese libro yo lancé esa especie de boutade, una provocación. En realidad, no existen ficciones reales puesto que el mismo hecho de ser ficción ya no le permitiría entrar en la categoría de “realidad”. Quizá esa diferencia se deba a que las primeras están inspiradas más en cuestiones que sí ocurrieron de veras, y las otras en cosas que sólo ocurrieron en la mente mía… pero es verdaderamente arbitraria esa categorización, responde más bien a una suerte de divertimento y de humor, no sé si de ello se pueda desprender una teorización sobre mi trabajo.
No hay un hilo conductor entre los relatos de extensión corta y los relatos más extensos. En mis publicaciones se pueden encontrar desde microrrelatos hasta cuentos de extensión mayor como los de La Taberna de Vermeer, que incluye incluso una novela breve: Matar a un ángel. Lo que sí se podría intentar hacer es lo que hacen los profesores y los críticos, es decir, analizar los textos y encontrar personajes parecidos en muchos de los microrrelatos: ahí sí se podrían buscar hilos conductores: son personajes que aparecen y desaparecen, son personajes frágiles, evanescentes, parece que van a desaparecer, y en un momento dado y vuelven a aparecer. Son personajes con mucha carga dramática; entonces esa carga los hace evanescentes, fugaces, terribles… los hay muy crueles o trágicos, pero nunca son personajes convencionales. Los personajes contienen fuerzas psíquicas irresueltas, irresolutas, que no se cumplen en sí mismas; entonces quedan como atrapados dentro de sus propias expectativas, o deseos incompletos, incumplidos, por eso me gusta trabajar mucho el tema de los celos, la envidia… la ira es muy importante, el odio es muy importante, todos esos sentimientos terribles, adversos que viven en el alma de todos nosotros. La envidia y el odio son tan creativos como el amor…
El humor es la espuela de la imaginación, y es a su vez un ingrediente o un recurso que permite desarmar y armar la realidad otra vez… es un instrumento que yo utilizo de manera inmanente en mi relato. Ese humor sirve para desarmar, posee una función narrativa que necesita de un final, y por eso provoca que se vuelva a armar el texto. Entonces, el humor es siempre un arma crítica en sus diferentes graduaciones, que pueden ser: un humor leve, poético, nostálgico, cruel, negro -o cualquier color que se le ponga-, irónico, mordaz, satírico… en cualquier caso, sirve para desmontar las convenciones literarias, sociales, humanas, así como las instituciones, el humor sirve para eso. Sin ese humor, mis relatos no tendrían una motivación literaria. Sin él, mis relatos serían convencionales, clásicos, sin ninguna provocación. Porque en el fondo, yo lo que deseo es provocar y asombrar, yo no puedo escribir una narrativa donde no haya asombro, donde no haya interacción del ser metafísico, donde no haya crítica a las hipocresías del estatus… no me imagino yo escribiendo una narrativa de otro tipo… sin
embargo, yo leo de todo, eso no quiere decir que yo no respete a los grandes novelistas, incluso hay una imaginación realista muy respetable: Tolstoi, los grandes narradores rusos; el gran Dostoievski, que estudia las realidades mentales de los seres humanos, y es uno de los más grandes novelistas que ha existido. En realidad, el humor está presente en la narrativa de todas las épocas: el propio Cervantes fue un gran bromista que escribió cuenticos de cinco o seis páginas y los agrupó e hizo con ellos una novela. Todos esos cuentos que conforman El Quijote tienen un gran humor trágico, melancólico, tristísimo… es la narración más triste que se puede leer pero está hecha con humor, fíjate qué paradoja… ese humor endemoniadamente loco de Alonso Quijano… y así las narraciones de Quevedo y las narraciones francesas eróticas, los cuentos de Canterbury, la novela picaresca, el mismo Lazarillo de Tormes y el Decamerón de Boccaccio. Relatos como los de las Mil y una noches, son cuentos crueles: violaciones, incestos, asesinatos, pero siempre con un humor muy fuerte. El humor campea en las grandes narraciones de Lewis Carroll, de Jonathan Swift, de todos los grandes europeos… el humor siempre está allí como un arma importante.
A mí siempre me impresiona una imagen. La imagen es la base de mi narrativa, primero la imagen y luego la letra. Por la imagen veo, la imagen me dice todo. Si no percibo una imagen que me impacte no puedo construir el cuento: yo parto de la imagen siempre, la imagen sensitiva, una imagen que tiene que tener de todo: olor, sabor, sensaciones que plasmen lo que esté ocurriendo en ese momento. Me inquietan las imágenes. Yo después monto la historia arriba de la imagen, con eso no hay problema, pero son las imágenes las que me conmueven, otras me perturban, otras me hacen llorar, otras me producen delicia, otras… son las imágenes, realmente.
“El hombre de los pies perdidos” es un cuento mío de un señor que caminaba completamente descalzo por el asfalto caliente, tenía unos pies grandes, inmensos. Me puse a ver los pies de él y eran bellísimos en su enormidad. El hombre me pidió una moneda para tomarse una cerveza, inmediatamente se la di, me dio las gracias y salió caminando. Yo me le pegué atrás sin que él me viera para ver cómo él depositaba esos pies en ese asfalto caliente, pisaba charcos, pisaba vidrios, piedras, no le molestaba el calor nada… nada… unos pies realmente asombrosos. Eso me impresionó en extremo e hice un
cuento: “El hombre de los pies perdidos”.
Hay otro relato de un hombre invisible: yo un día estaba sentado en el banco de un parque solitario y oía ruidos detrás de mí, en el bosque cercano; yo me volteaba y veía, oía los ruidos, pero no pertenecían a nadie, entonces decidí meterme en el bosque a ver qué eran, y oía la conversación, oía una conversación y no podía ver la persona, era como un monólogo. No pude localizar la voz, en cambio, de aquello nació ese cuento del “Hombre invisible” que dice así: “Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello”.
Otro cuento… “Los dientes de Raquel”: yo era muy pequeño cuando aquel señor que atendía una bodeguita se sacaba su dentadura postiza de una manera asquerosa y se la metía otra vez para asustar a los niños, aquello me marcó y se me quedó grabado. Y cuando yo era adolescente me enamoré de una actriz, Raquel Welch, la mujer más bella del cine en los años 60 ó 70 y no sé por qué mezclé las dos cosas, hice esa combinación que todavía no sé qué significa realmente. El relato se publicó en una revista pequeña de Mérida y gustó mucho y desde entonces no ha dejado de asombrar a la gente, desde hace más de 40 años. Pero hay muchas otras imágenes que me han inspirado relatos, tengo más de 300 cuentos.
¿Qué relación establece con los personajes de sus obras?
La relación es bastante terrible. Mucha gente me ha visto como este hombre tan dulce, tan poeta que soy yo, pero yo realmente no soy así, y eso lo demuestra el que pueda escribir estas ficciones tan terribles, tan crueles. Para mí, la literatura es un instrumento de análisis y de confrontación de la compleja realidad que yo estoy viviendo, en este mundo repleto de cosas terribles. No considero la literatura como algo para pasarla bien, para evadirse… no la considero de esa manera y por eso me doy a la tarea de mostrar esa condición paradójica del ser humano, sobre todo del hombre moderno o posmoderno, como tú le quieras llamar al hombre actual, que está tan lleno de cosas incumplidas. Aparentemente, las personas son felices, pero no, son muy frágiles, las personas son sumamente frágiles, los gobiernos son frágiles, la fragilidad está por todos lados, el ser humano es un ser que tiene un tiempo de su vida contado, la edad nos llega siempre antes de que podamos darnos cuenta. Yo cumplo en breve sesenta y un años y me doy cuenta de que ya dentro de diez años yo voy a ser un anciano; yo no me siento así pero voy a ser un anciano y cuando llega la edad te atrapa y tienes que prepararte para morir, es verdaderamente dramático eso; cuando uno es joven se cree eterno, cree que los setenta años no van a llegar nunca… pero te alcanzan y no te das cuenta. Entonces uno se pone a pensar en las cosas que no hizo o dejó de hacer, uno empieza a hacer esa cantidad de balances que
se hacen cada diez años con relación a la vida y que todos los seres humanos hacemos: qué logré, qué no logré, cuáles fueron mis errores, dónde estuvo el acierto… uno se felicita también por lo que hizo, esa cantidad de cosas, pero lo cierto es que la vida siempre nos supera, no se le puede ganar ni una sola partida a la vida: quieres ir por ahí y la vida te pone por otro lado, te planta un obstáculo, pero al final el obstáculo, ese obstáculo que tú maldices, fue el que te hizo ganar terreno en otra cosa, es decir siempre la vida nos va a estar asombrando y no la podemos meter nunca en una agenda, uno intenta controlarla con el reloj, con las agendas, pero siempre la vida te sorprende, y eso es lo hermoso: la sorpresa y el asombro que te da la propia vida, con todas sus calamidades y sus cosas terribles siempre nos invita a algo hermoso, a algo perenne, a pesar de su fragilidad.
Sí, lo hago de una manera casi inconsciente. Ahorita no he escrito muchos cuentos en estos últimos años, pero sí, si miro hacia atrás, como hago cosas breves, lospersonajesloscreorápidoparaquerespondanalaspreocupaciones mías, a las preocupaciones urgentes que no sé cómo expresar. Y no hay otra manera de sacarme esos fantasmas oscuros que viven dentro de mi mente, pequeños fantasmas que viven allí, algunos cariñosos, otros tristes, otros nostálgicos, otros divertidos, pero son pequeños fantasmas, realmente, los fantasmas son los que crean la alteridad, la otredad está siempre gobernada por esos fantasmas, de allí la palabra fantástico.
10 Varios de sus cuentos narran la relación de uno de sus personajes con la literatura, ya sea como entorno o como dedicación. Por ejemplo, en “El cuento más bello del mundo” el protagonista comenta el reto estético de la escritura de ficción, el hecho de tener herramientas conceptuales y formales para construir un mundo en la literatura. Me gustaría conocer su relación con la creación literaria, de qué modo se relaciona con el impulso constante de crear, y si en su cotidianidad diferencia realmente lo que es literatura y lo que es vida.
No, yo no hago ninguna diferenciación, para mí la literatura es vida; y la vida puede ser literaturizada, es digna de ser literaturizada. La literatura es un poco la reconstrucción de la consciencia y de la inconsciencia humanas: los sueños, las realidades interiores… es un poco la misión de la literatura, reconstruir ese enorme reservorio de imágenes y memoria del ser humano. Yo creo que la literatura puede ser también tomada como un juego dentro de la propia literatura, así como el cine se vale del cine como tema para hacer
películas que se hacen sobre cine, dentro de la literatura también se puede utilizar como un recurso más para atender a esa ambigüedad tan importante que contiene la vida en sí misma: la vida es permanentemente ambigua, es un paso hacia adelante y un paso hacia atrás, quiere una cosa y después no la quiere… siempre está en ese permanente cambio que es la vida humana; un hombre casi no percibe los cambios, uno mismo se pregunta de dónde salen tantos cambios. Ese cuento, por ejemplo “El cuento más bello del mundo”, es un señor que quería escribir un cuento, y ya tú ves que lo que pasó es que tal cosa no existía, ni existía el cuento, ni la familia, todo se lo había inventado él: la familia en vacaciones y todo eso, nada era cierto; es como la frustración literaria, un literato frustrado, que es uno de los grandes temas: la frustración literaria, los malos escritores, el mal escritor que es más auténtico que el escritor bueno, sus sentimientos son más puros, su entrega es más dolorosa, quiere ser muy bueno y no puede, hay una entrega humana hermosísima en esa frustración que me parece maravillosa, me interesan más los escritores fracasados que los escritores triunfadores.
11 ¿Enmarca su poesía dentro de la literatura de ficción que lo caracteriza?
No, no la enmarco. La poesía pertenece a un orden muy personal llamado el yo lírico, el orden de la subjetividad del escritor; aunque uno también puede escribir poemas narrativos. Yo tengo un libro que se llama Historias de Nairamá formado por poemas narrativos. Los poemas cuentan la historia de cada uno de los personajes de un pueblo inventado por mí que se llama Nairamá. Pero no, la poesía pertenece a otro orden de cosas diferente a los de la ficción literaria, porque la ficción siempre tiene que tener personajes, y tú tienes que crear esos personajes; en la poesía, el personaje siempre es uno mismo o el interlocutor, que es el desdoblamiento de uno -un álter ego que uno crea para hablar con él, una búsqueda de la integración con el otro-, la poesía es una cosa más difícil, más sutil, remite a cosas mucho más subjetivas, y la verdad es que el proceso de concreción de los textos es completamente diferente: se vale siempre de una música, un sonido, de una música interior. Como digo yo en Baladas Profanas, que es el mejor libro de poesía que he hecho: “al entregar este libro no podría decir de la poesía sino que es algo así como un vértigo del lenguaje que poco a poco va aquietándose hasta producir un instante de música interior. Estas Baladas profanas están congregadas bajo esa voluntad donde la música busca engendrar en el yo indivisible una voz compartida, una voz compuesta por los interminables ecos del mundo”. El tema de la música siempre ha estado metido en mi trabajo poético, siempre la música está presente ya sea como escritura, como parodia, como mezcla de las dos cosas. Es imposible escribir poesía sin ese ritmo, la poesía no se puede plasmar así de una manera prosaica, aún el poema en prosa tiene que tener esa música: los Pequeños Poemas en Prosa de Baudelaire, la prosa de Cernuda, los poemas de García Lorca…
Realmente, son tantos los escritores que me han marcado… lo que pasa es que ocurre algo, a medida que pasan los años uno vuelve a leer. Por ejemplo, ahora estoy leyendo Alicia en el país de las maravillas, como si fuera un muchacho. Ese libro es muy, muy interesante; yo de pequeño no entendía nada, lo logré entender a los sesenta años, y es eso: uno siempre vuelve a leer a los escritores, las relecturas son las que te dicen un poco cómo ir avanzando. En una modesta proposición a la sociedad de su tiempo, Jonathan Swift propone nada menos que comerse a los niños para que no haya más problemas allá, proposición horrible. Uno lo lee y se queda aterrorizado, así las cosas que se leen ingenuamente en la infancia ya no son tan ingenuas: Los viajes de Gulliver, eso no es un libro para niños, es un libro terrible y sumamente cruel; Las mil y una noches, es un libro que contiene una violencia permanente; las obras de Julio Verne son obras de imaginación pura, son ciertamente increíbles, necesitan datos científicos para poder sustentarlas, no son para nada escrituras juveniles. Uno siempre está leyendo a escritores… así que los más influyentes… en este momento no te sabría decir. Cuando tenía veinte años, en esa etapa, viví el boom: Borges, Cortázar, García Márquez, etc., uno se impactó con esos grandes escritores que le tocaron a uno a esa edad, pero después empecé a leer a otros más complicados, más complejos como Alejo Carpentier; hay que estudiar para poder leer a Carpentier. En un cuento de Carpentier, uno que se llama “Viaje a la semilla”, pasan como ocho siglos en un cuento de diez páginas, ¿cómo logras eso? Todos esos escritores uno tiene que leerlos otra vez: Bórges, Cortázar, García Márquez, nunca Vargas Llosa, nunca me gustó, nunca, ni siquiera cuando estaba joven, pero siempre me gustó la literatura fantástica; en estos días leí un extraordinario cuento fantástico de Carlos Fuentes, “Calixta Brand”, excepcional porque se sale del realismo; eso sí te lo puedo confesar, esa es la de mi predilección, fantástica de imaginación libre. La ciencia ficción siempre me gustó, incluso escritores de esa época… pero también comencé a hacer antologías, que es una de mis actividades, también me gustan las antologías malas, no solamente las buenas, me encantan las pésimas. Descubrí la literatura venezolana después de viejo, a los treinta años; la había despreciado, empecé a leer a escritores de mi país, me di cuenta de que tenemos muy buenos escritores en Venezuela; y también escritores de otros países: Argentina, México, Uruguay, que yo no conocía y que los descubrí después de los cuarenta años de tal manera que la literatura no deja de sorprenderme, no tengo escritores preferidos… Me he puesto a leer a los filósofos como si fueran escritores de ficción, y la cosa me
ha gustado porque no me hago a la idea “voy a leer a un filósofo”; yo leo a los filósofos como si fueran escritores de ficción, ya no me intimida la palabra filosofía, mas bien me parece una palabra retórica y autosuficiente, y veo que no es motivo de reverencia, ahora disfruto más a los filósofos… ya no tengo escritores preferidos… lo más importante quizá es lo que se descubre en las relecturas de los escritores, son las que te dan más… te instalan en la comprensión del escritor, hasta la tercera lectura. Había libros que había mal leído, otros que me parecieron malos, y ahora me parecen buenos; y otros que en algún momento me iluminaron, ahora me parecen normalitos. Esos son también las modas editoriales, y a veces los escritores te los venden… y ahora he llegado a una cosa que te la voy a confesar: no me gusta casi nada, me cuesta mucho encontrar un escritor que me guste, me he vuelto insoportablemente exigente. Ya no siento ese estremecimiento maravilloso. Veo libros lindos, los diseños, los colores, pero les falta carne, les falta alma, esos libros a veces no huelen ni siquiera a papel, es una cosa extraña. Un día me metí por allí en una tienda de libros de segunda mano, ese es otro de los temas, el fetichismo hacia el libro, tener el libro, hacerlo mío, yo lo subrayo, es mío, pongo mi nombre, yo poseo el libro, es mío, eso puede convertirse en una enfermedad…