Logos: Revista de Lingüística, Filosofía y Literatura
2009, 19 (2) 38-55
“España y Latinoamérica se han entendido siempre incluso en español” Problemas de identidad lingüística en la hispanofonía
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Spain and Latin América have been always understood even in Spanish” Problems of lingüístic identity in Hispaphony
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Joachim Borna
a
Institut für Romanistik
Justus-Liebig-Universität Gießen Cátedra de Lingüística Iberoamericana
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En este artículo pretendo analizar aspectos de las identidades española y latinoamericana. Mientras que los dominios lingüísticos del francés y del portugués fundamentan su solidaridad en -fonias (francofonía, lusofonía) en el área hispano-hablante predomina hasta hoy el término pos-colonial hispanidad. Ante la globalización lingüística (es decir la hegemonía del inglés) la cooperación entre -fonías e -idades es cada vez más importante para la imposición mundial de idiomas other than English. Esta contribución esboza la historia de las denominadas uniones.
Palabras clave: identidad, hispanidad, francofonía, lusofonía, idiomas pluricéntricos
In this article I intend to analyze some aspects of the Spanish and Latin American identities. While the linguistic domains of French and Portuguese are united in official -phonies (Fran-cophonie, Lusophonie), in the Spanish- speakingareathereisapredominance of the term hispanidad. Given a linguistic globalization process (i.e. hegemony of the English language) the cooperation between -fonías e -idades is very important for the assertion of languages other than English as universal languages. This contribution is a delineation of the history of the mentioned unions.
Keywords: identity, hispanidad, Francophonie, Lusophonie, pluricentric languages
España y Latinoamérica se han entendido siempre, incluso en español” 1: la cita parece banal y pierde un poco de su gracia cuando se eliminan las comillas que marcan el carácter intertextual2. En realidad se trata de
una boutade de García Már-quez con la cual el Premio Nobel colombiano se refirió a las relaciones a veces conflictivas entre la cuna peninsular y el crisol étnico del Nuevo Mundo. El subtí-tulo, “Problemas de identidad lingüística en la hispanofonía” también es problemático: no sólo tenemos que definir exactamente lo que entendemos por “identidad” sino que usamos, además, un término poco frecuente: hispanofonía. Mientras que los términos francophonie y lusofonia se han generalizado para describir tanto la unidad de los países donde se utiliza el francés y el portugués, respectivamente, como los esfuerzos realizados para garantizar la propagación o conservación de estos idiomas, el concepto de hispanofonía no se impuesto (todavía)3. El Novo Aurélio define lusófono como ‘ou país, ou povo, ou indivíduo, etc. que fala o português ou que tem o português como língua’ y, consecuentemente, lusofonia como la ‘adoção da língua portuguesa como língua de cultura ou língua franca por quem não a tem como vernácula; tal ocorre, p. ex. em vários países de colonização portuguesa’ y –en una segunda definición– como “comunidade formada por povos que habitualmente falam português”4.
La política de la francofonía, a su vez, aborda generosamente 55 países – entre ellos, países tan poco francófonos como lo son Albania, Bulgaria, Rumania, Moldavia, Macedonia y Polonia5– . En cambio, el Diccionario de la Real Academia Española sólo conoce hispanidad, hispanismo e hispanohablante, que en portu-gués tienen sus equivalentes en lusitanidade, lusitanismo e lusoparlante (DRAE 1996). Vale lo mismo para la segunda edición del Diccionario de uso del español (Moliner 1998, *1491). Sólo el Diccionario del español actual menciona el lema hispanófono (aun-que no
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1Gabriel García Márquez, citado por Jorge Eliecer Pineda, El esperanto de Gabriel García Márquez. En: Silbos para espantar fantasmas. Hojas volantes de Literatura. Bogotá 1998.
2 Como ocurrió en el programa para el XVII Coloquio Romanístico de Viena.
3 Hay excepciones como el Diccionario del español actual como es el caso de una contribución de Franz Lebsanft sobre Internet e hispanofonía en el cual el autor describe los esfuerzos por parte de los países hispanófonos, especialmente España, de coordinar la redificación sistemática de la hispanofonía con el fin de terminar con la situación “deshonradora” de hacer en “desvío” para comunicarse entre la Córdoba argentina y la andaluza (Leb¬sanft 2000, 38).
4 Novo Aurélio 1999, 1241.
5 http://www.francophonie.org/oif.cfm.
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hispanofonía) definiéndolo simplemente: ‘hispanohablante’ (Seco 1999, 2493). También están ausentes en el DRAE algunos términos referidos a identidades nacionales, como por ejemplo cubanidad6 y chilenidad7 .
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6 Véase sobre cubanidad Ortiz 1996 y Rascos 1997.
7 Respecto a la chilenidad véase Schmidt-Radefeldt 2000, 359 que la define como “la pregunta viru- lenta por la identidad nacional, por sus raíces históricas y los orígenes indígenas”.
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En internet se encuentra una inmensa cantidad de categorías, sitios o páginas web que refieren a alguna de las respectivas “-fonías”. Al utilizar buscadores como Yahoo o Altavista se pone en evidencia que el desarrollo de este medio interactivo nos obliga a contrastar dos tablas, una del mes de mayo de 2001 que contiene los “hits” anteriores al XVII Coloquio Romanístico sobre Lengua historia e identidad: perspectiva española e hispanoamericana (Tabla 1) y otra que demuestra la explosión de datos respecto del tema justamente a la hora de entregar la versión escrita de esta contribución, en junio de 2002 (Tabla 2):
Tabla 1: -fonías en internet (mayo de 2001)
Tabla 2: -fonías en internet (marzo de 2010)8
De las pocas páginas de Yahoo en español encontradas en mayo de 2001, una se llama “El portal de cocina en español”; otras tres son colecciones de recetas; una tercera es una colección de banderas de la Península. De manera que sólo tres hacen alguna referencia a la unidad de la lengua española: el anuncio del Día Internacional de la Francofonía en Chile; una página de la OIF (es decir, la Organisation Internationale de la Francophonie) relacionada con el Año Europeo de las Lenguas 2001, y la octava, por fin, una publicación en el área hispanófona. En ella aparece una entrevista para Granma Internacional en la que el jefe de la delegación francesa en la 105ª Conferencia de la Unión Interparlamentaria, Michel Vauzelle afirmaba:
Yo deseo que nos aproximemos entre los pueblos que hablan las lenguas latinas, es decir, esos que hablan espa- ñol, que muestran un dinamismo extraordinario al interior incluso del propio territorio de Estados Unidos, los lusopar- lantes en Brasil, en Portugal, en Africa ex portuguesa, y los italianos. “Pienso que entre América Latina, Africa latina y Europa Latina hay un momento de acercarse a partir de las lenguas española, portuguesa, italiana y francesa, tratar de ver cómo nos organizamos. No se trata de un arma de guerra contra Estados Unidos, ni contra la lengua inglesa, es simplemente que no nos agredan y que los francófonos,
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8 No todos los datos pueden ser parangonados porque hubo una reorganización, espe- cialmente de categorías y sitios en los buscadores usados (hoy en día nadie busca en yahoo ni mucho menos en altavista).
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por ejemplo, aprovechemos del formidable dinamismo a la vez cultural, demográfico y de una lengua muy viva que es la española, para encontrarnos ahora y hablar. No veo com- petición entre la francofonía y la hispanofonía, al contrario, es tiempo de ver cómo podremos acercarnos porque nuestro combate es común y porque nosotros, francófonos, necesita- mos de ustedes hispanohablantes para defendernos9.
Lo interesante es que la hispanofonía, al parecer, sólo existe con referencia a la francophonie y como estrategia común –instigada por la política lingüística france-sa– de defensa contra la fuerza hegemónica del inglés. Esta última es percibida como amenaza a las culturas europeas debido al carácter enculturizante del inglés que, junto con el idioma, vende sus “valores” –la así llamada McWorld-Culture, postulada por Benjamin R. Barber y, según él, representada por las “tres emes” que globalizan el mundo y lo interconectan mediante redes con comida rápida, computadoras rápidas y música rápida: McDonald’s, McIntosh y MTV (Barber 1996, 8)–. ¿Es la hispanofonía, entonces, un remedio contra la globalización? ¿Una identidad hispana como lazo unificador entre España y América Latina contra el mundo anglosajón? ¿Una reanudación, continuación, restauración, modificación o modernización del concepto de la hispanidad que ganó terreno en España, a partir del siglo XX, en el nuevo contexto que se daba, desde 1898, con la pérdida de las últimas posesiones en América y en el Pacífico? Entonces la idea del americanismo –en sus significados tres y cuatro del DRAE: ‘amor o apego a las cosas características o típicas de América’ y ‘dedicación al estudio de las cosas de América’–, ese americanismo que se había ido fraguando a lo largo del siglo XIX, se actualizó y cobró fuerza especial, presentándose como solución a la crisis que atravesaba España. El llamado pensamiento regeneracionista10 español hizo del americanismo y de la común identidad
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9 http://www.granma.cu/espanol/abri1/15michel-e.html. Transcripto original incluyendo varias incoherencias.
10 Entre los regeneracionistas destacan los nombres de Joaquín Costa, Macías Picavea, Lucas Mallada y Damián Isern. Eran precursores de los noventayochistas, y se propusieron “regenerar el país” analizando “los males de la patria”, y encontrar remedio. Su ideología se caracterizó por un “reformismo pequeño-burgués” (Tuson/Lázaro Carreter 1978, 120)
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entre España e Iberoamérica uno de los pilares a partir de los cuales se intentaba la superación de la crisis general en que se hallaba sumida España. El regeneracionismo español, apoyado en la proyección americana, fue considerado la base de la regeneración moral y de la modernización estructural que necesitaba España. Muy pronto, esta actitud fue objeto de una interpretación reaccionaria enlazada directamente con el pensamiento conservador decimonónico. Este modelo se configuró de un modo preciso durante los años treinta y alcanzó su cima con el franquismo (Del Arenal 1994). Un caso extremo dentro de la genera-ción del 98 es el de Ramiro de Maeztu que –después de una juventud revolucionaria al igual que sus correligionarios del movimiento– se convirtió en un reaccionario ferviente defendiendo ideas netamente tradicionalistas que se condensaron en su última obra Defensa de la Hispanidad del año 1934, abiertamente racista y exagerando la autoglorificación de España hasta el absurdo:
El valor histórico de España consiste en la defensa del es- píritu uni-versal contra el de secta. Eso fue la lucha por la Cristiandad contra el Islam y sus amigos de Israel. Eso también el mantenimiento de la unidad de la Cristiandad contra el sentido secesionista de la Refor-ma. Y también la civilización de América en cuya obra fue acompa-ñada y sucedida por los demás pueblos de la Hispanidad. Si mi- ramos a la Historia, nuestra misión es la de propugnar los fines generales de la humanidad, frente a los cismas y mo- nopolios de bondad y excelencia. Y si volvemos los ojos a la Geografía, la misión de los pueblos hispánicos es la de ser guardianes de los inmensos territorios que constituyen la reserva del género humano. Ello significa que nuestro destino en el porvenir es el mismo que en el pasado: atraer a las razas distintas a nuestros territorios y moldearlas en el crisol de nuestro espíritu universalista. […] Y ya no hará falta sino emplazar la administración de justicia por encima de las luchas de clases y partidos, como se hizo en los siglos XVI y XVII y se deshizo en el XVIII, para encontrar en el pasado hispánico la orientación del porvenir, como la Edad Media la halló en el Imperio Romano y el Renacimiento en la Antigüedad clásica. […]
De entre todos los pueblos de Occidente no hay ninguno más cercano a la Edad Media que el nuestro. En España vivi- mos la Edad Media hasta muy entrado el siglo XVIII. Esta es la explicación de que nuestros reformadores hayan ren- egado radicalmente de todo lo español, vuelto las miradas al resto del mundo occidental, como a un Cielo del que esta- ban excluidos, y tratado de hacernos brincar sobre nuestra sombra, en la esperanza de que un salto mortal nos haría caer en las riberas de la modernidad… Pero el ansia de mod- ernidad se ha desvanecido en el resto del mundo. Y los me- jores ojos se vuelven hacia España11.
Quedan dudas. Las alianzas lingüísticas propagadas por los protagonistas de la francofonía tienen su mérito en el área de la enseñanza de lenguas extranjeras, es decir, en su anclaje en los sistemas educativos, así como en cuestiones de coexis-tencia de lenguas en organizaciones inter-, multi- y supranacionales, en su simple presencia en encuentros internacionales culturales, científicos, deportivos, turísti-cos, etc. Pero las alianzas en cuestiones ideológicas como paquete defensivo co-ntra un idioma dominante
–que ganó su hegemonía por varias razones menos una: la imposición– obviamente no son fundamentos muy sólidos para una identidad, en este caso, la identidad y unidad de los hispanófonos. Es que el viejo concepto de la “hispanidad”, en el sentido de ‘carácter genérico de todos los pueblos de lengua y cultura hispánicas’, básicamente no se fundó en la lengua común de los hablantes de los países del “mundo hispánico”, sino de los sectores dominantes de esas áreas.
Mientras que la francofonía se apoya en un centro (¡y un centralismo!) casi incon-testado(s) –París–, el complejo que se manifiesta en los términos “español”, “castellano”, “idioma nacional”, “hispanohablantes”, “hispanidad” y “hispanofonía” constituye una comunidad que se inspira en una lengua y
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11 Citado por la edición de 1998 (Maeztu 1998, 237ss.)
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una identidad pluricéntricas. Aunque la imposición del español en América fue fruto de una política colonizadora, proselitista, explotadora y, en suma, violenta, todavía pervive en la metrópoli el mito de que la hispanización del Nuevo Mundo fue el resultado de contactos lingüísticos pacíficos entre el castellano e idiomas autóctonos del continente recién descubierto, entre cristianos y paganos, europeos y americanos, colonizadores y colonizados. El propio rey Juan Carlos –entregando el Premio Cervantes a Francisco Umbral– enfatizó en el año 2001:
Nunca fue la nuestra lengua de imposición, sino de en- cuentro; a na-die se obligó nunca a hablar en castellano: fueron los pueblos más diversos quienes hicieron suyos, por voluntad libérrima, el idioma de Cervantes12
Deberíamos aconsejar con Wittgenstein: “Wovon man nicht sprechen kann, darüber muss man schweigen”13. Las protestas surgieron inmediatamente; protestas no me-ramente desde Cataluña, desde el País Vasco y desde los Estados americanos, si-no protestas de los mejores representantes de la hispanofonía (europea): los escritores españoles. En la lingüística reconocemos el lema –según Peter Nelde– “ no hay contacto lingüístico sin conflicto lingüístico”14. Esta consigna fue también recogida por múltiples autores que, en las páginas de opinión o discusión, rechazaron la tesis de la propagación no conflictiva del español; todos coincidieron en que no era el rey el responsable de sus propias palabras, sino sus asesores. Entre otros, Javier Marías afirmó que
Lamentablemente, el castellano se ha impuesto por la fuerza, y no hace demasiado tiempo. Si se refería a la im- plantación en América a partir del Siglo de Oro hubiera tenido que especificarlo. Pero yo, que viví en Barcelona en- tre los años 1974 y 1977, recuerdo cómo las fuerzas repre- sivas, cuando escuchaban a alguien hablar en catalán, le
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11 El País, 25 de abril de 2001 (versión internet)
12 En la traducción de Tierno Galván: “De lo que no se puede hablar, mejor es callarlo”. 14 Hoy en día, se lo conoce como Nelde’s Law. El término fue cuñado por Kees de Bot. El mismo Nelde lo ve mucho más como un fenómeno que puede aperecer (‘Kann-Bestim- mung’) (Nelde 1996, 105). De hecho Nelde sigue la tradición sociolingüística ca-talana que elaboró una terminología acerca del conflicte lingüístic (cf. Ninyoles 1969).
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decían eso de habla en cristiano15.
No eran todos tan drásticos como Manuel Vázquez Montalbán, quien recomen-dó medidas bíblicas:
Habría que condenar a cadena perpetua, ya que me opongo a la pe-na de muerte, a quien escribió el discurso al Rey. Pen- só ese discurso para un mitin en el País Vasco, cuando de lo que se trataba era de premiar a una persona tan democráti- ca, avanzada y de lengua excelente como Paco Umbral16.
El poeta chileno Raúl Zurita, en el año 2000 galardonado con el Premio Nacional de Literatura de Chile (también conflictivo, pero por otras ra- zones…) expresó, en ocasión de la entrega del premio, un dilema típico de muchos “trabajadores de la palabra” e intelectuales americanos:
Nuestra lengua nace de una herida. Y la historia de nuestra lengua es la de un dolor inexplicable por un idioma que es el único que poseemos, pero en cuyo origen está la muerte de tantos17.
Pero no solamente en España, sino en todo el mundo de la Romania y la filolo-gía que se dedica a ella sobrevive el gran malentendido de una mon- olítica identidad hispana y –en particular– latinoamericana. Sobre todo en la enseñanza de la lingüística, todavía solemos encontrar cursos y seminar- ios que se dedican al “español americano” o “español de Latinoamérica”, su- giriendo así la existencia de una unidad inexistente. De hecho, en palabras usadas por María Beatriz Fontanella de Weinberg en su libro El Español de América, el español americano no es más que
una entidad que se puede definir geográficamente e históricamente. Es decir, es el conjunto de variedades dia- lectales del español habla-das en América. (Fontanella de Weinberg 21993, 15)
Aún no se ha podido olvidar, en la Argentina, la ofensiva lanzada
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15 El País, 25 de abril de 2001 (versión internet).
16 El País, 25 de abril de 2001 (versión internet).
17 Elsa F.-Santos, El chileno Raúl Zurita recuerda el origen ‘trágico’ del español en Amé- rica. En: El País, 25 de abril de 2001.
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por Américo Castro en su tesis de corrupción del español rioplatense (“desbarajuste lin-güístico en Buenos Aires”, hipótesis de “lunfardismo” y de la “mística gaúcha”18 ), que mereció una respuesta aguda e irónica de Jorge Luis Borges. Frente a la afirmación de que “no cabe duda, Buenos Aires ha arruinado el español de Buenos Aires”, Borges provoca a Castro (o a los españoles, en general) aduciendo que “no adolecemos de dialectos aunque sí de institutos dialectológicos” (Borges 41968, 36), para luego acusarlo de “abunda[r] en supersticiones convencionales” (ibid, 38). Borges se enorgullece:
He viajado por Cataluña, por Alicante, por Andalucía, por Castilla; he vivido un par de años en Valldemosa y una en Madrid; tengo gratísimos recuerdos de esos lugares; no he observado jamás que los españoles hablaran mejor que nosotros. (Hablan en voz más alta, eso sí, con el aplomo de quienes ignoran la duda.) […] El hecho es que el idi- oma español adolece de varias imperfecciones (monótono predominio de las vocales, ineptitud para formar palabras compuestas), pero no de la imperfección que sus torpes vin- dicadores le achacan: la dificultad. El español es facilísimo. Sólo los españoles lo juzgan arduo: tal vez porque los turban las atracciones del catalán, del bable, del mallorquín, del galaico, del vascuence y del valenciano: tal vez por un error de la vanidad; tal vez por cierta rudeza verbal (confunden acusativo y dativo, dicen le mató por lo mató, suelen ser in- capaces de pronunciar Atlántico o Madrid, piensan que un libro puede sobrellevar este cacofónico título: La peculiari- dad lingüística rioplatense y su sentido histórico). (Borges 41968, 37s.)
La posición de Borges está fundada en una larga tradición que ve el español co-mo lengua y herencia culturales argentinas y subraya la pureza de este idioma en las antípodas como uno de los lazos unificadores e identificadores de la nación creada en el primero cuarto del siglo XIX.
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18 Castro 1941.
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El famoso debate que tuvo lugar en Buenos Aires en 1837 puso en evidencia que “los aparatos encargados de interpelar a las masas como sujetos de un nuevo modo de organización social, el del estado-nación moderno” lo hicieron con la filosofía de que –como describe Lía Varela– “la nación moderna se enuncia desde una concepción de ‘lengua’ 19 […] abstracta y homogénea, objeto de acción política […] construido según el patrón de la lengua escrita, que, por lo demás, constituye la variedad de uso exclusivo de la clase ilustrada.” (Varela 1999, 34)
Durante los procesos de organización nacional, gramáticos y pensadores de varios países de América Latina insistieron en que la identificación con los nuevos Estados debía realizarse paralelamente con la creación de un español nacional. Así, en la Argentina, Rufino y Pedro Sánchez editaron, en el año 1852, La Gramática Argentina, simple adaptación de un texto de Rufino Sánchez que, dos décadas antes, había publicado bajo el título El amigo de la juventud. Gramática Castellana, compendiada para el uso de la escuela de su cargo (Sánchez 1828). Elvira Arnoux y María Imelda Blanco demuestran en un artículo sobre contactos gramaticales entre francés y español que, para la segunda edición de su manual, los Sánchez
realizan modificaciones y agregados a la primera versión, cuya fina-lidad –entendemos – era establecer desde el texto gramatical fuertes lazos entre la lengua castellana, objeto de enseñanza, y la nacionali-dad argentina, que la realidad política iba construyendo desde el inicio de la Revolución. Los cambios que se orientan en este sentido se concentran particularmente en el paratexto[…]. Así, reformulan el título (El amigo de la juventud por La Gramática Argentina) incorporando el nombre que se le daba a la nación en los documentos oficiales. También imprimen en la portada el escudo de doce lanzas que simboliza la unión de las provincias del Río de la Plata e incorporan el texto completo del “Himno Nacional” de Vicente López y Planes como modelo “supremo” tanto de uso de la lengua como de accionar cívico. (Arnoux/Blanco 2001, 203s)20.
La posición de Rufino y Pedro Sánchez era relativamente moderada si la compa-ramos con la de Juan M. Gutiérrez, en cuyos textos la lengua comenzaba a ser objeto de una apropiación: “nuestra lengua”. “Nuestra habla” se volvía la forma cada vez más frecuente de designar el objeto; los colectivos políticos también comenzaban a ser identificados en relación con él: “europeo de nuestra habla”, “americano de nuestra habla”, “pueblos que hablan nuestro idioma”. Este sentido –y uso– político del término se sumó al proceso paralelo de reconocimiento de una especificidad lingüística, americana o argentina, potenciado por la llegada de los primeros contingentes inmigratorios: el contacto con nuevos grupos y lenguas, entre ellos numerosos españoles y no todos hispanohablantes, puso de relieve las diferencias y singularidades lingüísticas, culturales y sociales. Los trabajos filológicos, por otro lado, permitieron reconocer y valorar el aporte indígena a la lengua local. Estos factores, sumados al notable y rápido avance del proceso de organización nacional, especialmente en el campo de la educación, constituyeron condiciones favorables para que la lengua se invistiera de un valor político e identitario: en discursos como el de Gutiérrez, “nuestra lengua”, distinta de la española, nutrida por el suelo ame-ricano y superior a la española por ser lengua republicana y en pleno desarrollo, podrá volverse el símbolo alrededor del cual los pueblos americanos consoliden su independencia y su progreso. Hasta hoy pervive, en muchos países latinoamericanos, la convicción de “hablar mejor español que los propios españoles”, idea sumamente difundida, entre otros, por colombianos (“por pronunciar tan claramente”) o argentinos (por el “uso correcto de los pronombres personales”, el así llamado loísmo).
Al inicio del siglo XX –en la era del Centenario–, la tarea de la integración de inmigrantesinstigóaensayistascomo Joaquín V. González(González 1945) y Ricardo Rojas (Rojas 1909) a dedicarse al “fenómeno del multiculturalismo”. Dos conceptos –el segregacionismo y el asimilacionismo– se encontraron en pleno conflicto en la Argentina desde los años 60 del siglo XIX. En ese momento, los autores arriba mencionados propusieron el idioma nacional como solución a la heterogeneidad cultural y a la desigualdad social del país
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20 Traducción JB en cooperación con las autoras.
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(González), y como instrumento político de la Nación (Rojas) (Vázquez Villanueva 1999, 124ss.)
Todavía hoy, la búsqueda de un diccionario, una gramática o un método de enseñanza del español de Argentina es una tarea difícil21. En cualquier librería porteña o cordobesa, se ofrecen libros sobre el lunfardo, sentido como la variedad autóctona de Buenos Aires. Sin embargo, con los trabajos del proyecto sobre las Normas de las hablas cultas de varias capitales americanas o las diversas versiones del Nuevo diccionario de americanismos editado por Haensch y Werner, no sólo disponemos de fuentes de material
–en particular, de léxico de los distintos “españoles” de América Latina–, sino que poseemos también testimonios de una conciencia creciente y una aceptación cada vez mayor de que la “hispanofonía”, antes que un bloque monolítico, es un ramillete de varias subidentidades y subestándares que, por su diversidad, se enriquecen entre sí (en el mejor de los casos…).
6. Identidad latinoamericana
En nuestro continente, hablamos mucho de “identidad europea”. Para todos está claro que no se puede tratar de una identidad excluyente. Si se reconoce esto, el ideologema está concebido como una “identidad y unidad basadas en la diversidad”. Parece que el español, por sí solo, no es suficiente para crear una identidad latinoamericana –vive al mismo tiempo tanto de las contribuciones de las culturas, creencias, y, sobre todo, el aporte de lenguas autóctonas como del contacto con inmigrantes alóctonos–. Del mismo modo en que la restricción al inglés o al francés o ambos no permitiría crear y sentir una identidad europea en los futuros Estados Unidos de Europa, tampoco sería pensable una identidad latinoamericana que, centrada en el español, fuera eventual portadora del tratado del Cono Sur, del Mercosur. En este marco, es evidente que, dado que el Brasil es el principal mercado de importación y exportación de productos para varios de los otros países, el portugués no sólo tiene una importante función instrumental. Sirve,
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21 En el Centro de Estudios Latinoamericanos de Dresde experimentamos, desde hace al- gunos años, con Macanudo (Malamud 1994) y estamos editando un método del español rioplatense bajo el título ¡Che! (Beade/Born/Moraiz 2002). En general, observamos un cambio reciente hacia el uso del voseo en algunos libros didácticos de Argentina que antes hubiera sido completamente impensable. Así, el Instituto Nacional Superior de Lenguas Vivas en Buenos Aires, responsable de la formación de profesores de lenguas extranjeras y promotor de cursos de Español como Lengua Extranjera, elabora sus propios materiales didácticos que se acercan más a la realidad lingüística de la vida cotidiana.
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al lado de los idiomas “indígenas” y las lenguas “extranjeras” –europeas, asiáticas y africanas–, para la construcción de una identidad, que podría ser latinoamericana o panamericana.
Por su pasado político, el término “hispanidad” todavía provoca irritación entre muchos americanos. Para superar cualquier tipo de animosidad, un concepto de hispanofonía libre de arrogancia política, que subrayase los rasgos comunes de todos los hispanohablantes y sirviera de techo a todas las variedades que se están elaborando en este idioma pluricéntrico, reconciliaría también a aquellas partes del mundo hispanófono que ven en el idioma actual el producto resultante de contactos lingüísticos y culturales que hasta hace poco –y aún hasta hoy– muchas veces han recibido denominaciones peyorativas como “substratos indígenas”, “habla no gramatical” o simplemente “habla mala”. Un concepto de hispanofonía en este sentido comprende no sólo las comunidades de nativos o no nativos en países que tienen el español como lengua nacional oficial, sino también territorios con minorías hispanófonas fuertes, como varios Estados de los EE.UU., las zonas tradicionales de emigración europea, como Francia, Bélgica, Suiza o Alemania, y las instituciones que incluyen el español como lengua oficial o de trabajo (como la ONU y la UE). La cualidad más importante de este concepto de hispanofonía, sin embargo, es su reconocimiento (en el doble sentido de tolerancia y legitimidad) de que también en países donde el español es lengua oficial coexisten otras -fonías –sea, en España, la gallegofonía, la asturianofonía, la catalanofonía, etc., sea, en América Latina, la aymarofonía, la quechuofonía, la mapudungunofonía, etc.–. Quienes abogan por una identidad de cualquier forma “hispana” deben aceptar que la identidad no es un estado inmóvil y estático, y que cada persona no dispone de una única identidad sino de dos o tres identidades diferentes que –según la situación– puede actualizar. Si perseguimos estas metas con perseverancia, la diferenciación entre identidad “hispana” e identidad “americana” pierde relevancia. Sigmund Freud dijo una vez: “Es gibt ebenso wenig hundertprozentige Wahrheit wie hundertprozentigen Alko¬hol”22. Podríamos añadir que tampoco existe una identidad absoluta:
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22 Tan poco existe la verdad 100% como el alcohol de pureza 100%.
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la actualizamos de vez en vez, guiados por un completo pragmatismo, adaptándonos a cada situación. En el caso de los hispano-españoles y los hispano-americanos esto significa que, recogiendo la experiencia de identificación plural de sus vecinos, es esencial que reconozcan e integren las múltiples identidades asociadas a la lengua española.
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