Reinaldo Lomboy Veloso: literato y periodista de los territorios australes y antárticos

Reinaldo Lomboy Veloso: Literate and Journalist of the Austral and Antarctic Territories

Citación: Mancilla González, P., Jara Fernández, M. & Molina Olivares, M. (2018). Reinaldo Lomboy Veloso: literato y periodista de los territorios australes y antárticos. Logos: Revista de Lingüística, Filosofía y Literatura, 28(2), 471-482. DOI: 10.15443/RL2834

Dirección Postal: Universidad Santo Tomás. Dirección de Formación e Identidad, Av. Uno Norte n° 3041, Viña del Mar, Chile.

DOI: doi.org/10.15443/RL2834

Pablo Mancilla González

Universidad Santo Tomás

Chile

pmancillag@santotomas.cl

Mauricio Jara Fernández

Universidad de Playa Ancha

Chile

mjara@upla.cl

Mario Molina Olivares

Universidad Santo Tomás

Chile

mariomolina@santotomas.cl

Resumen: El trabajo es un esbozo divulgatorio sobre la vida y obra de Reinaldo Lomboy Veloso y su aporte, desde su labor periodística, a la construcción de la imagen que se tendrá en Chile sobre la ciudad de Punta Arenas y el Territorio Antártico Chileno en la medianía del siglo XX. Para el logro del objetivo, se recopilaron y utilizaron los textos que este autor público sobre estos temas en la revista Zig-Zag y el diario La Prensa Austral de Punta Arenas entre 1947 y 1967. Se concluye, que Lomboy, fue uno de los periodistas chilenos que aportó significativamente a la génesis y proyección sobre la importancia de cimentar una pertenencia nacional sobre las tierras australes y antárticas.

Palabras Claves: Reinaldo Lomboy – Periodismo Austral y Antártico – Territorio Antártico Chileno

Abstract: This paper is a revealing overview about the life and work of Reinaldo Lomboy Veloso and his contribution, from his work as a journalist, to the building of the image in Chile of the city of Punta Arenas and the Chilean Antarctic territory in the 20th Century. To achieve this aim, texts about these topics published by this author in Zig-Zag magazine and newspaper La Prensa Austral between 1947 and 1967 were compiled and used. It was concluded that Lomboy was one of the Chilean journalists who contributed significantly to the origin and impact on the importance of laying the foundation on the national belonging over the austral and Antarctic lands.

Keywords: Reinaldo Lomboy – Austral and Antarctic journalism – Chilean Antarctic territory

1. Introducción

El interés periodístico chileno por la Antártica se remonta a agosto de 1916, tras el rescate efectuado por el piloto segundo Luis Pardo Villalón en la escampavía Yelcho de los náufragos británicos del Endurance de Ernest Shackleton que estaban aislados en la isla Elefante, en el archipiélago de las Shetland del Sur.

Luego de algo más de veinte y tantos años de aquel salvamento humanitario que maravilló al mundo entero y de un silencio casi inexplicable en la prensa nacional sobre la Antártica, el tema sorpresivamente reaparece al conocerse el contenido del Decreto Supremo N° 1.747 de 6 de noviembre de 1940 dictado por el presidente de Chile Pedro Aguirre Cerda y que delimitó el Territorio Antártico Chileno (TAC) entre los meridianos 53° y 90° de longitud oeste y en proyección al vértice latitudinal del Polo Sur.

Seis años después, en diciembre de 1946, la temática antártica en la prensa chilena se intensifica luego que el primer mandatario Gabriel González Videla tomara la decisión de construir la primera base en el TAC, que se inauguró el 6 de febrero de 1947 en la isla Greenwich, archipiélago Shetland del Sur.

Desde esta primera instalación chilena, llamada base naval Soberanía –hoy Arturo Prat-, y por el manifiesto interés gubernamental e internacional que empezaba a tener el continente blanco, los diarios y revistas nacionales comenzaron a informar permanentemente sobre esta nueva temática que se estaba apoderando de los titulares de los principales diarios del mundo.

En este emergente tema nacional, aparece la figura de Reinaldo Lomboy Veloso quien, junto a Benjamín Subercaseaux, Oscar Pinochet de la Barra, Oscar Vila Labra, Antonio Huneeus Gana, Eugenio Orrego, Francisco Coloane, Enrique Bunster, Salvador Reyes, Osvaldo Wegmann, entre otros, en poco tiempo comienza a participar en la elaboración de animados e informados reportajes sobre la Antártica. Una temática a la que estuvo unido por muchos años y sobre la que aportó una abultada producción periodística y una importante visualización de las actividades chilenas en ese continente, convirtiéndose en uno de los primeros periodistas chilenos –sino acaso el primero- en ocuparse de esta nueva temática.

Hoy, a más de cuarenta años de su fallecimiento, parece pertinente y justo efectuar un merecido reconocimiento a su labor y por estimar que esta correspondería a la del periodista precursor a nivel nacional en la entonces denominada cuestión antártica.

En este artículo se rescatan y examinan algunas opiniones y percepciones entregadas por Reinaldo Lomboy en el diario La Prensa Austral de Punta Arenas y en la Revista Zig-Zag de Santiago, referidas a su visión de Punta Arenas y del continente antártico, puntualmente sobre el Año Geofísico Internacional (AGI) de 1957-1958, el tratado Antártico de Washington de 1959 y la explotación de ballenas en las aguas australes.

2. Algunos antecedentes sobre la vida y obra de Reinaldo Lomboy

Reinaldo Lomboy Veloso, nació en Coronel en 1910. Sus padres, de origen modesto y con muchos sacrificios, lograron que asistiera al Liceo de Hombres de Concepción. Una vez rendido su bachillerato en 1927 y por sus méritos académicos, consiguió ingresar al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile en Santiago, a la carrera de Pedagogía en Inglés. Posteriormente, luego de dedicarse a la enseñanza de ese idioma, sintió la atracción del periodismo y la literatura, volcándose totalmente a estas actividades (La Prensa Austral, 14 noviembre 1974, p. 3; 13 febrero 1978, p. 2).

En los años treinta y por razones de estudio, Lomboy estaba en Santiago y se encontraba iniciando una carrera en las revistas Ecran, Zig-Zag y Gran Mundo y en algunos periódicos de circulación regional como, por ejemplo, La Estrella de Valparaíso y La Prensa Austral de Punta Arenas. Además, incursionaba en otros semanarios, como El Quijote.

Estas primeras experiencias en la prensa le otorgaran un lugar destacado entre sus colegas, llegando posteriormente a convertirse en jefe de Prensa de la Embajada Británica en Chile y traductor de la Agencia de Noticias Reuter y de las publicaciones de la editorial Zig-Zag.

Paralelo al trabajo periodístico, se dedicó a la creación literaria en los géneros de novelas y cuentos, llegando a ser encasillado por la crítica especializada en la generación ‘criollista del 38’. Su primer trabajo fue “Cuando Maduran las Espigas” publicado en Lecturas Selectas, revista literaria que publicó 61 números entre enero de 1926 y febrero de 1927, y donde Lomboy tuvo la oportunidad de compartir tribuna con otros importantes autores nacionales como, por ejemplo, Nicomedes Guzmán, Baldomero Lillo, Mariano Latorre, Rafael Maluenda, Lautaro Yankas, Francisco Coloane, Daniel Belmar, Nicasio Tangol, Nataniel Yáñez, Edgardo Garrido, Manuel Rojas, Marta Brunet, Daniel de la Vega, Joaquín Edward Bello y Alberto Romero (Ramírez, 1974, p. 2; La Prensa Austral, 13 febrero 1978, p. 2).

En 1941, dio a conocer Ránquil, novela que ganó el Premio Atenea de la Universidad de Concepción (1942) y que ha sido considerada por los anales de la literatura chilena como la máxima creación del intelecto de Reinaldo Lomboy. A este respecto, Julio Ramírez afirma: “es una novela excelente, subversiva, amarga y verdadera que cuenta la sublevación de campesinos en las montañas del sur (Lonquimay), hecho real pintado por [el autor] con vigor, que es un grito violento, fuerte y emocionado contra las injusticias sociales, donde la intención crítica se conjuga con una tonalidad poética que mitiga la crudeza trágica del tema” (2).

Ese mismo año, Nicomedes Guzmán, incluyó a Lomboy en Nuevos Cuentistas Chilenos con su cuento “El flamenco”. Este texto compilatorio fue publicado por Editorial Cultura, y en este Lomboy compartió páginas con Jorge Soto, Homero Bascuñán, Nicasio Tangol, Enrique Labra, Francisco Coloane, Juan Godoy, Juan Donoso, Osvaldo Wegmann, entre otros.

En 1943, en Lecturas Chilenas de Roque Esteban Scarpa, de la editorial Zig-Zag, Lomboy publicó una de sus creaciones. Igual situación se produce dos años después, en 1945, cuando en la Colección La Honda se integra la breve novela Ventarrón. Julio Ramírez, sobre este último texto señala que “Lomboy se encamina a las minas, al mar, a las montañas costeñas, reiterando sus hábitos de describir tipos populares (Don Baucha, el Chano, el Chambeco, el Peyuco y el Meterio) y teniendo siempre como meta que su relato sea un documento humano. Como en Ránquil, en este ventarrón la vida es un don humano de reciedumbre definitiva y fuerte, con un hálito de tormenta y lucha” (2).

Otros trabajos destacados de Reinaldo Lomboy fueron, “Navidad sin Albahacas” en Revista Zig-Zag (24 diciembre 1949) y Aguafuertes de Chile en Ediciones Flor Nacional en 1949, “El Arriero en su Huella” en Autorretrato de Chile de Nicomedes Guzmán (1957), Puerto del Hambre de 1964 y, finalmente, el cuento “La noche buena de los vagabundos” en Antología de Cuentos Chilenos de Nicomedes Guzmán (1969).

Pero el literato nacido en Coronel no solamente tendrá éxito como narrador de novelas y cuentos, sino también como guionista en la industria documental y fílmica nacional: en Acero (1950), Caletones, Ciudad del Fuego (1956) y Sewell, Ciudad del Cobre (1956), todas estas participaciones bajo la dirección de Patricio Kaulen; en 1952, estuvo presente en la película El Ídolo y, en 1954, en Confesiones al Amanecer, ambas dirigidas por el francés Pierre Chenal (Ecran, 28 noviembre 1950; 8 enero 1952; 4 noviembre 1952; 11 mayo 1954; 5 junio 1956).

En la década de 1950, se incorporó a la Sociedad de Escritores de Chile y a la Alianza de Intelectuales, y en 1952 al Círculo de Periodistas de Chile.

A los 64 años, en compañía de su esposa y dos hijos, este hombre sencillo y de escritura directa y profunda que sabía informar y deleitar a sus lectores, falleció a causa de una afección al corazón en su hogar de San Alfonso, Cajón del Maipo, en noviembre de 1974.

3. Lomboy y su visión sobre Punta Arenas y el Territorio Antártico Chileno

La visión de Reinaldo Lomboy sobre las zonas australes y antárticas tiene su génesis y desarrollo en su trabajo de periodista de la Embajada de Londres en Chile, traductor de la Agencia Reuter y en viajes que realizó a la ciudad de Punta Arenas entre los años de 1940 y 1960. Estas labores aportaron a Lomboy en experiencias y en la posibilidad de recopilar materiales documentales nacionales e internacionales de primera fuente que, con posterioridad, se verán reflejados en una serie de textos de divulgación de su autoría que evidenciarán su pensamiento sobre la importancia de estas apartadas regiones del país.

3.1 Percepciones sobre la ciudad de Punta Arenas: desarrollo y puerta de entrada al territorio antártico chileno

Reinaldo Lomboy, en sus trabajos periodísticos evidencia poseer un buen conocimiento sobre la ciudad de Punta Arenas (Zig-Zag, 8, 15 y 22 diciembre 1961), la que consideraba una “urbe subantártica” con un clima “no tan riguroso como el nortino (santiaguino). Simplemente, es un clima bravo para una vida bravía”, la que no debe ser simplemente considerada como un “caserío de vida lánguida, base apenas de avanzada hacia el antártico y centro administrativo de un territorio enorme” sino que, por el contrario, “como una urbe moderna en pleno desarrollo, amplia, bien trazada, tendida junto a la lámina acerada del Estrecho de Magallanes… donde… junto a edificios de fines del pasado siglo, se alzan las elevadas estructuras de construcciones altivas, terminadas unas, otras en plan de edificación. Las calles, en el plan, se alargan limpias y bien pavimentadas” (Zig-Zag, 18 noviembre 1960, p. 40). Una ciudad de contrastes y de renovados intereses turísticos e innovaciones productivas.

Uno de los problemas que presentaba la vida cotidiana en Punta Arenas era el alto valor de los productos y del transporte; los trabajos de descarga, en el puerto, también eran caros. Ejemplo de lo anterior, decía Lomboy, era el caso de la lechuga, que se vende por kilos, llevada hasta allí desde los alrededores de Puerto Montt, costaba alrededor de mil pesos la unidad. Las papas chilenas eran más caras que las argentinas; lo propio ocurría con la harina; hasta la canadiense era más barata que la nacional… La mantención del itinerario regular del servicio de pasajeros de la Línea Aérea Nacional, era una verdadera proeza (Zig-Zag, 18 noviembre 1960, p. 40).

Sobre el turismo y la producción, creía que se desarrollaban con mucha dificultad, al faltar hoteles y residenciales y los existentes con valores extremadamente altos, mientras que, las actividades productivas en Magallanes eran limitadas y solamente dedicadas a una disminuida industria ganadera. Sin embargo, por esa fecha el petróleo ya era visto como una luz de esperanza, capaz de dinamizar la economía de Punta Arenas (Zig-Zag, 18 noviembre 1960, p. 40; 9 diciembre 1960, pp. 36-37).

Lomboy consideraba a esta ciudad “subantártica”, por su proyección geográfica, como la puerta de entrada al Territorio Antártico Chileno y, por aquello, se hacía necesario que las autoridades administrativas centrales y regionales invirtieran recursos humanos y materiales para desarrollar una educación que incorporara y reforzara el sentido de pertenencia nacional sobre esas zonas del país.

Además, pensaba que al ser Punta Arenas el lugar de tránsito “casi” obligatorio de las expediciones que iban o venían de la Antártica, se hacía necesario contar con una infraestructura que permitiera ofrecer mayores y mejores servicios para satisfacer los requerimientos de las mismas, principalmente logísticos y científicos.

3.2 La coordinación para el desarrollo científico internacional en el continente antártico

De los artículos publicados por Reinaldo Lomboy en revistas y periódicos, es posible observar su amplio conocimiento sobre distintas temáticas vinculadas al desarrollo de las investigaciones científicas a nivel nacional e internacional, las cuales consideraba que debían ser ejecutadas por instituciones de enseñanza universitarias. No obstante, entendía que estas por sí solas eran insuficientes para lograr ese objetivo, por tanto, veía la necesidad de que los gobiernos promocionaran y financiaran por medio de políticas públicas las investigaciones científicas, fundamentalmente para que sus resultados tuvieran un real impacto en el progreso económico de los países y en la vida cotidiana de las personas.

En este mismo sentido, Lomboy otorgaba gran valor a la cooperación científica como motor para el progreso de todas las naciones, no obstante, apreciaba que existían dos grandes obstáculos para su pleno desarrollo. El primero, que las universidades se atribuyeran como “exclusivos los créditos de cualquier descubrimiento en cualquiera de las ramas de la ciencia” y “las tentativas por imponer conceptos nacionalistas en la evolución de las teorías científicas, las cuales debían ser desechadas tanto por los propios hombres de ciencia como por los legos” (La Prensa Austral, 28 febrero 1953, p. 3).

El segundo obstáculo, en cambio, era que los resultados de las investigaciones científicas eran adquiridos por la industria y protegidos por patentes, tanto en sus detalles técnicos como en las tendencias generales de su desarrollo. Por tanto, Lomboy era partidario de convocar a los distintos países que participaban en las Naciones Unidas y otras entidades internacionales, por ejemplo, la Comisión de Energía Atómica, el Consejo Económico y Social y la Organización para la Cooperación Europea, para asumir un rol más protagónico en este tema, principalmente a través del financiamiento de programas de investigación y el establecimiento de laboratorios internacionales, los cuales permitirían a los hombres de ciencia y especialistas un mejor aprovechamiento de los recursos y de la inteligencia científica internacional (La Prensa Austral, 28 febrero 1958, p. 3).

Por tanto, con el fin de resolver ambos problemas, Lomboy pensaba que para lograr una verdadera cooperación científica era necesario que las universidades y las industrias pudieran, a través de esfuerzos mancomunados, emprender un desarrollo investigativo que permitiera “facilitar la preparación de científicos que estimularán áreas fundamentales del saber y así asegurar de que una parte adecuada del trabajo esté dirigido a materias de interés nacional”, especialmente la “ciencia aplicada, ingeniería, metalurgia y fermentación industrial” (La Prensa Austral, 18 enero 1958, p. 3).

3.3 El continente antártico y el Año Geofísico Internacional (AGI), 1957-1958

Reinaldo Lomboy opinaba que el Año Geofísico Internacional (AGI) era una gran oportunidad para que los hombres de ciencia del mundo pudieran desentrañar los misterios aún existentes sobre el remoto e inhóspito continente antártico. No obstante, de las informaciones que se pueden desprender de sus artículos en periódicos y revistas, se llega a la conclusión que para él habían algunas temáticas que sobresalían, por ejemplo, la instalación de bases y las investigaciones sobre la fauna antártica, las expediciones polares hacia el interior del antártico, los estudios atmosféricos y meteorológicos para determinar la influencia de la Antártica en el clima del planeta, las investigaciones geológicas y sismológicas para aclarar la teoría del movimiento de las placas tectónicas y, finalmente, que todos los resultados alcanzados por el AGI fueran compartidos por la comunidad internacional para fortalecer los lazos de cooperación y colaboración científica.

El afamado periodista coronelino estimaba para el país de la mayor importancia y utilidad, la instalación de bases científicas permanentes en la Antártica. Estas permitirían realizar observaciones de orden científicas y, a su vez, dependiendo de la ubicación geográfica de las bases estas podrían cumplir con una doble función, las más cercanas a la costa podrían entregar facilidades a los biólogos para estudiar la vida de las focas y lobos de mar y, marcar a los animales marinos jóvenes con el objeto de poder establecer políticas razonables para su conservación, cuantificar a las poblaciones de las aves antárticas –pingüinos, petreles y skuas- y realizar observaciones sobre sus hábitos de vida. Mientras que las bases ubicadas al interior del continente, podrían ser verdaderos laboratorios permanentes de habitabilidad antártica, de los comportamientos y reacciones del cuerpo humano a situaciones extremas y de prueba para nuevos instrumentos y técnicas para optimizar el abastecimientos durante los largos inviernos polares (La Prensa Austral, 17 noviembre 1964, p. 3 y p. 6; 7 junio 1967, p. 3).

Además, Lomboy, pensaba que con un mayor número de países participando en el AGI y con más bases científicas permanentes en la Antártica, aumentaría la colaboración y cooperación científica, especialmente entre las naciones con intereses de soberanía, a través del intercambio de datos científicos y especialistas (La Prensa Austral, 14 octubre 1960, p. 3).

Asimismo, entendía que los países involucrados en este gran acontecimiento científico debían realizar expediciones similares a las realizadas en las décadas anteriores por Scott, Amundsen, Shackleton y Byrd, las que en su oportunidad habían contribuido a esclarecer los misterios antárticos (La Prensa Austral, 22 marzo 1957, p. 3; 29 enero 1963, p. 3). Por lo anterior es que Lomboy otorgaba gran valor al esfuerzo de los británicos Vivian Fuchs y Edmund Hillary quienes pretendían cruzar la Antártica “de lado a lado, efectuando, a intervalos frecuentes, sondajes del hielo continental hasta una profundidad que se mide en centenares de metros. El proyecto comprende una distancia de unos tres mil kilómetros, en su mayoría a más de mil metros sobre el nivel del mar y a través del mayor desierto de nieve del mundo” (La Prensa Austral, 29 diciembre 1962, p. 3).

Por otra parte, pensaba que las once naciones más activas y participantes del AGI, debían centrar sus esfuerzos en mejorar y aumentar los instrumentos de recolección de datos y profundizar en los estudios geofísicos, hidrográficos, glaciológicos, sismológicos, meteorológicos, magnéticos y geomagnéticos del continente antártico y sus influencias en el resto del planeta. En esta línea de investigación y reconociendo las dificultades financieras y técnicas, Lomboy, asignaba a Chile un rol preponderante en la coordinación de estas actividades por ser el país más cercano al continente antártico.

Juzgaba que era de gran interés para la ciencia y la humanidad los proyectos de Estados Unidos, Gran Bretaña y Rusia de soltar globos atmosféricos para medir la capa de ozono y analizar la velocidad, dirección y humedad del viento. Indiscutiblemente, los lanzamientos de cohetes con satélites artificiales eran un instrumento técnico fundamental para la obtención de informaciones científicas sobre las actividades solares y los rayos cósmicos y sus posibles impactos sobre las ondas de radio, y a su vez, estudios necesarios para el mejoramiento de la aviación e innovación en las técnicas de comunicación. Otro aspecto de no poca importancia –decía Lomboy- era que estos lanzamientos permitirían un paso importante en el desarrollo de los futuros viajes espaciales (La Prensa Austral, 27 febrero 1958, p. 3; 14 enero 1959, p. 8 y p. 10; febrero 1965, p. 3).

Lomboy pensaba que, definitivamente, los trabajos del AGI en el continente antártico pondrían a prueba teorías que aún no habían sido suficientemente corroboradas por los científicos, por ejemplo, que la geología proporcionaría respuestas sobre si las grandes masas de tierra del planeta se encontraban en movimiento o estaban fijas en su lugar; la glaciología, contribuiría a determinar si el continente antártico se encontraba dividido por un canal de hielo o, por el contrario, si era una gran masa de tierra firme y; por otro lado, la mineralogía, podría ofrecer una explicación valida sobre la presencia de lechos de carbón de varios metros de espesor en el continente polar (La Prensa Austral, 24 abril 1958, p. 3; 21 septiembre 1960, p. 3).

De todas las disciplinas científicas presentes en el AGI, la glaciología era la única que permitiría determinar la superficie total y el espesor del hielo antártico y si el proceso de glaciación polar estaba creciendo o disminuyendo. Sobre este último punto, Lomboy discurría que este proceso iba en aumento y que como consecuencia lógica del derretimiento del hielo polar se produciría una marcada elevación del nivel del mar y pondría en serios peligros de inundaciones a todas las ciudades litorales de Chile y el mundo (La Prensa Austral, 24 abril 1958, p. 3; 29 diciembre 1962, p. 3; 10 febrero 1965, p. 3).

Finalmente, este periodista creía que los datos y resultados obtenidos por las investigaciones realizadas durante el AGI en la región antártica, debían ser de libre acceso para toda la comunidad científica mundial y para todos aquellos países que los solicitaran. Por esta razón, consideraba que el AGI era un hecho trascendental en la historia de la humanidad y que los datos que se recopilaran en esta gesta científica, a pesar que demorarían años en ser totalmente analizados e interpretados, lograrían unir a las naciones y generar un ambiente de colaboración y cooperación hasta ahora nunca visto, principalmente entre aquellos países con ideologías antagónicas (La Prensa Austral, 4 diciembre 1957, p. 3; 18 febrero 1959, p. 3; 19 marzo 1959, p. 11).

3.4 Tratado Antártico de Washington, 1959

Para Reinaldo Lomboy, la Antártica era un continente aislado, desolado e inhóspito que atraía a la aventura, especialmente de aquellos de espíritu intrépido. No obstante, desde fines de los años treinta, el continente antártico se estaba convirtiendo en un escenario de querellas internacionales por el potencial de sus riquezas (La Prensa Austral, 2 diciembre 1959, p. 3).

En tal sentido, las problemáticas internacionales creadas por las reclamaciones antárticas, eran un nuevo tema litigioso que no podía ser tomado con ligereza. Para entender esta nueva realidad internacional, Lomboy dedicó parte de su trabajo periodístico a informar detalladamente los antecedentes que conllevaron a las negociaciones realizadas en Washington para resolver las cuestiones del presente y definir el futuro del continente antártico.

Sobre los antecedentes, el coronelino demostraba tener amplio conocimiento sobre la temática. Así, por ejemplo, comentaba las propuestas anteriores a la invitación de Estados Unidos a la Conferencia en Washington, y que más tarde desembocó en la firma del tratado Antártico de 1959, de la siguiente manera:

Antes de esta última iniciativa del presidente Eisenhower ha habido varias proposiciones acerca del futuro de la Antártica. En 1948, Estados Unidos presentó a todos los países con reclamaciones territoriales en el continente antártico, la idea de establecer un Continente de ocho potencias, de acuerdo con los principios de las Naciones Unidas; pero solamente Gran Bretaña y Nueva Zelandia se mostraron dispuestas en principio a aceptarla (La Prensa Austral, 17 octubre 1959, p. 3).

En 1956, la India había presentado una moción de internacionalización de la Antártica –que posteriormente retiró- en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Sobre esto, Lomboy creía que el objetivo de ese país había sido “concertar un acuerdo internacional para que la zona no fuese usada para crear o acentuar las tensiones internacionales, sino de estar dispuesta para el bienestar general” (La Prensa Austral, 17 octubre 1959, p. 3).

En febrero de 1958, mientras aún se desarrollaba el AGI, el gobierno chileno se declaró en favor del mantenimiento de la cooperación científica y del uso pacífico de la Antártica, reservando su opinión sobre cualquiera proposición relativa a la internacionalización del continente antártico; Argentina, sobre este tema, efectuó iguales declaraciones.

Lomboy, frente a esta situación sostenía que, Estados Unidos, tradicionalmente, no ha presentado ni reconocido reclamaciones territoriales en la Antártica, pero en sus notas de mayo de 1959 se reserva el derecho de afirmar un derecho o derechos territoriales. El gobierno de la Unión Soviética nunca ha formulado reclamaciones territoriales antárticas, pero en 1950 declaró que no reconocería ninguna decisión sobre un régimen antártico que no contara con su participación (La Prensa Austral, 17 octubre 1959, 3).

En tal sentido, Lomboy, estimaba que la proposición de Estados Unidos de un tratado antártico –que realizó oficialmente en mayo de 1958 para mantener la cooperación e investigación científica en la Antártica después del AGI- era necesaria para impedir las rivalidades políticas en la zona. Se trataba de una oportunidad histórica para que las reclamaciones territoriales fueran “congeladas” y, a cambio, se lograse la libre investigación científica en la zona con fines exclusivamente pacíficos.

Una vez firmado el Tratado Antártico en Washington el 1 de diciembre de 1959, Reinaldo Lomboy publicó un trabajo donde explicaba que

el propósito principal del Tratado se expone en el primer párrafo del acuerdo ‘… es de interés de toda la Humanidad que la Antártica continúe siempre utilizada para fines exclusivamente pacíficos y no se convierta en escena u objeto de discordia internacional…’ siendo, en consecuencia, un acuerdo que prohíbe las explosiones nucleares, sean de carácter militar o científico y prohíbe disponer del territorio antártico para guardar material radioactivo (La Prensa Austral, 10 diciembre 1959, p. 3).

Sobre esto último, Lomboy tenía la convicción que

… este punto, el más importante del acuerdo, se trazó en base a las recomendaciones formuladas primeramente por Chile y suscritas por Australia, Argentina y Nueva Zelandia, cuyos territorios, próximos a la zona antártica, estarían expuestos a las consecuencias de las explosiones. Y también por las presentaciones de Chile y las demás naciones que ostentan reclamaciones territoriales antárticas, se estableció que la firma del Tratado no implica ni reconocimiento ni desconocimiento de dichas reclamaciones territoriales (La Prensa Austral, 10 diciembre 1959, 3; 29 diciembre 1962, p. 3).

Por último, Lomboy esperaba que el tratado que propiciaba un statu quo jurídico o “congelamiento antártico” archivara la disputa entre Gran Bretaña, Argentina y Chile sin tener que renunciar a las reclamaciones existentes y que, además, sus propias estipulaciones ayudan a producir una efectiva cooperación en la Antártica, tratando de que el buen trabajo logrado durante el AGI siga en desarrollo y que los científicos de cualquiera nación puedan proseguir sus estudios en cualquier sector del territorio antártico (La Prensa Austral, 23 diciembre 1959, p. 3; 3 mayo 1961, p. 3).

3.5 La Comisión Ballenera Internacional y la caza de ballenas en la Antártica

Otro de los temas que llamaron la atención de Reinaldo Lomboy fueron las resoluciones de fines de la década de 1950 de la Comisión Ballenera Internacional respecto de la reglamentación de la caza de cetáceos en los mares circundantes de la Antártica.

Frente a esta cuestión Lomboy expresaba que antes de la Segunda Guerra Mundial las actividades balleneras en las aguas antárticas eran numerosas, pero que con posterioridad habían disminuido a causa de que las ballenas habían caído a límites peligrosos de extinción. Por esta razón, Lomboy apoyaba la realización de reuniones, discusiones y resoluciones de la Comisión Ballenera Internacional para regular la explotación de las ballenas y la aplicación de políticas de protección (La Prensa Austral, 25 septiembre 1959, p. 3).

Pero el mayor problema ballenero pasaba más por la falta de recursos económicos y de vigilancia a los buques fábricas que operaban en los mares antárticos con métodos indignos de captura, matanza y faenamiento que a la falta de normas de protección y explotación balleneras. (La Prensa Austral, 25 septiembre 1959, 3; 5 septiembre 1967, p. 3 y p. 6).

Quienes más ponían en peligro la conservación de las ballenas eran las naves con pabellón de Japón, Gran Bretaña, Rusia y Noruega; países que anualmente enviaban grandes flotas balleneras a las aguas antárticas, sin respetar las cuotas de captura definidas para cada temporada por la Comisión Ballenera Internacional. Ante esta situación, Lomboy llamaba a tener un mayor compromiso internacional con las ballenas y procurar la prohibición de su explotación en todos los mares del mundo. (La Prensa Austral, 26 mayo 1965, p. 3).

4. A modo de conclusión

La vida y obra de Reinaldo Lomboy ha sido destacada por varios autores nacionales principalmente en los aspectos literarios. No obstante, su trabajo abarcó otras áreas que han sido insuficientemente abordadas o simplemente olvidadas, por ejemplo, su labor periodística en la Embajada de Londres en Chile y en la Agencia de Noticias Reuter, en los diarios La Estrecha de Valparaíso y La Prensa Austral de Punta Arenas, entre otros, en las revistas Ecran y Zig-Zag y como guionista en varios documentales y películas de las décadas de 1940 y 1960.

Por lo anterior, es que se hacía necesario examinar la faceta periodística de Lomboy, donde a través de sus trabajos logró aportar en la formación de una opinión pública sobre múltiples temáticas de interés nacional e internacional, entre aquellas los territorios australes y antárticos chilenos, a mediados del siglo XX. Sobre estos últimos, es innegable su contribución a la gestación y proyección, junto con otras destacadas personalidades de su época, de una conciencia nacional sobre la importancia de definir una pertenencia territorial de esas apartadas zonas del país.

Los trabajos periodísticos de Lomboy publicados en la revista Zig-Zag y el diario La Prensa Austral entre 1947 y 1967, nos muestran su acabado conocimiento y una capacidad para identificar las fortalezas, debilidades y proyecciones nacionales e internacionales de la ciudad de Punta Arenas, especialmente como puerta de entrada a la Antártica y al Territorio Antártico Chileno y, sobre este últimos, en temáticas referentes al desarrollo de la ciencia antártica, el Año Geofísico Internacional, el Tratado Antártico y la problemática de la caza de ballenas

Finalmente, el valioso aporte periodístico de Reinaldo Lomboy a la definición de una imagen sobre los territorios australes y antárticos debe seguir siendo profundizada e incorporada a los ya reconocidos aportes de Francisco Coloane, Enrique Bunster, Oscar Vila Labra, Oscar Pinochet de la Barra, Eugenio Orrego, Benjamín Subercaseaux y Salvador Reyes.

Financiamiento y agradecimientos

Proyecto CONICYT / FONDECYT REGULAR N° 1170314: “El piloto 2° Luis Pardo Villalón y la segunda carta patente británica: La política antártica chilena entre la pertenencia histórica y la incertidumbre internacional, 1906-1917”.

Referencias bibliográficas

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Anónimo. (28 noviembre 1950). Huachipato. Revista Ecran .

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Anónimo. (8 enero 1952). Dos estrenos, una película por terminarse y otra en filmación. Revista Ecran.

Lomboy, R. (10 diciembre 1959). Régimen internacional para la antártica. La Prensa Austral, p. 3.

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