Logos: Revista de Lingüística, Filosofía y Literatura

2010, 20 (2) 14-24

 

Nietzsche  y  el  Existencialismo:   El  Absurdo  en  Ampliación   del Campo de Batalla de Michel Houellebecq.

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Niezsche and Existentialism: The Expansion of the Absurd in Battle Field by Michel Houellebecq

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Roberto Angel1

1 Antropología Filosófica Doctorado en Literatura

Pontificia Universidad Católica de Chile

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RESUMEN

En la novela Ampliación del Campo de Batalla de Michel Houellebecq es posible advertir la presencia de dos corrientes filosóficas importantes: primero, la influencia del pensamiento filosófico instaurado por Friedrich Nietzsche y,  luego,  el  influjo  de la filosofía existencialista, cuyos mayores representantes serán Jean Paul Sartre y Albert Camus.

El propósito del siguiente texto será llevar a cabo un análisis del comportamiento de del protagonista de la novela,  en  base  a las doctrinas antes mencionadas, el que, finalmente, establecerá su propio modo de pensar, rescatando porunladolosprincipales preceptos del pensamiento formulado por Nietzsche como los relacionados con el existencialismo, pero, por otro, incorporando también ideas propias, que sustentarán su filosofía personal acerca de la vida.

 

 

Palabras clave: Nietzsche, Existencialismo, Ampliación del Campo de Batalla, Houellebecq.


ABSTRACT

In the novel Ampliación del Campo de Batalla by Michel Houellebecq is possible to warn the presence of two philosophical important currents: first, the  influence of the philosophical thought restored by Friedrich Nietzsche and, then, the in- fluence of the philosophy existentialist, whose major representatives will be Jean Paul Sartre and Albert Camus.

The intention of the following text will be to take to end an analysis of the behav- iour of the protagonist of the novel, on the basis of the doctrines before mentioned, the one who, finally, will establish his own way of thinking, rescuing on the one hand the principal rules of the thought formulated so much by Nietzsche as by Sartre and Camus, but, for other one, in- corporating also you design own, that will sustain his personal philosophy about of the life.

 

Keywords: Nietzsche, Existencialismo, Ampliación del Campo de Batalla, Houelle- becq.


En la novela Ampliación del Campo de Batalla de Michel Houellebecq es posible advertir la presencia de dos corrientes filosóficas importantes: primero, la influencia del pensamiento filosófico instaurado por Friedrich Nietzsche y luego, el influjo de la filosofía existencialista,

cuyos mayores representantes serán Jean Paul Sartre y Albert Camus. En lo que sigue veremos como Houellebecq, a través del narrador de Ampliación del Campo de Batalla, incorpora ciertos aspectos representativos de cada una de estas doctrinas, dejando de lado también ciertas particularidades inherentes a ellas e instituyendo lo que denominaré, el perfecto dionisiaco reprimido.

Una primera etapa de la filosofía de Nietzsche se puede encontrar en su libro El Nacimiento de la Tragedia. En él, Nietzsche critica a la moderna civilización burguesa, en la cual ve un predominio de las fuerzas racionales, negando toda posibilidad de existencia a las cualidades irracionales que también poseería la vida. Es así que establece dos figuras para representar lo anterior: lo  apolíneo,  que  considera  la  individualización,  el  límite  y la forma, y lo dionisiaco, característica de lo trágico, la desmesura y la embriaguez. Para Nietzsche, una vida que no se niegue a misma debiera de integrar ambos conceptos y no sólo uno, lo apolíneo, que hasta el momento dominaba la escena.

Luego de la incorporación de lo dionisiaco a su doctrina filosófica, Nietzsche trabajará en los temas que caracterizan gran parte de su obra: la muerte de Dios, la voluntad de poder, el eterno retorno de lo idéntico y el superhombre.

En cuanto a la caída de Dios, los primeros indicios de esta idea son posibles de encontrar en el quinto libro de la Gaya Ciencia (1882), en el cual Nietzsche señala: “El más grande de los acontecimientos modernos que ‘Dios ha muerto’, que la creencia en el Dios cristiano se ha convertido en incredulidad- ya comenzó a proyectar sus primeras sombras sobre Europa”. (Heidegger, 180). Según explica Heidegger en su ensayo “La Frase de Nietzsche: ‘Dios ha Muerto’”, si bien es posible inferir que Nietzsche se refiere directamente al Dios cristiano, tampoco es menos cierto que para él esto equivale a remitirse también al mundo sobrenatural y al pensamiento de Platón, según el cual la realidad en la cual habitamos no sería la verdadera, ya que ésta se hallaría en un espacio ultraterreno conformado por el mundo de las ideas.

Así, lo que quiere decir la frase de Nietzsche no es otra cosa sino que los valores suprasensibles y el platonismo han perdido su protagonismo y que ya no es posible remitirse a certezas inmateriales para desempeñarse ante la nueva realidad. De esta forma el hombre queda expuesto ante el nihilismo, es decir, la falta de una verdad que pueda regir su vida. Aquel lugar que antes ocupaba Dios ha quedado vacío y, el ser humano, a la deriva


en medio de la nada.

Ahora, la posición ante el nihilismo puede encararse de dos maneras distintas: la forma ideal de afrontarlo es lo que se denomina nihilismo clásico o activo, mediante el cual el ser reconoce su nuevo estado, es decir, la ausencia de valores y sentido y, motivado precisamente por este sentimiento de desilusión y destrucción, se entrega a la faena de la creación de nuevos valores de dirección, provocando una transvaloración de los anteriores valores. Para Heidegger esto correspondería al cambio rotundo en la posición de los valores, es decir, el nuevo planteamiento ocuparía un sitial distinto al dejado por el hueco de Dios, reconstruyendo sus propias leyes.

Pero también existe la posibilidad de que este nihilismo sea tomado de forma negativa, el cual es llamado nihilismo pasivo. En éste, el ser, al experimentar el vacío resultante de la muerte de los ideales, se decepciona y agota y debe pronto encontrar otro tipo de verdades eternas para paliar la caída del sistema precedente. En este caso, Heidegger señala que el hombre coloca en el mismo lugar vacío abandonado por Dios a estos nuevos valores, resultando con esto que la transvaloración de los antiguos ideales no se produzca.

Ante la caída de Dios, lo que intenta realizar Nietzsche es una nueva valoración de la vida. De esta forma, Heidegger plantea que si queremos realmente conocer que es lo que quiere decir la frase “Dios ha Muerto” es indispensable comprender que entendía Nietzsche por valor. La definición la podemos encontrar en las propias palabras de Nietzsche: “El punto de vista del ‘valor’ es el punto de vista de las condiciones de conservación y aumento respecto de estructuras complejas de duración relativa de la vida dentro del devenir.” ( Heidegger, 189).

Lo primero que resalta es el hecho de que se conciba el valor como un punto de vista. Tal como señala Heidegger, “como punto de vista está puesto siempre por y para un ver.” (Heidegger, 189), es decir, el valor será para Nietzsche un punto de vista particular. Además Nietzsche agrega: “Los valores y su modificación están en proporción con el aumento de poder del que pone el valor.” ( Heidegger, 192). Es decir, aquel que pone el valor, coloca al mismo tiempo las reglas para aumentar cada vez su poder. De ahí que Nietzsche se refiera a esto como “voluntad de poder.”

La “voluntad de poder” va a corresponder entonces a la conservación y aumento del poder para aquel ente que valora según su “punto de vista.” Pero, ¿a qué se refiere Nietzsche con poder? En la Gaya Ciencia Heidegger cree hallar la respuesta: “Donde hallé lo viviente, hallé la voluntad de poder; y aún en la voluntad del sirviente hallé la voluntad de ser dueño.”(Heidegger, 194). Para Heidegger, esto se refiere entonces a que siempre la “voluntad de poder” va a aspirar a ser dueño, es decir, a ordenar, a poseer el mandato. Esto también significa que la voluntad en no aspira a algo en concreto,


sino que lo que anhela es predisponer de la posibilidad de llevar a cabo deliberadamente su propia conducta. De esta manera lo que procurará la voluntad es algo que ya posee: el poder. Por esto Nietzsche puede decir: Querer, cabalmente, significa lo mismo que querer llegar a ser más fuerte, querer crecer…” ( Heidegger, 194), es decir, la voluntad tenderá a dar vueltas sobre misma buscando cada vez más aquello que desea, pero que además ya cobija. Esta es la instauración del “eterno retorno de lo idéntico.” Es la “voluntad de poder” que gira en misma y según la cual el ser repetirá incansablemente el movimiento de la rueda que se desprende de su voluntad.

Así, por medio de la “voluntad de poder”, se enuncia el eterno retorno de lo idéntico. A través de él la voluntad afirma la eternidad de su propio querer. Y esto también quiere decir que la voluntad debe afirmar la vida hasta el punto de que quiera el eterno retorno de cada uno de sus instantes. En Así Habló Zaratustra Nietzsche señala: “Pero el valor es el mejor matador, el valor que ataca: éste mata a la muerte misma, pues dice: ¿Era esto la vida? ¡Bien! ¡Otra vez!” (Nietzsche, 1998, 229). Es decir, Nietzsche reafirma el valor de la vida en la tierra, deseando volver a vivir esta vida en una repetición eterna.

En cuanto a la filosofía existencialista, sus principales líneas están expuestas en el ensayo El Existencialismo es un Humanismo de Jean Paul Sartre. Sartre explica el existencialismo de la siguiente manera: el hombre puede ser definido en base a dos posibilidades. En la primera, el ser es concebido antes como esencia y luego como existencia, es decir, está configurado desde antes de su nacimiento por una serie de conceptos preestablecidos que ya definen lo que es. Sería el caso de suponer una existencia de Dios, el cual crea la esencia del hombre antes de que éste exista. Aún más, para Sartre, durante el siglo XVIII, si bien se suprime la idea de Dios en algunas filosofías ateas, esto no implica que deje de pensarse que el hombre es primero esencia y luego existencia. Sartre dice: “Esta idea la encontramos un poco en todas partes: la encontramos en Diderot, en Voltaire, y aún en Kant.” (Sartre,1946). Pero él propone totalmente lo contrario: que sea la existencia la que preceda a la esencia, es decir, que el hombre primero nazca en la tierra y, luego, que él mismo se defina. Sartre explica que así “sólo será después, y será tal como se haya hecho. Así, pues, no hay naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla.” (Sartre, 1946), frase que nos hace pensar que el existencialismo sartriano tiene, como punto de partida, unos de los preceptos más relevantes de la filosofía nietzscheana: la caída de Dios. Además, el hecho de que sea el hombre quien se defina, implica que su camino comienza desde su subjetividad, con lo que Sartre agrega que, de este modo, el hombre tiene una responsabilidad ante sus actos.

Sartre da un paso más y añade “el sentido profundo del existencialismo.” (Sartre,1946). Explica que el hombre, al tomar una decisión, en realidad la está tomando por todos y, por ende, al escogerse de una determinada manera,


elige cómo quisiera que fuera el ser. Sartre explica: “Cuando decimos que el hombre elige, entendemos que cada uno de nosotros elige, pero también queremos decir con esto que, al elegirse, elige a todos los hombres […] En verdad hay que preguntarse siempre: ¿qué sucedería si todo el mundo hiciera lo mismo?” (Sartre,1946). De esta manera, Sartre expone que esta responsabilidad del hombre ante sus actos no es tan sólo personal, ya que su decisión importa a toda la humanidad. Y cuando Sartre señala que el hombre vive con angustia, para él ésta se produce debido a su gran responsabilidad que compromete a los demás hombres. Pero para Sartre, esto no le impide actuar. Es más, la angustia es una consecuencia de la acción, ya que los hombres “enfrentan una pluralidad de posibilidades, y cuando eligen una, se dan cuenta que sólo tiene valor porque ha sido la elegida.” (Sartre,1946).

Otra de las características importantes del existencialismo es el “obrar sin esperanza.” (Sartre,1946). Para Sartre, hay demasiadas situaciones en la vida de los hombres en las cuales no es posible intervenir, con lo que es insensato el intentar adaptarlas a los caprichos de la voluntad. A partir de aquel momento, dado que no hay Dios ni designios preestablecidos, el hombre debe desinteresarse por el resultado final, ya que no es posible saber si éste será el esperado o no. Para Sartre esto no implica el quietismo. Por el contrario, él señala que primero hay que comprometerse y “luego, actuar según la vieja fórmula: ‘no es necesario tener esperanzas para obrar.’” (Sartre,1946). Es decir, la doctrina de Sartre se percibe como un culto a la acción en el presente, desvinculándose con el futuro, de tal forma que “no hay otro amor que el que se construye, no hay otra posibilidad de amor que la que se manifiesta en el amor.” (Sartre,1946). De esta manera es que es posible hallar un sentido en la vida: éste se construye por y en el acto mismo. Sartre explica que la vida, a priori, es absurda, pero en el momento mismo que se escoge una acción, es decir, un valor, ésta se carga de sentido, con el sentido que cada uno elige.

Una de las primeras cosas que me gustaría rescatar de la novela Ampliación del Campo de Batalla es que la filosofía que encarna su protagonista, tendrá como punto de partida la idea de que no hay un Dios que resguarde y guíe el camino del hombre, sino que éste deberá regir su vida desde mismo,

estableciendo sus propias leyes. En uno de sus paseos habituales, en la última parte del libro, podemos encontrar: “El día era tibio, pero un poco triste, como suele ser el domingo en París, sobre todo cuando uno no cree en Dios” (Houellebecq, 2009: 143). De esta manera, el narrador partirá desde el mismo punto que Nietzsche y Sartre: el hombre está sólo en la tierra y debe él mismo forjar sus propios valores.

Entonces aquí podríamos preguntarnos: ¿cuál es el valor principal que el protagonista impone durante todo el transcurso de la novela? Y uno no podría tener otra respuesta: la indolencia. Primero, cansancio hacia las cosas


del mundo. En otro de sus paseos, el protagonista señala: “Deambulando entre tanto Marcel, me invadió progresivamente cierto hastío con relación a los coches y a las cosas de este mundo”. (Houellebecq, 2009: 12). Tampoco tienen importancia el resto de los seres humano ni el arte de la música: “No obstante, queda tiempo libre. ¿Qué hacer?... ¿Dedicarse a servir al prójimo? Pero, en el fondo, el prójimo apenas te interesa. ¿Escuchar discos? Era una solución, pero con el paso de los años tienes que aceptar que la música te emociona cada vez menos”. (Houellebecq,2009:16-17). Tampoco hay interés por el viaje o las expectativas ante un trabajo mejor. Cuando su jefe le explica que lo requiere para hacerse cargo de un proyecto en Ruen y La Roche-sur-Yon, que le propiciaría el poder viajar, el protagonista piensa: “Los desplazamientos siempre han  sido  para   una  pesadilla;  Henry La Brette lo sabe. Podía haber contestado: ‘Entonces dimito’; pero no lo hice”. (Houellebecq, 2009: 22). Así, el narrador, por medio de esta actitud, pareciera distanciarse tanto de Nietzsche como de Sartre. Con el primero, ya que para Nietzsche es fundamental que el hombre, desde el nihilismo, cree sus propios valores, defendiendo una filosofía en la cual el ser no puede “agotarse” ante el vacío, exigiendo tras esto la superación de mismo y no una pertinaz indolencia. Y, con Sartre, el problema es aún mayor, ya que para éste la acción es uno de los caracteres más relevantes de su filosofía, pero además incorpora a la primera el rasgo moral, tan desvalorado por Nietzsche. El protagonista en ningún momento, como quiere Sartre, se cuestiona “¿qué sucedería si todo el mundo hiciera lo mismo?”, sino que, por el contrario, experimenta una insensibilidad ante la naturaleza de sus actos.

Pese esto, creo ver en el protagonista un registro que es posible emparentar con la enseñanza de Nietzsche, el cual tiene que ver con la idea del “eterno retornodeloidéntico”. Recordemosque, másalládetodaslasinterpretaciones que se la han otorgado a tal propuesta, hay una confirmación de que hay una enseñanza segura, instituida por Nietzsche, que se repite en cada una de ellas a partir del “eterno retorno”: es el pensamiento que dice a la vida en la tierra, mediante el cual el ser desea tanto vivir cada momento, que no tiene inconvenientes en anhelar, él mismo, la repetición una y otra vez, de los instantes padecidos en la tierra. Esta es la instauración, de parte Nietzsche, de la valoración de la tierra. Y pese a toda su indolencia, o mejor, gracias a ella, estos preceptos no están tan alejados del obrar del protagonista, tal como lo advierte en uno de sus muchos instantes depresivos: “…el presentimiento de que tu vida se acerca a un desastre doloroso y definitivo, se conjugan para hundirte en un estado de verdadero sufrimiento. Y, sin embargo, todavía no tienes ganas de morir”. (Houellebecq, 2009:17). Así, será esta insensibilidad ante cualquiera de los momentos que al hombre le toque vivir, lo que precisamente permitirá que el protagonista acepte la vida y que, finalmente, la anhele. Y aquí es posible advertir una sutil diferencia entre lo que podría denominarse el “eterno retorno” del protagonista y aquel propuesto por


Nietzsche. Para llegar hasta él, el último propone la aceptación gozosa de cada uno de los instantes, mientras que el protagonista pareciera refugiarse en una mesura que le impide vanagloriarse ante el placer de un momento. Nietzsche pretende superar al hombre, exaltarlo, incluso hasta más allá de sus posibilidades, mientras que el personaje principal de la novela se corresponde precisamente con lo contrario: reconoce sus límites (“esa simplicidad y esa brutalidad características de la vida real”(Houellebecq, 2009:75), que son los de todos los hombres. Admite, casi con resignación, lo que tiene que ocurrir. Y esta distinción entre ambos se produce a partir de su origen: la aceptación de la tierra de Nietzsche se lleva a cabo desde la vida misma, sin importarle que el destino final para el hombre sea el de la muerte. Él mismo lo señala: “Pero el valor es el mejor matador, el valor que ataca: éste mata a la muerte misma, pues dice: ¿Era esto la vida? ¡Bien! ¡Otra vez!’” (Nietzsche, 1998: 229). Totalmente contrario es el pensamiento del protagonista. Más emparentado con Sartre, el cual ve al hombre condenado ante la vida, toma como punto de partida para alcanzar el “eterno retorno” la seguridad de la muerte. Sus últimos pensamientos con la sicóloga son

estos:

 

 

“Hablando más en general, todos estamos sometidos al envejecimiento y a la muerte. Estas nociones de vejez y de muerte son insoportables para el individuo. Se desarrollan soberanas e incondicionales en nuestra civilización, ocupan progresivamente el campo de la conciencia, no dejan que en ella subsista nada más. Así, poco a poco, se establece la certeza de que el mundo es limitado. El mismo deseo desaparece; sólo quedan la amargura…y el miedo.” (Houellebecq,2009: 166)

 

 

Sí, aquel minuto en el cual sobreviniera la muerte. Es por esto que el protagonista no puede abrazar el optimismo nietzscheano, ya que su certeza de muerte es tan profunda, que la única posibilidad que le queda es entregarse a esta indiferencia resignada. Pese a esto, ambos llegan a lo mismo. Y esto se confirma en el momento en el que el narrador siente temor de perder la vida, ante un ataque cardíaco repentino: “Me impresionaba la injusticia de esta muerte súbita. No se podía decir que yo hubiera abusado de la vida. Desde hacía unos años, es verdad, me encontraba en un mal paso; pero eso no era precisamente una razón para interrumpir la experiencia1 (Houellebecq, 2009:84), Y el protagonista es capaz de decir

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Cursivas del original.

 

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“no era precisamente una razón para interrumpir la experiencia”, aún bajo la situación en la cual se encuentra: desesperado y deprimido. Es decir, la idea del “eterno retorno” es tan fuerte en él, que, estando en una de las peores condiciones de una existencia, se esfuerza por dejar en claro que su deseo de repetición es más fuerte y verdadero. El protagonista dice: “Desde hace años camino junto a un fantasma que se me parece y que vive en un paraíso teórico, en estrecha relación con el mundo. Durante mucho tiempo he creído que tenía que reunirme con él. Ya no…Ya no me interesa; aún así, sigo” (Houellebecq, 2009:174). Y aquí se produce la coincidencia con Sartre, quien explica que “no es necesario tener esperanzas para obrar”. Tal cual Sísifo, el protagonista ve pasar sus días uno tras otro sin que nada cambie. Pero los acepta, los confirma y de esta manera le da sentido a una vida que se torna sin esperanzas y bajo la cual no hay nada que esperar, nada que el futuro depare, pero que sin embargo, es aceptada hasta sus últimas consecuencias.

Pero si el protagonista reafirma la vida en la tierra y se resigna, cabría preguntarse: “¿Por qué ordena matar?” En el ensayo titulado “La Rebeldía Mítica de Albert Camus”, Marla Zarate propone una idea interesante. Ella explica que los personajes de Camus, seres que toman conciencia de su realidad absurda, tales como nuestro protagonista, están caracterizados por una gran sensibilidad, casi una animalidad, en los cuales el “vivir sensitivo anula  toda  aspiración  metafísica.”  (Zarate,2004:67).  Así  se  explicaría la indiferencia del protagonista, su aceptación resignada del azar, su aferramiento al presente, su tendencia a actuar motivado por la recepción del medio ambiente. De esta forma, nuestro anti-héroe encarnaría las características de lo dionisiaco que Nietzsche reclama habrían estado tan desdeñadas ante el reinado de lo apolíneo. Continúa explicando Zarate como Camus, autor, como se mencionó, capital de la filosofía existencialista, siempre sintió un rechazo por aquella acción pregonada conforme a absolutos, por medio de los cuales se llevaban a cabo revoluciones y que imponían a la fuerza su postura. A esto Camus contrapone a la Naturaleza, la cual entregaría la mesura, la contemplación y la paz. Zarate explica que “en ese contexto [se] rechaza la historia y sus acciones, proponiéndonos la medida.” (Zarate, 2009:68-69). En el fondo, lo que se critica es la imposición de certezas, las cuales, siguiendo la línea de Ampliación del Campo de Batalla, no existirían, en un mundo regido por el azar y bajo el cual el protagonista acepta sus límites ante la imposibilidad de comprender intelectualmente el sentimiento del absurdo.

Pero el protagonista no vive sólo, sino que rodeado de seres que puede que no vean las cosas como él las ve. ¿Cómo es la comunidad que lo rodea? Algo que caracteriza a esta sociedad es el hecho de que, al interactuar con el narrador, se estén cuestionando, precisamente, lo que para Sartre es un deber preguntarse: “¿qué sucedería si todo el mundo hiciera lo mismo?”. En


su ensayo “La Frase de Nietzsche: ‘Dios ha Muerto’” Heidegger explica cómo, desde una voluntad de poder, es decir, desde un subjetivismo que valora según un cierto “punto de vista”, es posible ceder ante el nihilismo del cual se pretende escapar. Esto ocurre cuando aquel subjetivismo se convierte en certeza. Claro, ya que al imponer un determinado valor a un ser, al valorarlo según determinados y absolutos patrones, no queda la posibilidad de “ser” y aquel hombre queda tan sólo convertido en un objeto, debido a reglas convencionales. Y ésta es precisamente la crítica que realiza Houellebecq en Ampliación del Campo de Batalla. Al respecto, nuestro protagonista señala: “La dificultad es que no basta exactamente con vivir según la norma. De hecho consigues… vivir según la norma…Sin embargo, no tienes amigos” (Houellebecq, 2009: 16). Así, por ejemplo, a hechos que podrían considerarse triviales, al fin y al cabo simples errores humanos, como lo sería extraviar el coche, la sociedad los tilda de irracionales, tal como lo concibe nuestro narrador:

“¿Cómo iba confesar que había perdido el coche? Enseguida me tomarían por gracioso, hasta por anormal o por gilipollas; era muy imprudente. No se admiten bromas sobre este tipo de temas; así se crea una reputación, se hacen y deshacen las amistades. Conozco la vida, estoy acostumbrado. Confesar que uno ha perdido el coche es casi excluirse del cuerpo social; decididamente, aleguemos un robo.” (Houellebecq,2009: 13)

Finalmente, incluso la sociedad condena hasta la enfermedad, tal como el protagonista, abatido ante esta idea, señala en una intervención con su superior: “Le informo, de entrada, que estoy atravesando una depresión; él acusa el golpe…se alza entre nosotros una especie de muro invisible. Ya nunca me considerará como un igual, ni como un posible sucesor; la verdad es que a sus ojos ni siquiera existo; he caído” (Houellebecq, 2009: 153-154). Es decir, esta sociedad trabaja con patrones ya preestablecidos e incuestionables, aquellos que condenan tanto los errores, los olvidos y la enfermedad, catalogando estas características como lo raro o lo absurdo. Houellebecq repite la crítica de Nietzsche, quien reclama que ya no es aceptable la imposición de valores. Recordemos que en su discurso “De las Tres Transformaciones”, incluido en su libro Así Habló Zaratustra, el camello pasa a león y éste finalmente a niño. Este niño representa la inocencia, pero también la posibilidad de crear una propia voluntad: “Sí, hermanos míos, para el juego del crear se precisa un santo decir sí: el espíritu quiere ahora su voluntad, el retirado del mundo conquista ahora su mundo.” (Nietzsche, 1998:55), idea que se repite en Ampliación del Campo de Batalla, cuando el narrador dice: “A ti también te interesó el mundo. Fue hace mucho tiempo; te pido que lo recuerdes. El campo de la norma ya no te bastaba; no podías


seguir viviendo en el campo de la norma; por eso tuviste que entrar en el campo de batalla” (Houellebecq, 2009:18).

De esta manera, el narrador critica el accionar de la sociedad, que impone sentencias y castigos a los que no siguen sus estrictos postulados. Y esta es una idea que ya había sido formulada por Nietzsche en Así Habló Zaratustra. Ahí Nietzsche señala: “¡desconfiad de todos aquellos a quienes es poderosa la tendencia a imponer castigos! […] Pues a la justicia me dice así: ‘los hombres no son iguales’” (Nietzsche,1998: 156-157). De esta manera, tanto Nietzsche como el protagonista, desaprueban la vieja fórmula bajo la cual se erigen hombres, moldeándolos de tal forma que sean el resultado de la imposición de sentencias.

La Naturaleza es indiferente ante la muerte. Y el protagonista lo supo. Es por esto que sus últimas palabras serán de agradecimiento, agradecimiento a la tierra, que lo comprende y que se parece un poco a él: “Es un verdadero bosque silvestre. Hay senderos escarpados, claros, un sol que se insinúa por todas partes. Las praderas están cubiertas de junquillos.  Se  está bien, se puede ser feliz; no hay hombres. Aquí parece que algo es posible” (Houellebecq, 2009:173). Pero bajo una sociedad racional, para el narrador fue complicado liberar su lado animal, aún cuando el mismo Sartre reconozca que finalmente “sólo nos queda fiarnos de nuestros instintos.” (Sartre). Esto le trajo problemas. Su accionar no fue sino una consecuencia de la imposibilidad de canalizar su rabia, aquella intempestiva rabia que brotó tan furtiva e irracionalmente cuando envío a matar a Tisserand, su compañero de trabajo. Su comportamiento no fue sino un efecto, producto de una incapacidad de poder llevar a cabo sus instintos vitales, en una sociedad racionalizada. El protagonista encarna el perfecto dionisiaco reprimido. Tal vez, si hubiera sido un poco más racional, un poco más juicioso, algo más certero, la Naturaleza y la sociedad no habrían surtido tanto efecto en él. Quizás, habría podido evitar el reconocer que “no habrá fusión sublime; [que ha] fallado el blanco de la vida” (Houellebecq, 2009: 174).

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BIBLIOGRAFÍA

 

 

Camus, A. (1991). El Extranjero. Santiago: Andrés Bello. Camus, A. (2004). El Mito de Sísifo. Buenos Aires: La Página.

Heidegger, M. (1960).La Frase de Nietzsche: “Dios ha Muerto”. Sendas Perdidas. Argentina: Losada.

 

Houellebecq, M.(2009). Ampliación del Campo de Batalla. España, Barcelona: Anagrama.


Nessi, C. (2004). Camus y Houellebecq: El extranjero en la sociedad informatizada. [En línea]. Disponible en: http://www.salvador.edu. ar/gramma/38/nessi%2023-25.pd

 

Nietzsche, F. (1973).El Nacimiento de la Tragedia. Madrid: Alianza. Nietzsche, F. (1998). Así Habló Zaratustra. Madrid: Alianza.

Sartre, J.P. (1946).El Existencialismo es un Humanismo.[En línea].

Disponible en: http://www.uruguaypiensa.org.uy/imgnoticias/766. pdf.

Zarate, M. (2004). La Estética de Absurdo en Michel Houellebecq. [En línea].

Disponible en: serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/monje34.pdf