Metáfora y discurso político.

El caso de “la retroexcavadora” (Chile, 2014-2017)

Methaphor and Political Discourse. The case of “la retroexcavadora (Chile, 2014-2017)

Carlos Durán Migliardi

Universidad Católica Silva Henríquez, Chile

cduranm@ucsh.cl

Resumen: Este artículo tiene como objetivo reconstruir los usos dados a la metáfora de la “retroexcavadora” en el discurso político oposicional al segundo gobierno de Michelle Bachelet en Chile (2014-2018). Junto con exponer la forma en que el sentido originario de esta metáfora fue eficientemente resignificado y connotado como expresión de un proyecto político “destructivo” y “antidemocrático”, este artículo se propone dar cuenta de la relevancia de los dispositivos retóricos como herramientas para la interacción político-discursiva.

Palabras clave: Metáfora - Análisis de discurso - Política Chilena - Retroexcavadora

Abstract: This article aims to reconstruct the uses given to the metaphor of the “backhoe” in the political discourse opposed to the second government of Michelle Bachelet in Chile (2014-2018). Along with exposing the way in which the original meaning of this metaphor was efficiently resignified and connoted as an expression of a “destructive” and “undemocratic” political project, this article aims to account for the relevance of rhetorical devices as a tool for political-discursive interaction.

Keywords: Metaphor - Analysis of Discourse – Chilean Politics – Backhoe

1. Introducción

Durante las semanas posteriores a la instalación del segundo gobierno de la Presidenta Bachelet (en marzo de 2014), el Presidente del Senado y uno de los líderes del conglomerado oficialista Nueva Mayoría1, el Senador Jaime Quintana, utilizó la metáfora de la “retroexcavadora” para hacer referencia al sentido de la reforma educacional contemplada como uno de los ejes de la propuesta reformista ofrecida al país por parte de esta coalición centroizquierdista: “Nosotros no vamos a pasar una aplanadora, vamos a poner aquí una retroexcavadora, porque hay que destruir los cimientos anquilosados del modelo neoliberal de la dictadura”, advirtió el dirigente político en el marco de una entrevista televisiva.

Prontamente, esta metáfora fue alcanzando en el debate político el estatuto de expresión formal y sustantiva del proyecto político de la Nueva Mayoría, hasta convertirse en el significante privilegiado para hacer referencia tanto al (supuesto) fracaso de dicho proyecto como a su distancia respecto al contexto socio-político precedente, el que se habría caracterizado por la capacidad de sus actores políticos para la producción de acuerdos y la mantención de un clima de estabilidad política.

Este artículo tiene como objetivo precisamente dar cuenta tanto del contexto de emergencia de esta metáfora como de la forma en que fue objeto de una eficiente resignificación que terminó convirtiéndola en expresión de los déficits imputados al afán reformista que caracterizó al segundo gobierno de Bachelet. Manteniendo la perspectiva del análisis del discurso, este trabajo contiene además la intención de dar cuenta de la relevancia del lenguaje retórico en tanto componente central de la disputa hegemónica que caracteriza a lo político.

En la primera parte del artículo expondremos los ejes teórico-analíticos sobre los que se fundamenta este trabajo, los que dicen relación con el vínculo entre política, lucha hegemónica y lenguaje retórico para, en la segunda parte, exponer el corpus utilizado en esta investigación. En la tercera parte, reconstruiremos el contexto socio-político de emergencia de la metáfora de la “retroexcavadora”, para, en la cuarta parte de este trabajo, analizar la forma en que dicha metáfora fue re-significada por el espectro político opositor a la gestión del segundo gobierno de Bachelet, centrando nuestra atención en tres ejes: la apelación al pasado traumático, la reivindicación del pasado reciente y el rechazo a la concepción adversarial de la política.

En las conclusiones a este trabajo, daremos cuenta de la forma en que el uso de la metáfora de la retroexcavadora se convirtió en un eficiente y transversal dispositivo de revaloración de las formas consociativas que caracterizaron la interacción política chilena durante la década de los noventa.

2. Fundamentación teórica

2.1 Los lugares de la retórica en los procesos de significación político-discursivas

Lejos de ser un espacio transparente de actores que operan en ajuste a los principios de la lógica formal y el lenguaje literal, el campo político-discursivo constituye un escenario en el que las formas no literales del lenguaje ocupan un lugar central. Al igual como en todo ámbito de interacción lingüística, el uso de los recursos retóricos cumple una función clave en tanto dispositivo puesto al servicio de la producción y transmisión de sentido (Laclau, 2000a).

Ahora bien, ¿qué entendemos específicamente por uso de la retórica? ¿en dónde radica su relevancia para la comprensión de los procesos de significación política? Para ofrecer una definición que nos permita responder a estas preguntas, es preciso atender inicialmente a la categoría de discurso, toda vez que esta la entendemos como el espacio privilegiado de despliegue de los recursos retóricos.

La categoría de discurso a la que adscribimos en este artículo la asumimos sobre la base del reconocimiento de la naturaleza performativa del lenguaje, esto es, de su comprensión no como representación de una realidad supuestamente externa a este, sino que más bien como un acto de producción de aquella realidad que significa. El lenguaje, en este sentido, no lo asumimos como una “significación segunda y derivada” (Laclau & Mouffe, 2004, p. 134) referida a una supuesta “objetividad constatada”2, sino más bien como la forma privilegiada de fijación del sentido que, en un contexto determinado y dadas ciertas condiciones, asume lo social (Laclau, 2000b; Van Dijk, 2009).

El lenguaje, entonces, adquiere de acuerdo con nuestra aproximación un carácter que trasciende a las clásicas oposiciones binarias entre sujeto/objeto o entre interioridad/exterioridad. Ello implica, por consecuencia, comprenderlo como una materialidad producida socialmente más que como una exterioridad referida a una supuesta realidad objetiva “por fuera del lenguaje”, lo que obliga a la puesta en cuestión de las igualmente clásicas oposiciones entre conocimiento y opinión, entre denotación y connotación, o entre verdad y falsedad (Santander, 2011).

Asumido lo anteriormente expuesto, definimos la categoría de discurso como una totalidad de sentido (Renkema, 2009; Van Dijk, 2009; Vasilachis, 2013; Laclau, 2005) compuesta por un conjunto de enunciados comunicativos (Martí, 2003) dotados de elementos contingentemente articulados entre sí. Una totalidad de sentido que, sin embargo, no necesariamente se configura de modo coherente, ni se constituye en los términos de una agrupación lógica ni responde a intereses supuestamente objetivos. Observamos un discurso, en definitiva, cuando diversos elementos y/o enunciados (juicios, descripciones, evaluaciones, diagnósticos, valoraciones) participan en la configuración de una totalidad de sentido referida a algún objeto por él construido y que se sitúa en un contexto socio-histórico determinado.

La inscripción contextual de un discurso implica que este habita siempre en un determinado campo, y que se relaciona en términos de oposición y/o vecindad con otros discursos. Es así como, por ejemplo, en el campo de lo político3 el discurso opera como una de las herramientas a través de las cuales se expresa la disputa por el poder y la hegemonía en un contexto socialmente organizado. Un discurso político, así, lo asumimos como un dispositivo productor de nuevos contextos y sentidos conducentes a la producción, reproducción o generación de nuevas hegemonías4.

Ahora bien, y dada la comprensión del discurso como un dispositivo de carácter performativo y no representativo de una supuesta realidad exterior al lenguaje, resulta evidente que su capacidad para producir sentido no se encuentra mediada ni por una supuesta correspondencia con “lo real”, ni por una coherencia lógica interna, ni por una consistencia al nivel de lo que conocemos como lógica argumentativa. Entre la intención comunicativa del espacio de la producción discursiva y la recepción social de un discurso existe una opacidad caracterizada por la inestabilidad y la polisemia. Y es que, en definitiva, y tal como plantea Orlandi (2012, p. 43), “la incompletitud es la condición del lenguaje: ni los sujetos ni los sentidos, por tanto tampoco el discurso, ya están listos y acabados. Siempre se están haciendo”.

Esta condición inestable e incompleta del discurso es lo que explica la función central que asume la retórica en los procesos de significación. Específicamente, y para los efectos de este artículo, entendemos la retórica como el conjunto de recursos lingüísticos caracterizados por el uso de significantes no literales (figurativos) que aportan por medio de recursos persuasivos a la producción y comunicación de una determinada posición, valoración o definición (Albaladejo, 2005). Su lugar en la configuración del discurso y el carácter persuasivo que la caraterizan han de ser entendidas, en este sentido, como un componente sin el cual no es posible la disputa por la significación.

Naturalmente, comprender la retórica en la forma descrita implica reconocer su presencia generalizada. Contrario a su comprensión como recurso acotado al ámbito del lenguaje estético o literario, constituye en este sentido un “rasgo definitorio del lenguaje” (Laclau, 2000, p. 57). Y ello, en el campo de la interacción política, adquiere una especial relevancia dada su condición esencialmente polémica e inestable que la convierte en un espacio en el que el despliegue de recursos retóricos juega un rol central en la búsqueda por producir sentidos unívocos, con potencia interpelatoria y capacidad de disputar la hegemonía sobre el “sentido de lo social”.

2.2 Metáfora y discurso político

Dentro del amplio abanico de dispositivos retóricos es posible identificar en un lugar privilegiado a la metáfora, recurso de carácter semántico que aporta a la fijación del sentido de un determinado objeto/actividad/elemento a partir de su asociación con los atributos de otro objeto/actividad/elemento.5 Por medio de “la proyección de unos conceptos desde un dominio conceptual (el dominio origen) hacia otro dominio conceptual (el dominio destino)” (Hernández, 2002, p. 67), el uso de la metáfora en la disputa política opera como recurso persuasivo para la comunicación de una determinada significación, pudiendo ser esta una evaluación, una definición contingente, una caracterización del adversario o cualquier otro elemento a ser incorporado a una determinada posición discursiva.

Naturalmente, el recurso metafórico se torna verosímil a condición que el sentido del “dominio origen” sea sustantivamente más estable y unívoco que el del “dominio destino”, lo que explica la necesidad del emisor de “tomar prestado” un significante perteneciente a un campo semántico exterior para fijar el sentido de una determinada descripción, evaluación, adjetivación o valoración. En otras palabras, la metáfora opera como “un mecanismo para comprender y expresar situaciones complejas sirviéndose de conceptos más básicos y conocidos” (Cuenca & Hilferty, 2007, p. 98). Por consecuencia, su alcance se identifica más bien con una “función cognitiva” (Cuvardic, 2004, p. 62) de caracterización de un determinado objeto/actividad que con una mera función suplementaria u ornamental.

Esta vinculación entre dominios diferentes puede ser asumida, siguiendo a Lakoff (2004, p. 4), como un procedimiento por medio del cual se recurre a marcos preexistentes que “conforman nuestro modo de ver el mundo” con el objetivo de sustentar una idea de significación débil. Es así como, por ejemplo, “ordenar la casa” como nombre de una política represiva; “alivio fiscal” para referir a una rebaja de impuestos; “el que nada hace nada teme” para profundizar mecanismos de control de identidad, constituyen ilustraciones de la forma en que un concepto en disputa (lo que más arriba denomimanos como dominio destino) se asocia con marcos preexistentes (dominio origen) a partir de los cuales se pretende lograr una determinada significación.6 En el caso que nos ocupa en este artículo, la utilización del significante “retroexcavadora”, perteneciente a un campo semántico en principio ajeno al de la disputa política, tenía como objetivo originario como veremos más adelante el de la caracterización de la naturaleza profunda de las reformas promovidas por el gobierno de Michelle Bachelet en el ámbito educacional. En este caso, el dominio origen corresponde al del conjunto de herramientas utilizadas en el ámbito de la construcción, y el dominio destino al de la naturaleza de los proyectos que se disputan en un determinado campo político. La “retroexcavadora”, así, identificada con la demolición y la instalación de cimientos, se trasladaba al campo de lo político para indicar el sentido de un determinado proyecto con pretensiones de cambio profundo. Un recurso, en definitiva, puesto al servicio de la legitimación de un proyecto político de modificación de las condiciones que definían el status quo.

Pero la puesta en circulación de una metáfora, sin embargo, no garantiza la fijación definitiva de su sentido ni su identificación con una determinada posición discursiva claramente identificable. Como describiremos en el caso del uso de la metáfora de la retroexcavadora, la naturaleza inestable de la significación política somete todo significante a la contingencia de la disputa hegemónica de tal forma que, como ocurre en nuestro ejemplo, una metáfora originariamente utilizada con el fin de valorar positivamente un programa de reformas bien puede transformarse en un significante que condensa el carácter fallido e indeseable de dicho programa.

En definitiva, en este artículo entenderemos la presencia de la metáfora como un dispositivo presente en toda disputa hegemónica. La naturaleza discursiva de la política, así, implica el despliegue de fórmulas retóricas que constituyen uno de los recursos centrales en la siempre inestable pugna por la significación.

2.3 El estudio del discurso y la retórica política

En el campo de las ciencias sociales existe una amplia tradición de estudios sobre discursos e identidades sociopolíticas que hacen uso del instrumental analítico proporcionado por los estudios del lenguaje. Ejemplos de ello, situados en el contexto latinoamericano, pueden verse expresados en el estudio sobre las identidades “alfonsinistas” y “menemistas” en Argentina, de Aboy (2001); en el análisis acerca de la identidad peronista en Argentina, elaborado por Sigal y Verón (2003); el estudio acerca de los discursos políticos nacionales en Bolivia, de Guevara (2010); la investigación acerca de los discursos opositores en Colombia, de Ayala (1995); la compilación de los discursos políticos en América Latina, de Donot y Pordeus (2015); o el estudio sobre los componentes discursivos de la identidad política kirchnerista, realizado por Biglieri y Perelló (2007), solo por indicar algunos ejemplos de investigaciones que, bajo la modalidad del análisis de discurso, han logrado producir aportes significativos para el conocimiento de los procesos sociopolíticos latinoamericanos.

Ya de modo más específico, y en lo que refiere a investigaciones referidas a la observancia del uso de la metáfora en el campo de la disputa política, podemos mencionar como ejemplos el trabajo de Santibáñez (2009) sobre el uso de la metáfora en la actividad argumentativa del contexto político-social chileno y el trabajo de Olave (2012) sobre los usos retóricos en el marco del conflicto armado en Colombia. Mientras en el primero se muestra la forma en que la recurrencia al uso de metáforas constituye un soporte de las estrategias argumentativas propias del debate público, en el segundo se ilustra de qué modo el lenguaje retórico permite operar como dispositivo de legitimación política de decisiones y actividades tan complejas como el de la acción militar y el uso de la violencia.

Ambos estudios constituyen solo una breve muestra de la forma en que la observancia de los aspectos retóricos del discurso permite relevar la importancia que el uso de recursos tales como la metáfora tienen para la disputa por el sentido que le es esencial a la interacción política.

3. Marco metodológico

Este trabajo se inscribe dentro de los parámetros de una estrategia metodológica de tipo cualitativa de alcance descriptivo, no experimental y transeccional. Se fundamenta en la perspectiva del análisis de discurso, entendido para estos efectos como una estrategia de abordaje textual que busca dar cuenta de la forma en que diversos eventos comunicativos permiten la producción, circulación y mutación del sentido de lo social (Renkema, 1999; Van Dijk, 2009; Laclau, 2005; Santander, 2011; Armony, 2005; Albaladejo, 2015; Orlandi, 2012). La estrategia de abordaje del problema de investigación desarrollado siguió dos pasos: la reconstrucción del contexto y el análisis discursivo de enunciaciones referidas al significante “retroexcavadora”.

Para la reconstrucción del contexto, procedimos a la elaboración de una reconstrucción narrativa del contexto sociopolítico en el cual se inscribe la emisión del significante “retroexcavadora”, dando cuenta de la especificidad del marco sociopolítico del período ubicado entre los años 2013 y 2017. Una vez presentado el contexto sociohistórico, procedemos al análisis del corpus de nuestro trabajo. Este corresponde a una muestra de entrevistas, intervenciones públicas, declaraciones ante medios de comunicación e intervenciones de distinto tipo generadas por actores políticos tanto del oficialismo como de la oposición al gobierno de Michelle Bachelet7 que cumplen con el criterio de hacer referencia explícita al término “retroexcavadora”, y que fueron emitidas durante el período 2014-2017, el que transcurre desde la emisión del significante hasta las elecciones presidenciales en que se pone fin al gobierno de Bachelet.

Los medios de prensa seleccionados corresponden a una muestra intencionada generada sobre la base de un criterio de diversidad y publicidad, esto es, resguardando la naturaleza plural del conjunto de medios y observando que fueran fuentes de información que se caracterizaran por un nivel de cobertura y presencia a lo menos medio.

El procedimiento desarrollado consistió en agrupar y reducir progresivamente las referencias trabajadas a un grupo reducido de significaciones vinculadas a un tópico común. El resultado final fue la agrupación de las referencias en tres dimensiones: 1) Una dimensión referencial vinculada a la actualización de la memoria social en torno a la crisis de 1973; 2) Una dimensión valorativa referida al pasado político reciente y 3) una dimensión cognitiva referida a la identificación de la retroexcavadora con una concepción adversarial de la política.

Por último, cabe señalar que el criterio para la selección de referencias operó sobre la base de la consideración de actores/emisores que ocuparan al menos uno de los siguientes lugares de enunciación: miembros del gobierno en cargos de primera línea (Presidenta y ministros), parlamentarios y/o dirigentes de los principales partidos políticos del país.

Una vez seleccionadas las unidades, se procedió a agruparlas en torno a las asociaciones semánticas presentes en ellas, de tal forma de concluir detectando las relaciones de analogía y asociación manifestadas en torno al uso de la metáfora en cuestión.

4. Presentación de resultados

4.1 De la concertación a la Nueva Mayoría: el giro político-discursivo de la centroizquierda chilena

Uno de los componentes centrales de la gramática política post-dictatorial chilena fue el de la homologación entre práctica política y consenso. Junto a sus derivaciones discursivas referidas a la “democracia de los acuerdos”, “la medida de lo posible”, “la concertación democrática” y el “diálogo político”, el uso del significante consenso pasó a ser entendido como la expresión misma de la “buena política”, síntesis de una forma de encarar el debate público y producir acuerdos en un marco cuyo norte era la consolidación del proceso democratizador y la superación de las formas antagónicas de interacción que habrían sido características del período anterior al quiebre democrático de 1973.8

Los factores que permiten comprender la centralidad de la lógica consociativa en el contexto chileno son variados, y van desde la derrota histórica del proyecto político de la Unidad Popular y el consecuente proceso de renovación político-intelectual de gran parte de la izquierda, la profundidad de la revolución neoliberal ejecutada por el régimen autoritario, la crisis de los socialismos reales y el impacto de las violaciones a los DDHH, entre otros fenómenos que trascienden los objetivos de este trabajo. En cualquier caso, lo cierto es que dicha centralidad derivó en una forma específica de interacción caracterizada por la tendencia a la producción de acuerdos y a la invisibilidad de oposiciones sustantivas respecto a proyectos de sociedad que, en el debate político-público, fueron subsumidas por el imperativo de la estabilidad, la paz social y el crecimiento económico.

A partir del 2010, sin embargo, esta configuración comienza a ser desestabilizada por un conjunto de factores entre los que destacan 1) la derrota de la Concertación en las elecciones presidenciales de dicho año a manos de una coalición de partidos de derecha y 2) la activación, durante el año 2011, del mayor ciclo de protestas y movilizaciones sociales producido en Chile desde el retorno a la democracia.

Respecto al primero de estos factores, cabe destacar que la derrota tras veinte años de la coalición centroizquierdista constituyó un síntoma inequívoco del debilitamiento del marco oposicional que caracterizó el proceso político desde 1990: el clivaje democracia/autoritarismo que ubicaba a los dos grandes actores del campo (Concertación y Alianza) en una relación marcada por sus respectivas posiciones frente a la dictadura, evidenciaba desde finales de los noventa un proceso progresivo de disolución de su potencia interpelatoria. Las reformas constitucionales con que el entonces Presidente Lagos sentenció en 2005 la superación de la institucionalidad autoritaria, unidas al fallecimiento del ex-dictador Augusto Pinochet en el año 2006 y a la hábil construcción del liderazgo del futuro Presidente Sebastián Piñera como un opositor a la dictadura que, pese a ello, formaba parte de un proyecto político de derecha, constituyeron algunos factores claves en este proceso de desvanecimiento del eje a partir del cual se constituyó la interacción política chilena durante décadas.9

La victoria de Piñera en las elecciones de 2009/10 y la centralidad alcanzada por su discurso fundado en el principio de la eficiencia con apertura a la innovación en algunas agendas valóricas otrora monopolizadas por la centroizquierda generaron, naturalmente, una profunda crisis de sentido en este espacio político. Una crisis que, finalmente, se vio profundizada con la activación durante el año 2011 del más profundo ciclo de movilizaciones sociales generada en Chile desde el fin de la dictadura. Una contingencia devastadora para la centroizquierda, toda vez que la intensificación de la protesta social concentrada especialmente en el mundo estudiantil operó sobre la base de un discurso de denuncia a un modelo económico-social en el cual tanto la derecha como los gobiernos concertacionistas eran sindicados como co-partícipes. En el discurso de los líderes estudiantiles, de igual forma como en las consignas provenientes de “la calle”, la demanda por una sociedad de derechos y desmercantilizada no observaba diferencias a la hora de impugnar al sistema político y sus actores hegemónicos como adversarios.

En gran medida como resultado de estas tensiones es que un importante sector proveniente del mundo concertacionista protagoniza hacia fines del gobierno de Piñera un complejo proceso de reconfiguración que derivó finalmente en la conformación de una nueva coalición política la Nueva Mayoría, cuyos propósitos combinaban el interés por superar el proyecto político de la Concertación, por un lado, y por representar políticamente lo que a esas alturas era interpretado como un estado de creciente malestar frente al modelo económico-social, por el otro. El progresivo descrédito de la herencia concertacionista y la necesidad de capitalización política de los conflictos sociales desplegados bajo la administración Piñera, producían en definitiva una “ventana de oportunidad” para el impulso de un proceso de reinvención al calor de la disputa electoral del año 2013 y delos altos niveles de popularidad conservados por la ex–Presidenta Bachelet por aquel entonces.

Este proceso se vio claramente expresado durante la coyuntura electoral que culminó con la maciza victoria de la ex Presidenta Bachelet en las elecciones de 2013, coyuntura durante la cual su permanente apelación a la emergencia de “un nuevo ciclo político” y a la necesidad de construcción de una “nueva mayoría por los cambios” se fueron generando señales de gestación -al interior de la Nueva Mayoría- de una nueva forma de intervención política y de una voluntad por superar de modo definitivo la lógica consociativa propia del ciclo político abierto en 1988.

Específicamente, la referencia a la existencia de un “nuevo ciclo político” operaba como dispositivo de reapropiación de la idea del cambio por parte de una coalición afectada por la herencia de más de 20 años de continuismo. Cambiando la definición del escenario sociopolítico, de sus retos y desafíos, el discurso de la candidatura bacheletista buscaba instalarse como la expresión de una oferta capaz de hacer frente a la apertura de un contexto socio-político marcado principalmente por el incremento de las movilizaciones sociales y por los síntomas de un malestar social que comenzaba progresivamente a hacer mella sobre la legitimidad del sistema político.

Esta referencia a la presencia de un “nuevo ciclo político” la expresaba Bachelet, apenas retornada al país en su discurso de aceptación de su postulación presidencial:

Chile ha cambiado y es hoy un país más activo y con mayor conciencia de sus derechos (…) Chile tiene hoy una ciudadanía más madura y empoderada. Estamos entrando a un nuevo ciclo político, económico y social. ¡Y qué bueno que así sea!

Porque esta misma ciudadanía es más fuerte, informada, comprometida con el desarrollo de Chile, fiscalizadora, y es una señal de nuestra propia adultez como sociedad. Pero es, también, una ciudadanía que está alzando su voz descontenta. Bachelet: [The Clinic: 27/marzo/2013]

El “nuevo ciclo político”, así, operaba como una señal de apertura, por parte de la centroizquierda, frente a los temas y desafíos del nuevo escenario abierto durante el gobierno de Piñera: una ciudadanía marcada por el malestar social, empoderada y con capacidad de movilización, requería a juicio del nuevo conglomerado una consecuente modificación de las lógicas que caracterizaron el ciclo de gobiernos de la Concertación10.

Ciertamente, el diagnóstico y sentido que asumió la propuesta bacheletista sintonizaba con el reconocimiento de la modificación de los términos según los cuales se configuró el campo político postransicional: la desafección creciente frente a la élite política y social, unida a la disminución de la capacidad del sistema político para procesar eficientemente un contexto de proliferación de demandas sociales y la emergencia de nuevas actorías político-sociales emergidas del ciclo de movilizaciones sociales activada durante el gobierno de Piñera (2010-2014), constituían motivos suficientes como para plantear la necesidad no solo de incorporar nuevos temas en la agenda política, sino que también de alterar el maridaje entre consociativismo y tecnocracia característico del contexto político anterior.

4.2 La metáfora de la “retroexcavadora”

A pocos días de la victoria en segunda vuelta de Michelle Bachelet en las elecciones de noviembre de 2013, el parlamentario de la Unión Demócrata Independiente UDI, Patricio Melero, hizo un llamado a la moderación de las reformas comprometidas a lo largo de la campaña electoral de la representante de la Nueva Mayoría: “Ojalá que la Nueva Mayoría –planteaba Melero- no actúe con arrogancia ni pasando aplanadoras y que entienda que acá hay más de un 37% de chilenos que respaldó a Evelyn Matthei y un porcentaje de chilenos que también votó por otros candidatos” Melero: [La Nación: 15/diciembre/2013].

Pocas semanas después, el Senador Juan Antonio Coloma (UDI) insistía en la metáfora de la aplanadora advirtiendo sobre los peligros que, para la estabilidad política y económica del país, acarreaba el cambio de la tradicional lógica consociativa por una práctica política de tipo mayoritaria:

Ellos tienen votos para hacer lo que quieran, y hay que ver si buscarán una lógica del entendimiento. Mi sospecha es más bien negativa (…) No me parecería que uno actúe con un cartucho en la cabeza, sin ver lo que pase al lado. Hay que ver la situación económica de aquí a marzo en el mundo. Ahora, si van a pasar aplanadora, la pueden pasar en 100, 50 o 30 días. El tema de fondo es que hay materias que requieren no acuerdos mínimos, sino máximos. Y la prioridad debería ser hacer ese esfuerzo. Coloma: [La Segunda: 7/febrero/2014].

Dos son los factores que explicaban estas aprehensiones manifestadas por la derecha a solo días que Bachelet asumiera por segunda ocasión la primera magistratura del país: en primer lugar, los resultados de la elección parlamentaria otorgaban al futuro gobierno una holgura que, si bien no era suficiente para aprobar ciertas iniciativas legislativas supra-mayoritarias, era lo suficientemente robusta como para aportar al cumplimiento de gran parte de las reformas propuestas en su programa11; en segundo lugar, el programa de gobierno de Bachelet había incorporado un conjunto de reformas que significaban, a lo menos como intención, modificaciones sustantivas en aspectos tan relevantes como el de la institucionalidad política, el sistema impositivo y el modelo educativo que necesariamente iban a generar un clima oposicional inédito tras casi 25 años desde el retorno a la democracia en 1990. A ello se sumaban las señales que, desde los actores oficialistas se daban en cuanto a anticipar el advenimiento de una nueva forma de interacción política, tal como la afirmación del recién asumido Ministro del Interior Rodrigo Peñailillo en cuanto a que “La política de los consensos, como hubo en los últimos 25 años, no va a volver. Eso sería una ilusión óptica” Peñailillo: [El mercurio: 29/marzo/2014].

La metáfora de la “aplanadora”, así, buscaba destacar un diagnóstico de crisis de la “política de los consensos” y de apertura de un período en el que los otrora sólidos acuerdos en torno al modelo de desarrollo y a las reglas del juego político comenzaban a ser cuestionadas. Una “aplanadora” que, en definitiva, “demolía” el pasado de estabilidad y acuerdos.

Los motivos para esta preocupación, como hemos dicho, tenían como soporte no solo el énfasis reformista asumido por Bachelet durante la campaña electoral de 2013, sino que también las acciones y agenciamientos discursivos que caracterizaron el despliegue gubernamental una vez asumido. Declaraciones como las del propio Ministro Peñailillo en las que diagnosticaba que “la democracia de los consensos es de otra época, es de la época de la transición, donde era otro el contexto político”, Peñailillo: [Radio Cooperativa: 19/julio/2014] comenzaban a ser repetidas sistemáticamente por parte de diversos personeros y líderes de la centroizquierda, connotando -de acuerdo al diagnóstico de la derecha- una intención refundacional en la cual la voluntad de reforma se impondría frente a la generación de acuerdos propia del contexto post-dictatorial.

Tal es el marco en que se encontraba el debate político cuando, el 24 de marzo del 2014 y a solo dos semanas de haber asumido, el nuevo gobierno anunciaba el retiro del Congreso de tres proyectos de ley en el área educacional enviados por su antecesor, Sebastián Piñera12. Según lo indicado por el Ministro Vocero de la época, el socialista Álvaro Elizalde, el retiro de estas iniciativas se fundamentaba en su distancia con el sentido de las reformas propuestas por el gobierno de Bachelet y el unánime rechazo que generaban en los parlamentarios de la Nueva Mayoría. “Las razones para remover estas propuestas sostenía el Ministro, son porque contradicen los principios medulares de la reforma educacional de Bachelet, tienen estándares insuficientes y establecen la educación como un bien de consumo y no uno social” Elizalde: [El Mostrador: 24/marzo/2014].

Las reacciones desde la oposición no se dejaron esperar. Más que una simple acción político-administrativa, la decisión del ejecutivo fue interpretada como una expresión clara y rotunda de los ímpetus refundacionales de la nueva administración. Para la Diputada Hoffmann (UDI), por ejemplo, esta decisión gubernamental constituía “la máxima expresión de la aplanadora y de la política partidista. Lamentablemente, cada vez que la política partidista ha tocado la educación, solo ha generado corrupción y mala calidad.” Hoffmann: [La Tercera: 9/abril/2014]. El diputado independiente y ex ministro de Piñera, Miguel Kast, por su parte, señalaba que “esta es una falta de respeto para miles de chilenos que quieren un Estado al servicio de la gente” Kast: [La Tercera: 24/marzo/2014].

La alusión a la “aplanadora oficialista”, así, giraba de pronóstico a constatación. A pocos días de asumir, se cumplía a ojos de la oposición la profecía de instalación de un gobierno que, haciéndose eco de “la voz de la calle”13, instalaría una agenda de reformas cuyas consecuencias terminarían por afectar severamente la estabilidad política y social que el país habría logrado tras dos décadas de predominio de la “política de los consensos”.

Naturalmente, estas críticas tuvieron pronta respuesta desde el oficialismo. La diputada comunista Camila Vallejo, por ejemplo, destacó que:

Esto no se trata de pasar la aplanadora ideológica o política, como lo han querido plantear desde la Alianza. Esto se trata de cumplir el mandato de una mayoría que no es solo política, sino también social y que se ha expresado con contundencia frente a la necesidad de impulsar los cambios que hoy están planteados programáticamente por este gobierno. Vallejo: [EMOL: 24/marzo/2014]

Mayoritariamente desplegada en la línea argumental de la Diputada Vallejo, la posición tanto del gobierno como de sus organizaciones y dirigencias políticas era la de desmontar la metáfora de la “aplanadora” apelando a la voluntad mayoritaria de cambios expresada democráticamente en la elección presidencial. Frente a la aplanadora, así, se confrontaba la apelación a una legitimidad democrática que otorgaba al gobierno la autoridad para promover su agenda reformista, tal y como lo expresaba el senador socialista Carlos Montes:

En ninguna democracia llamaría la atención que la mayoría se exprese. Ello ocurre en Chile, primero, porque parte de la oposición se resiste a creer que perdió, en muchas materias, el veto que la Constitución le prodigó. Y, segundo, porque los ejes de la discusión estuvieron por años corridos hacia la derecha. Ello explica que algunas reformas razonables en cualquier gobierno de centroizquierda acá se caricaturizan como si provinieran de un régimen extremo. Montes: [La Tercera: 11/mayo/2014]

Y es justamente en medio de este escenario de disputa que el Senador Jaime Quintana (PPD), quien en ese momento oficiaba como vocero de la Nueva Mayoría, participó en una entrevista televisiva en la que el tema central era precisamente el de la disputa en torno al referido retiro de los proyectos de ley. En dicho contexto, y respondiendo a una interrogante acerca de las referencias a la “aplanadora oficialista” por parte de la oposición, el dirigente oficialista emitió las siguientes palabras:

Nosotros no vamos a pasar una aplanadora, vamos a poner aquí una retroexcavadora, porque hay que destruir los cimientos anquilosados del modelo neoliberal de la dictadura. El lucro, la selección, la discriminación y la mala calidad. Esas son las características de un modelo educacional que tenemos hoy día, y por lo tanto estos anuncios que hoy día ha planteado la Presidenta Michelle Bachelet van en la línea absolutamente contraria. Quintana: [El Mercurio: 24/marzo/2014]

Las palabras del senador oficialista, inspiradas en la búsqueda por destacar el sentido transformador del gobierno de Bachelet y el afán reformista de su política en la arena educacional, generaron un efecto impensado en el escenario político nacional14. Amén de algunas tibias expresiones de apoyo a las afirmaciones del en ese entonces Presidente del Senado y algunos intentos por restarle relevancia a sus declaraciones, lo cierto es que la invocación a la metáfora de la “retroexcavadora” produjo un efecto que trascendió ampliamente a su inspiración originaria. De modo transversal y creciente, el debate público se concentró en cuestionar el sentido “destructivo” de la metáfora, la que pasó a constituirse en una de las principales herramientas retóricas utilizadas por la oposición y por los sectores que, al interior de la coalición oficialista, manifestaron distancia respecto a la dirección que había tomado la administración bacheletista.

Las semanas posteriores a la emisión de la metáfora de la retroexcavadora derivaron en la estabilización de su sentido definitivo, sentido naturalmente distante de las pretensiones originarias de su emisor y que, paradojalmente, se instaló como una marca privilegiada con que los sectores críticos al gobierno de Bachelet caracterizaron su gestión.

Específicamente, la resignificación de la metáfora de la retroexcavadora apuntó a su identificación con tres ideas-fuerza íntimamente articuladas entre sí: en primer lugar, una relación de analogía entre su connotación semántica y el contexto histórico de crisis de la democracia chilena que apelaba a la memoria social traumática vinculada al golpe militar de 1973; en segundo lugar, un contraste con el pasado reciente de producción de acuerdos que habría caracterizado la transición hacia la democracia; y en tercer lugar, una valoración por oposición de una concepción consociativa de la democracia que el solo uso de la metáfora en cuestión estaría negando.

Contra el sentido originario imputado a la metáfora, ocurrió en definitiva que la retroexcavadora pasó a constituirse en el recurso descriptivo privilegiado por parte de los actores políticos opositores al gobierno de Bachelet. “La retroexcavadora”, así, pasó a ser la condensación de todos los atributos indeseables de su gobierno, expresión de una forma de hacer política de consecuencias negativas para el país y síntoma de un proyecto gubernamental ajeno a la tradición política de búsqueda de acuerdos.

4.2.1 La retroexcavadora y el recurso a la memoria social traumática

Dentro de los recursos más utilizados por el discurso político se encuentra la apelación a lo que Van Dijk (2009, pp. 257-261) define como la “memoria social”, esto es, el “conjunto de creencias fácticas compartidas” que habitan un determinado espacio social. Ya sea por medio de la producción de asociaciones (explícitas o implícitas) que articulan las definiciones que buscan sostenerse con componentes extraídos de dicha memoria, el uso de presuposiciones que invocan a un saber compartido entre el hablante y el público o el uso retórico de figuras o hechos históricos arquetípicos que aportan al fortalecimiento de las ideas-fuerza que se desean expresar, la disputa por la identificación con el saber social compartido ocupa siempre un lugar relevante en la disputa política.15

Esta función del pasado como fuente de experiencia e instrumento de persuasión en la pugna por la legitimidad de las posiciones político-discursivas es claramente verificable en relación específica a la forma en que fue significada la metáfora de la retroexcavadora. Transversalmente, esta fue asociada con un conjunto de conceptos e imágenes provenientes del contexto sociopolítico inmediatamente anterior al golpe militar de 1973: “infantilismo revolucionario” (casos 2 y 6 de la Tabla 1), “régimen estatista” (caso 1 de la Tabla 1) y “avanzar sin transar” (caso 5 de la Tabla 1), así, volvían a aparecer en el léxico político, buscando activar la memoria social relativa a un tiempo histórico de polarización y violencia.

De modo transversal pero fundamentalmente originado desde la derecha política, la figura de la retroexcavadora constituyó un significativo aporte al objetivo de ubicación del gobierno de Bachelet en un lugar de repetición cuasi-patológica de las prácticas políticas que habrían conducido al país a la crisis de 1973: un retorno a un lenguaje antagónico presente en el imaginario social, conducente a la activación de una memoria social traumática que, fantasmagóricamente, se hace presente a través de la retroexcavadora y su sentido demoledor.

Esta articulación analógica entre la metáfora de la retroexcavadora y el contexto de crisis de la democracia chilena evidencia a nuestro juicio la forma en que todo proceso de significación se encuentra vinculado con una exterioridad que aporta a la configuración de su sentido. Y es que, tal y como subraya Orlandi (2012, p. 36), los discursos se encuentran asociados a “memorias y circunstancias que muestran que los sentidos no están solo en las palabras, en los textos, sino en la relación con la exterioridad, en las condiciones en que ellos son producidos y que no dependen solo de las intenciones de los sujetos”.

De este modo es como, por medio de un complejo desplazamiento, la metáfora en cuestión giró desde su identificación con una “voluntad transformadora” hacia su homologación con una “destrucción” alusiva a un pasado traumático que, por analogía, era incorporado en las enunciaciones críticas arriba reseñadas. Tal y como se observa por ejemplo en el caso 1 de la Tabla 1, el recurso de la asociación de la retroexcavadora con una “época de confrontación” activa el marco de una memoria traumática referida ineludiblemente al contexto histórico de crisis que, más allá de sus posiciones en torno a la dictadura de Pinochet, la ciudadanía identifica con el gobierno socialista de Salvador Allende. Un gobierno que, en analogía con la administración Bachelet, estaría construyendo sueños “prescindiendo de la realidad” (caso 6 de la Tabla 1).

Caso

Autor/medio de prensa/fecha

Instancias de la metáfora de la retroexcavadora

1

Alberto Espina, Senador RN.

Diario La Segunda:

25/marzo/2014.

“Quintana busca destruir los principios de la sociedad libre para imponer un régimen estatista. Es el control político total, al mejor estilo chavista (…) Ese tipo de declaraciones que hablan de destrucción, de eliminar, de hacer borrón y cuenta nueva, recuerdan épocas de confrontación, beligerancia y división entre los chilenos, que entre todos hemos colaborado a que se cambie por una política constructiva”

2

Carlos Larraín, Senador y Presidente de RN.

Prensa Senado:

25/marzo/2014.

Creemos que llegó la hora de la verdad, nosotros queremos emplazar al gobierno de la Nueva Mayoría a que defina qué tipo de gobierno quiere. Uno que va a dialogar, que va a buscar acuerdos con la oposición o quiere un gobierno que va a imponer el camino de la retroexcavadora, volviendo a los tiempos del infantilismo revolucionario que tanto daño le hicieron a Chile.

3

Alberto Espina, Senador RN. Diario La Segunda: 25/marzo/2014.

“Quintana busca destruir los principios de la sociedad libre para imponer un régimen estatista. Es el control político total, al mejor estilo chavista (…) Ese tipo de declaraciones que hablan de destrucción, de eliminar, de hacer borrón y cuenta nueva, recuerdan épocas de confrontación, beligerancia y división entre los chilenos, que entre todos hemos colaborado a que se cambie por una política constructiva”

4

Carlos Larraín, Senador y Presidente de RN.

Prensa Senado:

25/marzo/2014.

Creemos que llegó la hora de la verdad, nosotros queremos emplazar al gobierno de la Nueva Mayoría a que defina qué tipo de gobierno quiere. Uno que va a dialogar, que va a buscar acuerdos con la oposición o quiere un gobierno que va a imponer el camino de la retroexcavadora, volviendo a los tiempos del infantilismo revolucionario que tanto daño le hicieron a Chile Larraín: [Prensa Senado: 25/marzo/2014]

5

Andrés Allamand, Senador RN. The Clinic: 5/marzo/2014.

La retroexcavadora es una versión 2.0 del “avanzar sin transar” de la izquierda de los 70.

6

Mariana Aylwin, militante PDC y ex Ministra de Educación. Qué Pasa: 23/octubre/2014.

Hay dirigentes y partidos de la Nueva Mayoría que han privilegiado el camino de construir sueños prescindiendo de la realidad y eso es un cierto infantilismo, porque todos podemos estar de acuerdo en los objetivos, pero cuando se quiere pasar la aplanadora, lo que se está haciendo es un acto de infantilismo político. Es muy fácil decir no al lucro, pero construir el no al lucro no es tan sencillo como algunos pensaban que era.

7

Karol Cariola, Diputada PC. Radio Cooperativa: 25/marzo/2014.

Aquí no se trata de pasar aplanadoras, de retroexcavadoras, ni de ningún tipo de auto que sirva para la construcción. En Chile, por mucho tiempo, hubo un sector que nos pasó la aplanadora por encima, que no respetó las mayorías, que impuso minorías por sobre las mayorías.

Tabla 1. La retroexcavadora y el recurso a la memoria social traumática

4.2.2 La retroexcavadora como reivindicación del pasado reciente

Tal y como hemos expuesto más arriba, el contexto político que antecede al triunfo de Bachelet en las elecciones de 2013 se caracterizó por la visibilización del conjunto de tensiones acumuladas por la Concertación tras más de dos décadas desde su fundación en 1988. El resultado de dichas tensiones fue, como lo indicamos, la desaparición de este conglomerado y el surgimiento de la Nueva Mayoría, cuya novedad no solo residía en la incorporación de un nuevo actor el Partido Comunista sino que también en el desplazamiento discursivo y programático hacia un ethos reformista. Por defecto, este desplazamiento se tradujo en un explícito o implícito distanciamiento de los ejes discursivos de la antigua coalición, sobre todo en aquello que refiere a la centralidad de la lógica consociativa. Una distancia crítica que, por ejemplo, se traducía en la revaloración del sentido mayoritario de la interacción democrática, tal y como lo planteaba la Presidenta Bachelet en su Mensaje al Congreso Pleno de mayo del 2014:

Todos somos necesarios en el diálogo honesto sobre las transformaciones. Y cuando yo digo honesto, quiero decir sin prejuicios ni temores infundados. Pero ese diálogo tiene que arribar a decisiones, y las decisiones deben reflejar a las mayorías. Eso está en el corazón de la democracia (Bachelet, Michelle, “Mensaje al Congreso Pleno”, 21 de mayo de 2014, p. 26).

Esta modificación del eje discursivo del nuevo gobierno se tradujo, como lo señaláramos más arriba, en una fuerte crítica por parte de la oposición de derecha a su carácter “refundacional”, crítica que obtuvo en la metáfora de la retroexcavadora su oportunidad para ilustrar el contraste entre un tiempo de “consensos y acuerdos” y una actualidad de “enfrentamiento y falta de diálogo”. La reivindicación del contexto socio-político anterior, así, operaba como eficiente dispositivo no solo utilizado desde el espectro opositor sino que también, y con especial fuerza, desde aquellos sectores oficialistas que se mostraban distantes frente al rumbo que asumía el nuevo gobierno.

De esta manera es como, por medio del uso de la retroexcavadora, se reflejaría el sentido “refundacional”, “rupturista” y contrario al diálogo que caracterizaría a la administración Bachelet, en la línea de lo que puede observarse por ejemplo en el caso 5 de la Tabla 2. Un sentido que vis a vis el pasado reciente de disposición al diálogo, de consociativismo y producción de acuerdos, constituiría un retroceso necesario de evitar. La retroexcavadora operaba de esta forma como metáfora que ilustraba el fin del ciclo político post-dictatorial y el inicio de una nueva dinámica de interacción política marcada por la confrontación, el espíritu refundacional y el abandono de “lo ya realizado” (caso 7 de la Tabla 2) durante el ciclo de gobiernos de la Concertación (casos 1 y 3 de la Tabla 2). Y ello abría una ventana de oportunidad para el reposicionamiento, por parte de la oposición de derecha y de los sectores oficialistas menos afectos a los énfasis mayoritarios y antagonistas del discurso oficialista, de la retórica de los acuerdos y del consenso, a la manera de lo que, por ejemplo, fue la conformación del relato de Mauricio Macri en Argentina en torno a lo que Schuttenberg (2017) denomina como “la política de la despolitización”.

El conjunto de referencias arriba indicadas, en definitiva, coincidían en asociar la retroexcavadora con una entidad destructora no solo de la obra construida en las décadas anteriores sino que además de las lógicas de acción política de corte consociativo que caracterizaron el exitoso ciclo de gobiernos de la Concertación de partidos por la Democracia. La defensa de dicho legado, en este sentido, se representaban en definitiva como una afirmación a favor del gradualismo, la moderación y la ponderación (caso 2 de la Tabla 2), vis a vis la irracionalidad, el espíritu refundacional y el énfasis mayoritario.

Caso

Autor/medio de prensa/fecha

Instancias de la metáfora de la retroexcavadora

1

Gutenberg Martínez, Consejero PDC.

El mostrador: 25/marzo/2014.

No estoy por ninguna retroexcavadora respecto a lo que hicimos 20 años.

2

Joaquín Lavín, Dirigente UDI. La Tercera: 25/marzo/2014.

Creo que frases como la del senador Quintana le hacen un flaquísimo favor a la Presidenta Bachelet, porque esas frases de partir de cero no sintonizan con los chilenos, que quieren cambios, pero con estabilidad.

3

Ignacio Walker, Senador y Presidente PDC. El Mostrador: 25/marzo/2014.

Ni aplanadora, ni retroexcavadora sino cambios de fondo con estabilidad política, sin darse gustos verbales (…) Creo que este tipo de declaraciones no le hacen bien a nuestra coalición, no le hacen bien al país, es mucho lo que se ha construido en nuestro país sobre todo en los últimos 24 años, y eso se debe al esfuerzo de todos los chilenos, por lo tanto no me interpretan las declaraciones del senador Quintana. Tenemos que seguir construyendo a partir de lo ya realizado, sobre la base del esfuerzo de todos los chilenos

4

Andrés Velasco, ex ministro y ex precandidato presidencial. El Mostrador: 26/agosto/2014.

Mi domicilio es la centro-izquierda, hemos buscado que la Nueva Mayoría acoja las ideas de centro, de modo que no se transforme en una alianza de izquierda donde algunos quieren echar mano a la aplanadora, retroexcavadora, para pasar por encima de quienes piensan distinto. Bien ajeno al espíritu de la centro-izquierda y es bien ajeno a lo que Chile quiere (…) comparto las ideas de centro izquierda, pero de una centro- izquierda moderna.

5

Jaime Mañalich, ex Ministro de Salud. Emol: 21/noviembre/2014.

Lo que queda después del gobierno del ex-Presidente Piñera es fragilidad, es un desequilibrio de poder que permite que se avance con aplanadora, con retroexcavadora, a un gobierno refundacional claramente socialista-marxista.

6

Ena Von Baer, Senadora UDI.Senado Online: 8/agosto/2014.

Desde el primer día dijimos que el futuro de Chile se construye entre todos, que la única forma de avanzar es encontrar puntos de encuentro, que las mayorías electorales no son carta blanca para utilizar retroexcavadoras y aplanadoras, que debíamos honrar nuestra tradición política de llegar siempre a acuerdos cuando el futuro de Chile lo amerite.

7

Ignacio Walker, Senador y Presidente PDC. El Mostrador: 25/marzo/2014.

Tenemos como meta aprobar la Reforma Tributaria antes del 21 de mayo, ojalá con una gran mayoría en el Congreso. Por lo tanto, creo que este tipo de declaraciones no le hacen bien a nuestra coalición, no le hacen bien al país, es mucho lo que se ha construido en nuestro país sobre todo en los últimos 24 años, y eso se debe al esfuerzo de todos los chilenos, por lo tanto no me interpretan las declaraciones del senador Quintana, tenemos que seguir construyendo a partir de lo ya realizado, sobre la base del esfuerzo de todos los chilenos.

Tabla 2. La retroexcavadora como reivindicación del pasado reciente

4.2.3 La retroexcavadora como expresión de una concepción adversarial de la política

La conversión del significante retroexcavadora en una expresión que permitía la actualización fantasmagórica del pasado traumático de crisis democrática al mismo tiempo que la reivindicación de los atributos del pasado político reciente presentan como eje común la adscripción implícita a una concepción específica de la democracia. Esta forma, derivada en hegemónica desde el retorno a la democracia en 1990 y discursivamente encarnada en las principales actorías políticas del período, se sostenía en su rechazo a las concepciones adversariales y mayoritarias de la democracia, privilegiando por consecuencia la interacción democrática fundada en consensos fundamentales y en la generación de acuerdos por sobre la imposición de la lógica mayoritaria.

Esta concepción consociativa de la democracia se tradujo en una modalidad específica de interacción política durante el período. Tal y como lo hemos descrito más arriba, ésta se fundaba en la lógica de producción de acuerdos entre las actorías políticas hegemónicas y en el debilitamiento de los debates sustantivos en torno al modelo político, económico y social.

Con el surgimiento de la Nueva Mayoría y el retorno de Bachelet al gobierno, esta forma de interacción pasa a ser cuestionada desde posiciones que habitan el espacio hegemónico del campo político. Las iniciativas reformistas ofertadas por Bachelet, se sostenía, requerían del predominio de la voluntad mayoritaria por sobre la negociación y el acuerdo. Discursivamente al menos, se requería de una resignificación del sentido de la interacción democrática que instalara el valor de la mayoría y, por consecuencia, que reconociera la inevitabilidad de la producción de tensiones y antagonismos como resultado de ello.

La figura de la “aplanadora” inicialmente instalada por la oposición de derecha tenía precisamente como objetivo el de cuestionar la validez de este desplazamiento. Invocando la fórmula democrática consociativa, este sector político reclamaba la necesidad de participar aun asumiendo su condición minoritaria en la construcción de la agenda de reforma de Bachelet, disminuyendo sus efectos, aminorando su profundidad y, en último término, acotando su impacto.

Situados en este contexto, la irrupción de la retroexcavadora ofreció una inapreciable oportunidad: producir una oposición binaria entre la retroexcavadora en tanto expresión del objetivo oficialista de demolición y el diálogo democrático, ubicando al mismo tiempo a la tesis de la “retroexcavadora” en una posición que antagonizaba con las concepciones naturalizadas de la democracia, y que identificaban a esta con el acuerdo, la negociación y el consenso político, tal y como se observa en los casos 1, 2 y 3 de la Tabla número 3.

A la luz de la comprensión de la democracia como un régimen fundado en la producción de acuerdos y el diálogo entre actores diversos, la retroexcavadora aparece como la expresión de su opuesto: el cierre a la posibilidad de diálogo democrático, la “descalificación del adversario” (ver caso 9 de la Tabla 3), la inviabilidad de construcción colaborativa. Y, frente a ello, lo que naturalmente se requiere es superar esta lógica, reponiendo los elementos que hicieron de la democracia chilena un ejemplo de estabilidad y paz social.

Paradojalmente, entonces, la oposición de derecha se ubica en el lugar de la reivindicación de un tiempo de acuerdos, diálogo y consociativismo ejecutado precisamente por sus otrora adversarios devenidos ahora en exponentes de una forma mayoritaria y adversarial de acción política.

Caso

Autor/medio de prensa/fecha

Instancias de la metáfora de la retroexcavadora

1

Lily Pérez, Senadora RN.

Terra: 19/octubre/2014.

Aquí la aplanadora se pasó entera, no hubo necesidad de retroexcavadora, sino que solamente hubo necesidad de aplastar sin posibilidad de construir diálogo.

2

Sebastián Piñera, ex Presidente de la República (2010-2014). El mostrador: 06/octubre/2017.

Vamos a reemplazar la perversa lógica de la retroexcavadora por una cultura de acuerdos.

3

Marco Antonio Núñez, Diputado PPD. Radio Zero: 5/enero/2016.

Declaraciones como la retroexcavadora trasuntan falta de diálogo.

4

Cristián Monckeberg, Diputado RN. Pura Noticia: 14/mayo/ 2014.

La manera de actuar del Gobierno, la imposibilidad de dialogar, la imposibilidad de que nos escucharan nuestras propuestas, finalmente llevan a una votación como la que se dio ayer (sobre reforma tributaria). Lo de ayer fue un diálogo de sordos, lo que se vio ayer fue la aplanadora en pleno funcionamiento y sin ninguna posibilidad de realizar modificaciones.

5

Ernesto Silva, Diputado UDI. El Mostrador: Diario El Día: 30/marzo/2014.

No le tenemos miedo, estamos preparados para enfrentarlos, pero puede ser muy negativo para el país la actitud de dos almas en la Nueva Mayoría. Una es que quieran dialogar y otra es que quieran pasar la aplanadora, retroexcavadora y otros elementos de demolición. Trata de ser una amenaza para lo que ha sido el desarrollo de Chile.

6

Víctor Pérez, Senador UDI. El Mostrador: 27/marzo/2014.

“Mientras hay sectores del Gobierno que quieren dialogar y llegar a acuerdos transversales en todas las materias, hay un grupo que efectivamente quiere pasar la máquina”

7

Jacqueline Van Risselberghe, Senadora UDI. Emol: 22/mayo/2014.

Lo que quiere la Presidenta Bachelet con el aborto es imponerlo de la misma manera que lo hizo con la reforma tributaria, sin debate ni diálogo, sino tan solo haciendo efectivas las mayorías circunstanciales que posee en el Congreso. Y eso disminuye la calidad del debate y resta sustentabilidad en el tiempo a todas las reformas que hoy impulsa la Nueva Mayoría (…) Es inaceptable que el Gobierno quiera ahora pasar la retroexcavadora a los niños que están por nacer.

8

Jacqueline Van Risselberghe, Senadora UDI. The Clinic: 22/mayo/2014]

Es por todos sabido que estos últimos dos meses el Gobierno ha aplicado la ley de la retroexcavadora, imponiendo sin límite ni cortapisa la voluntad del Ejecutivo en el Parlamento, tal como ocurrió cuando el proyecto de reforma tributaria fue aprobado en la Cámara de Diputados sin diálogo, consensos ni acuerdos, y peor aún, sin integrar la opinión de los actores relevantes del área.

9

Juan Antonio Coloma, Senador UDI. La Tercera:3/junio/2014.

“Constantemente nos llaman al diálogo por una parte mientras nos descalifican por otra. Nuestro objetivo es transparentar si la Presidenta Bachelet comparte esta forma de hacer política o quiere de verdad el diálogo, porque llevan casi tres meses diciéndonos que conversemos, pero en la práctica no hemos podido conversar ni una sola palabra. Nosotros sentimos que se ha hecho constante la aplanadora.”

Tabla 3. La retroexcavadora como expresión de una concepción adversarial de la política.

5. Conclusiones

En este artículo nos propusimos mostrar que el lenguaje retórico forma parte de la disputa de producción de sentido que caracteriza a lo político. Situándonos en el contexto sociopolítico del Chile reciente, nos propusimos observar la forma en que la metáfora de la retroexcavadora adquirió una presencia relevante en las dinámicas discursivas que caracterizaron la interacción política durante la última década, presencia compartida con otras metáforas presentes en este campo tales como las de “aplanadora” y “política de los acuerdos”, solo por nombrar dos significaciones propias del léxico político del Chile reciente.

Para cumplir con nuestro objetivo, nos propusimos reconstruir el contexto socio-político en el cual la referida metáfora de la “retroexcavadora” es situada en el centro de la disputa política, oficiando como una síntesis que permite comprender tanto la ruptura respecto al contexto socio-político previo como las características que definieron el campo de disputa entre gobierno y oposición durante el segundo período de gobierno de la Presidenta Michelle Bachelet.

Por último, nos concentramos en observar la forma en que se expresa la naturaleza polisémica del lenguaje en general, y del discurso político en lo específico. Una naturaleza polisémica que, por ejemplo, genera que no siempre ocurra que el sentido originario de una palabra, un nombre o una frase se despliegue de modo transparente e inequívoco en un determinado espacio de interacción o que, en otras palabras, la “eficacia persuasiva” (Cuvardic, 2004, p. 64) esperada con la emisión de un determinado conjunto de significaciones no pueda ser lograda, pudiendo ocurrirque como en el caso de los usos de la metáfora de la retroexcavadora aquí analizados una misma palabra pueda adquirir significaciones radicalmente opuestas o que, incluso, su sentido originario sea totalmente revertido como efecto de determinadas condiciones de recepción no anticipadas por el emisor originario.

El sentido definitivo de la metáfora que nos propusimos observar estuvo menos asociado a la intención comunicativa originaria que al contexto y la interacción resultante de dicha emisión, factores estos últimos que terminaron por ser los determinantes a la hora de direccionar la deriva de los usos del referido significante.

¿Cuál fue en definitiva el resultado de la instalación de la metáfora de la retroexcavadora en la interacción política del Chile reciente? A nuestro juicio, tres son los aspectos necesarios de destacar en este sentido: 1) la “retroexcavadora” logró dotar de legitimidad al discurso que, proveniente de la oposición derechista, cuestionaba la puesta en marcha del proyecto reformista de Bachelet apelando a sus formas anti-consociativas; 2) contribuyó a la visibilización de las tensiones internas del conglomerado oficialista y 3) construyó una imagen simbólica que permitió asociar al gobierno de Bachelet con la ruptura, el enfrentamiento y el ethos refundacional.

Referencias bibliográficas

Fuentes primarias impresas y online

Bio–bio online

El Mercurio de Santiago

El mercurio online

El Mostrador

La Tercera

La Nación

La Segunda

Prensa Senado

Radio Cooperativa online

The Clinic

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Notas

1. Surgida a inicios de 2013, la “Nueva Mayoría” surge como un intento de la centroizquierda chilena por reformular el proyecto histórico de la Concertación, coalición que había gobernado Chile durante 20 años consecutivos, y que había sido objeto de un progresivo debilitamiento cuyo máximo hito fue su derrota en las elecciones presidenciales de 2009. Con la incorporación de nuevos actores principalmente el Partido Comunista y la elaboración de un ambicioso programa de reformas, este conglomerado se constituyó como la expresión de una voluntad de reposición de un proyecto capaz de encarar el aumento de las expresiones de malestar social acumuladas desde finales del siglo XX. Sobre el contexto político de emergencia de la Nueva Mayoría, véase Castiglione, 2014.

2. La comprensión del lenguaje “significación segunda y derivada” opera, según Laclau y Mouffe, en la medida en que opere el supuesto de una distinción entre esencia/apariencia, objetividad/subjetividad o realidad/representación que, desde su concepción del carácter performativo del lenguaje, no son posibles de asumir.

3. La noción de campo político refiere a la definición de Bourdieu (2003, p. 129), para quien un campo es un “espacio estructurado de posiciones (o de puestos) cuyas propiedades dependen de su posición en dichos espacios y pueden analizarse en forma independiente de las características de sus ocupantes. Un campo (…) se define, entre otras formas, definiendo aquello que está en juego y los intereses específicos, que son irreductibles a lo que se encuentra en juego en otros campos o a sus intereses propios (…) y que no percibirá alguien que no haya sido construido para entrar en ese campo (…) Para que funcione un campo, es necesario que haya algo en juego y gente dispuesta a jugar, que esté: dotada de los habitus que implican el conocimiento y reconocimiento de las leyes inmanentes al juego, de lo que está en juego, etcétera”.

4. Definimos la hegemonía como la capacidad de un discurso para determinar el sentido de lo social en un contexto determinado. En otras palabras, un discurso es hegemónico cuando logra producir una determinada significación compartida socialmente. En relación a esta definición, véase Laclau (2005), Van Dijk (2009) y Molero (2003).

5. Definimos la hegemonía como la capacidad de un discurso para determinar el sentido de lo social en un contexto determinado. En otras palabras, un discurso es hegemónico cuando logra producir una determinada significación compartida socialmente. En relación a esta definición, véase Laclau (2005), Van Dijk (2009) y Molero (2003).

6. Ilustraciones acerca del vínculo entre metáfora y política pueden verse desarrolladas en Lakoff (1999).

7. Las organizaciones políticas formales agrupadas en la coalición opositora “Chile vamos” corresponden a los partidos Unión Demócrata Independiente, Renovación Nacional, EVOPOLI y AMPLITUD. En el caso de la coalición oficialista Nueva Mayoría las organizaciones políticas que formaron parte de ella son el Partido Comunista, Partido Demócrata Cristiano, Partido Radical Socialdemócrata, Partido Socialista y Partido Por la Democracia.

8. Una expresión clara de los fundamentos políticos y teóricos que se encontraban a la saga de la “política de los consensos” puede ser revisada en Boeninger (2014).

9. Para una descripción de las dinámicas de interacción política características del período aquí referido, véase Fuentes (2013).

10. Para un abordaje más específico de la noción de “Nuevo ciclo político”, véase Ottone (2014).

11. Del total de diputados electos en las elecciones de 2013 (120) en elecciones realizadas de modo simultáneo a la primera vuelta presidencial, la Nueva Mayoría logró un total de 67, más cuatro parlamentarios independientes (entre los que se contaban los dirigentes estudiantiles Giorgio Jackson y Gabriel Boric) que, si bien no formaban parte de la coalición de gobierno, podían estar disponibles para apoyar puntualmente algunas medidas reformistas impulsadas por Bachelet. La derecha, así, se encontraba con la bancada parlamentaria menos numerosa desde el retorno a la democracia en 1990.

12. Los proyectos de ley eran los siguientes: Ley de financiamiento de la Educación Superior, proyecto de creación de la Superintendencia de Educación Superior, y proyecto de constitución de la Agencia Nacional de Acreditación.

13. “La voz de la calle” corresponde a una metáfora repetidamente utilizada por los dirigentes gubernamentales y partidarios durante el contexto de las movilizaciones sociales del año 2011. Con esta frase, se buscaba hacer un contraste entre la “estridencia” de las movilizaciones sociales y el “silencio” de las grandes mayorías que, sin capacidad de movilización ni presión al Estado, observan impotentes cómo sus demandas y aspiraciones se ven postergadas ante la capacidad de grupos organizados.

14. De acuerdo a versiones de prensa de la época, el uso de la metáfora de la retroexcavadora formó parte de un diseño político previamente acordado, cuya idea original “era enfatizar el rumbo reformista trazado en el programa de gobierno”. http://www.quepasa.cl/articulo/uncategorized/2016/05/el-origen-de-la-retroexcavadora.shtml/

15. Respecto al vínculo entre memoria social y discurso político, véase el estudio de Ruiz (2007) sobre los usos de la memoria en el contexto socio-político español y la investigación sobre los usos de la figura de Simón Bolivar en el discurso político de Hugo Chávez en Venezuela (Chumaceiro, 2003). En ambos casos, se puede observar la forma en que el discurso político moviliza imaginarios colectivos relativos a la memoria histórica compartida por determinados colectivos sociales para fortalecer una determinada posición en el debate político contingente.