Reseña: Sarrocchi, Augusto (2014). Erotismo y homosexualidad en la narrativa chilena.

Santiago de Chile: Piso Diez Ediciones. 266 páginas.

Andrés Ibarra Cordero

Universiteit van Amsterdam, Países Bajos

A.IbarraCordero@uva.nl

 

Citación: Ibarra Cordero, A. (2019). Reseña: Sarrocchi, Augusto (2014). Erotismo y homosexualidad en la narrativa chilena. Santiago de Chile: Piso Diez Ediciones. 266 páginas.. Logos: Revista de Lingüística, Filosofía y Literatura, 29(2), 415-418. DOI: 10.15443/RL2931

Dirección Postal: Spuistraat 210 Amsterdam, Países Bajos

DOI: doi.org/10.15443/RL2931

Erotismo y homosexualidad en la narrativa chilena del académico Augusto Sarrocchi constituye un recorrido historiográfico que tiene como ambición cubrir tres grandes temas en las letras chilenas: el erotismo, la narrativa gay y la lésbica. Sin embargo, Sarrochi decide aglutinar estos tres temas bajo la categoría de “narrativa homoerótica” la mayor parte del libro. Aunque el autor incluye la homosexualidad masculina tanto como femenina en su trabajo, es en la narrativa gay (y escrita por hombres) en donde Sarrocchi se dedica a profundizar a través de un agudo análisis textual de ciertos fragmentos de obras seleccionadas. A primera vista, este trabajo pareciera reproducir cierto dominio de lo “masculino” (en este caso “gay”) por sobre lo femenino, replicando así cierta hegemonía fálica propia de la sociedad patriarcal. La escritura lésbica y la erótica femenina solo figuran en dos capítulos de los veintitrés que tiene el libro. Estos capítulos son: “Ana María del Río y Pía Barros, la erótica femenina” y “La literatura lésbica”. El resto del libro se dedica a dos grandes temas que el autor aborda; y a partir de los cuales se desglosan numerosos capítulos: el erotismo y la narrativa homosexual masculina. A pesar de la evidente escases de textos y autoras lesbianas (hecho que el mismo autor reconoce), el trabajo presente es valioso desde un enfoque historiográfico y por integrar territorios muchas veces irreconciliables: la crítica literaria (más bien teórica) ligada a la academia; la crítica literaria ligada al periodismo o la prensa (sean estos comentarios de libros o reseñas) y el impacto editorial de ciertos textos. Esta perspectiva pluralista resulta, sin duda, muy interesante para la literatura homosexual que (a pesar de los indudables “avances” y “apertura” del mercado editorial) aún es considerada “marginal” dentro del canon literario chileno.

El libro da cuenta de la trayectoria histórica de la narrativa homosexual chilena, su relación con el desarrollo sociocultural del país, y sus principales características y especificidades. Además, Sarrocchi demuestra ser un excelente profesor: el libro es claro en explicar, ordenar y sobre todo “clasificar” textos y temáticas de la narrativa homosexual, haciéndolo muy propicio como material de investigación para aquellos interesados en explorar estos temas, sin estar necesariamente ligados al mundo académico.

La primera parte del libro resulta mayoritariamente historiográfica. El primer capítulo, “La homosexualidad y su emergencia en el espacio público” es una antesala para comprender como la literatura puede ser un referente de los procesos culturales y sociales por los que atraviesa una sociedad y, al mismo tiempo, un objeto cultural que refleja los cambios sociales. El autor se aproxima a la literatura como objeto lingüístico y proyector de cierta cosmovisión sociocultural nacional.

Los dos capítulos posteriores funcionan como un paréntesis al contexto nacional chileno. El segundo capítulo: “El tercer sexo”, es una panorámica histórica y cultural sobre la homosexualidad como un “tercer sexo” basándose en ideas de la antigüedad clásica; específicamente en El banquete de Platón. El tercer capítulo: “La homosexualidad y el erotismo en la literatura”, es un recorrido histórico por la literatura universal, ya sea de corte erótica, homosexual u homoerótica. Este capítulo es quizás el paréntesis más largo dentro del trabajo en su globalidad y al mismo tiempo el más ambicioso en cuanto a su extensión histórica, ya que parte desde El satiricón, de Petronio, hasta la narrativa de Henry Miller. Sin embargo, no se presenta aquí un análisis profundo de textos, sino más bien un ligero “barniz cultural”, para aquellos interesados en la literatura universal que aborda estos temas.

El cuarto capítulo (posterior al dedicado al canon literario universal) marca la puerta de entrada a las letras chilenas: “La nueva realidad de la sociedad chilena.” Aquí se discuten problemas del género y del sexo ligados al ambiente cultural nacional. Sarrocchi, citando al argentino Néstor Perlongher, menciona que el tipo “gay”, que resulta más cómodo para la sociedad, difiere mucho del tipo “loca” (o marica) caracterizado por su marginalidad. Esto se debe, principalmente, a que esta diferencia está definida por los llamados “roles sexuales”, subentendiendo que el pasivo adoptaría cualidades femeninas. Por otra parte, el concepto anglófono “gay” suele asignarse a un sujeto homosexual que adopta características “masculinas”. Por consiguiente, el sujeto gay tiende a ser más “aceptado” (o tolerado) por la sociedad en cuanto asimila las características que socialmente se atribuyen al género masculino; hecho que pone en evidencia la hegemonía sociocultural de lo masculino. Por lo tanto, la “loca” personifica una categoría más subversiva para la sociedad patriarcal. Sarrocchi también menciona la relevancia del término queer, abundante en la academia anglosajona. En un principio queer designó primeramente lo raro, curioso, excéntrico o extraño. Luego, con el abordaje del feminismo y los estudios de género desde el enfoque post-estructuralista, queer pasó a designar la “anormalidad” de la orientación homosexual. Al mismo tiempo, queer se emplea políticamente como un concepto que intenta disolver las fronteras identitarias y consolidar un movimiento contestatario que desafíe las concepciones normadas de la sexualidad y el género.

El libro sigue una trayectoria historiográfica sembrada, años antes, por la antología literaria, A corazón abierto (2007) de Juan Pablo Sutherland. Sarrocchi reivindica el importante trabajo literario realizado en A corazón abierto. La antología de Sutherland es pionera e inédita al reunir un importante corpus de un homoerotismo textual presente en la narrativa, algo que resultaba nuevo dentro de la crítica nacional. A corazón abierto se estructura en base a una cronología de ciertos contenidos homosexuales presentes en la literatura chilena. El libro fue importante porque gatilló la discusión sobre la “supuesta” existencia de una corriente homoerótica en la literatura chilena. Sutherland demostró como en los años noventa hubo una irrupción que permitió la circulación de varios textos de temática homosexual. La relevancia de A corazón abierto, para Sarrocchi, radica en la recepción crítica que generó el “revelamiento” de una sexualidad no-normativa, un proyecto identitario que tiene su origen en textos, ya clásicos, como la famosa Epistemología del armario (1990) de la académica y crítica norteamericana Eve Kosofsky Sedwick.

Sarrocchi destaca la crónica urbana de Pedro Lemebel como “emblemática” para la narrativa de la disidencia sexual. El autor da cuenta del surgimiento artístico de Lemebel y como este adquirió notoriedad en los tiempos de la dictadura con la creación del colectivo Las yeguas del apocalipsis junto a Francisco Casas. Tanto la obra de Lemebel como la de Casas se pueden definir como trasgresora y rupturista, presentando una realidad periférica y marginal, pero con un lenguaje poético que demuestra un manejo literario muy elaborado. Sarrocchi rescata la actividad de cronista en la obra de Lemebel, inscribiendo su narrativa en lo que denomina como “neocrónica” (p. 86). Las crónicas urbanas de Lemebel son valiosas por su reivindicación etnográfica del mundo popular y las minorías tanto sexuales como sociales, marginadas de un sistema político y económico hegemonizado por una reproducción neoliberal. Para Sarrocchi, la crónica de Lemebel conlleva una mirada cómplice que busca lectores que compartan esta misma perspectiva social y visión de mundo (p. 88). Sarrocchi, finalmente, destaca el hecho de que en un periodo histórico en donde la globalización intenta homogeneizarlo todo, la crónica de Lemebel surge como un proyecto literario de lucha por lo marginal (p. 89), más interesado en la “disidencia” que en la “diversidad” sexual.

Siguiendo la línea de autores destacados, encabezada por Lemebel, Sarrocchi destaca la presencia de Pablo Simonetti. La producción literaria de Simonetti representa una perspectiva temática y estilística muy diferente a la de Lemebel y Casas. El autor indica como en la narrativa de Simonetti cobran mucha importancia las descripciones de los espacios, los cuales reflejan la posición social y cultural acomodada de la clase alta chilena. En la narrativa de Simonetti la culpa emerge como el gran problema del homosexual proveniente de una familia conservadora en donde la represión de la sexualidad según Sarrocchi, citando a Dennos Altman, se expresa a través de tres modos interrelacionados: asociando sexo con pecado y su consiguiente sentido de culpa (p. 192). Sarrocchi hace una lectura de la novela Madre que estás en los cielos (2004), en donde se retrata la relación parental de una madre protectora con el hijo homosexual, en contraste con un padre fuerte y castigador. El protagonista tiene un fuerte vínculo con la madre, lo que parece resultar en un territorio común en cierta narrativa gay. El autor sustenta su análisis basándose en la Teoría Psicoanalítica de la Neurosis de Fenichel, afirmando que la probabilidad de orientación homosexual suele ser mayor cuanto más apego tiene el niño hacia la madre.

Además de Simonetti, un representante destacable en la narrativa gay contemporánea es Jorge Marchant Lazcano, a quien Sarrocchi se refiere en especial como exponente de “la madurez de la novela gay” (p. 234). Si bien Marchant Lazcano comienza su carrera literaria con su primera novela La Beatriz Ovalle (1977), fue Sangre como la mía (2006) la novela que finalmente lo consagro y le valió el Premio Altazor. Sarrocchi se refiere a Sangre como la mía como una novela dramática en donde es posible encontrar algunos elementos interesantes como la presencia de la homosexualidad dentro de un mismo árbol genealógico, sugiriendo cierta herencia familiar. Esta novela de Marchant Lazcano resulta especial dentro del contexto nacional por reflejar la huella desgarradora que produzco la epidemia del sida y por retratar cierta afición de los hombres homosexuales por un mundo “peliculero” (p. 237) que encuentran en el cine de Hollywood; una utopía que los saca de la realidad y les permite refugiarse ante la adversidad. Este interés cinéfilo ha sido bien común en la narrativa gay del argentino Manuel Puig o del catalán Terenci Moix, por nombrar algunos casos.

Al igual que Lemebel, Simonetti y Marchant Lazcano, un autor importante en el análisis de Sarrocchi es José Donoso. Si bien la narrativa de Donoso no cae en la categoría de “literatura homosexual”, el autor lo destaca como a un precursor y pionero al integrar la figura de la “loca”, el travesti de El lugar sin límites (1966). Otros autores incluidos en este trabajo (que integra tanto lo “erótico” como lo “homosexual”), pero abordados en menor medida, son: Juan Forch, Marco Antonio de la Parra, Hernán Rivera Letelier, Marta Brunet, Joaquín Edwards Bello, Alejandra Rojas, Nona Fernández, Augusto D’Halmar, Antonio Venegas, Roberto Bolaño, Mauricio Wacquez y Antonia Katz. Esta última resulta importante dentro de la narrativa lésbica por su novela Escrito en la Piel (2006). En dicha novela la autora realiza un recorrido literario por los bares lésbicos de Santiago, en una excursión que también corresponde a una incursión en su lesbianismo.

En conclusión, el recorrido de Erotismo y homosexualidad en la narrativa chilena resulta muy valioso para comprender la evolución histórica de la narrativa homoerótica nacional, integrando tanto el canon literario (Brunet, Donoso, D’Halmar) la escritura más rupturista (Lemebel, Casas) y los best-sellers (Simonetti). Así, el trabajo de Sarrocchi da cuenta del desarrollo de la narrativa homoerótica en los últimos treinta años (periodo en que la producción se ha concentrado) para esclarecer las principales características que ha desarrollado dentro de la conformación de la sociedad chilena. Las dificultades de este trabajo, advierte el autor, obedecen a la estigmatización que este tema suele generar en un sector conservador, que no es menor. Así, no resulta extraño que un trabajo tan valioso como este haya pasado casi inadvertido. Si bien la teoría y la crítica literaria promueven la pluralidad, aquello que literariamente intenta transgredir el canon se torna problemático y muchas veces resulta, finalmente, silenciado. Por ende, la literatura que aborda la temática homosexual continua en un terreno de disidencia dentro del canon literario nacional.